Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

El Corazón de Cristal - 31y 32


Capítulo 31

—No te pases ningún alto con mi coche —gritó Laura, recibiendo un gesto del brazo de Jenny. “Sé que lo harás”, se quejó silenciosamente. Cerrando sus dedos alrededor de las llaves, tomó la manija de la puerta.
—Muy bien Crystal, te llevaré a casa.
—Hola, Laura.

—Hola. —Laura cerró la puerta y buscó a tientas el encendido.
—Estás enojada conmigo, ¿verdad?
—Ya te dije que no. —Encontrando el encendido, Laura metió la llave y echó a andar el motor—. ¿Crees que vendría por ti si estuviera enojada contigo?
—No lo sé. —Crystal se encogió de hombros—. No estaba segura de que vendrías.
—Por supuesto que vendría. —Laura contestó, siguiendo a Jenny fuera del parque y tomando la avenida principal—. Nunca te dejaría aquí sola, no importa en que condiciones estés —bajó la velocidad para hacer alto en el semáforo—. Y, dime, ¿qué estabas haciendo por estos rumbos?
—Estaba visitando a alguien que conozco.
—¿Ese alguien fue con quien te drogaste?
—Yeah, no sabía que estuviera tan fuerte. —Crystal apoyó su cabeza contra la ventanilla—. No pensé que no podría conducir de regreso a casa.
Laura la recorrió con la mirada antes de devolver su atención al tráfico.
—Sin lugar a dudas, no podrías mover ni siquiera una rueda. —Laura condujo varias cuadras antes de que una suave voz hablara.
—Por eso es que te llamé.
Flexionando sus dedos en el volante, Laura mantuvo sus ojos mirando al frente
—Pues bien…, me alegro de que lo hayas hecho.
—Nunca había hecho eso antes.
—¿Hacer qué?
—Llamar a alguien para que me recogiera. —Crystal se restregó los ojos con sus nudillos—. Wow, esas luces sí que son brillantes.
—Estoy sorprendida de que puedas ver cualquier cosa a través de esas dos rayas.
—Mis ojos están bien abiertos —protestó la drogada mujer—. Puedo ver todo.
—Uh huh —dijo Laura dudosamente—. ¿Y estuviste con tus amigos todo el día drogándote?
—Fui después del trabajo.
—¿Del trabajo?
—¡Oooh! —La cara de Crystal se iluminó y se retorció en su asiento—. Conseguí un trabajo hoy —dijo emocionada.
—¿En serio? ¿Dónde?
—Trabajando para Michael. Tiré escombro toda la tarde.
—¿En realidad estas trabajando para Michael? —Laura miró a su compañera—. Felicitaciones.
—Es sólo hasta que mi labio sane.
—Podrías trabajar por mucho más tiempo si quieres. Creo que Michael dijo que habría suficiente trabajo por varios meses más.
—¿Y luego qué? —Crystal levantó su mano, pero luego la dejo caer sobre su regazo. —Ah, no tiene importancia.
La luz de los postes de alumbrado traspasaba a través del parabrisas, permitiéndole a Laura vislumbrar el rostro de su compañera.
—¿Qué no tiene importancia?
—Todo. —Crystal sacudió de nuevo su mano—. Una vez que el lugar este limpio él no me necesitará más y yo estaré de regreso en el club. —Ella se encogió de hombros—. Probablemente al lugar donde pertenezco.
“Crees que no hay otra cosa mejor para ti que quitarte la ropa, ¿verdad?”.
—Pero si tú obtienes experiencia tal vez Michael podría ayudarte a encontrar alguna otra cosa que hacer. —Laura conservó su atención dividida entre la carretera delante de ella y Crystal—. Y, dime, ¿qué estuviste haciendo después del trabajo, aparte de drogarte?
—¿Hmm? —Los ojos de Crystal se cerraron, sus labios se tornaron en una sonrisa perezosa—. Oh, visitando a alguien.
—¿Alguien con quien trabajas?
La rubia bufó.
—Difícilmente. Steph es sólo alguien que conocí en fiestas y esas cosas. —Sus manos buscaron a tientas sus cigarrillos por los bolsillos de la blusa—. Su marido es un verdadero imbécil.
—¿Él estaba allí?
—Sólo por un rato, después se comportó como un imbécil, se enojó y se largó. —El encendedor se zafó de sus dedos sobre su regazo.
—¿Estás segura de que puedes sostener el cigarrillo? No quiero que lo dejes caer sobre ti o en cualquier otro lado. Tal vez no deberías fumar.
—Es mi coche. —Crystal prendió el cigarrillo y guardó el encendedor en su bolsillo.
—Al menos abre la ventana. No quiero inhalar tu humo. —Crystal se sintió cuestionada pero en unos segundos el humo estaba siendo lanzado hacia el aire nocturno—. Y bien. —Laura continuó—. ¿Así que él se enojó y se fue?
—Yeah, es un imbécil.
—Ya mencionaste eso antes.
—Ella es una idiota.
“No mencionaste eso antes”.
—¿Y por qué ella es una idiota?
—Ella es… Ella es igual que mi madre. —Crystal dio una gran inhalación a su cigarrillo—. No defiende a sus hijos, deja que él la trate como una basura. Es una estúpida. —Crystal dio un golpecito tirando la ceniza fuera de la ventanilla—. Aw, ¿sabes? Ella le tiene tanto miedo a él que deja que la trate como a un perro. Él bebe y hace lo que quiere y cuando regresa a casa ella no hace ninguna maldita cosa al respecto.
El coche siguió al Jeep por la carretera de circunvalación, dejando las luces de la ciudad y entrando a la oscuridad de la carretera. Crystal exhaló otra corriente de humo gris,
—Simplemente siempre cede ante él —dijo quedamente—. Siempre, permitiéndole hacer cualquier maldita cosa que le dé la gana. No le importa que le pegue a sus hijos, no le importa que se gaste el dinero de toda la semana, simplemente no le importa nada. —La mitad del cigarrillo salió volando por la ventanilla—. Nunca le ha importado —susurró Crystal, mirando fijamente a través del vidrio a la oscuridad.
Laura rápidamente se dio cuenta que Crystal ya no hablaba de sus amigos sino de sus padres. Abrió su boca para hablar pero se encontró dudosa de qué decir. Finalmente dijo lo único que se le vino a la mente.
—Desearía que le hubiera importado.
Hubo un largo silencio antes de que Crystal hablase.
—Yo también desearía que le hubiera importado.
Sin pensarlo, Laura tocó el hombro de su compañera y comenzó a frotarlo.
—Lo sé,
—Ella solía tomar mucho, sabes. —Crystal continúo mirando por la ventanilla—. Se enfurecía sin razón. Todo el tiempo.
Sintiendo el encogimiento de hombros, Laura quitó su mano, colocándola sobre la palanca de cambios entre los asientos.
—Él la hacía enojar por las mañanas antes de irse al trabajo y ella se desquitaba con nosotras cuando llegábamos de la escuela. —Crystal sacudió su cabeza—. Pero nosotras no hacíamos nada malo. —Ella dejó caer su cabeza hacia atrás en contra del cabecero—. ¿Alguna vez fuiste castigada por algo que no hiciste?
—Pocas veces —admitió Laura.
—Esto es un asco. —Inclinándose hacia adelante, Crystal tocó nerviosamente la apertura de la guantera.
—¿Qué estas buscando?
—Solo quiero un toque. —Abierta la guantera, sacó un tubo de película y una pequeña pipa de metal.
—Uh, no, no mientras este yo en el coche. Y creo que ya has tenido demasiado. Apenas puedes mantener los ojos abiertos.
La actividad delante de ella desvió su atención. Jenny aparentemente parecía molesta con el coche de delante de ella y comenzó a acelerar el Jeep mucho más rápido que Laura.
—¿Jen, qué estas haciendo? —dijo, pisando más el acelerador. Un áspero olor invadió el coche—. ¡Crystal!
La pipa de metal llena de marihuana fue arrojada de nuevo a la guantera.
—Dije que solo quería un toque —dijo la rubia juguetonamente.
—Es suficiente. —Usando su mano izquierda para bajar la ventanilla, Laura giró a su derecha, bajando la velocidad del Omni y parándose a la orilla de la carretera.
—¿Pero que dem....?
Laura la ignoró y apagó el coche. Llevó su mano hacia la guantera y la cerró
—Dije que no mientras estés conmigo en el coche. —Laura amonestó—. ¿Sabes en el problema en que me metería si la policía nos detiene y huele eso? —Forzando la llave en el encendido, Laura continuó con su sermoneada—. Si quieres arruinar tu vida con drogas, esa es tu elección. No puedo controlar lo que haces, pero no es justo que me involucres a mí. Ya es lo suficientemente malo que traigas eso a la casa.
Encendiendo el motor, echó una mirada al espejo retrovisor antes de dar reversa y volver a la carretera.
—Maldición, Crystal, ¿no puedes detenerte aunque sea un poco y pensar?
No recibiendo respuesta, pensó que quizá la drogada mujer se había quedado dormida. “Mejor. No quiero pelearme con ella esta noche”, pensó. Mirando la carretera, notó que el Jeep no se veía por ningún lado. “Más te vale que no te infraccionen por exceso de velocidad, Jen”. Dándose cuenta que el olor de marihuana se había ido, Laura subió la ventanilla.
—Lo siento —dijo Crystal con voz suave—. ¿Estás enojada conmigo?
—¿Por qué no te recuestas y te relajas hasta que lleguemos a casa?
—No quiero que estés enojada conmigo.
—No estoy enojada. Un poco molesta, pero no enojada. —Laura respondió, accionando el intermitente cuando se aproximaba a una desviación.
Crystal desabrochó su cinturón de seguridad y se volteó de costado en el asiento cuando el Omni dio la vuelta hacia la rampa de salida. Demasiado drogada para controlar su balance, se fue hacia su izquierda, golpeando su cabeza contra el hombro de Laura.
—Ouch.
—¿Qué estás haciendo? Ponte el cinturón de seguridad —dijo, frotando el hombro de Crystal—. ¿Y por qué dices ouch? Tienes una cabeza bastante dura, Sheridan.
—¿Laura?
La droga había hecho que los ojos de la rubia estuvieran aún más cerrados, evitándole enfocar difícilmente los ojos. Laura esperó pacientemente a que Crystal continuara pero la drogada mujer parecía haber olvidado lo que iba a decir.
—¿Sí? —Laura incitó.
—¿Qué?
—Me ibas a preguntar algo. ¿Cuál era la pregunta?
—¿Qué pregunta?
—Olvídalo, estás demasiado perdida para saber lo que estás diciendo. —Estirando su brazo, Laura ajustó el cinturón de seguridad—. Esta vez déjatelo puesto, ¿ok?
—Ok… ¿Laura?
—¿Qué?
—No quiero que estés enojada conmigo.
—Crystal, no estoy enojada contigo. —“¡Oh por favor no comiences con esto de nuevo!”—. Mira, sólo vayamos a casa. Jenny va a estar preguntándose que habrá pasado con nosotras. —Laura echó a andar el coche—. Podemos hablar de esto por la mañana.
Guió el coche por la calle. Manejó en silencio por varias cuadras antes de que Crystal hablara otra vez.
—¿Me prometes que no estás enojada conmigo?
“Me voy a enojar si sigues con eso”.
—No cariño, no estoy enojada contigo. —Levantó la mano y apretó el hombro de Crystal—. ¿Somos amigas, verdad? —Ella esperaba que sus palabras hicieran sonreír a la drogada mujer, pero Laura se desconcertó cuando la vio derramar lágrimas—. Hey, ¿qué te pasa?
Crystal sacudió su cabeza vigorosamente y se restregó la cara con sus manos.
—Nada —habló con voy temblorosa, tomando aliento—. Es sólo que... —Negó con la cabeza otra vez—. No lo sé.
Laura sabía que se estaba conteniendo pero le dio su tiempo, concentrándose en manejar el coche a través de las calles y entrando por la puerta principal del complejo. Como esperaba, su Jeep estaba estacionado en su espacio privado, varias luces brillaban a través de las ventanas del edificio departamental. “Jenny ya esta aquí”, pensó mientras estacionaba el Omni en su espacio privado. Removiendo las llaves del encendido, colocó su mano en el brazo de Crystal.
—Espera, antes de que entremos… quiero saber por qué estás tan molesta.
—No lo sé. —Crystal sacudió con fuerza la agarradera, forzando la puerta para que abriera—. Laura, por favor —dijo, sintiendo la mano firme sobre su brazo—. No puedo
Laura juraría haber escuchado la voz entrecortada de su compañera. Soltándola, observó cómo Crystal salía del coche. La marihuana había hecho un buen trabajo entorpeciendo su sentido del balance, provocando que cayera sobre el pavimento. Crystal intentó ponerse de pie pero volvió a caer por segunda vez antes de que Laura llegara a su lado.
—Ven aquí, coloca tu brazo sobre mis hombros. Te ayudaré a entrar.
—No, sólo déjame. Lo haré poco a poco.
Laura agarró la mano de Crystal y la puso sobre sus hombros.
—No lo creo, compañerita. ¿Qué pensarán los vecinos?
Con un gruñido se elevó a la altura de sus pies, levantando a Crystal con ella. Para su alivio, Jenny debió haber escuchado el coche estacionarse.
—¿Quieres echarme una mano con ella?
—¿Adónde fueron? —Jenny preguntó mientras bajaba al área del estacionamiento—. Miré por el espejo retrovisor y ya no las vi.
—Tuve que detenerme un par de veces —dijo Laura—. Crystal, Jenny esta aquí. Vamos a meterte al apartamento, ¿Ok? —Ella asintió a su ex-amante—. Sostenla por el otro lado. Está demasiado drogada como para caminar.
—¿Cómo estuvo el camino a casa?
—Perturbador. Ella no se callaba. Para alguien que no habla mucho que digamos, esta noche dijo demasiado. Me preguntó por lo menos como cincuenta veces que si estaba enojada con ella.
—Y me dijiste que no. —Crystal hizo pucheros, sus ojos repararon en sus pies en un intento para moverlos en la misma dirección sin pisar a Laura o los dedos de Jenny—. Lo dijiste.
—Sí, lo dije. No estoy enojada contigo. —Laura miró a Jenny—. ¿Ves lo que tuve que soportar?
—Suena como un poco molesto.
—Sólo un poquito. Cuidado, Crystal. Estamos subiendo ahora.
—Puedo caminar por mí misma. —La rubia protestó, débilmente intentando soltar sus brazos de los hombros de las otras mujeres.
—De todas maneras creo que es mejor que te ayudemos un poco —dijo Jenny.
—Oh, hola, doc. —Crystal prácticamente gritó—. ¿Cómo diablos te encuentras esta noche?
—Aparentemente no tan bien como tú. Laura, sostenla mientras abro la puerta.
—Yo le agrado. —La drogada mujer continuó—. No estaba realmente segura pero… sí. ¿Lo sabías?
—¿Saber qué? —preguntó Jenny, no poniendo mucha atención a las divagaciones.
—Le agrado a Laura. —Crystal dijo con naturalidad, tambaleándose sobre sus piernas—. Me dijo que éramos amigas.
—Sí lo dije, ahora entra, ¿ok? —dijo Laura, guiando su inestable carga a través de la puerta principal.
—Ok. —Crystal estuvo de acuerdo. Con torpeza cruzó la puerta, seguida de Jenny llevándola a tropezones hasta la sala de estar.
Una vez dentro, Crystal logró llegar hasta el reclinable. Laura colgó las llaves del Omni en el portallaves, frunció el ceño cuando vio sus llaves sobre el mostrador.
¿Crees que podamos llevarla arriba? —preguntó Laura, recogiendo sus llaves y colgándolas en el portallaves.
—Puedo subir yo sola —contestó la atontada rubia, empujándose con trabajos sobre sus pies, sólo para caer sentada nuevamente. —Tal vez, no. —Sus manos buscaron a tientas por su blusa.
—Nada de fumar en la sala de estar, ¿recuerdas? —Laura le recordó.
—Hey, doc, te conté que conseguí trabajo con Michael? —Crystal dejó de buscar sus cigarrillos y colocó una pierna sobre el brazo del asiento reclinable.
—No, no me habías contado —dijo Jenny mientras se sentaba en el sofá—. ¿Cuándo comenzaras a trabajar?
—Ya lo hice. Trabajé esta tarde.
—¿En serio?
—Yeah, lo hice después de salir de tu consultorio.

Capítulo 32

Los ojos de Laura se abrieron sorprendidos.
—¿Tu consultorio?
—Um… —Jenny miró a su ex-amante y después a Crystal y de nuevo a Laura—. Tienes que preguntarle a ella —contestó.
—¿Crystal?
—Doc me dijo que podía. —Se restregó su cara y bostezó—. Oh cielos, estoy cansada.
—O algo por el estilo —dijo Laura—. Vamos a llevarte arriba. Jen, ¿podrías ayudarme?
Juntas ayudaron a Crystal a subir. Una vez dentro de su habitación, la rubia torpemente se liberó de las manos de sus amigas y se dejó caer encima de la cama.
—Jen, baja y prepara algo de té —dijo Laura—. Bajaré en un minuto.
—Tal vez debería irme a casa... —comenzó Jenny.
—Ni siquiera lo pienses —advirtió Laura—. Necesitamos hablar.
Esperó hasta que su ex-amante saliese del cuarto antes de sentarse en la cama al lado de Crystal.
—¿Aun estás despierta?
—¿Hm? —La suave almohada rápidamente absorbió cualquier energía que Crystal pudiera tener.
—Tienes que quitarte las botas. ¿Quieres que te ayude?
—¿Hm? No, está bien. —Los ojos de Crystal permanecieron cerrados.
—Te las quitaré —dijo Laura, jalando un pie encima de su regazo—. Sabes que hablaba sinceramente cuando te dije que no estaba enojada contigo. —Le dijo, desamarrando el cordón café de las botas—. Aun si lo hubiera estado, no haría nada para lastimarte.

Usando sus dedos, aflojó los cordones de los orificios y los ganchos, permitiéndole quitar la bota.

—Cuando yo tenía aproximadamente trece años de edad, papá fue situado en Fort Bragg*. —Laura quitó el calcetín blanco del pie de Crystal—. Estuvimos allí cerca de un mes o un poco más, cuando el Capitán Brewster fue transferido allí. Él tenía una hija de mi edad. Dame tu otro pie.

No recibiendo respuesta, Laura tomó la otra pierna de Crystal y la jaló encima de ella.

—En fin —continuó—. Candice siempre solía tener moretones en sus brazos y cara. Al principio le creí cuando me contó que había tenido un accidente en su bicicleta. —La otra bota y calcetín fueron quitados, Laura tenía los pies desnudos de Crystal sobre su regazo. Sin pensarlo comenzó a darles masaje—. Después de que descubrí la verdad, no podía ni siquiera mirar a su padre.

 Su agarre aumentó ante el viejo recuerdo.

—Lo odié por lo que le hacia a ella. No podía comprender por qué alguien querría lastimar a alguien de esa manera. —Dándose cuenta de que Crystal se había quedado dormida, Laura continuó dejando que sus manos recorrieran amablemente los pies de la rubia.

—¿Por qué te molestaste esta noche cuando te dije que éramos amigas? —Su pulgar izquierdo se movió de acá para allá en un movimiento suave sobre el arco de Crystal—. Claro, yo sé que puedes ser insoportable y está también esa cortina de baño transparente que aún me disgusta pero… —Dándose cuenta de lo que estaban haciendo sus manos, Laura gentilmente colocó los pies de Crystal sobre la cama y se puso de pie.

—No creo que necesitemos pequeños pedacitos de tabaco sobre la cama —dijo Laura, tomando el paquete de cigarrillos del bolsillo de su blusa. Tomando la colcha, la colocó sobre la mujer dormida. Mientras hacia unos dobleces alrededor de los hombros de Crystal, se apoyó cerca de ella y le susurró:
—Lamento tanto que te hagas daño a ti misma. Hay una hermosa mujer escondida detrás de esa actitud dura y esas drogas, sé que la hay.
Laura se puso de pie y apagó la lámpara.
—Dulces sueños
Laura encontró a Jenny sentada hojeando el periódico.
—¿Ya lo leíste?
—Se me hizo tarde esta mañana y sólo tuve tiempo de mirar cómo iban los Mets*. Tu té está servido en la taza del café.
El viento que había entrado por la ventanilla abierta cuando venían de recoger a Crystal había despeinado el pelo de Jenny convirtiéndolo en una maraña de cabellos. Laura metió la mano en su bolsillo trasero y sacó un peine.
—Toma, pareces una marmota que metió la pata en el enchufe de la luz —caminó hacia el mostrador y tomo la taza grande—. ¿Cuándo me ibas a decir que veías a Crystal? —sacó la bolsita de té del agua y lo tiró a la basura—. Pudiste habérmelo dicho antes.
—Yo no podía —protestó Jenny, pasando el peine sin cuidado por su pelo—. No es mi decisión decírtelo. Era decisión de Crystal.
—¿Y qué pasó hoy? ¿Te dijo que se iba a ir con sus amigos drogadictos? —Laura cruzó el cuarto y empujó la silla a un lado de Jenny—. ¿No pudiste haberla hecho cambiar de opinión?
—Laura, no puedo hablar contigo acerca de lo que ocurre en mi consultorio con ella. Tienes que aceptar que no puedes preguntarme sobre ella.
 Jenny tomó un sorbo de su té.
—Además, me conoces. Honestamente, ¿crees que no intentaría disuadir a un paciente de ponerse en una situación potencialmente peligrosa si lo supiera? —Extendiendo el brazo Jenny tomó la mano de Laura en la de ella—. Tengo que tener mucho cuidado con esto. Crystal debe tener confianza en mí y que esté segura de que mantengo a salvo sus confidencias.
—¿Quieres decir que ella no es un tema del que podamos hablar?
—Con el hecho de ser tu compañera de apartamento para mí es suficiente para aplicar mi ética profesional. De hecho no debería de pasarle consulta.
—¿Entonces por qué lo haces? —preguntó  Laura—. Me conoces a mí también, Jen. Y sabes que eres la única a la que recurro cuando necesito hablar. ¿Cómo se supone que debo censurar lo que hablo?
—¿No crees que lo pensé mucho antes de tomar esta decisión? —Jenny chasqueó la lengua—. ¿Crees que me agrada la idea de tener mucho cuidado de lo que hablo contigo? No estoy muy de acuerdo con la idea tampoco, Laura, pero tienes que comprender lo que soy.
—¿Y quién eres? No tengo la intención de sonar egoísta pero después de compartir mi alma contigo los últimos siete años, no es fácil de aceptar.
—No toda tu alma la compartiste conmigo, Laura —dijo Jenny en un tono de advertencia—. Hay una razón por la que vivimos en direcciones diferentes ahora, ¿recuerdas?
Bajando la mirada hacia su taza, Laura encontró cómo se le escapaban las palabras.
—Pensé que ya no íbamos a hablar de eso —dijo finalmente.
—Preferiría no hablar de eso esta noche tampoco. —La terapeuta admitió, acercando su mano a su boca y reduciendo drásticamente su taza de té.
—Me voy a casa, Laura. Sabes que siempre puedes hablar conmigo de tus sentimientos y de lo que piensas pero no podemos discutir sobre Crystal. No será fácil, pero así tiene que ser.
—¿Por qué te tienes que ir a tu casa? Puedes quedarte aquí. —Mirando los ojos de Jenny, ella agregó—: Realmente me gustaría mucho poder abrazarte esta noche.
—No esta noche. —Inclinándose, besó la mejilla de Laura—. Te veré este fin de semana para el juego.
Viendo a Jenny levantarse, Laura se puso de pie igualmente.
—Por favor, quédate otro poco más, prometo que no intentar hacer nada. Sólo necesito hablar.
“Vamos, Jen.”, suplicó Laura silenciosamente.
—¿Sobre qué quieres hablar?
Ahora que le había concedido el tiempo, la escritora encontró difícil revelar el problema que la había estado atormentando por casi toda la tarde.
—Yo, um… Recibí un correo del editor.
—Por como luce tu cara apuesto que no fue una buena noticia, ¿verdad?
—No realmente.
Laura se sentó de nuevo, apoyando sus codos sobre la mesa mientras su barbilla descansaba sobre sus manos. Jenny volvió a sentarse igualmente. Laura miraba el paño, decidida a tomarlo para limpiar.
—Tú sabes lo preocupada que he estado por la fecha tope de entrega, ¿no es así?
—Sí.
—La perdí.
—¿Qué hicieron?
—Movieron la fecha de impresión tres meses. Esto va a ocasionar que me termine lo último que tengo del dinero que me dejo mi papá. —Laura negó con la cabeza—. Pensé en la idea de buscarme otro trabajo, pero si hago eso no tendré tiempo para trabajar en la historia.
—No vas a trabajar cada minuto de tu día, cariño —dijo Jenny—. Voy a hacer más té. ¿Quieres otro?
—No, gracias. —Laura observó a su ex-amante caminar hacia la tetera—. Jen, ya no sé qué hacer. Me presionan para que logre terminar el libro y no soy capaz de decidir a dónde irá Alexandra después de que es rescatada del almacén.
—¿El síndrome del bloqueo de los escritores no te deja crear ideas, hm?
—Ni siquiera unas pocas —Laura suspiró—. ¿Recuerdas cuando me pasaba sentada escribiendo por horas y tú me traías café?
—Lo recuerdo. Había noches que no lograba meterte en la cama.
—Los personajes se metían en mi cabeza y no dejaba ir las ideas hasta que terminara la escena. Me sentía tan bien cuando lograba hacer eso.
—¿Y ahora?
—¿ Ahora? Ya te dije, ahora no sé qué puedo hacer con Alexandra.
—No, no te estoy preguntando como va la historia, sino como te sientes tú. —Jenny dio un paso detrás de ella y frotó su espalda—. No eres precisamente la mejor cuando hay que manejar el estrés. Estoy sorprendida de que no estés limpiando frenéticamente el apartamento.
—Lo haré en cuanto te vayas —dijo Laura, mostrando una pequeña sonrisa—. Me conoces demasiado bien, Jen.
—Contesta la pregunta.
—¿Cómo me siento por el hecho de que ellos me presionen con retrasar mi libro tres meses?
—No, ¿cómo te sientes al saber que perdiste la fecha tope? —Jenny se deslizó en su asiento—. Te conozco, ¿recuerdas?, recuerdo aquella historia en la que trabajaste por meses y la borraste del disco duro cuando te entró la frustración.
—No iba hacia ninguna parte, justo como esta historia.
—Sí estaba bien. Llevabas por lo menos tres cuartas partes de la historia terminada y al final te estresaste también. Esa misma noche vaciaste todos los gabinetes y los limpiaste todos, si mal no recuerdo.
—Esa es mi naturaleza, supongo. —Laura suspiró—. Cuando tenía una arruga la cama, papá no me permitía quitar la arruga. Él arrancaba de un tirón todas las colchas y sábanas de la cama y me hacia comenzar de nuevo.
—Hay una diferencia entre hacer la cama y tirar a la basura tres meses de duro trabajo —señaló Jenny—. Tú eres la que decidió ser escritora. No puedes culpar a nadie pero sí a ti misma por perder la fecha tope y el no poder regresar el tiempo y cambiar lo que pasó.
El silbido de la tetera hizo a Jenny ponerse de pie.
—Sabes la respuesta a tu pregunta, Laura. —Removiendo la tetera de la estufa, vertió el líquido lleno de vapor en su taza. Colocando la tetera en un quemador para que se enfriara, añadió azúcar a su taza y regresó a la mesa—. ¿Y? ¿Lo has resuelto ya?
—Juegas a la terapeuta otra vez, Jen.
—Ya sé que harás. Vas a tener un ataque de frustración y a destruir la historia, arruinando cualquier oportunidad de publicarla y hacer algo de dinero que te pueda dar cierta ventaja de obtener tiempo extra y sentarte y escribir la historia lo mejor que puedas.
—No es tan fácil. —Laura se restregó su cara. “¿Por qué comienzo estas discusiones con ella? Siempre pierdo”—. Si las ideas no surgen, no puedo forzarlas para terminar la historia.
—Entonces tal vez deberías ponerte a pensar qué te inspira para que te surjan las ideas —dijo Jenny, soplando sobre su té antes de beber un sorbo.
—Es sólo que parece que no puedo concentrarme en la historia. Alexandra parece que…, no lo sé…, se desvanece, supongo.
—¿Cómo así?
—No lo sé. Tal vez sólo sea yo. Estoy muy distraída, supongo.
Los dedos de Laura trazaban el borde de su taza.
—¿Sabes que ella se alteró cuando le dije que éramos amigas? No creo que tenga muchos amigos. ¿Cómo pudo vivir con un padre como el de ella?
—Laura, no podemos hablar sobre ese tema —dijo Jenny suavemente.
—¿Cómo alguien puede hacerle eso a sus propias hijas? —continuó Laura, ignorando la advertencia.
—No hay una buena razón, cariño, tú sabes eso. Pero yo creo que cualquier persona que haya pasado por ese horror merece todo el apoyo que se le pueda dar, ¿no lo crees?
—Lo odio, Jen. Nunca he conocido a ese hombre y lo odio por lo que le hizo a ella.
—No podemos habl... —
—No hablo de ella —dijo Laura  firmemente—. Hablo de mí, de cómo me siento.
Ella apartó con fuerza la taza, asegurándose que quedara sobre el posavasos.
—¿Cómo se supone que debo apoyarla y escucharla cuando todo lo que deseo es que algunos de los amigos militares de mi padre vayan a buscar al padre de Crystal y lo manden al infierno a golpes?
—¿Piensas que combatir la violencia con más violencia resolverá el problema?
—No juegues a ser terapeuta, Jen. No quiero saber todas las respuestas que tienen que ser correctas.
Laura empujó su silla y se puso de pie.
—Nunca las quieres saber. —Jenny colocó sobre la mesa su taza de té y palmeó la silla vacía al lado de ella—. Ven siéntate.
—No, no puedo. Tengo cosas que hacer. —Caminando hacia el fregadero, Laura abrió el gabinete inferior y saco la fregona—. Este piso está hecho un asco.
—El piso está bien y estoy segura de que ya lo has limpiado al menos una vez en las ultimas veinticuatro horas. Vamos, Laura, siéntate y habla conmigo.
—Necesito terminar esto, Jen —dijo Laura, probando la temperatura del agua con sus dedos. Una vez que estaba lo suficientemente caliente, Laura llenó la cubeta antes de agregar una gran cantidad de limpiador. Cuando regresó por la fregona, se sorprendió al encontrarse que Jenny se había levantado de la mesa y ahora estaba delante de ella.
—Bien, si ya no necesitas hablar más, entonces no necesito quedarme más tiempo. Ya es demasiado tarde. Sé que por más que lo intente no te podré hacer cambiar de opinión. ¿Hazme un favor, quieres? —Jenny la cogió y le dio un fuerte abrazo—. Deja de castigarte por haber perdido la fecha tope. —Le susurró en el oído—. No te hace ser una mala escritora o una mala persona, a pesar de lo que pienses.
—No tienes que irte.
Palmeando la espalda de Laura, Jenny contestó:
—Sí, tengo que irme. No estoy de humor como para pelear contigo, pulpo.
—Oye…
—Ni siquiera lo pienses. Te conozco demasiado bien, Laura Taylor. Si piensas que voy a creer que vas a comportarte esta noche entonces yo soy la reina de Inglaterra. —Inclinándose, Jenny le dio a su ex-amante un beso amistoso en la mejilla—. Te llamaré mañana.



Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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