Capítulo 25
—Mira
todo ese tráfico —dijo Crystal mientras tomaban la carretera que conducía hacia
la feria.
—Es
probable que sea el último sábado que este aquí y continúen su ruta, o como sea
que le llamen, hacia otro lugar. Laura presionó el botón arriba de la
direccional, enviando chorros de líquido azul sobre el parabrisas—. No puedo
creer qué polvorienta es esta carretera. Voy a tener que lavar el coche cuando
lleguemos a casa.
—Un
poco de suciedad no le hace daño a un coche. Yo dejo que la lluvia lave mi
coche por mí.
—Pues
por eso el mío tiene una brillante pintura y el tuyo esta todo descolorido
—contestó Laura, pisando el freno fuertemente cuando la camioneta de adelante
se paró de pronto—. No había ido a la feria en años. Olvidé lo problemático que
es estacionarse.
—Si
quieres olvidémoslo y vayamos a casa —ofreció Crystal, para sorpresa de Laura.
—¿Es
lo que quieres?
—No
lo sé. —Se encogió de hombros. —No me imaginaba que teníamos que esperar tanto
tiempo sólo para estacionarnos. Probablemente esté todo lleno. —Miró con anhelo
la rueda de la fortuna (noria) a lo lejos.
—Oh.
—Laura volteó su cabeza hacia la ventanilla del conductor, sonriéndose. Ella
sabía que su compañera le estaba dando la oportunidad de zafarse del
compromiso—. No, de cualquier manera ya no estamos tan lejos. Una vez que nos
estacionemos y entremos todo estará bien, estoy segura. —El tráfico avanzó
ligeramente—. Ves, ya nos estamos moviendo de nuevo.
Tomó
otros quince minutos antes de que finalmente llegaran al área del
estacionamiento. Los ojos de Laura se ensancharon al ver el cartelón que
indicaba cuatro dólares por estacionarse, pero fue Crystal la que habló.
—No
lo puedo creer. Eso es ridículo. Es tan sólo un campo polvoriento. ¿Cómo pueden
cobrar eso por estacionarse aquí?
—Porque
saben que vamos a pagarlo en lugar de conducir hasta arriba de la colina y
bajar caminando de nuevo —dijo la escritora, metiendo la mano en el bolsillo y
sacando varios billetes.
—Toma,
déjame pagar esto —dijo Crystal,
ofreciéndole un billete de cinco dólares.
—¿Qué
tal si nos lo dividimos? —sugirió Laura, sosteniendo tres dólares. Minutos más
tarde el Jeep fue estacionado debajo de la sombra de un árbol. Crystal dio un
salto fuera rápidamente, deseando fumarse un cigarrillo después del largo
paseo. Después de cerrar el Jeep y meter las llaves en su pequeña mochila,
Laura camino a su lado—. Mira, hay una enorme carpa. Tal vez haya un circo
también.
—Eso
explicaría el olor. —La rubia arrugó su nariz—. Mínimo, un pequeño zoológico.
—Tendremos
que asegurarnos de quedar opuestas contra el viento de ellos.
Caminaron
hacia la entrada, quejándose la una a la otra por el precio de admisión. Sin
querer, Laura notó que a Crystal sólo le quedaron cinco dólares después de
pagar el exorbitante precio. Pasaron por un quiosco.
—Oye,
ven acá —llamó Crystal, ya encaminándose hacia el puesto en forma de barril de
cerveza—. ¿De cuál te gusta tomar?
—Oh,
no gracias —contestó Laura—. Yo conduzco, ¿recuerdas?
—Vinimos
a divertirnos. Una cerveza no te matará. —La rubia volteó hacia el vendedor—.
Dos Millers.
—De
verdad, yo no... —Laura protestó cuando vio el líquido ámbar llenando el vaso
de plástico. El fuerte sol cayendo sobre su cabeza tampoco ayudaba mucho—.
Bueno, supongo que una no me matará.
—Oh,
por favor. —Crystal comenzó a rodar sus ojos en broma y tomó un trago de su
bebida mientras le daba la suya a Laura. Estuvieron paradas por un rato,
sorbiendo sus cervezas y volteando a mirar los diferentes juegos ante ellas.
El
juego más cercano atrapó la atención de Laura.
—Hey,
¿quieres probar en ese?
—Nunca
lo he jugado antes —dijo Crystal mientras tiraba su vaso vacío en un contenedor
de basura cercano—. ¿Cómo se juega?
—¿Ves
la pistola de agua? Debes de apuntar a la boca del payaso y eso hace que el
coche suba por ese tubo. El primero en llegar a la parte superior gana.
—Mientras ella hablaba, Laura guiaba a Crystal hacia el puesto donde estaba el
juego. Abrió su cartera y saco varios billetes—. Yo invito el primer juego.
—No
tienes que hacer eso, tengo dinero. —La stripper protestó, metiendo la mano en
el bolsillo.
—Tú
compraste la cerveza. Déjame invitar este juego, ¿ok?
Crystal
dudó por un momento antes de asentir con la cabeza y tomó asiento en el banquillo
cercano. Laura sonrió y después de limpiar el asiento con su mano, se sentó en
el banquillo al lado de ella, dándole el dinero a la encargada. La joven chica
tomó el dinero y presionó algo detrás del estante con su pie.
—Dispárenle
sólo al blanco. No inclinen la pistola. En la parte superior tienen el botón
para disparar. El que logre llegar a la cima tiene derecho a un premio. —La
chica dijo las indicaciones repetidas veces mientras pasaba a lo largo de la
fila tomando el dinero—. Cuando la campana suene, apunten al centro de la boca
del payaso. Buena suerte.
Brrringgg.
Laura
logró conseguir avanzar un poco mientras que a Crystal le tomó algunos
preciosos segundos corregir su puntería. Los coches subieron por los tubos, el
azul iba delante del rojo. Subieron alto y más alto hasta que la campana sonó
otra vez. El globo numerado arriba del coche de Laura parpadeaba rápidamente,
anunciándola como la ganadora.
—Felicidades—dijo
Crystal mientras ella regresaba su pistola de agua de nuevo a su lugar. La
joven encargada bajó y se paró enfrente de Laura.
—Escoja
cualquier cosa del estante de abajo.
El
estante más bajo contenía trolls de plástico pequeños con un arco iris de
colores de pelo.
—El
verde. —Ella se decidió. Tomó su premio y lo guardó en su pequeña mochila,
Laura caminó alejándose del juego, Crystal caminaba a la derecha de ella.
—¿Qué
te gustaría hacer ahora? —preguntó Laura, deteniéndose para terminarse la
cerveza que ya se estaba poniendo tibia.
¿Te
has paseado alguna vez en el barco pirata? —preguntó Laura, señalando el enorme
barco que se balanceaba como un péndulo.
—No.
—¿Quieres
probar?
—No
lo sé. —Crystal se encogió de hombros y miró la cabina de boletos—. ¿Cuánto
cuesta subirse allí?
Laura
enganchó su dedo bajo la pulsera plástica verde en la muñeca de la joven mujer.
—Nada.
Todos los paseos son gratis con las pulseras.
—Oh.
—Crystal se le quedó mirando al enorme barco por un momento—. ¿Tú te has subido
a eso antes?
—Hace
algunos años. Jenny y yo solíamos sentarnos hasta el final del barco. Es más
divertido de ese modo. Mira, la fila no es tan larga.
—No
he probado algo así nunca, cuando yo estaba en quinto grado lo más emocionante
que hice fue ir a un paseo al campo. —Ella continuó observando el juego
mecánico, escuchando los felices gritos de las personas que se mecían en el
largo barco, yendo en forma casi vertical antes de ir de regreso a ochenta
grados hacia la otra dirección.
—Es
realmente muy seguro. Y divertido —agregó Laura—. Te diré algo. Súbete conmigo
al barco pirata y prometo subirme a cualquier juego que tú elijas.
—¿Podemos
sentarnos a la mitad? En esa parte no toma demasiada altura.
—Si
esa es la condición para subirte conmigo, está bien.
El
barco continuaba meciéndose, aunque era más lento ahora y ya no iba a gran
altura, señalando el final del paseo. Mirando la fila, la escritora se dio
cuenta que si se apresuraban aun podrían lograr subirse en la siguiente tanda.
Extendió la mano y agarró la muñeca de Crystal.
—Venga,
será divertido. “Te obligaré a sentarte
en uno de los extremos la próxima vez”, ella pensó mientras se colocaban al
final de la fila.
Aún
estaban demasiado atrás en la fila como para alcanzar a subirse en el próximo
paseo, cuando avanzó la fila quedaron justo al frente del juego mecánico.
Quedando demasiado cerca, el sonido de los motores y los gritos de la gente era
ensordecedor, haciendo imposible una conversación.
Decidiendo que el barandal estaba demasiado
sucio para apoyarse, Laura permaneció parada y dividió su tiempo entre observar
el juego mecánico y observar a Crystal. Le costaba trabajo imaginar a la mujer
que fumaba con deseo la marihuana, que bebía cerveza como si fuera agua, o la
personalidad tan áspera y dura, con la mujer que tenia parada justo delante de
ella. De pronto, pensó algo.
Ella no ha estado en un lugar como
ésta desde que estaba en quinto grado. Ella tendría qué, ¿cerca de diez años
más o menos? Ella probablemente aún no podría probar con algo así. No me
extrañaría que se asustara. Tal vez deberíamos probar algo más fácil, como la rueda
de la fortuna (noria). Amablemente, Laura se aproximó al hombro del Crystal.
—Si
prefieres probar algo diferente y regresar más tarde a este juego, está bien.
—No,
ya nos va a tocar en el siguiente turno. Mientras no me hagas sentar hasta el
extremo del barco, creo que estaré bien.
A
pesar de su aparente valentía, las palabras de Crystal sonaban nerviosas. Sin
pensarlo, Laura dio suavemente unas palmadas en la espalda de su compañera.
—Estaré
justo a un lado de ti. Prometo que será divertido.
El
paseo se terminó y las personas regresaron. Después de una rápida inspección a
los asientos y las barras de seguridad, el asistente tiró su cigarrillo al
suelo y abrió la puerta de entrada.
—Aseguren
bien sus pertenencias que traigan sueltas. Conserven sus manos y sus piernas
dentro del barco todo el tiempo.
La línea se movió hacia adelante y las
escaleras se acomodaron en la zona de abordar. Laura siguió a Crystal hasta el
asiento más cercano justo en el centro del barco, fueron empujadas por los
adolescentes que intentaban llegar a los codiciados asientos traseros. Crystal
se metió primero, moviéndose hacia un lado del acolchonado asiento para hacer
un campo a Laura.
—No
hay cinturones de seguridad —señaló nerviosa la rubia.
—No
se necesitan. —Laura señaló la barra de metal que estaba actualmente en posición
levantada—. Antes de que el paseo comience bajarán la barra. Eso será
suficiente para mantenernos en nuestros asientos.
Crystal
estiró su brazo y tocó el grueso cojincillo negro que rodeaba la barra de seguridad.
—No
estoy segura.
Laura
se acercó aún más, sus caderas estaban casi tocándose.
—Confía
en mí, esto será divertido.
—No
soy una miedosa —dijo ella, cerrando el botón del bolsillo de su blusa para
mantener los cigarrillos en su sitio—. Cuando era pequeña me subí al scrambler
y a la montaña rusa. Fue muy divertido.
—Bien
ahora solo piensa lo divertido que será este gran paseo —argumentó la
escritora. Una serie de sonoros ruidos se escucharon cuando las barras de
seguridad fueron bajadas a su lugar—. Ah, aquí vamos. Es casi la hora.
—Oye,
aún puedo moverme detrás de esta barra —dijo Crystal—. No me sujeta lo
suficiente.
—Se
supone que así debe de ser—. Laura alcanzó y palmeó su mano agarrada
fuertemente alrededor de la barra acolchada—. Disfrútalo Crystal. Confía en mí,
¿ok?
—Confió
en ti. En lo que no confió es en esto.
Pero
ya era muy tarde para las protestas pues el barco entró en movimiento.
—Aquí
vamos —dijo Laura casualmente apoyando sus muñecas sobre la barra de seguridad.
El largo barco estaba suspendido por grandes vigas que servían de soporte a los
extremos.
—Oh,
Dios —dijo Crystal mientras el barco empezaba a ganar velocidad, atrás y hacia
delante, incrementando el movimiento gradualmente. El viento movía su pelo para
atrás y de regreso, momentáneamente, tapándole a Laura la vista de la cara de
su amiga.
—Espera,
va a ir más alto —le dijo con una sonrisa. En la siguiente mecida, el largo
barco subió aun más alto, causándoles cosquilleos en sus estómagos. Crystal rió
nerviosamente ante la nueva sensación, una sonrisa se estaba formando en su
cara.
—Esto
se siente chistoso.
—Yeah.
—Laura estuvo de acuerdo—. Levantemos nuestros brazos cuando vaya de bajada.
—Por
nada en la vida —dijo firmemente la joven mujer, intensificando su agarre en la
barra de seguridad.
Wuss.
La
escritora levantó sus brazos al igual que muchos otros.
—¡Wheeee!
—gritó mientras descendían, bajándolos cuando iban en ascenso—. Venga, levanta
los brazos, es divertido.
—Uh
huh —dijo Crystal dudosamente, rehusándose a soltar su agarre. Pero todavía una
sonrisa estaba en su cara mientras se mecían de ida y de regreso. El barco
tomaba una posición casi vertical antes de regresar abajo.
—¡Whee!
—Gritaron al unísono. Uno de los adolescentes que había peleado por ganar un
asiento en la parte trasera se le olvidó seguir las instrucciones del asistente
de conservar sus pertenencias seguras. Su gorra azul de béisbol salió volando,
revoloteando hasta el suelo. Crystal se rió de él ante el frenético intento de
querer atraparla y por la emoción de la gran velocidad del paseo. Demasiado
pronto para el gusto de Laura, el juego mecánico fue desacelerando, el vaivén
disminuyó, y pronto se encontraron quedándose quietas en espera de que la barra
de seguridad se levantara. Las compañeras se separaron por un instante mientras
salían del juego mecánico, reuniéndose nuevamente al bajar. Las primeras
palabras que salieron de la boca de Crystal fueron:
—Eso
fue divertido. ¿Lo podemos hacer nuevamente?
Laura
no pudo contener su risa.
—Te
dije que lo disfrutarías una vez que lo probaras.
—Oh,
cielos, no puedo creer lo rápido que va esa cosa —dijo Crystal, usando sus
dedos para colocar el pelo detrás de su oreja—. Es una suerte que no hayamos
comido nada aun.
—El
barco pirata es un peligro para el estómago. —Laura estuvo de acuerdo,
colocando su pelo en su lugar de manera similar—. Pero así es más divertido.
—Oh,
sí. Hagámoslo nuevamente.
La
vacilación inicial de ya tener veinticinco años de edad se esfumó, reemplazada
por un entusiasmo casi adolescente. Fueron de nuevo hacia el juego mecánico,
esta vez Laura duró un rato convenciéndola de sentarse un par de asientos más
hacia el extremo. Crystal todavía conservó sus manos en la barra de seguridad
pero eso no impidió que disfrutara del paseo.
Después de que decidieron pasar algo de tiempo
caminando, iban mirando los diferentes juegos mecánicos y algunos de
habilidades.
—Ese
se ve bastante fácil —dijo Crystal—. Todo lo que tienes que hacer es derribar
las botellas con una pelota de béisbol.
—El
truco es que tienes que derribarlos completamente para poder ganar. —“Aunque, eso aun parece bastante fácil”,
pensó Laura. “Un dólar por lanzar. Pues
bien, supongo que no se pierde nada con intentar”—. ¿Quieres intentar un
lanzamiento?
—¿Yo?
Diablos, no. —La joven mujer se burló—. No podría pegarle ni a un enorme árbol.
Tú eres la experta en lanzamientos.
Laura
ya estaba abriendo el cierre de su mochila en busca de algunos billetes. Una
botella fue apilada encima de otras dos y le entregaron una pelota. Ella puso
atención a las instrucciones y levantó la pelota con su mano izquierda. Su
primer lanzamiento fue alto, derribando la botella de arriba pero dejando las
otras dos en su posición. Inmediatamente Laura sacó otro billete. Puedo hacer
esto. Las botellas fueron colocadas de nuevo.
—Venga,
Laura. Tú puedes hacerlo. —Crystal la animaba. El siguiente lanzamiento golpeó
las botellas pero sólo dos rodaron al suelo. Los siguientes dos lanzamientos
resultaron ser igualmente infructíferos, pero en el quinto saltó con deleite cuando
las tres botellas cayeron al suelo.
—Escoge,
lo que sea del último estante —dijo el asistente.
—Escógelo
tú —dijo Laura a su compañera.
—No,
tú eres quien lo ganó.
—En
serio. Tú escógelo.
—Ok...
—Crystal miró los diversos rechonchos osos—. El rojo.
Medía
casi treinta centímetros de altura, demasiado grande como para meterlo en la
mochila de Laura.
—Lo
cargare por ti —ofreció Crystal.
—¿Cargarlo
por mí? No, Crystal. Es tuyo. Tú lo escogiste.
—¿Estás
segura?
—Segura.
—Ella extendió la mano y tomó el oso, comprobando que las costuras no
estuvieran rotas como tantos de los juguetes que había ganado en otras ferias.
Satisfecha de que no estuviera defectuoso, ella se lo devolvió a Crystal—.
Tendrás que ganar algo para mi más tarde.
Capítulo 26
—Te diré qué. Compraré esta ronda y tú escoge el siguiente juego. —“Una cerveza más no me hará daño. Vamos a andar por aquí por algunas horas más todavía”. Caminaron hacia la carreta de cerveza—. ¿De cuál quieres?
—Miller, si tienen.
—¿Fue de la que tomamos la última vez?
—Sí.
—Esa está bien. —Laura volteó hacia el hombre—. Dos Millers.
Continuaron caminando, pasando por el puesto de algodones de azúcar y el de palomitas de maíz. El sol ya comenzaba a ponerse enviando resplandores con una variedad de colores.
—¡Oh, mira eso! —dijo Crystal emocionada, señalando hacia una carpa donde se jugaban juegos de mesa—. Apuesto a que tienen el juego de blackjack.
—¿Tienen juegos de azar en una feria?
—Si, mira. Hay un juego de dados. Vamos a mirar.
A Laura no le quedó más remedio que seguir a Crystal, rápidamente cruzó la distancia y entró a la carpa. Ciertamente el lugar era un mini casino, con blackjack, póker, dados y diversos juegos de azar. Crystal colocó su cerveza en la mesa cubierta de fieltro y jalo una silla.
—Soy muy buena en el blackjack —dijo. Laura observó cómo sacaba dos dólares de su bolsillo y los colocaba sobre la mesa—. Estoy dentro —dijo Crystal al repartidor. Él vestía de una manera típica: camisa blanca con chaleco negro, una visera plástica verde en su cabeza. Él inclinó la cabeza y miró a Laura interrogativamente.
Dándose cuenta de que ella tendría que jugar para poder permanecer sentada a un lado de Crystal, Laura sacó dos dólares y de igual manera los colocó sobre la mesa. Se recargó lentamente y le dijo a su compañera:
—Vas a tener que ayudarme con esto.
—No hay problema —dijo Crystal, tomando su cerveza—. Patty y yo solíamos jugar este juego todo el tiempo.
El repartidor rápidamente distribuyó la baraja dando a Crystal dos Jacks y a Laura un siete y un cuatro. El repartidor mostró un siete, la otra carta estaba boca abajo sobre el tapete.
—Oh —dijo la rubia emocionada—. Dobla la apuesta.
—¿Qué?
—Pon dos dólares más. Tienes la oportunidad de que la otra carta sea un cuatro y ganaras.
—Y si no, habré perdido cuatro dólares.
—Ganarás, confía en mí. —Crystal miró al repartidor —. Me quedaré.
Una hora más tarde la necesidad de otra cerveza y de relajarse hizo decidir a Crystal que era suficiente. Laura también compró otra cerveza.
—¿Y cuánto lograste ganar? —Le preguntó señalando hacia la carpa de juegos.
—Gané casi cuarenta dólares. —Crystal le dijo felizmente, palmeándose el bolsillo del lado derecho.
—Creo que yo sólo me gané como treinta dólares. No lo hice tan bien como tú. —Ya había oscurecido afuera, las luces de la feria iluminaban todo alrededor—. Me está dando hambre. ¿Crees que vendan algo de comida saludable por aquí?
—No, a menos que consideres un perro caliente saludable —bromeó Crystal, señalando hacia varios puestos de comida, donde varias mesas estaban colocadas en semicírculo—. Veamos que encontramos para comer.
Laura no confiaba en nada que llevara mayonesa después de un día bastante caluroso y tampoco en cualquier cosa que estuviera freída en aceite. Crystal felizmente ordenó para ella un queso hamburguesa y papas fritas junto con otra cerveza. Esperando que no fuera demasiado grasosa, la escritora se decidió por una rebanada de pizza y una botella de agua. Siguió a su compañera hacia una mesa plástica blanca.
—Espera —dijo, colocando su plato y su agua en una mesa cercana—. Déjame darle una limpiada a esto.
—Ah, tan solo son algunas migajas —dijo Crystal, limpiando con la mano su lado.
—Hay salsa de tomate y algo pegajoso también —dijo Laura, usando un chorrito de su agua para humedecer una servilleta—, sólo tomará un minuto. —Laura le pasó una servilleta a toda la parte superior y a los lados de la mesa antes de mover su silla y darle una buena limpiada también. Crystal ya se había sentado y ya iba a la mitad de su hamburguesa cuándo Laura decidió que ya estaba lo suficientemente limpio para poner su comida.
—Te preocupas de las cosas más de lo debido. —Crystal se quejó con cierta naturalidad—. Un asiento sucio no te matará. ¿Qué vas a hacer cuando te den ganas de ir? Aquí solo hay baños portátiles ¿Te pondrás en cuclillas?
—Definitivamente. —Laura se estremeció visiblemente ante el pensamiento de tener que usar un baño maloliente. Ella limpió con una servilleta la parte superior de su queso, absorbiendo el aceite excedente—. ¿Cómo esta la hamburguesa?
—Buena. Deberías probar las papas fritas con chile. Es algo fuera de este mundo. —La sonrisa que había estado presente a lo largo de toda la tarde aún estaba allí entre mordiscos.
Laura se sonrió y subió la rebanada a sus labios. No tenía la menor duda de que Crystal estaba teniendo una de las mejores noches de su vida en mucho tiempo, si es que alguna vez había tenido alguna. Aun el haber tenido que respirar el humo del cigarrillo mientras jugaba blackjack valió la pena. Pensando sobre el dinero en su cartera, sonrió dándose cuenta que ella también se había divertido mucho, más de lo usual. El entusiasmo de Crystal la contagiaba completamente, explicando porque se pasó cerca de una hora apostando en los juegos de azar, algo que su padre bautista habría visto como un pecado y que era estrictamente prohibido. Lo más cercano que recordaba es haber jugado por patatas fritas con Jenny y los chicos.
—Hey, ¿estás escuchándome? —preguntó Crystal, chasqueando sus dedos ante la divagación de Laura.
—Oh, lo siento.
—Dije que deberías probar las papas fritas con chile. —Ella empujó el plato hacia el otro lado de la mesa—. Venga, vive peligrosamente.
—No, de verdad. No creo…
—Yo tampoco creí que podría subirme a ese barco pirata pero lo hice. Una papa enchilada no te matará.
—Ok, es lo justo. —Laura encajó el tenedor en una papa con chile y comió un bocado—. Oh, esto está picante. —Ella habló entre dientes, con la comida en la boca, mientras alcanzaba el agua.
—Yeah, eso es lo que lo hace tan bueno —dijo Crystal—. La cerveza surte mejor efecto que el agua.
—Prefiero el agua, gracias —contestó, reduciendo drásticamente media botella en un intento para enfriar el infierno que estaba sintiendo en su lengua—. ¿Y, qué quieres hacer después de esto?
—Podemos volver a la carpa de los juegos. —Crystal se reclinó en su silla, descansando su tobillo en su rodilla opuesta—. ¿No tendrás un broche para el pelo entre tus cosas? —preguntó, señalando la mochila.
—No, pero creo que lo vi por alguna parte. —Ella se incorporó y miró alrededor—. Creo que vi uno entre los premios de las máquinas con manivela.
—¿En serio? —Crystal pasó sus dedos por su pelo que le llegaba casi al hombro y lo sacudió un poco—. Debería haber traído uno.
—Esos juegos son un desperdicio de dinero. Se requiere un milagro para ganar.
—Pues bien, tengo algunas monedas, estoy dispuesta a hacer el intento si eso significa conservar mi pelo fuera de la parte trasera de mi cuello.
Laura le pasó una servilleta.
—Mejor asegúrate de mantener esa herida limpia.
—Gracias. No me ha estado doliendo y me olvidé por completo.
“No has tenido tiempo de pensar en esas cosas malas hoy, ¿no es así?” , pensó Laura.
—¡Oh! —Ella abrió su mochila—. ¿Sabes que… tengo...? —Moviendo las cosas, finalmente localizó lo que andaba buscando—. Aquí está. —Ella sacó una banda elástica negra y la sostuvo en lo alto para que Crystal la viera—. No estaba pensando cuando me preguntaste por un broche para el pelo. He tenido esta diadema conmigo todo el tiempo.
La rubia agarró rápidamente la diadema.
—Sí, es perfecta.
—¿Necesitas ayuda?
—No, está bien. Lo puedo hacer. —Retorciendo la banda por la mitad, Crystal recogió su pelo y lo sujetó en una pequeña cola de caballo, dejando el aire refrescante pasar por la parte trasera de su cuello—. Oh, eso está mucho mejor. —Ella redujo drásticamente su cerveza y colocó el vaso vacío sobre su plato—. ¿Estás lista?
—¿Lista para qué? Aún no me dices qué es lo que quieres hacer y ni se te ocurra en sugerir ir a la carpa de juegos otra vez.
—Está bien, ¿qué tal otro paseo?
—Seguro. —Laura se levanto y recogió la basura de la mesa—. ¿A cuál?
—¿Qué tal las tazas de té? A menos que te maree dar vueltas.
—¿Yo? Eres tú quién me preocupa. No quiero ver esa queso hamburguesa otra vez.
—Oh, por favor. —Crystal rió con fuerza—. Después de todo este vicio de la bebida, no creo que un inocente juego para niños o algo como las tazas de té debería preocuparme.
—No lo sé. Te he visto después de una de esas parrandas, ¿recuerdas? Laura le sonrió a Crystal mientras esta cubría su cara con sus manos—. No te preocupes por eso. Estoy segura de que estarás bien.
El juego mecánico de tazas de té era un grupo de doce tazas con ruedas. En la mitad de las tazas de té estaba una rueda que los pasajeros podían usar para hacerse girar ellos mismos. No había una fila tan larga para este juego, dándoles la oportunidad de tomar una taza sólo para ellas dos. Sentándose una enfrente de la otra, esperaron impacientemente para que el paseo comenzara. Crystal colocó al robusto oso rojo entre ella y el asiento, esperando que no saliera volando una vez que el paseo comenzara.
—Sabes… —dijo Laura—. Si ambas comenzamos a tirar fuertemente de la rueda, apuesto a que podemos empezar a dar vueltas.
—Si tú giras, yo giro —contestó Crystal, situando en lo alto de la rueda sus manos. Al estar frente a frente, Laura tuvo que recorrer un poco los brazos de su compañera para poder colocar sus manos—, ¿la giramos al sentido de las manecillas del reloj o al contrario?
—Contrarreloj.
—Ok.
Empezó despacio y requirió un poco de esfuerzo pero pronto mantuvieron un constante ritmo y la taza de té comenzó a dar vueltas en círculos, haciendo que todo se viera como manchas de luz y color. Con un movimiento fuerte el juego comenzó a girar. La velocidad que ellas fueron capaces de generar no era para nada igual de veloz que el mismo juego. En menos de un minuto estaban girando en círculos, la fuerza provocó a Cristal perder el agarre de la rueda. Se dejó recargar contra el cabecero acolchonado y rió nerviosamente. Laura dejó de girar la rueda y se relajó igualmente, cerrando los ojos y sintiendo el movimiento giratorio con todo su cuerpo.
—Esto es tan bueno como la marihuana —dijo Cristal sin pensar—. Quiero decir..., bueno...
Con los ojos aun cerrados, Laura sonrió.
—Sé lo que quieres decir.
—Es divertido de esta manera también, sólo que es diferente.
—Estoy segura que lo es —dijo Laura, abriendo los ojos y tratando de alcanzar la rueda—. Veamos si podemos hacer que gire más rápido.
Poniendo sus manos en posición, siguió la velocidad actual mientras esperaba que Crystal le ayudara. Juntas comenzaron a deslizar la rueda entre los dedos hasta que el juego comenzó a bajar la velocidad. Trabajando hombro a hombro como un equipo, sacudieron con fuerza la rueda, enviando la taza de té en otro giro acelerado. Sus manos constantemente se enmarañaban, causándoles un ataque de risa. Ambas sonreían y reían nerviosamente como si fueran colegialas, no había necesidad de hablar y pedir explicaciones.
—Más rápido —animó Laura.
—¡Sí, más rápido! —Crystal estuvo de acuerdo, adquiriendo gran velocidad por sus tirones a la rueda. En un momento ambas tuvieron que reclinarse y cerrar sus ojos, el paseo y su propia velocidad hacía que todo girara con una increíble intensidad.
—Oh, cielos, esto podría ser demasiado rápido —gimió Crystal, apoyando su mano sobre su estomago.
“Oh no, no te atrevas a vomitar ahora”. Deslizándose a través del asiento, Laura se colocó al lado de ella.
—¿Te duele o sientes nauseas?
—Duele.
—Tengo una idea. Colocándose entre Crystal y el asiento, ella usó sus dedos para golpear rítmicamente la espalda de la joven mujer.
—Intenta eructar.
Un giro rápido la envió con fuerza contra el asiento pero eso resolvió el problema. Crystal dejó salir un eructo bastante impropio para una dama.
—Lo siento.
—Está bien. Es probablemente por toda esa cerveza. —Sintiendo que el juego bajaba la velocidad, Laura se deslizó de regreso hacia su lado del asiento.
—Hablando de necesidades —dijo Crystal, enderezándose en su asiento—. Será mejor que busquemos los baños después de esto.
—Buena idea. —Laura estuvo de acuerdo, sintiendo su propia vejiga protestar.
Cuando el juego paró, ella cortésmente sujetó la rueda con sus manos para evitar que la taza se moviera mientras Crystal recogía el rechoncho oso y salía fuera. El asistente sostuvo la taza por Laura, mirando libremente de arriba abajo su cuerpo. Tuvo la gran tentación de hacerle un comentario al grasiento asistente, pero decidió no hacerlo, esperando alejarse lo más pronto posible del cuerpo maloliente.
Crystal la estaba esperando fuera del área del juego.
—Creo que están por aquí —dijo ella, refiriéndose a los inodoros portátiles. Caminaron más allá de los juegos y cabinas de juegos, topándose con una pequeña pendiente donde se observaban las siluetas de los inodoros. Mientras se acercaban, el sonido de hombres riendo llegó hasta ellas. Laura echó una mirada y vio los contornos oscuros de tiendas de campaña y los campamentos de los trabajadores de la feria. Tal vez fue el clima o el miedo lo que hizo a Crystal moverse más cerca de ella, Laura no lo sabía con seguridad.
—Um, ¿quieres que nos turnemos y nos hagamos guardia una a la otra? —preguntó.
—Oh, sí, eso sería una buena idea —contestó Crystal quedamente, con sus ojos mirando hacia la oscuridad por cualquier movimiento. Decidiendo que la segunda suposición era la razón de su repentino acercamiento, Laura estaba contenta de que su amiga aceptara su oferta. Después de percibir el olor a marihuana y de otra cosa que no podía identificar, Laura estaba segura de que ella tampoco quería quedarse sola.
La ida a los inodoros afortunadamente pasó sin incidentes, ambas mujeres hicieron lo que tenían que hacer y rápidamente regresaron al corazón de la feria. Poco antes de que llegaran al centro de ésta, Crystal levantó su brazo y colocó su mano en el antebrazo de Laura, deteniéndola.
—Um... —titubeó la rubia.
Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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autor.

ohhhhhhhhhh ahi te kedasssssssssss q mala xd
ResponderEliminarMe encanta tu historia
Yfza
Peru
Hola, chicas. aunque la escritora es BL Miller y la traductora es Alesita, y yo sólo la corregí para que se publicara aquí, me da mucho gusto saber que la leen y les gusta. Sus comentarios son una recompensa al esfuerzo ealizado. Gracias. Saludos de Abriles.
ResponderEliminarhey abriles mil gracias por corregirla sta hermosa esta historia y ojala y la publiquen completa.
Eliminarlau
De nada, Lau. :) Sí, la historia aquí está completa y La teta Feliz ya tiene todos los capítulos listos para publicarlos. Saludos de Abriles :)
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