Dejé a Yolanda sola en
la barra del pub mientras me dirigía hacia el fondo del local buscando el pasillo
que me llevara a los baños, necesitaba despejarme.
De repente notaba que
debía alejarme de ella y volver a tener el control, sentía que algo iba a suceder.
Por suerte, no había
cola en los baños de aquel bar y entré en el último, me apoyé en la pared fría
y pensé que diablos hacía yo allí con aquella chica de la que apenas sabía
nada.
Quizá debiera darle
una oportunidad, darme una oportunidad, después de todo hacía bastante tiempo
que la observaba y quería conocerla.
Ahora lo único que
hacía era ponerle pegas a todo y esconderme.
Mientras buscaba algo
de valor para volverdejaba que pasara el tiempo buscando en mi bolso sin
ninguna prisa. Se supone que iba a retocarme los labios, cuando ella apareció.
-¿Marta? ¿Estás ahí?-
dijo tocando flojo en la puerta.
-Sí - le contesté en
voz baja para que no nos oyeran.
-Ábreme por favor,
déjame pasar-. Le abrí sin pensarlo.
Ella empujó la puerta
del baño con cuidado y se deslizó con rapidez cerrando tras ella.
-¿Estás bien?
Tardabas mucho - se dirigió a mí con una mirada que me pareció tan dulce. Sabía
que estaba atrapada.
-Oh si claro,… sólo
me estaba pintando un poco- le contesté mostrándole la barra de labios.
Yo sabía que no era
cierto, no llevaba mucho tiempo allí porque había mirado mi reloj antes de entrar.
Sin duda había buscado un motivo creíble para seguirme hasta allí.
-
Aquí no hay ningún espejo,
si quieres lo puedo hacer yo -
Antes de que pudiera
balbucear alguna excusa ya me había arrebatado la barra de las manos.
-
Acércate vamos,no muerdo-
Di un pasode manera
obedientey me acerque más a ella.
Estaba peligrosamente
cerca mí sujetando mi cara con delicadeza. No podía escapar de aquella
situación y era todo tan extraño y tan nuevo que no sabía cómo reaccionar, me
sentía asustada, excitada pero a la vez no quería irme de allí.
Al estar tan cerca
podía observarla sin disimulos. Yolanda era sin duda bellísima y a escasos
centímetros de mi podía corroborar aquella primera impresión cuando me pareció
que era preciosa.
Mientras deslizaba la
barra por mis labios con extrema lentitud sentía como sus ojos miraban
fijamente mi boca.
Mi respiración se
agitaba por segundos, me estaba poniendo muy nerviosa tenerla tan cerca y
sentía como mis latidos martilleaban sin piedad en mi cabeza.
Si aquello iba a
durar mucho mas no creo que me aguantaran las piernas, estaba aterrada, la
cercanía de su cuerpo me ponía demasiado nerviosa para que ella no notara el
estado en el que me encontraba.
Mi temperatura subía
por momentos, me acaloraba y notaba como me estaba ruborizando sin poderlo
evitar, aquello estaba durando demasiado para ser una situación inocente y yo
lo sabía.
Ella debió de
notarlo, toda mi excitación, la expresión de mi cara.
Toda aquella extraña situación
era tan chocante. Yo prácticamente acorralada contra la pared del baño mientras
ella a escasa distancia de mi boca untaba de carmín mis labios con estudiada
parsimonia.
Yo misma podía
haberlo hecho pero sabía que aquello era solo una excusa para buscar mi
proximidad y estar a solas y sentía verdadero pánico a lo que pudiera suceder.
-Eres tan adorable.- Y
acercándose más a mí me susurró acercándose a mi oído, acercando su boca que
acariciaba mí piel mientras me hablaba. - ¿Quieres que siga?-
Me miró fijamente a
los ojos, no había falta de seguridad en su mirada y yo estaba completamente
segura de que iba a suceder algo en aquel mismo momento y no sabía cómo iba a
poder salir de aquella situación que me superaba.
Yolanda posó sus
manos cálidas y ligeras sobre mi cintura aproximándose todavía más a mí, la
cercana presencia de su cuerpo alborotaba mis sentidos por momentos.
Sentía un calor que
parecía emerger de sus manos desnudas y que invadía todo mi cuerpo irradiando
fuego por debajo de mi piel. Los latidos de mi propio corazón golpeándome con más
fuerza las sienes no me dejaban pensar con claridad. Sus manos se afianzaron
con seguridad sobre mi vientre atrayéndome hacia ella.
Vi sus ojos turbios
de deseo que escudriñaban mi rostro desconcertado buscando alguna respuesta que
le dijera si debía dar un paso más y ante la confusión de mis sentimientos
decidió ella por mí plantando su boca sobre la mía expectante, en un beso
ligero como una lánguida caricia, sin prisa, esperando mi reacción y alejándose
de nuevo.
Yolanda volvió a
mirarme a los ojos y yo comprendí entonces que me gustaba lo que me estaba
sucediendo y quería más de aquello nuevo para mí.
Entonces fui yo la
que buscó su boca con mi boca sedienta, yo la que la besé de verdad, sin
miedos, convencida ya de la realidad que antes no quería ver.
Nos besamos con
avidez, su boca experta provocaba mi deseo, encendía el fuego en mis entrañas.
Cuando ella volvió a
empujarme contra la helada pared devorando mis labios con inusitada pasión,
hundiendo su lengua dentro de mí boca con insistencia,en ese momento exacto
supe que había derrumbado las barreras a lo prohibido para siempre.
Sentía su cuerpo
abrasador pegado al mío aumentando por segundos mi enorme excitación, sus
labios ricos recorrían veloces mi cuello, pequeños mordiscos hacían escapar de
mi boca gemidos que ya no podía ahogar por más tiempo.
Sus dedos hábiles
apartaron la escasa tela del top negro que me cubría, bajando uno de mis
tirantes y mostrando mi pecho desnudo, los pezones erectos le demostraban que
estaba excitada por ella, por sus caricias.
Miró con lascivia mi
piel blanca, mi desnudez le hacía brillar el deseo en sus ojos y su boca
furiosa se llenó con mis pechos, reptando entre mis enhiestos pezones que se
estremecían ante la continua caricia de su lengua, de sus labios expertos.
Me abandoné por
completo a sus descaradas caricias dejando escapar un ahogado gemido de oscuro
deseo que no dejaba duda del estado en el que me encontraba.
Yolanda tapó mi boca
con su mano y me miró con la cara radiante de felicidad y deseo.
-
¡Eh vosotras salid de una
vez! – Nos recrimino una chica gritando desde el otro lado de la puerta. –
¡Este no es sitio para eso!. –
Se apartó de mi
cuerpo de manera reticente aquella interrupción la molestaba tanto como a mí,
pero ambas entendimos que aquella chica tenía toda la razón.
Yo apenas sabía dónde
estaba, la cabeza me daba vueltas, estaba aturdida y asombrada de encontrarme
en ese estado, traté de recomponerme un poco, aunque estaba en lo cierto al
pensar que se debía de notar en mi cara la excitación de la que todavía era
presa mi cuerpo, traté de ocultar mi rostro, tapándolo con el cabello suelto.
Yolandaacarició con
ternura mi rostro mientras me sonreía dulcemente.
Me ayudó a colocar mi
ropa y mirándome a los ojos cogió mi mano con firmeza y me dijo: - Salgamos de
aquí – yo la seguí sin dudarlo.
Agarrada a la
seguridad de su mano me dejé arrastrar entre el barullo de gente que abarrotaba
el pub.
Conseguimos salir de
allí pero fuera solo estaba un poco más despejado, aunque lo suficiente para
poder movernos sin problemas.
Discretamente me
soltó, ya no estábamos amparadas en la multitud y yo lo entendí, lo acepte con
naturalidad y fui siguiendo sus pasos sin
mediar palabra.
Entramos entonces en
otro pub con menos gente, mucho más tranquilo. Ella buscó con su mirada hasta
encontrar unos sillones libres, estaban separados por una pequeña mesa.
Nos sentamos e
intentamos hablar como si nada hubiera pasado, como si hacía apenas unos
momentos antes su boca no se hubiera llenado con mis pechos.
Yolanda hablaba y
gesticulaba demasiado, ahora ella la que se sentía insegura y nerviosa, yo
apenas la oía, estaba como ausente, sólo veía sus labios rojos moverse al
hablar, lentos, pausados. No podía soportar la abstinencia de sus besos, de sus
manos. Quería besarla y que ella volviera a besarme pero allí no podíamos y
quería huir como fuera.
Mi excitación no
había desaparecido era imposible ¿Cómo hacerlo? estaba desesperada, no podía
soportar por más tiempo sus piernas desnudas rozándome bajo la mesa, la
ansiedad que me producía la caricia de su piel, el roce constante, todo aquello
no era nada inocente, ella me estaba provocando de nuevo, me buscaba y yo
respondía, la acaricié con timidez primero sintiendo descargas eléctricas que
subían por mis dedos inexpertos y con decisión y seguridad después, acaricié su
piel suave y cálida, deslicé mi mano cada vez más decidida, que ascendía
valiente por su muslo caliente, suave, la lujuria en su mirada, su boca
entreabierta, fijos sus ojos en mis ojos en llamas.
-
Nos vamos – le dije con toda
la firmeza en mi voz que conseguí reunir. Haciendo un esfuerzo retiré mi mano
lentamente hasta quitarla de su cálido refugio.
Ahora era yo la que
controlaba la situación. Atrapé su mano entre las mías y salimos de allí
buscando mi coche.
Por fin llegamos y
Yolanda me miró entre complacida y aliviada.
En la leve sonrisa se
adivinaba lo que sucedería cuando nos alejáramos de aquel bullicio de personas.
Ya no existía vuelta
atrás, yo no sentía dudas. Deseé con todas mis fuerzas que ella tampoco las
tuviera.
Nos marchamos de allí
con rapidez, pronto dejó de oírse la música de los locales nocturnos y la noche
volvió a recuperar su silencio.
El viento refrescaba
mi cara y también mis sentimientos, comenzaba a pensar si todo aquello no había
sido una locura o una alucinación.
Yolanda me miraba en
silencio mientras yo conducía.
Nos paramos en un
semáforo cuando ella descansó su mano lánguidamente sobre mis piernas. Mi
corazón empezó a latir más rápido tan sólo por sentirla tocarme.
Ella comenzó a
acariciarme la cara interna de los muslos lentamente, con suavidad, logrando
que el calor volviera de nuevo a mi cuerpo.
Mis dudas se
despejaban a medida que la sangre se me agolpaba en la cabeza, sentía como su
mano escalaba por mis piernas que yo misma entreabría para facilitar una caricia
más profunda hasta llegar a mi centro, sus dedos apartaron la fina tela y se
posaron con suavidad sobre mi sexo, estaba totalmente mojada, pero ella no se
introdujo en mi aunque yo lo anhelara, se lo pedía a gritos con la mirada pero
ella me acariciaba en suaves movimientos de arriba abajo.
Unos chicos nos
gritaban desde el coche de atrás, el semáforo había cambiado.
Yolanda apartó su
mano con delicadeza de entre mis piernas y de una manera que a mí me pareció
enormemente sensual y excitante, se llevó los dedos a la bocay los lamiócon
descaro, provocándome que tuviera que morderme los labios para evitar un gemido
que ya se escapaba de mi boca.
Haciendo un esfuerzo
pisé el acelerador y salimos de allí, alejándonos por completo de cualquier
signo de civilización.
Llegamos a una cala
escondida que conocía muy poca gente. Apague el motor y la miré con los ojos
enturbiados por la pasión que me dominaba.
-Estamos solas- me
dijo sonriendo antes de besarme profundamente buscando mi lengua. Sus besos ya
no eran contenidos, su boca era apasionada y sus manos complacientes se
extraviaban por las curvas de mi cuerpo sediento. Su mano en mi nuca me atrajo
hacia ella que me rodeó con sus brazos estrechándome en un abrazo de un modo
que me pareció adorable durante unos segundos para entonces separarse.
Me indico que
debíamos salir del coche y así lo hicimos.
En la oscuridad de la
noche sobre la arena fresca de la playa ella comenzó a desnudarse para mí
fascinándome consu cuerpo tentador, con su piel morena que me sedujo anulando
mi voluntad.
Lentamente se deshizo
también de mi ropa con una ternura que lograba excitarme hasta el paroxismo,
nos quitamos la parte de arriba hasta quedar ambas con las minúsculas braguitas
y así casi desnudas caminamos hasta la orilla.
Nuestros pies se
hundían en el agua serena cuando Yolanda posó sus manos sobre mi vientre, rodeando mi
cintura mientras sus ojos se perdían por todo mi cuerpo bajo la luz brillante
de una luna creciente.
Yo dirigí mis manos
ansiosas hacía sus senos turbadores rebosantes de vida, sintiendo un ansia
salvaje dentro de mí, los acaricié con tibieza explorándolos por primera vez
para masajearlos con fuerza y arrancar un gemido de su boca. Me estrecho con
fuerza y nos pegamos sintiendo el roce de sus senos en los míos, sentir su
cuerpo de mujer, su piel suave como la seda contra mi piel era una sensación
nueva para mí de la que decidí no iba a renunciar nunca.
Nos devoramos con
avidez, sus besos eran profundos y ansiosos como la pasión que sentíamos,
pequeños mordiscos por mi cuello me anunciaban que su lengua encontraría pronto
mi pecho que anhelaba su boca, sus caricias sobre mis duros pezones, otro
gemido que ya no trataba de esconder escapó de mi garganta haciéndola sonreír.
Comencé a deslizar mi
mano hasta su vientre acariciándola por debajo de su ombligo alrededor de su
cintura jugando con la goma de su tanga, sumergí mis manos por debajo
aprisionando sus nalgas suaves y firmes, la agarraba con fuerza aplastando su
cuerpo delicado contra mí, su sexo contra el mío, sentía su calor traspasando
la escasa tela.
Pero ya no aguantaba
más la espera, deslice hacía abajo su tanga a lo largo de los cálidos muslos,
de las suaves piernas que me facilitaron deshacerme de la prenda, hasta
quedarme contemplando su sexo a escasa distancia de mi cara, de mi boca.
La deseaba con locura
todo ella era una delicia, su cuerpo perfecto, su sexo que me embriagaba,
estaba loca por besarlo y probar su sabor pero Yolanda me sujetó del cabello
con suavidad mientras ella hacía lo mismo conmigo quitando la última prenda de
ropa que nos quedaba por quitarnos, ahora si estábamos completamente desnudas
las dos mirándonos embelesadas.
Yo era presa de una
excitación tan desbordante que casi le suplique, le rogué que me abrazara y me
besara de nuevo.
-Por favor, te deseo
demasiado – le dije rogándole con voz entrecortada que me satisficiera, no
podía aguantar más.
Yolanda me tendió
sobre la arena y se echó sobre mí cubriéndome de besos la boca, devorando mi
cuello para volver a castigarme los labios que ya sentía doloridos.
Notaba la dulce
suavidad de sus pechos sobre mi piel ardiente mientras nuestras bocas se
castigaban con ávidos besos y nuestras manos volaban recorriendo nuevos y
viejos caminos, probando el sabor de sus senos apetitosos, abundantes. El
placer contraía su rostro cuando succioné sus pezones sonrosados con mis labios
que ya adoraban su cuerpo voluptuoso y sensual.
Sentí entonces como
sus dedos se enredaban en mi sexo, jugando para retrasar lo inevitable, ella
sabía que no aguantaba más y sujeté su mano contra mi centro con fuerza para
evitar que se escapara de nuevo.
- ¿Me deseas?- me
susurro con lascivia.
- Estoy loca por ti-
Mis ojos suplicantes
la convencieron por fin y ella lo hizo, me penetró con delicadeza, muy
lentamente al principio para subir el ritmo conforme mis gemidos comenzaban a
llenar el silencio de aquella noche. Sus embestidas eran profundas y precisas,
una y otra vez sus dedos suaves entraba y salían de mi sexo hasta hacerme
explotar en un orgasmo magnifico entre sus brazos.
Estaba exhausta tras
tener el mejor orgasmo de mi vida pero era tal la adoración que sentía por ella,
por su cuerpo espectacular que no quise perder ni un segundo en darle todo el
placer que se merecía.
Nunca antes había
estado con ninguna mujer así que ante mi completa inexperiencia decidí
improvisar acechando con inocentes caricias su sexo, temerosa de no hacerlo
bien, ella entonces guió mi mano a su entrepierna y me mostró donde y como
acariciarla, su cadencia. La acaricié sin penetrarla atrapando su clítoris
hinchado entre mis dedosmojados hasta que sus roncos jadeos me anunciaron la
llegada de su placer profundo.
Antes de que me pudiera
dar cuenta su boca me sorprendía comenzando de nuevo un feroz recorrido por mi
cuerpo aun enfebrecido por la pasión, lamió con lujuria mis senos erizados
dejando a su paso una hilera de húmedos besos sobre mi vientre, sobre la
minúscula cavidad de mi ombligo hasta perderse en la herida abierta de mi sexo
rebosante.
Su boca probó la miel
de mis labios que devoró con gula, mientras separaba más y más mis piernas, el
orgasmo fue creciendo en mi hasta asaltarme abundante, magnífico, con su cabeza
hundida en mi entrepierna, con su cabello mojado entre mis manos desnudas.
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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Paola Dorsini - Derechos Reservados
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