Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

El Corazón de Cristal - 35 y 36


 Capítulo 35

El estacionamiento de la licorería estaba oscuro, la luz de la lámpara estaba quebrada desde tiempo atrás gracias a unos vándalos y nunca se reparó. Crystal estacionó su coche cerca de la puerta principal, buscando toda la luz alrededor de ella tanto como fuera posible ahora que la noche había caído. Saliendo de la tienda con una bolsa de papel café en su mano, miró alrededor del estacionamiento oscuro cuidadosamente antes de quitar el seguro de la puerta de su coche. Una vez dentro del pequeño Omni, Crystal cerró su puerta y colocó la botella en el asiento del pasajero.

“No puedo hacer esto, es demasiado difícil”, pensaba, extendiendo la mano para encender el motor. “Lo único que he estado pensando es en ese maldito lugar y toda la porquería que pasó”. Dirigiéndose hacia la calle, Crystal presionó con fuerza el acelerador, pasando por alto rápidamente el límite de velocidad.
“Al menos cuando estoy borracha no pienso nada de eso”. La botella que estaba sobre el asiento pedía a gritos ser sacada de la bolsa de papel, pero Crystal sabía que si comenzaba a beber estando en ese estado de ánimo, se tomaría la mitad de la botella antes de que pudiera llegar a casa, si es que lograba llegar a casa.
—Ah, a quien le importa de cualquier manera —dijo en voz alta, tratando de alcanzar la botella. Sus dedos apenas se estaban cerrando alrededor de la bolsa cuando vio unas luces azules que brillaban intermitentemente por su espejo retrovisor.
—Oh, no— dijo, soltando la bolsa y tratando de colocarse su cinturón de seguridad—. ¡Oh, diablos!, ¿traeré algo de hierba mala en el coche? —Crystal intentó acordarse mientras apartaba el coche hacia la orilla del camino.
Revisando entre los asientos y deteniendo el coche, apagó el motor y bajó la ventanilla. “¿Metí la nueva tarjeta del seguro en la guantera?”. Crystal miró el espejo retrovisor, nada contenta al ver el coche de la policía estacionándose detrás de ella. Las luces azules continuaban brillando en cada segundo que pasaba. “¿Qué estás haciendo, mirando mi matrícula? Por favor, sólo ven aquí y levántame la infracción y vete”.
Crystal definitivamente estaba dudosa de si había algo de marihuana en su guantera.
“Los documentos están ahí dentro. ¿Qué tal si ve algo cuando esté buscando mi licencia de conducir? Tal vez la debería sacar ahora mismo, por si acaso. Pero por otra parte, si me ve revisando ahí dentro, podría sospechar y podría querer registrar el coche”.
Esa no sería una buena idea. Una semana antes había dejado caer un tubo para la marihuana y en ese momento simplemente lo había pateado bajo el asiento delantero. El sonido cercano de una puerta de coche cerrándose tomó la decisión por ella. No hacer nada y ver que pasaba.
El corazón del Crystal comenzó a latir con fuerza en lo que se iba acercando el oficial uniformado a su coche. Mirando a través de su espejo, los ojos de Crystal se ensancharon cuando el policía hizo una parada en su parachoques trasero y pareció ver algo.
“No me digas que tengo una luz trasera quebrada o algo por el estilo. ¡Maldición!, ¿cuándo fue la ultima vez que lleve mi coche a la inspección?”.
Pasando un paño sobre el sudor de su labio superior, nerviosamente asomó su cabeza fuera de la ventanilla.
 —Um, ¿algo está mal, oficial?
—Permanezca en el vehículo, señorita. —dijo con autoridad la profunda voz femenina.
Crystal se sentó y miró hacia adelante, ambas manos agarrando la parte superior del volante.
“¿Qué pasara si se le ocurre registrarme de arriba a abajo?”.
Crystal sabía que traía algunos rollitos de periódico en el bolsillo trasero de su pantalón. Si daba con eso seguramente la mujer policía examinaría todo el coche.
“¡Maldición!, ¡maldición!, esto no está nada bien”.
Escuchó su nombre sonar desde la radio y la oficial respondió antes de acercarse hacia la puerta.
—Su licencia, registro y tarjeta de seguro, por favor.
—Uh…, seguro.
Crystal  se inclinó en su asiento para tratar de alcanzar su cartera, observando nerviosa cómo la oficial iluminaba con su linterna todo el interior del coche.
—Um, aquí está mi licencia. El seguro y el registro están en la guantera.
—¿Trae alguna arma o drogas ilegales en este vehículo, señorita Sheridan? —La voz de la oficial sonó algo familiar a Crystal pero no sabía de donde exactamente.
—No. —Inclinándose y notando que la luz de la linterna seguía sus manos, Crystal metió la mano en el compartimiento y quitó el frágil plástico que sujetaba los papeles del coche. Sacando el registro y la tarjeta del seguro, se los entregó.
—¿Esta es su dirección actual?
—Um, no. Vivo en Las Terrazas. —Crystal observó como la oficial levantaba la licencia y garabateó algo en su libreta.
—Esta obligada a notificar al apartamento de vehículos en un periodo de diez días cualquier cambio de domicilio y marcarlo claramente en el reverso de su licencia —dijo la oficial, su linterna todavía iluminando a todo lo largo del interior del coche.
—¿Está tomando alguna bebida alcohólica?
—No, sólo me dirijo a casa —contestó  Crystal.
—Mm hmm.—contestó la oficial. Algunas notas más fueron garabateadas antes de que bajara su libreta y diera un paso hacia el coche.
—Salga del vehículo, por favor.
“¡Oh, diablos! ¡Por favor, que el tubo haya quedado muy abajo del asiento!”.
Aspirando profundamente, Crystal desabrochó el cinturón de seguridad y abrió la puerta. Trataba de recordar el nombre de un abogado cuando la oficial de policía habló.
—¿No eres la nueva compañera de apartamento de Laura Taylor?
Parada bajo el poste de alumbrado eléctrico, Crystal ahora sabía porque la voz le parecía tan familiar. Era Alex Duncan, la medio campista del equipo de las Halcones de softbol.
—Sí —dijo Crystal felizmente. Las probabilidades de necesitar a un abogado habían disminuido considerablemente. Alex estaba sonriendo y apoyándose contra la puerta abierta—. No sabía que eras policía.
—Yeah, es mi trabajo mantener las calles seguras en la noche —contestó Alex—. Hablando del diablo, no es una buena idea ir conduciendo a tan alta velocidad.
—Oh, yeah… Lo siento.
—Demasiado como para ganarse una multa. ¿Me juras que no has estado bebiendo?
—Ni una gota. —Crystal pensó sobre la botella que tenía sobre el asiento delantero—. De hecho, acabo de comprar algo para beber en casa —señaló la botella de whisky envuelta en una bolsa café de papel sobre el asiento del pasajero, cosa que no había sido visible para los ojos de Alex antes.
—A propósito, tienes una luz rota en la parte trasera —dijo Alex en lo que se reclinaba dentro y removía la botella de whisky de la bolsa.
—Muy bien, el sello de la botella no está roto. Habría tenido que darte un cargo por llevar un envase abierto. —Alex devolvió la botella al asiento y devolvió los documentos a Crystal—. Supongo que puedo dejarte ir esta vez con sólo una advertencia por exceso de velocidad, pero tengo que darte un ticket por la luz rota.
Abrió su libreta y escribió con su pluma.
—Ya había comenzado a escribirlo. No pagarás ninguna multa si lo reemplazas por un ticket firmado por un mecánico autorizado y lo entregas en la estación de policía para comprobarlo antes de la tarde de mañana. —La oficial Duncan tendió la libreta y la pluma—. Firmar no es una admisión de culpabilidad, sólo de que recibiste tu ticket. ¿Así que vas saliendo del trabajo e ibas rumbo a casa para tomar algunas bebidas, hm?
Crystal firmó el ticket y devolvió la libreta a Alex.
—Sí, bueno ...
—Qué lástima que estoy trabajando hasta media noche.
Alex se apartó de la puerta, haciéndole saber a Crystal que estaba todo bien y que regresara al coche.
—Me gustaría invitarte una copa algún día —dijo la oficial suavemente, mientras Crystal entraba en el asiento del conductor.
—Oh, um, sí. —Ahora que el peligro de una búsqueda se había ido, Crystal le sonrió coquetamente a la policía.
—Sé el número de Laura. ¿Te puedo llamar un día de estos entonces?
—Eso suena genial —dijo Crystal, usando el mismo tono que muchas veces antes había acostumbrado a usar con hombres calenturientos que le pedían su número de teléfono—. Te diré qué. No estoy nunca en casa. ¿Por qué mejor no te llamo yo en alguna ocasión? —Asegurándose de abrochar su cinturón de seguridad, Crystal lanzó la licencia y los otros documentos en el asiento del pasajero y echó a andar el motor.
—Hay un detector de velocidad arriba, cerca de la salida seis.
—Gracias por la advertencia. Buenas noches —dijo Crystal, comenzando a subir la ventanilla tan pronto como Alex se hizo hacia atrás.
“¡Oh, Dios mío, logré salir de ésta!”.
Mirando por su espejo retrovisor, Crystal esperó hasta que la oficial de policía estuviera de regreso en su unidad antes de ponerse en marcha sobre la autopista.
“¡Eso es todo!, mañana voy a limpiar el coche”. El alumbrado público iluminó el blanco brillante del ticket sobre el asiento.
—Supongo que iré a una tienda de auto partes también.
********
—Oh, ¿qué es ese horrible ruido? —gritó Crystal entrando al apartamento.
La música venía del dormitorio de Laura y como la stripper ya la había escuchado en otros bares, la reconoció como una de las canciones de los Carpenters. Encontrando la puerta de Laura abierta, Crystal dio ligeramente un golpe en la puerta y dio un paso adentro.
—¿Por qué estas escuchando esa música tan deprimente?
—No es deprimente, me sirve de inspiración —defendió la escritora, mientras cerraba la grabadora.
—Seguro, si estás pensando en matarte. —Crystal caminó hacia el pequeño archivador y se sentó encima de él—. ¿Cómo vas?
—Hola también a ti, y voy bien. —Laura señaló el monitor—. Creo que llevo hechas como quince páginas. Ha sido un día muy productivo.
—Bien por ti.
—¿Qué es eso? ¿Estás surtiendo tu suministro?
—Sí, bueno... —Crystal colocó la botella de whisky en el piso, fuera de la vista de Laura.
—Sí. —Laura dejó el tema de lado—. ¿Y cómo estuvo tu día? Luces como si hubieras estado jugando en un montón de suciedad. Asegúrate de poner a remojar en detergente tus calcetas para remover esas manchas antes de meterlas en mi lavadora.
—Eres la única persona que conozco que se preocupa por mantener su lavadora limpia.
Mirando a su compañera, Crystal notó los ojos hinchados de Laura.
—¿No has tomado ninguna siesta?
—No tuve tiempo. Esas ideas que me diste ayer eran justo lo que necesitaba para juntar a Bobbi y Julie.
Laura se desperezó en su asiento, comenzando a rodar su cabeza de un lado para otro hasta que escuchó un satisfactorio crujido.
—Estoy casi lista para hacer que ellas tengan su primer beso.
—Oh sí, metámoslas en la cama lo más pronto posible —dijo Crystal en broma—. Creo que necesitas un descanso. Te diré algo: haré la cena esta noche.
—¿Sabes cómo cocinar?
—Muérete —contestó Crystal, saltando fuera del archivo y tomando su botella de su escondite—. Venga, necesitas apartarte de esta música deprimente.
Mientras bajaban las escaleras, Laura continuó defendiendo sus gustos musicales.
—Los Carpenters no son deprimentes. Y la música melancólica es perfecta para la escena en la que estoy trabajando.
—Espero que no sea una escena de amor —dijo Crystal sarcásticamente, mientras entraba a la cocina.
—¿Qué te apetece? No conozco nada que se parezca a una comida verdadera. 
Abrió el refrigerador y recorrió con la mirada el contenido de cada estante.
“¡Oh, no sabía que tenías escondidas aceitunas verdes aquí dentro!”, pensó Crystal, haciendo una nota mental en bajar más tarde y tomar unas cuantas.
—¿Qué es esta cosa que se parece a una hamburguesa?
—Es una hamburguesa vegetariana.
—¿Cómo las cocinas? ¿Igual que las normales?
—Así es. Le agrego algo de queso y cebollas fritas para condimentar.
—Suena bien. Tengo un pedazo de bistec por aquí en alguna parte… —Crystal movió de un lado para otro jarras de brebajes no identificables, pero su carne no se encontraba por ninguna parte—. ¿Dónde esta?
—Lo aparté de mis sobrantes de rigatoni. Mira en el estante más bajo en la parte trasera.
—Por supuesto, ¿por qué no lo vi antes? —dijo Crystal sarcásticamente, moviendo las canastas de moras fuera de su camino y alcanzando el bistec—. ¿Tienes cebollas y queso?
—El queso está en el compartimiento de los lácteos en la puerta y las cebollas están en la gaveta más baja.
Crystal encontró los ingredientes y los colocó en el mueble mostrador, abriendo luego varias gavetas hasta encontrar los cuchillos de corte. Laura se había enfrascado en el periódico, dejando a la rubia con sus propios pensamientos.
Como había hecho muchas veces durante el día, la mente de Crystal se remontó al pasado. No debería doler tanto. Tomando el cuchillo, comenzó a cortar en rodajas la cebolla.
“Sé lo que quiere Jenny. Quiere que rompa a llorar y le diga lo que él hizo como si eso hiciera alguna diferencia”.
La fuerza del cuchillo a través de la cebolla aumentaba y Crystal pronto sintió algunas lágrimas que se asomaban por sus ojos. De espaldas a Laura y sus dedos cubiertos con jugo de cebolla, dejó caer las lágrimas, sabiendo que sería peor si intentaba restregarse los ojos.
“Apuesto que esto la haría feliz, verme llorar de esta manera”.
Inhalando por la nariz y restregándose las mejillas en contra de las mangas superiores de su blusa, Crystal apartó el cuchillo e introdujo las rebanadas de cebolla en la sartén.
“Te extraño Patty. En verdad necesito un abrazo”.
Un sollozo pequeño se libró de sus labios, ya no podía culpar a las cebollas por las lágrimas.
—¿Estás bien? —preguntó Laura desde la mesa.
Crystal sorbió por la nariz y aminoró la temperatura del quemador.
—Uh, sí, esta fuerte la cebolla, supongo. —Todo lo demás podía esperar algunos minutos—. Voy afuera a fumar.
Agachando la cabeza y apartando la vista de Laura, Crystal rápidamente se abrió paso hacia la cubierta.
La luna estaba todavía debajo del límite de la línea de los árboles, lanzando muy poca luz en la cubierta. Agarrando el barandal con ambas manos, Crystal miró la oscuridad, incapaz de detener las lágrimas que caían. El coraje que fácilmente venía a ella no podía contra las fuertes emociones, contra el dolor. Los recuerdos de ser una niña solitaria sin nadie a quien recurrir se rehusaban a irse y Crystal sintió volver a esa época dolorosa. No escuchó la puerta corrediza abrirse permitiéndole a Laura salir a la cubierta. Crystal brincó al sentir una cariñosa mano sobre su espalda.
—Hey… —Laura habló bajo—. Ven aquí.
Antes de que pudiese reaccionar, Crystal se encontró siendo sujetada dentro de un abrazo cariñoso de Laura.
—Yo ...
—Shh, está bien. —dijo la escritora. Crystal sintió el abrazo aún más fuerte, su cabeza presionada sobre el hombro de Laura—. De vez en cuando todos necesitamos sacar lo que traemos dentro.
—Yo n-no puedo detener esto. —Crystal sorbió su nariz, torpemente, dejando a sus brazos rodear la espalda de Laura—. E-es...Es que duele tanto.
Incapaz de detenerse, se abrazó más profundo en los brazos de Laura, sintiendo el calor del cuerpo de Laura a través de la blusa delgada de algodón. Las lágrimas cayeron libremente por primera vez en muchos años y Crystal se encontró indefensa para detenerlas.
Igual que cuando buscaba reconfortarse en los brazos de su hermana, de niña, Crystal ahora apretaba más su agarre alrededor de la espalda de Laura mientras los sollozos rompían su cuerpo. Mientras sus lágrimas mojaban la blusa de Laura, sintió una mano frotando amablemente de arriba abajo por su espalda.
—Lo siento, Laura.
—No lo sientas. —Crystal sintió el abrazo de Laura hacerse más fuerte—. Ya te dije, todos tenemos que sacar algunas veces lo que traemos. —Las manos que estaban frotando su espalda y su pelo se detuvieron.
 —¿Te parece bien que entremos? —preguntó Laura.
 Crystal asintió con la cabeza y se dejó conducir a través de la cocina y se fueron al sofá, donde Laura insistió en sentarse junto a ella.
—L-lo siento —repitió Crystal, limpiando su cara con su manga—. Creí que habían sido las cebollas pero... —Miraba para todos lados menos hacia Laura, avergonzada por el llanto—. Será mejor que regrese a hacer la cena.
Crystal intentó levantarse pero fue sentada de nuevo por una firme mano en su pecho.
—La cena puede esperar —afirmó Laura—. Tú eres más importante.
Mientras hablaba, Laura subió su mano para tomar la barbilla de Crystal, forzando sus ojos a encontrarse.
—Habla conmigo.
 Crystal se encontró mirando directamente a los ojos azules de Laura, en los que se reflejaba cariño y preocupación.

Capítulo 36

—Venga, Crystal, habla conmigo —repitió Laura suavemente.
—Es sólo que me la paso pensando en el pasado —dijo Crystal, rompiendo el contacto con la mirada y enfocando la atención en los cordones del zapato de Laura—. Mi papá fue un bastardo.
Insegura de qué decir, Laura permaneció callada, dándole a Crystal el tiempo que necesitaba para ordenar sus pensamientos. El olor de las cebollas fritas comenzó a filtrarse a través del aire. Laura se dio cuenta de eso, pero permaneció ahí, rodeando los hombros de Crystal con un brazo. El timbre del teléfono interrumpió el silencio.
—Deja que la máquina conteste —dijo Laura.
Después de tres timbrazos escuchó el click ya conocido y la grabación de su propia voz.
—Habla Laura. No puedo atender el teléfono en este momento, así es que por favor deje un mensaje… Beeep.
—Laura, soy Jenny. —La voz distorsionada dijo—: llámame cuando llegues. —Se escuchó otro click y de nuevo la habitación se quedó en silencio.
—La vi hoy —dijo Crystal  quedamente.
—Creí que usualmente la veías los lunes.
Crystal asintió con la cabeza.
—Lo hago pero me he estado sintiendo así todo el día.
—Oh, ¿entonces te vio de nuevo hoy? —Crystal asintió. Laura continuó—: ¿Qué dijo?
—Dijo que necesito… sacar todo fuera. —Crystal se encogió de hombros—. Que necesito hablar de lo que sucedió —negó con su cabeza—. ¿Cómo se supone que debo de hablar de algo como eso?
Miró a Laura otra vez, encontrándose aún con esa mirada cariñosa en su cara.
—Justo como lo estás haciendo ahora.
—Fácil para ti decirlo. Yo me siento como si me estuviera partiendo en dos —dijo Crystal.
—Interesante visualización —dijo Laura—. Tal vez te sientes así porque hay algo muy duro dentro de ti intentando salir fuera.
—Ahora tú suenas como la doc —dijo la rubia, provocando que las dos sonrieran brevemente—. Tal vez —admitió con un asentimiento, la sonrisa desapareció de su cara.
—Como te dije antes si necesitas hablar, aquí estaré.
Crystal inclinó la cabeza y miró hacia otro lado.
—No creo que pueda.
—Sé que puedes hacerlo —dijo Laura firmemente—. Eres fuerte. Puedes manejarlo.
—¿Fuerte? —contestó Crystal dando un bufido—. No lo creo.
—¿Cómo puedes decir eso? —Laura cambió de posición y esperó a que Crystal la mirara antes de continuar—. ¿Alguna vez te sentaste y te pusiste a pensar en eso, seriamente? No conozco a muchas personas que hayan sobrevivido a lo que tú viviste. Después de todas las cosas horribles que tu familia te hizo, todavía fuiste capaz de huir y mantenerte por ti misma durante todos estos años.
Laura negó con la cabeza.
—A los quince yo estaba preocupada por aprobar Biología y de no tener muchos granos en la cara. No creo que pudiera haber logrado vivir en las calles por mí misma. —Laura hizo una pausa, escogiendo sus palabras cuidadosamente—. Especialmente si hubiera sido violada.
La palabra causó una reacción inmediata. Crystal se puso rígida y cruzó sus brazos delante de su pecho. Sus ojos cobraron una apariencia lejana.
 Las cebollas quemadas no podían seguir siendo ignoradas.
—Ahora regreso —dijo Laura en lo que se ponía de pie. Fue a la cocina y apagó el quemador, decidiendo que la sartén podía ser lavada más tarde. Cuando regresó a la sala de estar, encontró a Crystal en la misma posición, perdida en un pensamiento profundo.
—Hey.
Crystal la miró, sus ojos verdes rojizos por el llanto. Laura reprimió el deseo de rodearla en un abrazo, en lugar de eso volvió a sentarse al lado de la mujer emocionalmente lastimada.
 Para su sorpresa, Crystal tomó su muñeca, colocando su mano de vuelta a su anterior posición, alrededor del cuello de la rubia mujer. Aceptando la invitación, Laura se acercó más a ella y Crystal recostó su cabeza en su hombro, sus cuerpos tocándose.
—¿Quieres hablar o sólo quieres estar sentada aquí por un rato? —preguntó suavemente, dejando a su pulgar moverse a través de la curva del hombro de Crystal.
—¿Tuviste una bicicleta cuándo eras niña?
—Um… sí —contestó Laura, recordando la costumbre de Crystal de cambiar de tema sin previo aviso—. Era color púrpura con un asiento blanco floreado y una canastilla en el frente.
—Yo tuve una bicicleta también. Era de Patty antes de que me la diera a mí. —Crystal continúo dejando descansar su cabeza sobre el hombro de Laura, cosa que las tenía sorprendidas a ambas—. Era una bicicleta para niño pero eso no nos importaba. Era una bicicleta. Ella la ganó, ¿sabes?
—¿Patty?
—Sí, hubo un concurso en la escuela y ellos le dieron una bicicleta al ganador. Ella compró una más grande en una venta de garaje con algo de dinero que había ahorrado. Patty era una buena ahorradora, no como yo.
—¿No es una de tus cualidades, hmm?
—Nunca tuve dinero para ahorrar pero aun cuando conseguía tener algo, me lo gastaba de inmediato.
—Yo siempre he sido ahorradora —dijo Laura—. Papá me hacía guardar en el banco la tercera parte de mi dinero de cada semana. Para cuando me gradué de la escuela secundaria tenía el suficiente dinero para pagar mi propio coche.
—Después de que Patty comprara su bicicleta de diez velocidades en la venta de objetos usados, salimos a montar nuestras bicicletas por todas partes. Por supuesto eso fue antes de que el borracho bastardo las atropellara con su maldito coche. Nos tomó casi un año de recoger botellas antes de que pudiéramos comprar unas nuevas.
Crystal se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos sobre sus rodillas y frotando sus manos. Cuando los segundos pasaban sin que Crystal dijera alguna palabra, Laura se preguntó si este sería el final de la conversación por esta noche pero finalmente su compañera comenzó a hablar otra vez.
—Me encantaba tener una bicicleta —dijo Crystal—. Me daba libertad. Cuando estaba fuera paseando, nadie podía tocarme. —Crystal parpadeó varias veces—. Él no podía tocarme —agregó en voz baja.
—Él no puede tocarte aquí tampoco —dijo Laura suavemente, esperando alentar a Crystal a continuar hablando.
—Por todo lo que sé, el bastardo podría estar muerto. Deseo que lo esté. —Crystal se incorporó y miró a Laura—. En verdad necesito una bebida y algo de humo.
—¿Cigarrillos o algo más?
—¿Acaso importa?
—Depende si quieres seguir hablando o no. Si quieres un cigarrillo, podemos salir a la cubierta. Si quieres lo otro, tendrás que subir a tu habitación y yo no quiero estar oliendo esa cosa.
Laura esperaba que no escogiera la opción equivocada. Parecía que Crystal estaba realmente accesible y Laura ciertamente no quería hacer nada para impedir eso, pero al mismo tiempo no quería alentar a que se drogara.
—Supongo que un cigarrillo entonces —dijo Crystal levantándose—, pero está haciendo frío allí afuera con el viento y todo eso. ¿Podemos subir a mi habitación? Tengo esa silla anaranjada donde te puedes sentar, si quieres.
Laura vaciló, sabía que tenía la marihuana a la mano y estaba segura que Crystal no se mantendría alejada de eso mucho tiempo en el estado de ánimo que se encontraba.
—Te diré que haremos. ¿Sabes jugar Rummy?
—Claro, Patty y yo solíamos jugarlo. Siempre le pateaba el trasero.
—Tú encárgate de despejar tu habitación que parece un campo minado y yo traeré las cartas.
—Hecho.
********

Habían pasado varios días desde la última vez que Laura había visto el interior de la habitación de Crystal y estaba sorprendida de ver que su suposición sobre el desorden estaba en lo correcto. La ropa sucia estaba toda tirada por el piso, sin duda tirada cuando Crystal se cambiaba. La pequeña papelera cerca de la cama estaba hasta el tope con colillas de cigarrillo y botellas vacías de whisky. Su botella más reciente estaba ya sobre la mesita de noche, el vaso al lado de la botella ya estaba lleno del licor ámbar. Crystal estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas, el cenicero y el cigarrillo encendido al lado de ella.
—¿Cómo encontraste el camino hasta tu cama? —bromeó Laura mientras cogía la silla anaranjada a un lado de la cama.
—Bueno, la cama no se mueve. Sé dónde está. Recogeré todo esto cuando vaya a lavar mi ropa. Vamos, juguemos a las cartas.
—¿Puedes prender uno de esos inciensos antes de que tu cigarrillo me mate?
—Siéntete como en tu habitación. Sabes donde están. Toma.
Laura atrapó el encendedor y tan pronto encendió una varita la colocó en el porta incienso. Sentándose en su silla, alisó el cubrecama y comenzó a barajar las cartas.
—¿Juego regular o gin?
—Regular. Odio tener todas esas cartas en mi mano —dijo Crystal. Tomó una larga inhalación de su cigarrillo antes de recoger sus cartas. —Y bien, tú siempre estás haciendo que hable sobre mí. Cuéntame acerca de ti, para variar.
—No hay mucho qué contar —dijo Laura, mientras organizaba sus cartas—. ¿Qué quieres saber?
—No lo sé. —Crystal encogió sus hombros—. ¿Cuándo te diste cuenta de que eras una bollera?
—Prefiero lesbiana —corrigió Laura—. Y tú vas primero —esperó a que Crystal colocara una carta—. Estaba en la universidad, tenía como diecinueve años, o veinte, más o menos —colocó sobre la cama tres cartas antes de lanzar una reina sobre el montón de cartas—. Aunque, creo que me di cuenta un mes antes de que durmiera con otra mujer.
—¿Cómo lo supiste si no habías...?
—Necesitas tirar una carta, y no necesité tener sexo con una mujer para saber que emocionalmente podía conectar con alguna.
Laura recogió una carta y reacomodó sus cartas, viendo si el jack podía ser usado para alguna jugada.
—¿Alguna vez te has acostado con un chico? —preguntó Crystal.
—De nuevo, ¿cómo saberlo si no he probado, correcto? —Dándose por vencida tiró el jack sobre las demás cartas—. ¿Cuándo pusiste esa carta? No me fijé. —Laura miró a través de sus cartas, debatiéndose acerca de sus dos posibles huidas para ganarle a las cartas de Crystal—. Y para que lo sepas, ya he dormido con un chico antes.
—¿Y?
—Y estuvo bien, pero no es lo que quiero. Una mujer es... simplemente diferente, supongo. —Colocando una carta de corazones, Laura sonrió por la jugada—. Será mejor que hagas algo ahí, ya nada más me queda una.
—¿Dónde se fueron todas las malditas cartas de corazones? —dijo Crystal, dando otra larga inhalación de su cigarrillo—. Necesitaba ese nueve ¿y tú lo tenías todo este tiempo?
—No sabía que lo necesitabas.
—Qué graciosa. —Crystal lanzó el jack de corazones, no queriendo estar atrapada por esa carta pues Laura podría poner su última carta y eso la dejaría fuera.
—¿Y qué hay de ti? ¿Sé que eres heterosexual pero alguna vez tú…?
—No. Una vez un hombre viejo me ofreció dinero si lo hacia con su novia mientras él observaba pero no lo acepté. —Los ojos de Crystal se le iluminaron cuando la carta que sacó de la parte superior del paquete era la que estaba deseando.
—Estoy fuera —anunció, colocando un cinco y tirando la tarjeta adicional a la pila de cartas.
—Veo que tenías las mejores cartas. ¿Quieres que llevemos un puntaje?
—Claro. Aunque aquí no tengo papel.
—No te preocupes por eso. Traeré algunas hojas de mi habitación. Y traeré una botella de agua mientras me aseguro de que todo esté cerrado abajo. ¿Necesitas algo de abajo?
—No, yo ya tengo lo que necesito. —Crystal señaló su botella de whisky.
Tan pronto como Laura salió de la habitación, Crystal se dio vuelta y abrió la gaveta de la mesita de noche, sacando un tubo negro de película y un tubo metálico que utilizaba para fumar la droga. Metiendo un poco de marihuana en un borde, Crystal puso sus labios al otro extremo y lo prendió, inhalando la cantidad adecuada para llenar sus pulmones pero evitando asfixiarse. Mientras contenía el aliento, Crystal metió la mano en la gaveta otra vez y sacó un tubo del papel higiénico vacío cubierto por un lado por un paño de papel. Poniendo sus labios en contra del paño de papel, sopló el humo en el tubo, eficazmente ocultando el olor. Crystal pudo dar tres golpes más antes de que escuchara a Laura subir las escaleras. Lanzando rápidamente el tubo de película y el tubo de metal a la gaveta, encendió rápidamente un cigarrillo cuando su compañera regresó.
Laura no notó los ojos estrechos de inmediato pero su nariz sensitiva notó un olor fuerte que le recordó a algo parecido a caucho quemado junto con aromatizante.
—¿Prendiste un incienso diferente?
—Um, no sólo prendí otro cigarrillo
—Oh, eso debe de ser entonces. —Laura quitó algo de basura para hacer lugar a su botella de agua en la mesita de noche—. Reparte.
—Ok. ¿Quieres jugar al póker en lugar de rummy?
—Debiste haberme dicho antes cuando bajé. Todas las cosas de juegos están en el armario. —Laura se sentó en la silla anaranjada—. Sigamos jugando rummy. Si bajo la escalera otra vez, entonces traeré las otras cartas.
—Ok. —Crystal comenzó a distribuir las cartas, sonriendo para ella misma. La sonrisa se convirtió en una risa disimulada.
—¿Qué?
—Nada —dijo Crystal, una sonrisa silenciosa aun estaba en su cara.
—Venga, compártelo conmigo.
—No es nada.
—Sí, claro, seguramente —dijo Laura dudosa.
—¿En realidad quieres saber?
—Por supuesto.
—Ok. —Crystal hizo una pausa y miró las cartas delante de ellas—. ¿Cuántas se supone que debo repartir?
—Siete. —Laura miró sus manos igualmente—. Repartiste mal las cartas. Yo tengo ocho y tal parece que tú tienes al menos nueve por allí. —Laura le entregó sus cartas a Crystal y trató de alcanzar su agua—. ¿Y dime qué es tan gracioso?
Crystal la miró, confundida.
—¿Gracioso?
—Hace dos segundos parecías haber recordado algún chiste muy gracioso.
—Oh, eso. —Crystal se encogió de hombros—. No lo sé. No me acuerdo.
—Uh huh. —Fue entonces que Laura notó los estrechos ojos verdes. —¿Fumaste algo de marihuana mientras estaba abajo, verdad?
—Um… —Crystal la miró—. Si te digo que sí, ¿te quedarás de cualquier manera?
Laura suspiró y se reclinó en su silla.
—En realidad, no me gusta eso pero supongo que ya es demasiado tarde para hacer algo ahora.
—Ya no fumaré eso —aseguró Crystal—. Sólo necesitaba un poco para quitarme el malestar, ¿sabes?
Sujetando el paquete de cartas en su mano, la rubia se encogió de hombros y bajo la mirada a su regazo.
—Algunas veces las cosas me parecen más fáciles de manejar cuando fumo algo de eso —dejó caer las cartas en la cama y tomó el vaso de whisky—. Ha sido un pésimo día.
Crystal miró la botella que estaba sobre la mesita de noche.

                         
—¿Realmente quieres saber qué es lo gracioso? El idiota de mi padre bebía la misma marca de whisky. —Reduciendo drásticamente el vaso y colocándolo abajo, Crystal recogió las cartas—. Siete, ¿correcto?
—Correcto.
Crystal suspiró y repartió las cartas.
—Recuerdo una vez, tenía como diecinueve años, más o menos. Tuve un día realmente difícil y todo lo que quería hacer era ponerme borracha para olvidar. Fui a una licorería y compré la primera cosa que sabía me pondría borracha hasta las cachas, el mismo whisky que él bebía. —Colocando el resto de las cartas en un montón entre ellas, lanzó la primera carta—. Debería haber mostrado mi credencial pero supongo que el tipo de la licorería se dio cuenta de que realmente lo necesitaba.
—Lo que tú necesitabas era a alguien que cuidara de ti, no esconderte dentro de una botella.
—Yeah, bueno, ciertamente no tuve eso ¿verdad? —Crystal contestó fieramente—. Creo que he hecho un buen trabajo cuidando de mi todo este tiempo. No soy una drogadicta y no estoy encerrada en la cárcel en algún lado.
—Eso es muy cierto —dijo Laura, recogiendo una carta y mirándose su mano—. Y te doy todo el crédito por eso. Sólo desearía que no abusaras de tu cuerpo con toda esa marihuana y el licor. Tu turno.
Crystal tomó la botella de whisky.
—Qué diablos. Ellos abusaron de mi cuerpo, yo abuso de mi cuerpo. ¿Cuál es la diferencia?
—La diferencia es que mereces algo mejor que eso. —Laura colocó su carta abajo y miró a Crystal—. Tal vez ellos no pudieron ver la persona especial que eres, pero yo sí la veo.




Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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2 comentarios:

  1. ¡Qué genial historia! Saludos. ;-)

    Eréndira, México.

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  2. Sé que ya es una publicación vieja, pero... ¿por qué no puedo leer los primeros capítulos? Solo me permite retroceder hasta el capítulo 30 y contando. ¿Alguien me puede ayudar, por favor?

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