Capítulo 59
No había ropa sucia que apartar y en segundos Crystal sintió la suavidad de la cama contra la parte de atrás de sus piernas. Entonces tomó aire mientras Laura encendía la lamparita cerca de la cama. Antes de salir de la oscuridad de la noche, Crystal tuvo que parpadear durante varios segundos antes de que la luz no le pareciera tan brillante.
—Hey… —La visión de Crystal estaba llena con la más tierna mirada de Laura—. Quiero que esto salga bien —susurró la escritora—, dime si necesitas parar, ¿vale?
Crystal asintió con la cabeza, entonces sintió un estremecimiento recorrerla cuando las manos de Laura tomaron sus mejillas. Se dejó atraer hacia aquel beso, permitiendo a sus manos moverse sobre la seda azul para sentir el calor permanente de los hombros de Laura. Durante varios minutos permanecieron así cerca de la cama, besándose y abrazándose la una a la otra pero sin llegar a intentar ir más allá. Sospechando que tenía que ser ella quien diera el siguiente paso, Crystal, perezosamente finalizó el beso y dio un paso atrás, fijando sus ojos en los de Laura.
—Tengo miedo —admitió suavemente bajando la mirada y enganchando sus dedos con el borde de su sudadera—. Pensarías que no me importaría —dijo, soltando una corta carcajada—. Después de todo, mira lo que hacía hace seis meses.
—Lo sé —dijo Laura dando un paso adelante y moviendo sus manos arriba y abajo sobre los hombros de Crystal reconfortándola—. Pero eso era entonces y esto es ahora. Esto no es un escenario con docenas de hombres mirándote. Somos solamente tú y yo haciendo el amor. Nos lo tomaremos con calma, y no haremos nada con lo que te sientas incómoda, ¿de acuerdo?
Inhalando profundamente, Crystal asintió con la cabeza y nerviosamente se sacó la sudadera cerrando los ojos cuando la verde prenda pasaba por su cabeza. Dejándola caer sobre el suelo se acercó, sintiendo la suavidad de la seda de Laura contra su pecho mientras sus labios se encontraban. Gimió cuando las manos de Laura se deslizaron a lo largo de su desnuda espalda, el liviano roce causando una poderosa reacción en su cuerpo.
—Es tan agradable —murmuró.
—No tanto como lo es para mí —contestó Laura en el mismo tono bajo, sus labios mordiendo la oreja de Crystal. Dos protuberancias se marcaron contra la azul seda, dando fe de las palabras de la escritora.
Crystal se colocó entre ellas, sus dedos acercándose al primer botón del pijama de Laura.
—Ya veo —dijo, desabrochando el primer botón. Antes de que se diera cuenta ya tenía todos los botones desabrochados, la azul seda colgando abierta mostrando una fina línea de carne desnuda. Levantó los brazos para quitársela de los hombros a Laura, pero las manos que descansaban a los lados se alzaron para interceptar el movimiento.
—Yo lo haré —dijo Laura, encogiendo sus hombros, haciendo que se deslizara la prenda y cogiéndola al vuelo con su mano izquierda.
Crystal dio un paso atrás viendo a Laura plegando no solo la prenda de seda, si no su sudadera también. Cuando la escritora se inclinó para dejarlas sobre el baúl, Crystal vino por detrás y recorrió sus dedos suavemente por la espalda de Laura formando círculos arriba y abajo.
—¿Estás nerviosa? —preguntó haciendo los círculos más grandes y con ambas manos ahora.
—Probablemente tanto como tú —dijo Laura, todavía sin hacer ningún intento por moverse excepto al presionar contra los suaves dedos de Crystal.
—Me alegra que no sea solamente yo —dijo Crystal acercándose y cogiendo con sus manos la cintura de Laura. Cerrando los ojos, presionó sus labios contra la espalda de Laura sintiendo los músculos que cubrían sus huesos contra su pecho, la seda que cubría las caderas contra su barriga. Envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Laura, Crystal deslizó sus manos hacia arriba, sus pulgares acercándose peligrosamente a la turgencia de sus firmes pechos.
Laura inhaló entrecortadamente y se irguió.
—No, no eres solamente tú, créeme —dijo volviéndose entre los brazos de Crystal hasta estar cara a cara.
Crystal estrechó su abrazo, disfrutando por primera vez de la sensación de suavidad de unos pechos contra los suyos. Mientras se besaban, las manos que habían estado acariciando suavemente los hombros de Crystal, se movían ahora arriba y abajo por sus brazos.
—¿Confías en mí, Crystal? —susurró la cálida voz en su oreja.
—Sí —contestó. Le tomó tan sólo un segundo entender la intención de Laura, se reclinó contra la cama, la parte baja de sus piernas colgando por un lado de la cama. El edredón contra su espalda estaba helado comparado con el cálido tacto del cuerpo que la envolvía por delante.
—Hmmm —dejó escapar Laura entre beso y beso—. Ojalá pudiera estar así siempre. —Con los párpados cerrados, Crystal soltó un gemido de placer cuando sintió unos labios húmedos recorrer su esternón. Su cuerpo se arqueó por su propia voluntad, presionando su pecho derecho contra la boca de Laura que se acercaba.
—Despacio —dijo Laura suavemente—, tenemos todo el tiempo del mundo.
—Es fácil para ti decirlo —gruñó, enredando sus dedos entre el oscuro cabello de Laura. Se sorprendió cuando Laura se arrastró hacia arriba y le robó un rápido beso.
—No, no lo es —dijo la escritora—, he estado deseando esto durante tanto tiempo… —Los errantes labios encontraron la oreja derecha de Crystal—. Voy a mostrarte cuánto —dijo antes de cerrar su boca sobre un rosado pezón previamente excitado.
La danzarina lengua encontró su lugar con agradable exactitud, provocando sonidos que Crystal se creía incapaz de producir. A pesar de ser comprensibles o no, Laura pareció entenderlos, moviéndose de un pecho al otro y luego de vuelta otra vez, prodigando más atención amorosa. Alzando su pierna izquierda, Crystal apoyó el talón en el borde de la cama y presionó hacia arriba, su necesidad quemándola fuertemente y pidiendo alivio. Las manos y boca de Laura se movieron hacia abajo, los suaves dedos enganchándose con la banda elástica de los pantalones.
—Sí —susurró, alzando las caderas y respondiendo a la pregunta ante la indecisión de Laura. Se le puso la piel de gallina en la nueva parte de carne expuesta, tanto si era por la sensación de los dedos de Laura en su piel o por el frío aire en su piel sobrecalentada, Crystal no podía estar segura. Todo lo que sabía era que nunca, absolutamente nunca se había sentido tan bien como ahora. Miró tolerante mientras Laura doblaba los pantalones y los depositaba encima de la otra ropa.
—Ven aquí —susurró, necesitando sentir el cuerpo de Laura contra el suyo. Buscando esos maravillosos labios, Crystal usó su fuerza para rodar sus cuerpos, y no sólo para ponerse encima, sino también en diagonal a la cama.
Su posición le daba a Laura un acceso limitado a otra cosa que no fuera la espalda de Crystal pero la escritora no malgastó el tiempo y exploró lo que pudo.
—Se siente bien —dijo Crystal meciéndose suavemente contra las manos que frotaban sus nalgas.
—Bien —dijo Laura dándole un suave apretón—. Todo lo que quiero es que te sientas bien —comenzó a bajar pero fue detenida.
—Espera. —Crystal se sentó, descansando sus manos en la parte alta del pecho de Laura—. Yo sólo… —comenzó, echando un vistazo al cuerpo sobre el que estaba a horcajadas.
Tragando pesadamente, fue bajando despacio las manos, las yemas de sus dedos moviéndose por la parte superior de los pechos de Laura, deteniéndose tímidamente sobre los oscuros y erectos pezones.
—Eres preciosa —susurró—. Yo no… —Su voz se quebró y tuvo que comenzar otra vez—. No sé lo que te gusta.
—Lo estás haciendo bien. —Le aseguró Laura, tomando una de las manos de Crystal y besando su palma. Sus ojos se encontraron, Crystal dejó que su mano fuera guiada de vuelta al pecho, la cálida mano de Laura presionando la suya contra su suave piel. Nerviosamente Crystal cerró sus dedos, sintiendo la dura punta siendo tiernamente estrujada entre ellos. Laura gimió e hizo su cabeza hacia atrás.
—Sí, Crystal —susurró—, es agradable,
Crystal hizo lo mismo con la otra mano y recibió otro sonido de placer de los labios de Laura. Sus acciones también provocaron que la cadera por debajo de ella se levantara, presionando su centro contra la suave barriga de Laura. Crystal podía sentir su propia humedad y estaba segura de que en los últimos balanceos la escritora se había asegurado de ello. Las manos de Laura, que habían estado moviéndose inquietas arriba y abajo de su espalda, ahora la envolvían mientras intercambiaban las posiciones, Crystal ahora descansando su espalda sobre la cama y mirando hacia la mujer que estaba a punto de hacerle el amor.
—Laura —susurró, tocando los muslos cubiertos por la seda. El calor contra su bajo abdomen confirmó el creciente deseo de Laura—. Por favor… quítate esto.
Como una voyeurista, Crystal se encontró a sí misma incapaz de quitarle la vista de encima a Laura mientras se plantaba y arrastraba la prenda por sus caderas. A diferencia del pelo en la cabeza de Laura, el oscuro triángulo estaba formado por otros apretadamente rizados y los más cercanos a sus pliegues brillaban por su evidente humedad. El pantalón del pijama se unió a las demás prendas, entonces Crystal disfrutó el calor de Laura contra ella, su cuerpo cosquilleando con el renovado contacto. Sintió la humedad presionar contra su muslo cuando sus labios se encontraron, sabía que la suya propia se restregaba contra la piel de Laura mientras sus cuerpos se movían el uno contra el otro.
Crystal tomó aire cuando Laura se alzó hacia un lado, los labios cerrándose sobre su pezón mientras una errante mano se movía sobre su cadera, formando círculos cada vez más próximos a sus propios rizos. Los sentidos de Crystal estaban abarrotados intentando asimilar todas las sensaciones al mismo tiempo. La suave y atenta boca moviéndose sobres sus pechos, el cálido cuerpo presionando contra el suyo, los dedos suplicándole rendirse con la promesa de la última recompensa.
Dando un salto de fe, tanto en ella como en Laura, Crystal separó sus muslos ofreciéndole a la escritora acceso completo. Y entonces ahí estaba el mágico momento, cuando un solo dedo se movió entre sus resbaladizos pliegues y frotó su bulto de nervios.
—¡Ungh, oh, Laura! —lloriqueó, balanceando sus caderas para repetir el movimiento. En una ocasión Crystal se había preguntado si podría se capaz de llegar al orgasmo con una mujer, ahora estaba preocupada de que sucediera demasiado rápido. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que le había permitido a alguien tocarla y nunca antes había sido tan suave, tierno y cuidadoso. Laura parecía saber exactamente cómo y cuanto tiempo tocarla, nunca quedándose demasiado tiempo en un sitio antes de moverse, los escurridizos dedos aprendiendo rápidamente todos los secretos de Crystal. Los gemidos eran ahora firmes, mezclados con lloriqueos que vagamente se parecían al nombre de Laura mientras el tsunami crecía en ella. Agarrándose fuertemente a los hombros de Laura, Crystal se sostuvo mientras la oleada se hacía más y más grande, sus muslos temblando impotentemente. Gimió fuertemente cuando la ola la atravesó anulando sus sentidos mientras se aferraba desesperadamente al ancla en su tormenta.
La suave voz de Laura llenó sus oídos susurrando palabras sin sentido para confortarla mientras el muslo de la escritora reemplazaba a sus dedos contra el centro de Crystal. Unos temblores más pequeños le siguieron mientras sentía la seguridad y comodidad en los brazos de Laura.
—¿Estás bien? —preguntó Laura con suave voz después de un momento, dándole a Crystal el tiempo para recuperar el aliento.
Crystal asintió con la cabeza, besando la piel cercana a sus labios.
—No puedo creerlo… —sacudiendo su cabeza se rió nerviosamente—. Normalmente no soy tan ruidosa.
—Lo tomaré como un cumplido —dijo Laura moviendo la cabeza de Crystal hacia arriba lo suficiente como para poder besar a la avergonzada mujer—. Me encantó oírte gritar mi nombre. —Su mano se movió por el costado de Crystal hacia abajo—. Me encantaría oírtelo gritar otra vez.
Crystal sonrió y detuvo la errante mano.
—No se si podría hacerlo otra vez. Además —continuó acariciando suavemente a Laura en su espalda—, ¿no quieres que yo…bueno, ya sabes, me encargue de ti? —Se inclinó hacia delante y besó el cuello de Laura—. Quiero hacerlo —susurró, continuando sus besos hacia abajo.
Cerrando sus ojos sintió tanto como escuchó la brusca inhalación mientras recorría su camino con besos hasta llegar a la excitada protuberancia. Había cierto nerviosismo, pero Crystal lo ignoró, reconfortada al sentir la mano de Laura detrás de su cabeza. Escuchando los gemidos de placer que salían de los labios de Laura, concentró su lengua sobre los turgentes pezones, probando por primera vez los pechos de una mujer. Crystal mordió una de las veces demasiado fuerte por el entusiasmo, pero rápidamente aprendió los límites y muy pronto estuvo disfrutando los sonidos de su nombre siendo repetido una y otra vez en la más ronca vibración desde la boca de Laura. Necesitaba tocarla por todas partes, aprenderse el cuerpo que tenía debajo.
Y Crystal lo hizo. Desde las cosquillas situadas por debajo de las costillas hasta la línea libre de pelo por debajo del ombligo que se erizaba cuando la recorrió con su lengua, lo aprendió todo. Los secretos de Laura le fueron revelados mientras la hacía llegar más y más alto. Aprendió a usar la cantidad necesaria de presión, el ritmo necesario para atender las demandas del cuerpo de su amante. Se sintió sobrecogida por el poder emocional al sentir los músculos íntimos de Laura apretarse contra sus dedos, y sentir sus temblores atravesar a su amante.
Hicieron el amor otra vez, compartiendo suaves palabras y tiernas caricias antes de quedarse dormidas la una en los brazos de la otra. No hubo pesadillas para Crystal, el cálido cuerpo a su lado la protegía de los demonios del sueño como los antiguos caballeros protegían a sus doncellas. En los brazos de Laura no había peligro, sólo la seguridad y confort de ser amada.
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Acostada
de lado en la cama, Laura miraba en silencio mientras Crystal dormía. La sábana
apenas cubría las caderas de la rubia, mostrándole a la escritora una
inmejorable vista de las delicadas líneas y curvas, curvas que ya había
explorado en detalle tan solo unas horas antes. Incapaz de resistirse, se
acercó más a Crystal y comenzó una serie de suaves besos a lo largo de la
desnuda espalda.—Buenos días —susurró, sintiendo cómo se despertaba su amante. Se sorprendió al notar el cuerpo de Crystal tensarse. Sospechando que su proximidad era la causa, Laura se volvió a su lado de la cama.
—Buenos días —Crystal se giró, entornando los ojos por la luz del sol—. ¿Qué hora es?
—Cerca de las tres. —Laura mantuvo la distancia insegura de si el contacto físico sería bien recibido—. Yo, um…, podría preparar algo para comer —se ofreció, dándole a Crystal una salida si la quería.
—Si quieres —dijo Crystal mirando de las sábanas arrugadas a Laura y de vuelta otra vez—. ¿Ni si quiera un beso de buenos días? —preguntó tímidamente, con un toque de inseguridad enroscado en su voz.
Laura se movió rápidamente, no iba a negarle nada a la mujer que había capturado su corazón. Volcó todos sus sentimientos en ese beso, intentando con todas sus fuerzas disipar cualquier duda o miedo que Crystal pudiera tener. Cubriendo las mejillas de la joven mujer con sus manos, le dio un pequeño mordisco en su labio inferior antes de hacerse hacia atrás.
—Probemos esto otra vez. Buenos días.
—Buenos días a ti también, —dijo Crystal, aprovechándose de la postura de Laura para apoyarse en ella—. Mmm, qué bien. Tal vez me vuelva a dormir.
—No me importaría —dijo Laura. Me encanta sostenerte —hizo una pausa—. Lo siento si te asusté antes.
Crystal asintió con la cabeza ofreciéndole una avergonzada sonrisa.
—Lo siento. Supongo que no estoy acostumbrada a despertarme con alguien tocándome —dijo, acurrucándose más cerca y escondiendo se cara en el cuello de Laura—. Quiero decir, me gusta cuando me tocas. Solo que me tomó unos segundos darme cuenta que eras tú.
Laura movió su mano arriba y abajo a lo largo de la espalda expuesta.
—Lo entiendo. Llevará un tiempo —besó la cabeza de Crystal—. Y tenemos más que de sobra.
La cabeza de Crystal se alzó.
—No, no lo tenemos —dijo con los ojos bien abiertos—. Es sábado, ¿verdad?
—Verdad.
—¡Pues tenemos que estar en casa de Patty a las seis! —exclamó intentando apartar las sábanas de una patada—. Tenemos que prepararnos.
Empujando a Crystal de vuelta, Laura le besó el lóbulo de la oreja.
—En un minuto —susurró mientras hacía círculos con su mano derecha sobre la espalda de la joven—. Sólo me gustaría sostenerte un poco más ¿vale? —sintió cómo Crystal asentía. Les tomó tan solo unos segundos encontrar una posición más cómoda en la cama. La espalda de Laura apoyada sobre las almohadas mientras que la cabeza de la rubia descansaba contra el pecho de la escritora—. Eso está mejor —dijo Laura.
—¡Oh! —exclamó Crystal mirando hacia arriba con los ojos de par en par—. ¿Hice yo eso?
Laura miró hacia abajo viendo los morados ovalados en su brazo donde los dedos de Crystal la habían agarrado un poco más fuerte durante un momento de pasión la pasada noche.
—Eso creo —dijo sin darle importancia—. Me salen morados fácilmente. No te preocupes.
Pero Crystal estaba triste por los morados, el dolor era evidente en su cara.
—No quería hacerlo —dijo, besando cada marca a modo de disculpa—. Lo siento.
—No hay nada que sentir —dijo Laura—. Desaparecerán.
Viendo que sus palabras no funcionaban, la escritora intentó otra aproximación.
—Crystal, no me hiciste daño, lo juro. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaban ahí hasta que tú me lo has dicho.
—No lo volveré a hacer —prometió Crystal, sus ojos brillantes mirando los morados con evidente vergüenza y timidez reflejada en su cara.
—Fue un accidente —dijo Laura suave pero firmemente inclinando su cara sobre la de ella—. Sé que jamás querrías hacerme daño.
—Nunca —contestó Crystal.
—Igual que yo nunca te lastimaría deliberadamente. —La escritora continuó, permitiendo a su mano cubrir la mejilla de Crystal—. Significas demasiado para mí.
Capítulo 60
—Te quiero a ti —susurró empujando para juntar su caderas.
—Sí —gimió Crystal.
Animada por unas manos urgentes que la empujaban hacia abajo, Laura fue dejando un camino húmedo hasta llegar al pecho de Crystal, donde capturó un pezón endurecido entre sus labios y comenzó a torturarlo con su lengua y dientes. No pasó mucho antes de que unas caderas se alzaran por debajo de ella demandando más. Usando su pierna para abrir los muslos de Crystal, Laura se movió hacia el pecho derecho para excitarlo con su atención antes de cubrir ambos con sus manos y sus dedos apretar rítmicamente las endurecidas puntas rosadas.
Manteniendo las manos donde las tenía, Laura movió el resto de su cuerpo hacia abajo, besando el plano estómago y los húmedos rizos antes de situarse entre las piernas de Crystal. Cerrando sus ojos, Laura besó los húmedos pliegues, sonriendo para sí misma por el temblor que su acción había causado.
—¿Te gusta esto? —preguntó con conocimiento, besando la sensible carne otra vez.
—¡Oh sí! —sollozó Crystal, sus piernas abriéndose más.
—Lo sabía —murmuró Laura abriendo los pliegues con la lengua y probando el dulzor allí escondido. Incapaz de resistirse, buscó el endurecido clítoris, y le dio toda su atención, disfrutando los sonidos de placer que venían de la boca de Crystal. No pasó mucho antes de que tuviera que abandonar los pechos de Crystal, necesitando sus manos para sostener sus encabritadas caderas. Sus gritos se convirtieron en jadeos, mientras unos fuertes muslos se apretaban contra la cabeza de Laura manteniéndola en el sitio. Sintiendo los temblores contra sus labios, supo que Crystal estaba cerca. Incrementando la presión y la intensidad de su lengua, los esfuerzos de Laura fueron rápidamente recompensados mientras sentía el cuerpo de Crystal tensarse seguido de una suave embestida hacia arriba. Suavizó su tacto oral acompañando al clímax hasta que la joven rubia volviera en sí. Laura se apartó un poco y besó la parte interna de los muslos de Crystal.
—Te quiero —susurró con la voz demasiado baja como para oírla.
—¡Oh, Dios! —dejó salir Crystal.
Laura se apoyó sobre uno de sus codos, todavía acomodada entre los muslos de su amante. Mostrando una coqueta sonrisa, miró hacia abajo a Crystal.
—¿Tan bueno, hummm?
Llegando a sus rodillas, Laura utilizó su mano derecha para sostenerse mientras permitía que la izquierda vagara perezosamente sobre los muslos de Crystal.
—Me alegra que te gustara.
Sonrió cuando siguió la mirada de Crystal hacia abajo donde sus dedos danzaban peligrosamente cerca de la zona íntima. Volvió a mirar a Crystal a la cara sin ver un solo rastro de miedo o duda, sólo afecto y deseo. La penetró primero con un dedo, luego dos, deslizándose por el suave interior con infinita ternura, sin querer hacer nada que asustara o atemorizara a su amante. Respondió a las urgentes embestidas de Crystal y bajó su cuerpo hasta estar mitad en la cama y la otra mitad sobre el cuerpo de la joven mujer. La pierna izquierda de Laura fue empujada por la derecha de Crystal, dándole a la escritora acceso total al tesoro que estaba explorando.
—Eres tan suave —susurró besando a Crystal profundamente—. Me encanta tocarte.
—Yo…, yo… —Crystal intentó contestar pero aparentemente las acciones de Laura hicieron de ello una tarea imposible.
—Shhh, relájate y disfrútalo —dijo Laura, presionando un poco más adentro—. Sí, eso es…, así.
Sintió la presión de los músculos alrededor de sus dedos mojados y cuidadosamente añadió un tercer dedo, mirando la cara de Crystal todo el tiempo ante cualquier signo de incomodidad. En lugar de eso fue contestada por unas caderas que se alzaban para encontrarse con sus dedos, forzándolos a ir más rápido de lo que pretendía. Los ojos de Crystal se cerraron, su cabeza se apretó hacia atrás contra la almohada, sonidos incoherentes venían de sus labios. Laura cerró los labios sobre el pezón derecho de Crystal y comenzó a mover sus dedos adentro y afuera. Los gritos que deseaba oír llenaron sus oídos haciendo que Laura se animara. En un momento sintió los preciosos músculos contraerse, atrapando sus dedos dentro. Aunque le supuso un pequeño esfuerzo, Laura pudo curvar sus dedos hacia arriba y encontrar el suave punto que buscaba. Crystal gritó cuando sintió el orgasmo, sus dedos enganchados como garras al brazo derecho de Laura, casualmente bastante cerca de donde se encontraban localizados los morados de la noche anterior. Después, Laura la sostuvo felizmente, encontrando el placer en ella misma con el simple roce de Crystal antes de que el reloj les anunciara que su día en la cama había finalizado.
*********
Crystal miraba las señales de la carretera
nerviosamente.—¡Allí! —señaló con el dedo—. Coge la próxima salida—. Así lo hizo Laura y muy pronto estuvieron viajando a través de una carretera llena de baches, delineada por postes y cuyas cunetas estaban resquebrajadas. Montañas de basuras y latas aboyadas se acumulaban en las curvas y en dos ocasiones Laura tuvo que apretar los frenos hasta el fondo para no atropellar a los perros sueltos.
—Vale —dijo Crystal, volviendo a leer las indicaciones escritas a mano—. Allá, donde está la señal de stop, gira hacia la izquierda, continúa dos manzanas más y gira a la derecha —plegó las instrucciones y las metió dentro del bolsillo de su camisa—. Se supone que el parque está a la derecha.
Para sorpresa de Crystal, el parque de caravanas no estaba en tan malas condiciones como esperaba. La mayoría eran casas bastante grandes comparadas con las que había en el parque donde se crió. Las carreteras estaban en buen estado, los bordes estaban rodeados de árboles y césped y las casas alejadas de los caminos. Parecían bastante nuevas también, tejados puntiagudos y salientes ventanas se veían por todas partes. Claras señales indicaban los cruces haciendo muy fácil que Crystal encontrara Pine Line y desde allí, la casa pintada de azul y blanco con un jardín delante lleno de juguetes de niños y un par de bicicletas tiradas en el suelo.
—¡Allí es! —dijo excitada, buscando ya la manija de la puerta.
Laura se apartó a un lado, parando detrás de un viejo Toyota. Crystal apenas estaba saliendo del coche cuando la puerta se abrió más y la mujer que, sin lugar a dudas era su hermana, se paró frente a ella.
—¡Patty!
—¡Crystal!
Se abrazaron fuertemente.
—¡No puedo creerlo! —dijo Crystal, aferrándose a la realidad que pensaba que jamás tendría—. ¡Oh, Dios, te he echado tanto de menos!.
Patty se hizo hacia atrás entornando un poco los ojos.
—Yo casi me caigo de la silla donde estaba sentada cuando mamá me dijo que te había visto en el supermercado. Pensé…, bueno, no importa lo que pensara. Estás aquí.
Patty se dio cuenta de que Laura estaba de pie junto al coche.
—Y ésta debe de ser Laura, tu compañera de piso.
Crystal las miró mientras se estrechaban las manos.
—Encantada de conocerte —dijo Laura, quedándose detrás de Crystal.
Crystal observó lo que había cambiado su hermana con el tiempo. La joven piel había dado paso a finas arrugas junto a sus ojos y el pelo que antes era rubio como el sol, ahora se veía casi gris cenizo. Patty también lucía un cuerpo que había tenido dos embarazos y no practicaba mucho ejercicio. Pero aún así había una vitalidad en ella que el sobrepeso o las arrugas no podían ocultar. Todavía era la misma hermana con la que Crystal había pasado horas jugando al Monopolio, compartido miedos y secretos y echado terriblemente de menos.
—Vayamos adentro —dijo Patty, gesticulando hacia el modesto porche.
No había duda de que dos niños vivían allí, pensó Crystal mientras rodeaba el juguete de un robot y una muñeca en su camino hacia el sofá donde se le unió Patty, mientras que Laura tomó asiento en una mecedora, enderezando de inmediato una pila de revistas y papeles tirados sobre la mesa.
—Así que, ¿dónde está todo el mundo? —preguntó Crystal.
—Mamá se llevó a Jessica y a Thomas a cenar al Happy Mary´s. Tienen una sala de juegos, y yo quería estar algún tiempo contigo a solas sin nadie que nos molestase.
Crystal asintió con la cabeza, pensando que era una buena idea, especialmente cuando miró a Laura, acordándose que necesitaba contarle a su hermana la verdad sobre su relación.
—¿Patty?, hay algo que tengo que contarte.
Era un tema del que nunca habían hablado cuando eran niñas, y a pesar de se bravuconería en casa de Laura, muy dentro de ella existía el miedo a que su hermana no lo aprobara.
—La otra noche no te lo conté todo por teléfono.
—No bromees —dijo Patty, cogiendo los cigarrillos y el encendedor de encima de la mesa de café—. Tenemos que ponernos al día de once años. Yo también tengo un montón de cosas que contarte —encendió un cigarrillo, tomando una calada antes de continuar—. Así que, cuéntame.
Nerviosa, Crystal miró a Laura, viendo su mirada devuelta con valentía.
—Laura y yo… somos más que compañeras de piso —terminó de un tirón, sus ojos sin separarse ni un instante de los de la escritora.
La mano de Patty se paró a mitad de camino del cenicero y miró a Laura, después a Crystal.
—¿Eres feliz? —preguntó.
No hubo dudas.
—Sí —dijo Crystal—. Quiero decir, es todo muy nuevo, pero sí, muy feliz.
—Entonces eso es todo lo que importa —dijo Patty golpeando las cenizas contra el cenicero de plástico—. No es algo que yo pueda decir que no he probado —dijo encogiéndose de hombros—. Chica, eso volvió loca a mamá.
—¿Quieres decir que lo supo? —dijo Crystal con asombro.
—Oh, sí —dijo su hermana—. Pero la cuestión es que este sitio es mío y ella no puede permitirse un sitio tan bonito con lo que gana al mes, por no mencionar el dinero extra que le doy por ayudarme con los críos. No fue nada serio. Era más curiosidad que otra cosa después de toda esa basura. He estado con hombres. Ahora mismo tengo demasiadas cosas por las que preocuparme con los niños que estar buscando al Señor Perfecto en algún lado. ¡Oh, Crystal, espera a conocerlos! Las fotos de Jessie de primer grado se parecen muchísimo a ti —dejó el cigarrillo sobre el cenicero y se levantó—. Tienes que verlas. Traeré el álbum de fotos. Ahora mismo vuelvo.
Una vez que su hermana salió de la habitación, Crystal encontró a Laura arrodillada al lado de ella.
—Ha ido bien —dijo en voz baja, sin querer que la oyeran desde el hall.
—Sí, así es —estuvo de acuerdo Laura—. ¿Qué tal estás?.
—Bien —dijo, relajada ahora que su mayor temor había sido vencido—. Es tan extraño volver a verla después de tanto tiempo, pero todavía es la misma Patty con la que crecí, sólo un poco más mayor, supongo que todavía puedo contarle cualquier cosa.
Laura sonrió y la besó en la mejilla.
—Me alegro de que puedas—. Ambas cabezas se giraron con el ruido de la puertas de un coche al abrirse y cerrarse—. Parece que han vuelto más pronto.
—No puedo encontrar las de Jessie cuando era un bebé, pero tengo el resto —dijo Patty, volviendo con varios álbumes en sus manos.
Laura volvió a sentarse en su mecedora justo antes de que se abriera la puerta principal, permitiendo entrar a dos rayos de energía en una habitación tranquila.
—¡Mami, mami el Happy Mary´s se ha quemado! —dijo Jessica excitada, dejando caer su chaqueta rosa en el suelo justo cuando entraba.
—¡Sí, y había camiones de bomberos y todo eso por todas partes! —dijo el niño de seis años, Thomas, imitando el gesto de su hermana mayor con la chaqueta—. Hacían mucho ruido.
—Colgad vuestras chaquetas donde corresponde —dijo Patty—. Hay alguien a quien quiero que conozcáis.
Crystal se puso rígida cuando vio a su madre entrar despacio en la casa. Cuando estuvieron de pie en el supermercado, no se dio cuenta de la ligera cojera en el caminar de la anciana mujer o los dedos aquejados de artritis que intentaban sostener las brillantes mochilas que los niños le habían dado. Las imágenes de una mujer borracha sentada a la mesa pasaron por su mente, trayendo con ellas el viejo enfado y dolor. Cuando sus ojos se encontraron, hubo primero una mirada de placer y luego de tristeza en la cara de Margaret Sheridan.
—Jess, Thomas, esta es vuestra tía Crystal —dijo Patty—, y ésta es su amiga Laura.
—Yo también me llamo Crystal —dijo Jessie orgullosa, empujando a su hermano fuera de su camino en un intento de estar más cerca de su tocaya.
—¿Tú también? —preguntó Crystal con sorpresa.
—Síp, Mi nombre es Jessica Crystal Sheridan. Mami dice que los cristales son especiales. Tengo una colección entera en mi habitación, ¿quieres verla? —preguntó la rubia niña, acercándose para coger la mano de Crystal.
—Luego, Jessica, —dijo Patty—.La tía Crystal acaba de llegar. Puedes enseñarle todas tus cosas más tarde —miró a su madre—. Así es que, ¿qué ocurrió?
—No lo sé, pero vimos el fuego dos manzanas antes de llegar —dijo Margaret, echándole una rápida mirada a Crystal ante de girarse—. Será mejor que prepare algo de cenar para esos dos. ¿Estáis hambrientas, chicas?
—No —dijo Crystal rápidamente—, Laura y yo comimos tarde —mintió.
—Gracias de todas formas —dijo Laura, enviándole de repente una mirada interrogativa a Crystal.
La ignoró concentrada en la mesa de café hasta que escuchó las puertas abatibles golpear la una contra la otra indicando que su madre ya no estaba en la habitación.
—Tía Crystal, tía Crystal —dijo Thomas urgentemente pasando por delante de su hermana—. Había camiones de bomberos, tres. Y hacían muchísimo ruido. Me tapé las orejas así, pero todavía hacía ruido.
Al contrario que su hermana que había heredado el pelo rubio y la complexión ligera de las Sheridan, Thomas se debía parecer al padre quien, suponía Crystal, sería de origen hispano. El pelo del niño era marrón oscuro, haciendo juego con sus ojos, su tono de piel bastante más oscuro que el de ella. Sin dudarlo se subió a su regazo, obligando a Crystal a poner sus brazos alrededor para evitar que se cayera.
—La abuela no nos dejaba acercarnos, pero yo vi un bombero poner la manguera en la boca de incendios.
—¿De veras?
Thomas sacudió su cabeza arriba y abajo.
—Síp, y había mucha gente corriendo alrededor, y Jessica me empujó y casi me caigo.
—Jessica —dijo Patty con voz suave pero desaprobatoria—. ¿Qué te he dicho sobre lo de empujar a tu hermano? —dejó los álbumes de fotos sobre la mesa de café y se arrodilló en frente de su hija—. Lo sabes muy bien. ¿Quieres que te quite la bicicleta durante toda una semana?.
—No, mami, pero es que si no, no se habría quitado de en medio —protestó Jessica.
—Eso tampoco es razón para empujarlo. Se podía haber golpeado con la acera y hacerse daño. —Patty sacudió su cabeza y miró a su hermana—. A veces no se qué hacer con éstos dos. Nosotras no éramos así.
—¿Bromeas? —preguntó Crystal—. ¿No recuerdas cuando me empujaste por aquella mugrienta colina?
—Tú me empujaste primero —protestó Patty—. No sabía que caerías rodando colina abajo.
Thomas abrió los ojos de par en par, revolviéndose en los brazos de Crystal.
—Mamá empujó a tía Crystal colina abajo —dijo con su voz de niño.
—Y no vayas tú tomando ideas, jovencito —dijo Patty con el inconfundible tono de madre—. Ahora cambiaros y poneros la ropa para jugar. Podéis montar en vuestras bicicletas hasta la hora de cenar—. Bajó a Thomas del regazo de Crystal y señaló con el dedo en dirección al dormitorio—. Deprisa. Y ponte tus deportivos viejos también. Quiero mantener esos limpios para ir a la escuela.
—Vale, mami —dijo—. Jess, ¿una carrera?
—No corráis —dijo Patty, pero ya era demasiado tarde.
Mientras los niños salían corriendo por el pasillo, sus risas y pisadas retumbaban por la casa.
—Los dos tornados volverán en tan sólo unos minutos —dijo, mientras volvía su antigua posición sobre el sofá—. Ni siquiera creo que conozcan el significado de la palabra caminar.
—Son estupendos —dijo Crystal, volviéndose hacia su hermana—. Parecen realmente felices.
—Lo son —dijo su hermana mayor—. A veces dan mucho trabajo, pero mamá realmente es una ayuda cuando eso sucede.
Crystal metió su mano en el bolsillo buscando sus cigarrillos.
—Todavía no puedo creer que vivas con ella —dijo, encendiendo uno—. De ninguna maldita manera yo podría hacerlo.
—Ella ha cambiado. Está mucho mejor ahora que no bebe.
Crystal sitió el brazo de su hermana rodearle los hombros.
—Dale una oportunidad y verás. Realmente te ha echado de menos —añadió bajando la voz.
Crystal dio una larga calada a su cigarrillo, mirando a Laura.
—Maldita sea, esto es demasiado duro.
—Si esto es demasiado para ti… —comenzó Laura, pero Crystal sacudió su cabeza.
—No, puedo hacerlo —dijo, y luego miró a su hermana—. No puedo aceptarla como una madre amantísima, pero puedo ser civilizada.
Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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