Capítulo 3
A un paso del
cielo… en el infierno
*Aleth Zyden*
Todo cambio para mí esa tarde cuando ella me robo aquel
beso. Cuando sentí sus manos enredarse en mi cintura y su cuerpo tanteó rozarse
con el mío… y es que en verdad estuve a un paso del cielo. Sus labios con fuego
marcaban mi cuello como suyo, mientras mis manos se movían por su espalda como
serpientes, obligándola a yacer cada vez más sobre mí, se aparto un segundo y
creí que se arrepentiría de sus actos, pero el miedo se disipo de mí cuando sus
labios chocaron contra los míos en un beso mucho más apasionado que el
anterior. Explore en el interior de su boca que ardía de deseosa de más. Sentí
como desabotonaba mi chaqueta, sus manos suaves me aflojaron la corbata y yo me
di cuenta que estaba haciendo lo justo con la suya.
Pero que cruel es el destino, alguien toco la puerta y nos
obligo a volver a la realidad, por primera vez vi esos ojos carmesí deseosos de
continuar, aunque su cara se aleje más y más cada segundo. Me levante de la
mesa y con el impulso que llevaba le robe un tierno beso antes de ponerme de
pie a su lado y acomodar mi corbata para caminar detrás de ella, cuando la
puerta se abre sutilmente tras el delicado “pase” de su femenina voz.
Mire con cierto desdén a la jovencita que entro, no sabe
que me ha quitado el cielo cuando estaba a unos centímetros de alcanzarlo con
mis manos. Me mordí el labio y recogí los documentos del suelo, uno de ellos
aun manchado con mi sangre, los puse en el archivo mientras detallaba a la
chica de cabellos castaño y ojos verdes claros, curvas delicadas... y más que
nada el enojo que sentí ante las lascivas miradas que le dedicaba a la
directora. No sabía de que hablaban pero me ardía en el pecho cada que la
jovencita intentaba tocarla con el mayor de los fingimientos, como rozo sus
manos cuando le entrego los dichosos papeles. Me contuve por poco de golpear la
mesa, mientras tensaba la mandíbula, ¿Cómo es posible sufrir de este modo por
un simple coqueteo?
En cuanto la chica se fue, hizo entre las dos el silencio
más incomodo que pueda haber, yo mantenía la cara baja sin atreverme a verla.
No me había dado cuenta del escozor en mis ojos, tan guapa es la directora que
no entiendo porque me sorprende el hecho de que chicas escurridizas quieran
tener algo con ella. Si no quiero pensar en que será del personal docente.
*Asura Tredyan*
Maldije la interrupción, al menos ahora sé que no le soy
indiferente… sin embargo fue tan difícil detenerse que comenzaba a preocuparme
este sentimiento que me recorre cada vez que la veo, pero ese tierno beso que
me dio termino por llenar de dicha mi corazón, no fue solo la pasión del
momento, sé que Aleth siente algo por mí.
No preste atención a la niña que entro, solo podía recrear
en mi mente una y otra vez las sensaciones que me llenaron cuando sus labios se
rozaron con los míos, tan incomparable el sabor de su piel, todavía me
temblaban las manos de lo cerca que estuve de tocar su piel desnuda. Recibí los
documentos y respondí escuetamente cada pregunta, creo que la niña intento
coquetearme pero no estoy segura.
Cuando al fin se fue, le devolví la mirada a Aleth y me
encontré con el cuadro nostálgico de su cara gacha, sus ojos lacrimosos. Se me
paralizo el corazón ¿Acaso hice algo malo? No supe a qué hora estuve tan cerca
de ella o cuando me vi sujetando su barbilla para poder ver su rostro tan
delicado que mis dedos lo acariciaban con temor de romperlo.
-¿Aleth?- Pregunté con voz suave y temerosa. -¿Qué tienes?-
Ella me miró como no creyendo que estuviéramos así.
-No es nada…- Intentó desviar la mirada.
-Por favor no mientas…- Susurré con voz serena pero algo
más autoritaria. -Las jovencitas como tú no lloran por nada- Sequé las lagrimas
de sus ojos.
-Fueron mis tontos celos- Mencionó completamente
avergonzada, me sorprendió por completo, ¿le molesto tanto el trato que me dio
esa jovencita? No evité mirarla con ternura y luego retenerla en mis brazos, no
había pasado ni un minuto y me di cuenta que ya añoraba sentirla, ya la estaba
extrañando.
-Tranquila… yo solo tengo ojos para ti- Cosas raras pasan
cuando estoy cerca de ella, porque a pesar de haber dicho eso que bajo ninguna
circunstancia le diría a nadie sabiendo que mentiría, con ella resultaba ser
verdad.
Cuando nos separamos la note mucho más calmada, la había
confortado, pero ya era tarde… la noche llegaba y ella tendría que marcharse
para mi pesar. Temí por un momento no volver a verla, no volver a tener la
oportunidad de abrazarla en cuanto me dio la espalda, tomo su maleta, se acomodó
la chaqueta que con vergüenza note yo le había desordenado por completo. Cuando
estaba en la puerta sentí la desesperada necesidad, la seguridad de volver a
verla.
-¿Te gustaría ser mi secretaria?-
Se dio vuelta extrañada. -¿He Asura?- Que hermoso suena mi
nombre en sus labios.
-Te pagare… para que seas mi secretaria no como castigo sí
no… porque eres excelente en ello- Agregué con la esperanza de un sí.
-Aunque no me pagaras lo haría con gusto- Dios que sonrisa,
que mirada, cuanto me cuesta no comérmela a besos.
-El lunes a la misma hora- Correspondí su sonrisa y ella
asintió, salió cerrando la puerta tras de sí.
Me senté en mi puesto, el té estaba helado en mi mesa, pero
aquello no me importaba. Tenía una sonrisa enorme en mi rostro, aunque no
quiero pensar la reacción de Freiya cuando se entere. Se me escapa un suspiro,
no puedo creer que esta niña logre derrumbar todas mis barreras y hacer mi
voluntad toda suya. Ruego al cielo que ella no se entere del poder que tiene
sobre mí, porque entonces estaré perdida.
*Aleth Zyden*
Estaba dando de saltos en el camino al estacionamiento, no
me importaba el frío, de hecho tengo calor, aun puedo sentir sus brazos
rodeándome. Rayos que cara de tonta debo tener en este momento, pero bueno
nadie esta viéndome.
Monte en mi Yuna2, el caso es que padre se porto bastante
bien regalándome un segundo medio de transporte después del accidente, fue
extraño verlo preocupado por mí. Me puse el casco, encendí el motor y tomé el
rumbo a casa. En todo el camino me costó mucho concentrarme, creo que me pase
un par de altos de lo ocupada que esta mi mente pensando en ella. Joder todavía
puedo recordar el sabor de sus labios y ahora, ahora no tendré que despedirme
de ella, no me importa trabajar para ella, solo quiero estar a su lado.
Los minutos pasaron rápido después de todo cuando mi mente
la pasa bien el tiempo vuela y ya estaba en casa. Bajé de la moto en el
estacionamiento privado y tome el ascensor que da a las plantas superiores,
otra pleitesía de mi parte fue la instalación de un ascensor que me deja
inmediatamente en mi habitación y pasa por cada uno de los pisos de la mansión,
además de su habitación y el estudio. No quería arruinar mi buen humor así que
ascendí directamente a mi cuarto. Claro el ascensor es privado y es que se
necesita tener una tarjeta de acceso que solo tenemos padre y yo. Digité los
números de siempre y la puerta se abrió, a veces me pregunto por qué tanta
suspicacia de parte de mi padre, en poco tiempo se que instalara un
identificador de voz.
Me deje caer en mi cama aun con esa sonrisilla en mi
rostro, todo en calma hasta que el toque de mi puerta interrumpió mis
agradables cavilaciones. Me levanté y organice mi uniforme, abrí la puerta y
allí para mi sorpresa estaba mi padre con una cara de enojo nada disimulado,
palidecí imaginando cual sería el tema de conversación.
No paso un segundo cuando ya me estaba sujetando del cuello
y mi cuerpo golpeó contra la pared, disipe mi miedo y lo mire de la misma forma
que él lo hace. Aunque me estuviera magullando el cuello yo no admitiría que
estaba aterrada y lo miraba por ende con el mismo reto. Cuanto odiaba parecerme
a él.
-¡¿Qué te dije antes señorita?!- Masculló con verdadero
enojo.
-Tengo mala memoria ¿Sabes?- Supe lo que vendría y el golpe
que me dio en la cara no me tomo por sorpresa, sin embargo no calculé el dolor
de lo que eso supondría, me había roto el labio. Luego me dio un puñetazo en el
costado, tosí como pude teniendo en cuenta que me sujetaba cada vez más fuerte
del cuello, pero no le tocaría ni un cabello a mi padre, solo porque Esmeralda
me hizo prometerlo.
Ella siempre dijo que el día que yo responda sus golpes,
terminara olvidándose que soy su hija y quizás me mate. Sabías palabras de mi
madre si sabemos que ella está en el hospital porque él le disparó, Zeth alegó
ante las cortes y soborno a muchos otros con la excusa de que encontró a mi
madre en brazos de otro hombre.
-¡No te burles de mi Aleth!- Me volvió a presionar contra
el muro de mi habitación y me dolieron las costillas.
-¿Por qué diablos estas tan enojado…? ¡No se dé que rayos
me hablas!- Le grité al fin y me soltó del cuello para tirarme a la cama.
-¡Kaname rechazo la propuesta que le hicimos! ¿No te dije
que convencieras a su hija por los medios necesarios?- Esta vez me jalo por la
corbata, obligándome a quedar sentada en la cama.
Seguí mirándolo a los ojos, con ira y resentimiento. -Ella
no quiere hablarme- Otro golpe, esta vez directamente a la cabeza, y si me
sentí aturdida en la cama.
-No me retes mocosa, sabes que es muy fácil que una
enfermera se equivoque con el medicamento de Esmeralda y entonces-
Abrí los ojos con una aprensión terrible en el pecho. -No
te atreverías… sin ella no tendrás como chantajearme- Le murmuré poniéndome de
pie a su altura, sabemos nuestro juego yo lo dejo visible.
-No sabes lo que me gusta que actúes como tu padre… sin
temor, altiva y descifrando las estratagemas de los demás, cuando muera serás
mi digna heredera pero hasta entonces Aleth… tendrás que someterte a mí- Sonrió
con cierto cinismo.
-“Es un insulto
llevar tu sangre, ser copia fiel de tu físico y más repugnante aun… ser igual a
ti”- Lo pensé sabiendo que si lo decía él podría matarme sin
remordimientos, ya veo que su preocupación más tenía que ver con una heredara y
quien haga el trabajo sucio de sus negocios, que el amor de padre preocupado.
-Pero tienes suerte Aleth… agradece a tu ángel de la
guarda, puesto que se dio la oportunidad de replantear otro proyecto de
inversión de nuestra compañía… tienes dos días para hacer que Yuki cambie de
opinión o de lo contrario- Hizo un ademán de corte en su cuello mientras su
otra mano señalaba la foto de mi madre en la mesita de noche. -¿Entendido
jovencita?-
-Entendido Zeth- ¿Cómo llamarlo padre? Cuando me fastidia
que mi sangre sea como la suya.
-Ahora, como necesito que tu amiga se compadezca de ti…-
otro golpe al vientre y perdí el aire, caí de rodillas al suelo sujetando mi
estomago, maldije una y mil veces mi suerte, golpe a golpe. Yo estaba hecha un
trapo de tanto porrazo y eso que la doctora dijo que otro golpe en mi cabeza
podría causarme daños más severos, como me encantaría que viera esto.
Me levanté y la sonrisa de mi padre se evaporó, yo no lo
dejaría saber cuándo daño me hizo, aunque me repitió la bofetada en la cara por
mi rebeldía. Ahora la sangre manchaba mi chaqueta y mi odio crecía.
-Ahora ve con tu amiga… y dile que alguien intento no se…
¿robarte?- Maldito tono cínico, detestable él. -..O añade que te has caído de
la moto otra vez…- Me dio la espalda pero pronto se dio vuelta para verme. -Te
sugiero que me tengas resultados el domingo en la noche, mira que tenemos esa
reunión el lunes- Saco el pañuelo de su camisa para limpiarse mi sangre de sus
manos y con la mayor falsedad del mundo beso mi frente. -Ahora largo Aleth…
tienes dos día-
En cuanto se cerró la puerta fui contra el tocador, arroje,
destroce cada cosa sobre él, para culminar mi odio y mi dolor en un puñetazo
contra el vidrio. Maldije el infausto destino ¿Cómo un día feliz podría
culminar de esta manera? Miré las llaves en la mesa de estar, el maldito
ascensor y mi ropa. La desdichada escena perfecta para fingir con mi mejor
amiga que me han hecho daño, no tengo otra opción…
Bajé lo más pronto que pude, encendí el motor con ira y
estoy segura que el rugido lo escucho ese sujeto mal nacido. Me puse el casco,
aunque mi mayor deseo en ese momento era estrellarme contra algún auto y no
vivir para contarlo, como me dolía el pecho, como desearía que esos brazos me
abrazaran. Pero no había forma ni tiempo para eso, así que aceleré perdiéndome
en el pavimento de la autopista.
*Asura Tredyan*
Iba en el auto y el chofer conducía bajo las luces de
aquella hermosa noche. Una semi sonrisa adornaba mi rostro en la calidez del
recuerdo de Aleth y lo que paso esta tarde, Freiya pasó por mi llegada las 7pm,
subimos a la limusina y desde entonces habíamos permanecido silenciosas.
-¿Me dirás que pasó?- Suspicaz como siempre.
-¿De qué hablas?- Respondí intentando no saber sobre que me
cuestiona.
-Tienes esa sonrisa tonta cada tarde después del trabajo,
pero hoy esta acentuada… así que asumo que algo pasó- Como lamento que Freiya
me conozca tan bien.
-Parece que a ti no puedo ocultarte nada- Respondí con
cierto fastidio.
-Y según me temo y presumo, todo tiene que ver con esa alumna…
no te habrás aprovechado de ella Asura, ¿o sí?- Levanto una ceja mirándome.
-¿Y si te dijera que tengo secretaria nueva?- Sonreí
cínicamente y mi amiga palideció.
-¡Dios mío Asura! ¿En que estas pensando?-
-En conquistarla, ¿no es obvio?-
-¿Y el plan?- Sus ojos negros me miraron suspicaces.
-No lo cambia en nada… ella no se va a enterar- Respondí
con certeza, mientras bebía uno de los vasos de vodka que me había servido.
-Claro, como si la boda de la directora no fuera un evento
que se publique en periódicos…-
-No será por mucho tiempo, aun si tengo que encerrar a
Aleth para que no sepa de eso lo haré-
-No puedo creerlo, tanto así la quieres-
-Si no se tratara de la venganza por la vida de mi padre…
me habría olvidado de cobrar la afrenta con tal de estar a su lado-
-Aun es difícil de creer… la fría e insensible Asura…
¿siente algo así de fuerte por una niña?-
-Es más mujer de lo que presumes Freiya- Murmuré con
molestia y mi tono le dio a saber que hasta ahí iba el tema de conversación.
Desvié la mirada por la ventanilla y casi se me cae el vaso
sobre la ropa cuando note el uniforme del instituto en una motociclista… según
los registros, solo ELLA usa motocicleta entre las estudiantes. Estaba
prácticamente al alcance de mi mano, cuando aun bajo las luces de los faroles
note que algo rojo marcaba su precioso cuello, un líquido, su piel… no lo sé.
Por la posición de su cuerpo sospechaba que le costaba respirar, su mano en el
costado y el ligero toser de una voz que aun en el barullo de los autos,
reconocí como suya.
-¡Aleth!- Grite, pero el semáforo ya se había puesto verde
y el sonido acelerado de su motocicleta apabullo mi voz, en una pirueta
peligrosa, con un pique ella cruzo la calle sin más y yo contuve mi corazón
comprimido en mi pecho del puro espanto que sentí, si es que llegara a caerse.
-Tristán… rápido… ¡sigue la moto!- Le murmuré por el
megáfono al conductor en un tono que no admitía discusión.
-¿Hey enloqueciste?- Gritó mi amiga, en cuanto Tristán
acelero a todo y debimos aferrarnos a los asientos.
-Vi a Aleth… estaba mal-
-Por dios con tantas muchachas locas por ahí que andan en
motos-
Me sujete antes que golpearme en la curva y el acelerado de
Tristán, pero Freiya no tuvo tan buenos reflejos y cayó sobre mí. -Solo una con
el uniforme de la preparatoria… solo una sabe conducir motocicleta… Aleth-
-Demonios, te enamoraste de una delincuente o solo son
suposiciones mías- Se quejaba mientras por la curva volvíamos a chocar cabezas.
-Eso la hace más sexy… ya me gustaría poder verla en traje
de motociclista-
-¡Asura!- De pronto el auto se detuvo en seco y Freiya
volvió a su asiento de un tirón.
-Tristán… ¿Por qué no nos movemos?-
-Lo siento señorita Tredyan… hay problemas con el tráfico
vehicular, el motociclista se pierde por los laterales de los autos, y es
imposible movernos… mis más sinceras disculpas señoritas- Dijo con voz apenada
el joven conductor.
-No te preocupes- Murmuré por el megáfono, aunque ya no
tuviera tranquilidad no lo demostraría. -Dirígete a casa por favor- Apagué el
aparato y Freiya me miraba más que impresionada.
-Vale ya no dudare de tus sentimientos- Mencionó con una
tenue sonrisa. -Me alegro por ti… no importa la edad… solo y de verdad
asegúrate que no se entere de tu venganza-
-No lo hará… o de otro modo la perderé- La miré con
seriedad, pensando y deseando que ella estuviera bien. Lamente no haber tomado
su celular cuando tuve tiempo.
*Aleth Zyden*
Estaba parada en la reja de la mansión, ya es tarde y a
pesar del dolor de mi cuerpo o el hecho de que no tenga a donde más ir, la
posibilidad de interrumpir a Yuki, para esbozar la mentira planeada por mi
padre, me resulta repugnante. Pero sigo temerosa de la vida de mi madre y no
hay más caminos para mí que este.
Presiono el botón y por el radiófono, se escucha la voz del
guardia que vigila la entrada.
-¿Quién es y que desea?- Parece malhumorado el sujeto.
-Soy Aleth Zyden y quisiera ver a Yuki Kaname, soy una
amiga del instituto-
-¡Ho! señorita Zyden… pase por favor- Cambia drásticamente
a una voz de amabilidad, no tengo idea que le haya dicho Yuki a este tipo.
Las rejas se abren y procedo con mi Yuna2, en un par de
minutos logro pasar el jardín y al llegar a la puerta principal de la mansión
yace Yuki esperándome en la puerta. Desciendo de mi moto y le entrego las
llaves a la joven sirvienta ocupada de esos deberes, tengo entendido que dentro
de la casa solo se admiten mujeres, por exigencia de Taro el padre de Yuki. En
cuanto me acerco a mi amiga esta me abraza emocionada, con más de la fuerza que
puede tolerar mi magullado cuerpo, pero no dejo escapar ni un gemido de dolor.
-¡Aleth! Que gusto verte… pensé que estabas muy ocupada…-
mientras aun se aferraba de mi cuerpo.
-Los deberes pueden esperar… además no quiero ir a casa- No
me atreví a quitarme el casco, la vista de mi debe ser horrible.
-Hey ¿Por qué no te quitas el casco?- Me miró con un mohín
de extrañeza.
-Puedo hacerlo… en tu habitación ¿por favor?- Musité
tímidamente.
-Eso es raro pero… claro vamos… hace frío- Me sonrió
mientras me tomaba de la mano, como si hubiera olvidado su enojo conmigo por lo
de esta tarde.
Caminó lentamente a la vista de todas sus jóvenes doncellas
con suma vergüenza y agradeciendo que el casco cubre mi sonrojo. Subimos a la
segunda planta, caminamos algunos pasillos y luego se abre la puerta de su
enorme cuarto. Solo entonces me suelta y me parece que ha remodelado su
habitación.
-¿Te gusta como quedo?-
-Muy a tu estilo Yuki- La veo cerrar la puerta y me abraza
de nuevo por la espalda, de nuevo contengo un gemido.
-¿Qué pasa? Estas muy tensionada-
-¿Puedo… quedarme esta noche?-
-¡Claro que sí!- Respondió muy animada desde mi espalda,
mientras sus manos bajaban por mi cintura y acariciaba mi abdomen, luego me
presionó contra ella y entonces no pude callarme el dolor, se me escapó un
gruñido.
-Oye que pasa… ¿te apreté muy fuerte?- Sus ojos miel me
miraron con preocupación.
-Yuki… no quiero ir a casa, me ha pasado algo… malo- Me
atreví a hablar tratando de no mentir. Me quité el casco y las heridas en mi
cara hacen palidecer a mi mejor amiga. -Me golpearon-
Me toma de la mano casi corriendo me lleva a su cama y me
obliga a sentarme en ella, deje caer el casco que hizo una fea mancha en la
alfombra, pero Yuki no se fija en eso. -¡Por dios! Casi te matan… ¡Mira tu
cara! Iré por un doctor- Fue por su celular pero cuando estaba marcando la
detuve tomando su mano, corrí tras ella para evitarlo.
-No por favor… ya no quiero más doctores- La miré
suplicante. Volvió sobre sus pasos, dejo el móvil en la mesa de noche, aunque
primero lo apagó. Luego volvió a llevarme a la cama.
-Quédate quieta iré por el botiquín- Corrió hacia el salón
de baño y muy pronto volvió con una caja con la insigne cruz roja en ella.
-Aleth… dios mira cuánto daño te hicieron- Me miró con suma preocupación y un
par de lágrimas quisieron escapar de sus ojos claros.
-No es nada que no sane- Acaricie su rostro lo más
tiernamente que pude. -Venga no llores o me pondré triste- Ella asintió poco
después de que seque su llanto y procuro sacar el desinfectante para limpiar
mis heridas, aun más espantada porque vio los cortes en mi mano, aquellas
heridas que me hice cuando golpeé el vidrio en mi habitación.
-Acuéstate… intentare que no te duela mucho… ¿vale?-
-Tranquila ya me estoy acostumbrando a esto- Sonreí aunque
me doliera el labio.
Me ardió bastante cuando empezó a limpiar mis heridas, pero
pronto uso un anestésico tópico, aunque no sentía la cara ya tampoco me dolían
las heridas, me puso curitas en los cortes y luego acaricio mi cabello.
Prosiguió con mi mano y retiro algunos cristales de la misma, desinfecto y
limpio las heridas, luego vendo y me hizo tomar una pastilla para el dolor.
-¿Te golpearon en alguna otra parte?-
Asentí tímidamente. -En mi costado-
Ella se sonrojó pero con mucha determinación, desabrocho mi
saco, luego me quito la cortaba, desprendió botón a botón mi camisa y de nuevo
palideció ante la vista de mi torso semidesnudo. Contuvo las lágrimas por poco
mientras me rozaba con gentileza, pero yo resentía cualquier caricia, así que
mi cara le dijo cuánto me dolía.
-Lo siento… tú estabas así de lastimada y yo… te abrace tan
fuerte-
-No me pongas esa cara Yuki… tú no lo sabías y yo no dije
nada- Le sonreí tratando de calmar los ánimos.
-Tú no sabes lo que odio que te guardes las cosas- Me miró
con reproche.
Luego saco un ungüento del botiquín y lo puso sobre los
puntos que pronto dejarían ver tremendos moretones, de nuevo sus dedos se
movieron sobre mi piel con suma delicadeza, la calidez comenzó a llenarme al
tiempo que cerré los ojos para descansar el cuerpo y la mente, pasaron minutos
con sus caricias y el ungüento. Pero entonces las caricias se detuvieron, hubo
un movimiento extraño en la cama y cuando abrí los ojos me encontré con el iris
casi gris de mi mejor amiga a escasos centímetros.
-Te quiero… Aleth- Sus dedos rozaron mi torso de otra
manera, esta vez no buscaban sanar mis heridas. Sus piernas se entrelazaban con
las mías y su pecho ahora rozaba contra el mío.
Supe que ya no había retorno, que no tenía esperanza y que
de nuevo sería el juguete del destino, Asura… mi amor, perdóname. Esos fueron
mis pensamientos antes de sentir los labios de mi mejor amiga sobre los míos,
antes de corresponderla apasionadamente, antes de saber que esa noche yo la
haría mi mujer.
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que cruel es la vida al darnos progenitores que no me merecen llamarse así... pero mas triste seguirles la corriente..
ResponderEliminarde verdad esta historia me tiene atrapada
Por Dios apenas es el tercer capítulo y ya estoy sufriendo, ojala este sufrimiento sea corto, estupenda tú historía me tienes atrapada, un abrazo
ResponderEliminarUn capitulo magnifico, cuan desesperacion sentir y sin podrr hacer nada . Que alguien mate al maldito padre por mi, caen a tantas pero tantas bajezas por el poder y el maldito dinero
ResponderEliminarme encanta esta historia... ya no puedo esperar hasta mañana, de verdad felicidades por tan espléndida historia.!!
ResponderEliminarLuisa**
¿Qué pasó con "Danza entre lobos" ? ¿quedó sin terminar?
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