Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Aventura de Estio - Paola Dorsini

Dejé a Yolanda sola en la barra del pub mientras me dirigía hacia el fondo del local buscando el pasillo que me llevara a los baños, necesitaba despejarme.
De repente notaba que debía alejarme de ella y volver a tener el control, sentía que algo iba a suceder.
Por suerte, no había cola en los baños de aquel bar y entré en el último, me apoyé en la pared fría y pensé que diablos hacía yo allí con aquella chica de la que apenas sabía nada.

Quizá debiera darle una oportunidad, darme una oportunidad, después de todo hacía bastante tiempo que la observaba y quería conocerla.
Ahora lo único que hacía era ponerle pegas a todo y esconderme.
Mientras buscaba algo de valor para volverdejaba que pasara el tiempo buscando en mi bolso sin ninguna prisa. Se supone que iba a retocarme los labios, cuando ella apareció.
-¿Marta? ¿Estás ahí?- dijo tocando flojo en la puerta.
-Sí - le contesté en voz baja para que no nos oyeran.
-Ábreme por favor, déjame pasar-. Le abrí sin pensarlo.
Ella empujó la puerta del baño con cuidado y se deslizó con rapidez cerrando tras ella.
-¿Estás bien? Tardabas mucho - se dirigió a mí con una mirada que me pareció tan dulce. Sabía que estaba atrapada.
-Oh si claro,… sólo me estaba pintando un poco- le contesté mostrándole la barra de labios.
Yo sabía que no era cierto, no llevaba mucho tiempo allí porque había mirado mi reloj antes de entrar. Sin duda había buscado un motivo creíble para seguirme hasta allí.
-      Aquí no hay ningún espejo, si quieres lo puedo hacer yo -
Antes de que pudiera balbucear alguna excusa ya me había arrebatado la barra de las manos.
-      Acércate vamos,no muerdo-
Di un pasode manera obedientey me acerque más a ella.
Estaba peligrosamente cerca mí sujetando mi cara con delicadeza. No podía escapar de aquella situación y era todo tan extraño y tan nuevo que no sabía cómo reaccionar, me sentía asustada, excitada pero a la vez no quería irme de allí.
Al estar tan cerca podía observarla sin disimulos. Yolanda era sin duda bellísima y a escasos centímetros de mi podía corroborar aquella primera impresión cuando me pareció que era preciosa.
Mientras deslizaba la barra por mis labios con extrema lentitud sentía como sus ojos miraban fijamente mi boca.
Mi respiración se agitaba por segundos, me estaba poniendo muy nerviosa tenerla tan cerca y sentía como mis latidos martilleaban sin piedad en mi cabeza.
Si aquello iba a durar mucho mas no creo que me aguantaran las piernas, estaba aterrada, la cercanía de su cuerpo me ponía demasiado nerviosa para que ella no notara el estado en el que me encontraba.
Mi temperatura subía por momentos, me acaloraba y notaba como me estaba ruborizando sin poderlo evitar, aquello estaba durando demasiado para ser una situación inocente y yo lo sabía.
Ella debió de notarlo, toda mi excitación, la expresión de mi cara.
Toda aquella extraña situación era tan chocante. Yo prácticamente acorralada contra la pared del baño mientras ella a escasa distancia de mi boca untaba de carmín mis labios con estudiada parsimonia.
Yo misma podía haberlo hecho pero sabía que aquello era solo una excusa para buscar mi proximidad y estar a solas y sentía verdadero pánico a lo que pudiera suceder.
-Eres tan adorable.- Y acercándose más a mí me susurró acercándose a mi oído, acercando su boca que acariciaba mí piel mientras me hablaba. - ¿Quieres que siga?-
Me miró fijamente a los ojos, no había falta de seguridad en su mirada y yo estaba completamente segura de que iba a suceder algo en aquel mismo momento y no sabía cómo iba a poder salir de aquella situación que me superaba.
Yolanda posó sus manos cálidas y ligeras sobre mi cintura aproximándose todavía más a mí, la cercana presencia de su cuerpo alborotaba mis sentidos por momentos.
Sentía un calor que parecía emerger de sus manos desnudas y que invadía todo mi cuerpo irradiando fuego por debajo de mi piel. Los latidos de mi propio corazón golpeándome con más fuerza las sienes no me dejaban pensar con claridad. Sus manos se afianzaron con seguridad sobre mi vientre atrayéndome hacia ella.
Vi sus ojos turbios de deseo que escudriñaban mi rostro desconcertado buscando alguna respuesta que le dijera si debía dar un paso más y ante la confusión de mis sentimientos decidió ella por mí plantando su boca sobre la mía expectante, en un beso ligero como una lánguida caricia, sin prisa, esperando mi reacción y alejándose de nuevo.
Yolanda volvió a mirarme a los ojos y yo comprendí entonces que me gustaba lo que me estaba sucediendo y quería más de aquello nuevo para mí.
Entonces fui yo la que buscó su boca con mi boca sedienta, yo la que la besé de verdad, sin miedos, convencida ya de la realidad que antes no quería ver.
Nos besamos con avidez, su boca experta provocaba mi deseo, encendía el fuego en mis entrañas.
Cuando ella volvió a empujarme contra la helada pared devorando mis labios con inusitada pasión, hundiendo su lengua dentro de mí boca con insistencia,en ese momento exacto supe que había derrumbado las barreras a lo prohibido para siempre.
Sentía su cuerpo abrasador pegado al mío aumentando por segundos mi enorme excitación, sus labios ricos recorrían veloces mi cuello, pequeños mordiscos hacían escapar de mi boca gemidos que ya no podía ahogar por más tiempo.
Sus dedos hábiles apartaron la escasa tela del top negro que me cubría, bajando uno de mis tirantes y mostrando mi pecho desnudo, los pezones erectos le demostraban que estaba excitada por ella, por sus caricias.
Miró con lascivia mi piel blanca, mi desnudez le hacía brillar el deseo en sus ojos y su boca furiosa se llenó con mis pechos, reptando entre mis enhiestos pezones que se estremecían ante la continua caricia de su lengua, de sus labios expertos.
Me abandoné por completo a sus descaradas caricias dejando escapar un ahogado gemido de oscuro deseo que no dejaba duda del estado en el que me encontraba.
Yolanda tapó mi boca con su mano y me miró con la cara radiante de felicidad y deseo.
-      ¡Eh vosotras salid de una vez! – Nos recrimino una chica gritando desde el otro lado de la puerta. – ¡Este no es sitio para eso!. –
Se apartó de mi cuerpo de manera reticente aquella interrupción la molestaba tanto como a mí, pero ambas entendimos que aquella chica tenía toda la razón.
Yo apenas sabía dónde estaba, la cabeza me daba vueltas, estaba aturdida y asombrada de encontrarme en ese estado, traté de recomponerme un poco, aunque estaba en lo cierto al pensar que se debía de notar en mi cara la excitación de la que todavía era presa mi cuerpo, traté de ocultar mi rostro, tapándolo con el cabello suelto.
Yolandaacarició con ternura mi rostro mientras me sonreía dulcemente.
Me ayudó a colocar mi ropa y mirándome a los ojos cogió mi mano con firmeza y me dijo: - Salgamos de aquí – yo la seguí sin dudarlo.
Agarrada a la seguridad de su mano me dejé arrastrar entre el barullo de gente que abarrotaba el pub.
Conseguimos salir de allí pero fuera solo estaba un poco más despejado, aunque lo suficiente para poder movernos sin problemas.
Discretamente me soltó, ya no estábamos amparadas en la multitud y yo lo entendí, lo acepte con naturalidad y fui siguiendo sus pasos sin  mediar palabra.
Entramos entonces en otro pub con menos gente, mucho más tranquilo. Ella buscó con su mirada hasta encontrar unos sillones libres, estaban separados por una pequeña mesa.
Nos sentamos e intentamos hablar como si nada hubiera pasado, como si hacía apenas unos momentos antes su boca no se hubiera llenado con mis pechos.
Yolanda hablaba y gesticulaba demasiado, ahora ella la que se sentía insegura y nerviosa, yo apenas la oía, estaba como ausente, sólo veía sus labios rojos moverse al hablar, lentos, pausados. No podía soportar la abstinencia de sus besos, de sus manos. Quería besarla y que ella volviera a besarme pero allí no podíamos y quería huir como fuera.
Mi excitación no había desaparecido era imposible ¿Cómo hacerlo? estaba desesperada, no podía soportar por más tiempo sus piernas desnudas rozándome bajo la mesa, la ansiedad que me producía la caricia de su piel, el roce constante, todo aquello no era nada inocente, ella me estaba provocando de nuevo, me buscaba y yo respondía, la acaricié con timidez primero sintiendo descargas eléctricas que subían por mis dedos inexpertos y con decisión y seguridad después, acaricié su piel suave y cálida, deslicé mi mano cada vez más decidida, que ascendía valiente por su muslo caliente, suave, la lujuria en su mirada, su boca entreabierta, fijos sus ojos en mis ojos en llamas.
-      Nos vamos – le dije con toda la firmeza en mi voz que conseguí reunir. Haciendo un esfuerzo retiré mi mano lentamente hasta quitarla de su cálido refugio.
Ahora era yo la que controlaba la situación. Atrapé su mano entre las mías y salimos de allí buscando mi coche.
Por fin llegamos y Yolanda me miró entre complacida y aliviada.
En la leve sonrisa se adivinaba lo que sucedería cuando nos alejáramos de aquel bullicio de personas.
Ya no existía vuelta atrás, yo no sentía dudas. Deseé con todas mis fuerzas que ella tampoco las tuviera.
Nos marchamos de allí con rapidez, pronto dejó de oírse la música de los locales nocturnos y la noche volvió a recuperar su silencio.
El viento refrescaba mi cara y también mis sentimientos, comenzaba a pensar si todo aquello no había sido una locura o una alucinación.
Yolanda me miraba en silencio mientras yo conducía.
Nos paramos en un semáforo cuando ella descansó su mano lánguidamente sobre mis piernas. Mi corazón empezó a latir más rápido tan sólo por sentirla tocarme.
Ella comenzó a acariciarme la cara interna de los muslos lentamente, con suavidad, logrando que el calor volviera de nuevo a mi cuerpo.
Mis dudas se despejaban a medida que la sangre se me agolpaba en la cabeza, sentía como su mano escalaba por mis piernas que yo misma entreabría para facilitar una caricia más profunda hasta llegar a mi centro, sus dedos apartaron la fina tela y se posaron con suavidad sobre mi sexo, estaba totalmente mojada, pero ella no se introdujo en mi aunque yo lo anhelara, se lo pedía a gritos con la mirada pero ella me acariciaba en suaves movimientos de arriba abajo.
Unos chicos nos gritaban desde el coche de atrás, el semáforo había cambiado.
Yolanda apartó su mano con delicadeza de entre mis piernas y de una manera que a mí me pareció enormemente sensual y excitante, se llevó los dedos a la bocay los lamiócon descaro, provocándome que tuviera que morderme los labios para evitar un gemido que ya se escapaba de mi boca.
Haciendo un esfuerzo pisé el acelerador y salimos de allí, alejándonos por completo de cualquier signo de civilización.
Llegamos a una cala escondida que conocía muy poca gente. Apague el motor y la miré con los ojos enturbiados por la pasión que me dominaba.
-Estamos solas- me dijo sonriendo antes de besarme profundamente buscando mi lengua. Sus besos ya no eran contenidos, su boca era apasionada y sus manos complacientes se extraviaban por las curvas de mi cuerpo sediento. Su mano en mi nuca me atrajo hacia ella que me rodeó con sus brazos estrechándome en un abrazo de un modo que me pareció adorable durante unos segundos para entonces separarse.
Me indico que debíamos salir del coche y así lo hicimos.
En la oscuridad de la noche sobre la arena fresca de la playa ella comenzó a desnudarse para mí fascinándome consu cuerpo tentador, con su piel morena que me sedujo anulando mi voluntad.
Lentamente se deshizo también de mi ropa con una ternura que lograba excitarme hasta el paroxismo, nos quitamos la parte de arriba hasta quedar ambas con las minúsculas braguitas y así casi desnudas caminamos hasta la orilla.
Nuestros pies se hundían en el agua serena cuando Yolanda posó  sus manos sobre mi vientre, rodeando mi cintura mientras sus ojos se perdían por todo mi cuerpo bajo la luz brillante de una luna creciente.
Yo dirigí mis manos ansiosas hacía sus senos turbadores rebosantes de vida, sintiendo un ansia salvaje dentro de mí, los acaricié con tibieza explorándolos por primera vez para masajearlos con fuerza y arrancar un gemido de su boca. Me estrecho con fuerza y nos pegamos sintiendo el roce de sus senos en los míos, sentir su cuerpo de mujer, su piel suave como la seda contra mi piel era una sensación nueva para mí de la que decidí no iba a renunciar nunca.
Nos devoramos con avidez, sus besos eran profundos y ansiosos como la pasión que sentíamos, pequeños mordiscos por mi cuello me anunciaban que su lengua encontraría pronto mi pecho que anhelaba su boca, sus caricias sobre mis duros pezones, otro gemido que ya no trataba de esconder escapó de mi garganta haciéndola sonreír.
Comencé a deslizar mi mano hasta su vientre acariciándola por debajo de su ombligo alrededor de su cintura jugando con la goma de su tanga, sumergí mis manos por debajo aprisionando sus nalgas suaves y firmes, la agarraba con fuerza aplastando su cuerpo delicado contra mí, su sexo contra el mío, sentía su calor traspasando la escasa tela.
Pero ya no aguantaba más la espera, deslice hacía abajo su tanga a lo largo de los cálidos muslos, de las suaves piernas que me facilitaron deshacerme de la prenda, hasta quedarme contemplando su sexo a escasa distancia de mi cara, de mi boca.
La deseaba con locura todo ella era una delicia, su cuerpo perfecto, su sexo que me embriagaba, estaba loca por besarlo y probar su sabor pero Yolanda me sujetó del cabello con suavidad mientras ella hacía lo mismo conmigo quitando la última prenda de ropa que nos quedaba por quitarnos, ahora si estábamos completamente desnudas las dos mirándonos embelesadas.
Yo era presa de una excitación tan desbordante que casi le suplique, le rogué que me abrazara y me besara de nuevo.
-Por favor, te deseo demasiado – le dije rogándole con voz entrecortada que me satisficiera, no podía aguantar más.
Yolanda me tendió sobre la arena y se echó sobre mí cubriéndome de besos la boca, devorando mi cuello para volver a castigarme los labios que ya sentía doloridos.
Notaba la dulce suavidad de sus pechos sobre mi piel ardiente mientras nuestras bocas se castigaban con ávidos besos y nuestras manos volaban recorriendo nuevos y viejos caminos, probando el sabor de sus senos apetitosos, abundantes. El placer contraía su rostro cuando succioné sus pezones sonrosados con mis labios que ya adoraban su cuerpo voluptuoso y sensual.
Sentí entonces como sus dedos se enredaban en mi sexo, jugando para retrasar lo inevitable, ella sabía que no aguantaba más y sujeté su mano contra mi centro con fuerza para evitar que se escapara de nuevo.
- ¿Me deseas?- me susurro con lascivia.
- Estoy loca por ti-
Mis ojos suplicantes la convencieron por fin y ella lo hizo, me penetró con delicadeza, muy lentamente al principio para subir el ritmo conforme mis gemidos comenzaban a llenar el silencio de aquella noche. Sus embestidas eran profundas y precisas, una y otra vez sus dedos suaves entraba y salían de mi sexo hasta hacerme explotar en un orgasmo magnifico entre sus brazos.
Estaba exhausta tras tener el mejor orgasmo de mi vida pero era tal la adoración que sentía por ella, por su cuerpo espectacular que no quise perder ni un segundo en darle todo el placer que se merecía.
Nunca antes había estado con ninguna mujer así que ante mi completa inexperiencia decidí improvisar acechando con inocentes caricias su sexo, temerosa de no hacerlo bien, ella entonces guió mi mano a su entrepierna y me mostró donde y como acariciarla, su cadencia. La acaricié sin penetrarla atrapando su clítoris hinchado entre mis dedosmojados hasta que sus roncos jadeos me anunciaron la llegada de su placer profundo.
Antes de que me pudiera dar cuenta su boca me sorprendía comenzando de nuevo un feroz recorrido por mi cuerpo aun enfebrecido por la pasión, lamió con lujuria mis senos erizados dejando a su paso una hilera de húmedos besos sobre mi vientre, sobre la minúscula cavidad de mi ombligo hasta perderse en la herida abierta de mi sexo rebosante.

Su boca probó la miel de mis labios que devoró con gula, mientras separaba más y más mis piernas, el orgasmo fue creciendo en mi hasta asaltarme abundante, magnífico, con su cabeza hundida en mi entrepierna, con su cabello mojado entre mis manos desnudas.
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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Paola Dorsini - Derechos Reservados
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