Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Jazz - Joana


¡Joder! Últimamente que vieja me siento parece que solo viviera de recuerdos, son tantos acumulados en el trastero, a veces quisiera olvidar todo lo vivido y empezar en blanco, para volver a pintar el lienzo de mi vida, mi lienzo está tan retocado, tan reestructurado, tan re-pincelado que hay zonas que tienen tres y cuatro capas, espacios en blanco, no sé si quede alguno aunque prefiero pensar que si y nunca he sentido la necesidad de enmarcarlo. 

Cuando soy capaz de alejarme de él un poco y mirarlo sin juzgar, es cuando entiendo que no quiero cambiar nada de mi vida, todo está en su espacio y tiempo. De pronto, reparo en ese rinconcito del cuadro que ni se nota, pero que al enfocar de lejos te das cuenta que da al conjunto un brillo especial, conservando toda la calidez y belleza del momento, no tiene ningún retoque  cosa que me encanta. Trato de analizar esos detalles, matices, tonalidades que están grabados en lo más profundo de mi ser pero con el paso de la vida y con el peso de lo cotidiano están demasiado sumergidos, demasiado escondidos para reparar en ellos, en cambio la esencia que permanece en mi al mirar ese retazo de mi vida, aún me llena el cuerpo de burbujas explotando todas al mismo tiempo.

     Decido escribir aquella experiencia, quiero volver a revivirla y rebuscando en el trastero voy desprendiendo de las profundidades todo ese mar de  vivencias compartidas en aquel cortito espacio de tiempo pero tan intenso….

     Si no recuerdo mal era uno de esos días en que recién empezaba la segunda veintena de mi vida y me encontraba en una etapa de lo más caótica, recién había finalizado el segundo año universitario que resultó ser un desastre y ese mismo año también había vivido mi primera relación con una mujer y mi primer desengaño amoroso, mis recursos económicos eran muy escasos, necesitaba trabajar ese verano, pero de momento no había encontrado nada y mientras me hallaba cavilando sobre todo ello me llamó mi amiga Manuela para decirme que habíamos sido admitidas a un campamento al que nos habíamos apuntado hacía un par de meses como monitoras, la verdad no había vuelto a recordarlo, aunque si cumplíamos con los requisitos di por sentado que no nos admitirían por la demanda que había, me parecía fantástico que nos hubieran aceptado. Serían unos diez días en la sierra, con un montón de niños a los que tener entretenidos todo el día.
Así que a la sierra nos fuimos Manuela, yo y nuestros bártulos.
Nos recogió un autobús en un pueblito al que nos llevó un amigo en su coche, cuando logramos soltar las mochilas en el portamaletas del bus subimos, nos esperaba un monitor al que conocimos  cuando hicimos la inscripción, nos fue presentando a las demás monitores que trabajarían en el campamento  también, en total éramos unos quince. Mientras el monitor nos presentaba sentía una mirada fija, la notaba, la veía por el rabillo del ojo pero no me atreví a mirar directamente, no pudimos terminar la presentación porque el bus se puso en marcha y tuvimos que sentarnos precipitadamente para no caer, así que de momento me quedé con la incógnita de saber quien era la persona que logró ponerme nerviosa con su mirada, agradecí poder sentarme.
Llegamos a destino al atardecer, era un lugar precioso, el sol  parecía jugar con los árboles creando miles de sombras y luces que convertían a aquel paraje  en mágico, había una  gran casa  blanca y detrás caminando por un sendero había dos casitas de madera, cada una constaba de una habitación con cuatro literas, dos armarios de cuatro taquillas y un baño, las cabañas serían nuestro lugar de descanso. Soltamos las mochilas y demás y volvimos a la casa principal y entramos en una gran biblioteca, donde nos sentamos y nos explicaron las bases del campamento, horarios, etc. Los niños llegarían en dos días, así que el día siguiente consistiría principalmente en programar las actividades. Después de la reunión cada uno podía disponer de un rato como quisiera, hasta las nueve y media que sería la cena. Manuela y yo nos dirigimos hacia las cabañas, queríamos deshacer la mochila y darnos una ducha antes que llegaran los demás, fui la primera en darme una ducha rápida, al salir del baño con la toalla alrededor de mi cuerpo dispuesta a vestirme llegaron dos chicas y un chico riendo y haciéndose bromas.
Nos saludamos y entonces nos presentamos pues en el bus no hubo tiempo.
Una de las chicas dijo llamarse Mar, el chico Luis, y la otra chica Jazz. En cuanto Jazz y yo nos miramos supe que era ella la que me torturó en el bus con su mirada y volvía a conseguirlo, me miraba con tal intensidad que parecía muy fácil perderse en la claridad de sus ojos, miró la toalla que llevaba puesta y luego volvió a mis ojos, me dejó tan hipnotizada que casi la dejo caer, y todavía sin reaccionar, ella dijo:

  -   ¿Supongo que os quedareis en esta cabaña?

Manuela contestó: Si, supones bien.

Jazz: Pues si os parece bien Mar y Luis, nos podemos quedar nosotros también  en esta.

Mar: Por mi genial.

Luis: Por mi también.

Jazz: ¿Y a vosotras os parece bien?

Manuela: ¡Perfecto!

Jazz me miró sonriendo esperando alguna contestación por mi parte pero yo estaba tan atontada mirándola, sus gestos, su seguridad, creo que me gustaba observarla, por fin reaccioné:
  -   ¡Si, claro!

Me puse tan nerviosa, no podía entender que una persona a la que recién  conocía pudiera tener un efecto tan fulminante en mí, me miraba y yo me quedaba paralizada, decidí vestirme antes que volviera a mirarme, por si acaso.

Mientras me vestía la oía y veía charlar con los demás con su carita risueña, con esas pecas en la nariz y en los pómulos que le daban un aire travieso, esos ojos color canela y su pelo castaño claro alborotado. Me sacaron de mi ensimismamiento un chico y una chica, Jorge y Laura que serían los últimos en completar la vivienda. Entre duchas, presentaciones y guardar las cosas en la taquilla, llegó la hora de cenar, fuimos al comedor que se encontraba en la casa principal, cenamos y luego sentados en el porche, viendo un cielo increíblemente estrellado, charlamos, bromeamos, reímos… me sentía genial y fui a caminar pero casi no se veía nada así que no me alejé mucho, me senté con la espalda pegada al tronco de un roble majestuoso y cuando empezaba a controlar mis respiraciones, a sentir la brisa del aire, el aroma de la naturaleza, apareció ella,

Jazz: -   ¿Interrumpo?

 -   ¡No, claro!

Pero si, acababa de interrumpir mi tranquilidad, el control de mis respiraciones se había ido al carajo, el corazón  se me aceleró sin apenas darme cuenta y yo cada vez más enfadada conmigo por ser tan idiota.

Se sentó a mi lado y me preguntó:
  -   ¿Qué haces o mejor dicho en que piensas?

  -   Intento no pensar en nada, disfrutar del lugar y de lo que provoca en mis sentidos.

  -   Me gusta, ¿puedo quedarme aquí contigo?

  -   Si quieres.
Nos quedamos calladas, intenté concentrarme y no pensar en nada pero solo podía ser consciente de que ella estaba a mi lado, opté por disfrutar del placer que me causaba su presencia.
Al rato de estar allí sin decir nada, escuchando miles de sonidos que surgían de la noche, ella me acarició el brazo y dijo:

  -    Y esto ¿qué provoca en tus sentidos?

Se me erizó la piel, sentí enrojecerme, mi estómago se contrajo y cambié de tema:

  -   ¿Jazz es tu nombre real o es un apodo o un diminutivo?
Ya me vale, pero que debía hacer, decirle lo que provocaba en mis sentidos, no quería que todo fuera tan rápido, acababa de conocerla, ella iba tan lanzada, pero yo necesitaba mi tiempo.

  -   Jazz es mi nombre, a mi madre le gusta mucho el jazz, a todas horas lo escucha y por eso me puso Jazz.

  -   Pues menos mal que le gusta el jazz y no la milonga o el flamenco.

  -   Ja, ja, ja. Lo que te acabo de contar es broma en realidad a la que le gusta el jazz es a mi.

  -    ¿Y por eso te haces llamar Jazz?

 -    Bueno, no exactamente por eso, pero también es una razón.

  -   ¿Y cuál es la verdadera razón?

-   Está bien te lo cuento pero que quede entre tu y yo. En realidad me llamo Jazmín, mis padres son un poco cursis y si supieras la razón por lo que me lo pusieron, flipas, así que decidí cambiar “mín” por una z y ahora soy Jazz, por si estás pensando llamarme Jazmín ni se te ocurra porque puedo hacer alguna tontería.

 -   Ja, ja, ja,  ¿Cómo cual Jazmín?

 -   ¿Cómo hacerte cosquillas?

No acababa de decirlo y ya la tenía prácticamente encima moviendo sus dedos en mi cintura, no podía parar de  reír y de agitarme como una loca, no las soportaba. Cuando logramos calmarnos después de las risas y las cosquillas nos fuimos hacia las cabañas. Allí estaban todos decidiendo las camas donde iban a dormir, después de ir al baño escogí una de las de arriba, cuando me quise dar cuenta Jazz estaba tumbada en la cama de abajo de la misma litera, para terminar la noche Luis que traía un radiocasete  puso una canción de Alaska a toda caña, A quien le importa lo que yo haga… a quien le importa lo que yo diga… yo soy así y así seguiré nunca cambiaré….

Todos nos pusimos a bailar, a cantar como locos y a tirarnos cojines hasta que terminó la canción, luego me tumbé y creo que perdí el mundo de vista en cuestión de segundos.



    Amaneció y no tardé mucho en levantarme, al bajar de la litera ahí estaba Jazz durmiendo en la cama de abajo, estaba preciosa dormida, me quedé mirándola un ratito y cuando más embobada estaba, ella abrió los ojos y me sonrió casi me caigo de la escalera.

  -   Buenos días, ¿Me estás mirando? dijo ella

  -   Buenos días, si te estoy mirando, dije yo.

  -   ¿Y en qué piensas mientras me miras? ¿Te gusta lo que ves?

  -   Te importa si voy al baño, me urge.

  -   Quién lo hubiera dicho hace un momento.

Llegué al baño con toda la dignidad que pude, ¿Cómo podía hacerme estremecer y a la vez enrojecerme de esa manera?
Pasamos el día muy atareados,  después de desayunar fuimos a dar una vuelta por los alrededores para conocer el lugar, era tan bello, disfrutaba estando  allí. A un lado de nuestras viviendas había una cuesta y  a unos treinta metros se encontraba una planicie enorme con unos robles impresionantes, a un lado se hallaban unas instalaciones de baños y duchas, allí acamparían los niños, programamos y desarrollamos todas las actividades que se realizarían en los días sucesivos, se acordó hacer equipos de dos monitores que se eligieron aleatoriamente y cada equipo se encargaría de unos doce niños. Me tocó con Jorge.
Durante el día Jazz y yo intercambiamos algunas miradas, algunos roces y algunas ideas de trabajo, no hubo tiempo de más pero al llegar la noche, después de cenar, salimos  y nos sentamos debajo de unos árboles donde había unas sillas y mesas, estuvimos hablando de nuestras vidas, proyectos,…  Ella era dos años mayor, había terminado magisterio y estaba preparando oposiciones, conectamos, teníamos un montón de afinidades y lo mejor de todo es que me encantaba estar con ella y estaba convencida que ella también disfrutaba conmigo, se le veía en la cara, caminamos un poco hasta llegar a las cabañas, los demás estaban organizando un poco de fiesta, alguien había traído cervezas, se celebraba nuestro último día de libertad, mañana llegarían los niños y se acabaría la calma. Pasamos una noche divertidísima, bailamos, reímos, cantamos, bebimos, era fantástico lo bien que lo llevábamos entre todos.

Cuando mi cuerpo ya dijo basta, además sabiendo que al día siguiente nos esperaba un duro día, me fui a dormir, algunos ya lo habían hecho y otros aún conversaban. Me acosté y al poquito sentí que alguien subía a mi litera y se colaba entre mis sábanas y mientras se acercaba a mi espalda me decía muy suavemente cerca de mi oído:
  -   Soy Jazz y quiero dormir contigo.

Sabía que era ella, sentí un chispazo que recorrió todo mi cuerpo, apuntito estuve de girarme pero preferí no hacerlo, en cambio me acurruqué en su pecho, ella me abrazó, nos cogimos las manos y  así nos quedamos dormidas.

Sonó el despertador, no me lo podía creer sentía que nos acabábamos de acostar, tenía el cuerpo hecho añicos y aún no había empezado el día, sentirla a ella al lado me dio tanta alegría, que me cargué las pilas en un instante, Jazz no parecía que quisiera despertar pero cuando iba a levantarme me agarró de la cintura y me acercó a ella y me dijo:
  -   Me encantó dormir contigo.

Me besó en la mejilla y se levantó ella primero, dejándome allí en la cama paralizada.

Ese día llegaban los niños sobre las doce, teníamos un par de horas antes de que llegaran así que desayunamos y caminamos por aquellos lugares estudiando y descubriendo la variedad de plantas que conformaban el lugar, cuando volvimos nos sentamos todos debajo de los árboles, delante de la casa, Jazz y yo fuimos a por unos libros de plantas que estaban en la biblioteca y justamente los que necesitábamos estaban en la parte alta de la estantería, colocamos una silla, ella se subió, agarró los libros y me los pasó, mientras los dejaba encima de la mesa que estaba a mi lado, Jazz bajo de la silla, se colocó delante  de mí y me acorraló entre la mesa y ella, nos contemplábamos sin pestañear, nuestras miradas se intensificaban por segundos, acercó sus labios a los míos, nos besamos, el beso empezó siendo muy suave y lento, la excitación fue abriendo nuestras bocas, nuestras lenguas se rozaron, se entrelazaron  atrapándose en un ritmo cada vez más salvaje,  nuestros labios se iban exigiendo más y más, el beso iba ganando en intensidad y perdiendo en suavidad y lentitud mientras nuestros cuerpos se iban adhiriendo uno al otro como si fuéramos dos cintas de  velcro, estaba mi cuerpo tan alborotado que por un momento pensé que tenía el corazón en el pubis. Ella se separó y dijo:
  -   Mejor paramos o acabaremos encima de la mesa.

Tuve que poner una cara de boba porque dijo:
  -   No pongas esa carita, lo repetiremos te aseguro que será todavía mejor.

¿Mejor? ¿Esta mujer qué pretendía? ¿Descomponerme, triturarme, licuarme, fundirme, volatilizarme?
Salimos fuera con los libros, todavía sentía un calor, ardor, efervescencia que no sabía como hacer desaparecer, me concentré en las plantas pero cuando me quise dar cuenta  me hallaba mirando en un libro una flor llamada “Espejo de Venus”, de la familia de las orquidáceas. Casualidad supongo.



    Llegaron los niños y todo se volvió una verdadera locura. Los críos se repartieron en grupos, con Jorge y conmigo venían siete niñas y cinco niños entre los diez y doce años, traían cuatro tiendas de campaña que debían estar montadas antes de comer, pasamos el día entretenidísimos entre el  montaje de las tiendas, explicaciones que dábamos a tanta pregunta, los horarios de comedor, los ratos de juego, la gran caminata que nos metimos al atardecer se pasó el día volando, por fin dejamos a los niños en sus tiendas preparados para dormir.

Deseaba llegar a la cabaña, ducharme, tirarme en la cama y ver a Jazz, no sé si por ese orden, pero eso deseaba. Por la tarde casi no la vi, solo un par de veces de lejos y porque la busqué con la mirada.

Cuando llegué, el baño estaba ocupado, todos necesitábamos una ducha, me quité las botas y los calcetines, me puse unas chanclas y salí de la cabaña, me senté en un escalón al lado de dos monitores más de la otra cabaña que mantenían una conversación sobre como habían logrado superar el día, me integré a la charla mientras esperaba para ducharme, apareció Jazz liada en una toalla  y dijo que me tocaba ya, cogí mi ropa y entré en el baño, iba a desvestirme cuando Jazz abrió la puerta se asomó y dijo:
  -   Perdona, pero me olvidé ponerme crema. ¿Puedo pasar?

  -   ¡Claro! Pasa.

 Cogió un bote de crema, lo destapó, se desenrolló la toalla, su bonito cuerpo despojado de toda ropa logró que mis latidos se aceleraran y cuando se disponía a echarse crema en la mano, reparó en que yo estaba ahí observándola, cerró el bote , lo dejo en el lavabo y mirándome fijamente, se acercó a mi, empezó a desnudarme, me quitó la camiseta, se entretuvo en acariciarme y besarme el cuello, luego deslizando sus manos por mi espalda desabrochó el sujetador que cayó al suelo, quise acariciarla pero me agarró las manos, me besó en la boca, en la comisura de los labios y lentamente fue bajando, rozando sus labios y lengua por mi piel hasta llegar primero a un pezón, que besó, acarició, lamió, succionó, mordisqueo y luego al otro que esperaba impaciente lo mismo, provocándome las más deliciosas sensaciones, siguió besando mi vientre,  mientras se arrodillaba me desabrochó el vaquero y me lo bajo con bragas incluido, me quitó las chanclas y terminó de desnudarme, luego me miró, sonrió y concluyó con un beso en el pubis, al levantarse dijo:
  -   Ahora voy a ponerme crema y a vestirme mientras tú te duchas.

Me quedé ahí mirándola sin reaccionar, pero como podía dejarme así, mientras me recomponía la veía  moverse, la veía peinarse con las manos, la veía extenderse crema por todo su cuerpo, la veía envolverse en la toalla.

  -   ¡Venga, dúchate te refrescará! me dijo.

  -   Si necesito refrescarme urgentemente pero es que disfruto tanto  mirándote.

  -   Y yo disfruto cuando disfrutas, pero mejor salgo a vestirme y así dejo que te duches, nos vemos enseguida amor.
Me dio un beso en los labios y se fue. Cuando salí del baño, coloqué algunas cosas de la taquilla y me senté al lado de Jazz que estaba tumbada en su cama, me hizo espacio y me tendí a su lado, nos cogimos de la mano, estuvimos conversando un rato y cuando apunto estábamos de caer en los brazos de Morfeo ella me dijo muy suavito:

  -  Me hubiera gustado en este momento continuar o empezar otra vez lo de esta mañana en la biblioteca o lo de esta noche en el baño, pero entre lo cansadas que estamos, yo no puedo mover ni un dedo ahora mismo y que no estamos solas, tendrá que ser en otro precioso momento.

  -   Anda, duérmete preciosa - Le dije dándole un beso en la nariz.

La verdad, lo teníamos un poco complicado para poder estar juntas íntimamente, el único ratito que teníamos para nosotras, era a la noche  y entre lo agotadas que estábamos y que siempre había alguna persona o más bien algunas personas a nuestro alrededor y además con los niños que te los encontrabas hasta debajo de las piedras, era como imposible. Con respecto a las personas que convivían con nosotras, de Manuela  sabía que no tenía ningún problema con mi homosexualidad y también que Jazz le caía simpática y los demás también parecía que veían de lo más natural que Jazz y yo estuviéramos juntas si así lo deseábamos, al menos no noté para nada que pensaran lo contrario, había una conexión genial entre todos nosotros, pero una cosa era que lo supieran y nos vieran juntas y otra ponernos a hacer cositas delante de sus ojos y oídos.

Y en medio de todos esos pensamientos y con ella a mi lado me quedé dormida.


     Los dos días posteriores no fueron agotadores, fueron matadores aparte de pasar todo el día con esos locos bajitos (como diría Serrat) que dan una guerra impresionante, a Jorge y a mi nos tocaba también estar la noche con ellos, cada  noche iban dos monitores diferentes a controlar a los sesenta niños. Fueron  dos días enteros de trabajo con noche incluida, aunque disfruté con los críos y con Jorge que resultó ser un compañero muy divertido e ingenioso más me alegré cuando Jazz bajo a verme esa noche, fue el único ratito que pudimos estar juntas, pero casi no hablamos porque los críos continuamente reclamaban nuestra atención, la envié a descansar, a ella le tocaba pasar la noche siguiente con ellos, se hizo un poco de rogar pero cuando le expliqué la razón por la cual debía dormir y no era precisamente porque no quisiera estar con ella, se quedó conforme, me sonrío, me besó en la mejilla y se fue.

A la noche siguiente fui yo a verla, estuve un ratito y esa noche fue ella quien me envió a dormir, la verdad no podía con mi cuerpo, la noche anterior, entre los niños que no querían dormir y el suelo duro, no descansé casi nada.
Antes de irme le dije:
  -   Tengo ganas de que sea mañana a la misma hora.

  -   ¿Y eso?

 -   Para estar contigo toda la noche.

Deseaba tanto acariciarla, besarla y como era imposible en ese preciso instante creo que más lo deseaba.

  -   Anda vete, antes de que me arrepienta, dijo ella.

Llegué a las cabañas, allí estaba Manuela con otros monitores, desde que llegamos Manuela y yo casi no habíamos hablado, nos saludamos y  estuvimos hablando un rato, después me fui a la cama.

El día siguiente pasó sin ningún incidente interesante que mencionar con respecto a nosotras, hasta que llegó la noche. Salimos del comedor con toda la banda de vampiros energéticos y Jazz, Mar, Jorge y yo nos dirigimos a las cabañas y ellos a sus tiendas. Jazz y yo cogimos toda la ropa sucia que ya empezaba a acumularse y fuimos al lavadero, que se ubicaba a un lado de la casa blanca, era un cuarto no muy grande, donde había dos lavadoras, una estantería llena de sábanas y toallas dobladas y un sofá. Juntamos la ropa y pusimos una lavadora, y cuando ya estaba funcionando ella se sentó encima y dijo:
  -   De niña me encantaba sentarme encima de la lavadora.

  -   Ja, ja, ja, ya te iba el rollo vibración.

De un salto se bajo de la lavadora y se puso delante de mí y me dijo:
  -   Y a ti ¿Qué rollo te iba? - Me dijo mientras me cogía por la cintura y me acercaba a su cuerpo.

No pude contestarle porque en cuanto noté su cuerpo percibí una corriente eléctrica que subía desde mi estómago, ponía mi corazón a toda marcha y me fundía el cerebro. Entretanto sus manos se introducían debajo de la camiseta acariciándome la piel, sentí su lengua rozar mis labios, consiguiendo que entreabriera mi boca y sin más introdujo su lengua buscando la mía, sus labios  se unieron a los míos, nuestra lenguas se aferraron bailando al compás de nuestro movimiento, sus manos se deslizaban por mi espalda, por debajo del pantalón, por mi vientre, dejé de sentir el suelo, estaba convencida que si ella me soltaba, me caería. Sin dejar de besarme con sus manos en mi cintura, me arrastró hasta el sofá y soltándome por un instante agarró de la estantería una toalla que extendió en él, me quitó la camiseta, me tumbó encima y prácticamente me arrancó el pantalón y las bragas, se sentó encima de mi apoyando sus nalgas en mis muslos y desprendiéndose de su camiseta, se aproximó a mi, rozando sus pezones con los míos y sin dejar de mirarme nos besamos y continuó besándome el cuello hasta llegar a mi oído y me susurró:
  -   Estás preciosa.

Volvimos a besarnos, acariciarnos, tocarnos, apretarnos, luego ella incorporándose un poco acercó sus manos a mis senos, empezó con suaves caricias y terminó masajeándolos, estrujándolos, no pude evitar gemir, me mataba el placer que me estaba provocando. Llamaron a la puerta y dimos un salto del susto, era un monitor que quería poner una lavadora, nos vestimos rápido y Jazz fue a abrir la puerta que habíamos cerrado con pestillo. Entró y dijo:

  -   ¿Qué estabais haciendo que se os ve tan arrebatadoramente sofocadas?

  -   Mejor no te lo contamos. Dijo Jazz y él rió.
La lavadora aún no había terminado, así que estuvimos un rato charlando los tres, cuando finalizó recogimos la ropa y la tendimos fuera. Mientras nos duchábamos juntas, nos reíamos de la situación del lavadero pero vaya gracia, tenía la impresión que a este paso no íbamos a concluir nunca nada y quedarse con ese hervor dentro para tener que bajarlo en cuestión de segundos, no creo fuera muy sano, acordamos que a la siguiente noche iríamos a dormir con los  sacos a algún lugar, lejos de críos y monitores.
Esa noche nos acostamos en su cama, nos besamos una y otra vez pero viendo que cada vez nos excitábamos más y más, paramos, nos quedamos pegadas una a la otra sin movernos hasta calmarnos y quedarnos dormidas.

Pasó el día y llegó la noche planeada, Jazz y yo salimos del comedor las primeras, fuimos a las cabañas, nos duchamos rapidito, cogimos los sacos, una linterna y alguna cosa más, intentamos encontrar alguna tienda que se hubiera quedado sin montar pero no encontramos ninguna. Nos marchamos, andamos un buen rato, encontramos un sitio que parecía no estar nada mal, recogido entre la maleza y allí montamos nuestro rincón.

Extendimos los sacos y nos sentamos, se oía agua caer, estábamos cerca de un río que había un poco alejado del campamento. Jazz y yo nos miramos y nos sonreímos, ella asió mis piernas colocándolas en su cintura mientras pasaba sus piernas por debajo de las mías, nos fuimos aproximando hasta sentir nuestros senos y pubis pegados, nos abrazamos, era un placer sentirla tan cerca, acaricié su espalda, besé su hombro, su cuello, su oreja, sentí como se le erizaba la piel y entonces se echó a un lado, cogió mi cara con sus dos manos, fue paseando sus labios muy despacito por mis ojos, pómulos hasta llegar a mi boca que besó muy suavemente y muy suavemente nos seguimos besando, saboreábamos cada roce, nos deleitábamos en cada caricia, no sentíamos ninguna urgencia, había tiempo para todo, al menos eso pensábamos.

Jazz cambió de postura poniéndose de rodillas y luego me empujó muy suavemente mientras sujetaba mi nuca con su mano tendiéndome en el saco y me dijo:
  -   Creo que tengo un problemilla.

 -   ¿Cual?

  -   Empiezo a notar alguna que otra picadura de mosquito.

  -   ¿Dónde?

Me incorporé y agarré la linterna que teníamos a mano, me enseñó un brazo, tenía un par de ronchas.

  -   En las piernas tengo más, joder como pican.

 -   No me extraña, yo si fuera un mosquito también me engancharía a tu piel.

  -   Je, je, je, muy graciosa pero te prefiero persona. ¿A ti no te pican?

  -   Alguna vez, pero yo no soy tan blanquita como tú y seguro que no tengo la sangre tan dulce como la tuya.

 -   Pues me tienen acribillada y no pensé en coger un antimosquitos.

  -   Ven, que te tape y así no te picaran.

Se tendió a mi lado y la tapé con el otro saco, pero no paraba de rascarse y me dijo mientras se levantaba:

  -   Perdóname pero es que estoy muy incómoda además me estoy clavando una piedra en la espalda.
Intentamos quitar la piedra pero no podíamos, parecía ser una piedra grande enterrada pero que sobresalía un poco.
Viendo que Jazz no paraba de rascarse y yo también empezaba a sentir picor por todo, le pregunté:
  -   ¿Quieres que nos vayamos?

  -   Si, cada vez siento más escozor y creo que me están picando hasta en la cara.

Nos fuimos, llegamos a la cabaña y entramos directamente al baño cuando observé a Jazz a la luz, madre mía como estaba, llenita de picaduras, cogí del botiquín una crema que le fui untando por todas las ronchas.

  -   ¿Sientes alivio?

  -   Si, gracias. Creo que me han picado hasta en la cabeza.

  -   En la cabeza no sé pero en la frente tienes una enorme y aquí al lado de la oreja derecha tienes otra.

  -   Me han dejado hecha un asco. Vaya nochecita peor no podía haber salido.

  -   Si pero a mi me sigues gustando y mucho.

Jazz me sonrió y nos dimos un beso, luego nos acostamos en su cama y cogidas de la mano nos dormimos.

    Los días pasaban volando, yo empezaba a sentirme bastante apenada porque no quería que terminara el campamento, lo estaba pasando tan genial y estar al lado de Jazz me hacía tan feliz que solo pensar que llegaba su fin, me provocaba una tristeza impresionante.

Llegó la última noche y organizamos una fiesta con los niños, montamos una pista de baile y uno de los monitores pinchaba la música, al principio parecía que nadie quería moverse pero en cuanto varios monitores nos pusimos a bailar y a hacer payasadas los críos se animaron enseguida, cuando la fiesta se encontraba en pleno auge Jazz me asió de la mano y me dijo:

  -   ¿Qué te parece si aprovechamos ahora y nos escapamos a la cabaña? No creo que noten nuestra ausencia.

  -   Vale.

Allá que nos fuimos, nada más entrar por la puerta, Jazz se desnudó enseguida  y luego me ayudó a desvestirme, nos tendimos en su cama, fue sentir su piel rozando la mía y todos mis pensamientos desaparecieron, solo podía sentir sus caricias, sus besos que me provocaban un goce inmenso, aprecié su mano en mi vientre y como la bajaba hasta sentir sus dedos rozar mi clítoris y llegar a la entrada de mi vagina, gemí y ella dijo:

 -   Umm, que jugoso está.

Yo no podía hablar pero mis jadeos cada vez eran más sonoros, acerqué mi mano a su pubis y con mis dedos también rocé su clítoris, sus labios menores, mayores, su vagina, ella también gemía, la excitación iba en aumento y de pronto tocaron a la puerta preguntando por mi, era Sara una niña de mi grupo que me buscaba, le dije que fuera a la fiesta que ahora iba yo pero no quería, parecía estar muy agitada, se empeñó en que saliera, así que me vestí, me compuse como pude y salí un momento, se había peleado con sus amigas y la habían dejado de lado, decía que sin mi no iba a ningún sitio, le dije que esperara un momento y entré en la cabaña, le conté a Jazz lo que pasaba. Ella se vistió y dijo:
  -   Creo que siento celos de una niña.

  - Boba -  le dije y la besé, salimos y volvimos a la fiesta mientras intentábamos alentar a Sara. Llegamos a la fiesta que seguía muy animada y entre Jazz y yo ayudamos que Sara hiciera las paces con sus amigas, luego bailamos con ellas hasta que la fiesta finalizó y todos nos fuimos a dormir, era la última noche que pasábamos allí, al día siguiente los niños se irían sobre las doce y nosotros después de comer.

Jazz y yo nos dormimos abrazadas sabiendo que sería la última noche juntas, me angustiaba solo pensarlo.
A la mañana nos levantamos, fuimos a desayunar y luego desmontamos las tiendas con los niños. Llegó el bus a recogerlos y nos despedimos, nos habíamos encariñado tanto con ellos que andábamos todos un poco entristecidos. Hasta la hora de comer teníamos un rato para preparar nuestras mochilas, Jazz y yo ya lo teníamos todo listo así que fuimos a dar un paseo para despedirnos de aquel lugar tan bello.  Cogidas de la mano estuvimos caminando, ninguna de las dos hablaba, nos sentamos a la sombra de un árbol, Jazz descansando su espalda en el tronco y yo delante de ella apoyando mi espalda en su pecho. Mientras me abrazaba y me besaba en el hombro me dijo:
  -   Te voy a echar de menos.

  -   Y yo a ti, es una putada no vivir en la misma ciudad y no tener un duro ni un trabajo, me siento tan limitada.

Me abrazó fuerte y yo me acurruqué en su abrazo.


Llegó la hora de irse nos subimos todos al autobús y partimos, Jazz y yo nos sentamos juntas, en una hora y media yo me bajaría y todo acabaría.

El autobús paró en el pueblo donde Manuela y yo debíamos bajarnos, le di un beso y un abrazo a Jazz, no fui capaz de mirarla a los ojos porque sabía que si  lo hacía lloraría. Nos bajamos, cogimos nuestras mochilas y el autobús arrancó, no recorrió los cincuenta metros cuando volvió a parar, Manuela y yo nos miramos sin entender porque se detenía, de pronto bajó Jazz, agarró su macuto y el autobús arrancó de nuevo.

Me acerqué corriendo la abracé y le pregunté:
  -   ¿Qué haces?

  -   He pensado que no podía irme sin estar contigo plenamente, no llevo mucho dinero pero si el suficiente para pagar una habitación en algún hostal de este  pueblo y coger el bus de línea mañana.

No me lo podía creer aún teníamos una noche por delante y esta vez ella y yo solas, me alegré tanto aunque sabía que igualmente llegaría mañana.

Manuela se fue, la vino a recoger su novio y nosotras nos quedamos allí en la acera besándonos.
Encontramos un hostal en la plaza del pueblo, la habitación no era gran cosa pero estaba limpia y era barata.

Esa tarde nos amamos con una pasión desenfrenada culminando en un orgasmo mutuo increíble, luego nos dimos una ducha, dimos un paseo por el pueblo y cenamos un par de bocadillos, nuestra economía no daba para más. Regresamos a la habitación y volvimos a amarnos una y otra vez, de todas las formas posibles.
Fue una noche preciosa, como lo fue todo el tiempo que estuve con ella.

Después de ese día, no nos volvimos a ver más y ahora después de tantos años y haber vivido otras experiencias con otras mujeres, que también he amado y me han amado me doy cuenta que  Jazz me dejó algo muy especial, un amor que no se contaminó por el compromiso del día a día.

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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Joana Derechos Reservados
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2 comentarios:

  1. Me encanta como escribes Joanna ya e leido varios relatoa tuyos y dejame decirte que me encanta como plasmas las cosas.
    Un gran beso desde Andalucia (España).
    Pd; ¿De donde eres si no es mucho preguntar?.
    Muchos besos de parte de Noelia.

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    Respuestas
    1. Gracias Noelia. Me alegra mucho que te gusten mis escritos, me alienta a volver a escribir.
      He tardado en contestarte pero hace ya tiempo que escribî esta historia y hoy de casualidad como estâ hackeada la pâgina de la teta, me he puesto a mirar los relatos y entonces he visto tu comentario.
      Soy española como tû, de Menorca.
      Muchos besos para ti tambiên Noelia.
      Joana

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