Qué fácil es
enamorarse en un chat. Conectas con alguien, te gusta su humor, su forma de
hablar, compartís demasiadas cosas… y lo que no sabéis la una de la otra tu
imaginación lo rellena para que seáis absolutamente compatibles. La información
se va compartiendo primero tímidamente y luego cada vez con mayor avidez, ni
más ni menos que como en un ritual de seducción en el que un cruce de miradas
desemboca (no sabemos bien cómo) en un rodar-por-la-alfombra bien acompasado.
Es evidente que,
tras el primer momento de conexión con quien acabas de conocer en una sala de
chat, lo que antes era terreno desconocido se va convirtiendo cada vez más en
un excitante misterio por descubrir. Descubrir todas las intimidades de la otra
persona, que se desnude ante ti, ¿no me recuerda esto a algo? Pero en fin, la
protagonista de este relato no es una insensata, no va por ahí enamorándose de
quien no conoce en persona. Seamos serios. Ha estudiado psicología, conoce lo retorcidas
que pueden ser las personas, sabe que internet es el lugar donde todos
fantasean con su propia personalidad e incluso con su imagen. Pero una vez que
está en la sala de chat decide dejar a un lado sus conocimientos y recelos para
sumergirse en esa fantasía como si no hubiese ninguna otra realidad. Ha sido
una decisión insensata, pero como narradora no debo inmiscuirme en la historia,
así que dejaré que la protagonista caiga en el error.
En realidad nuestra
protagonista no tiene intención alguna de enamorarse en un chat, ni siquiera
tiene ganas de conocer a nadie en persona. Hace poco que terminó una relación y
siente una infinita pereza cuando piensa en buscar una nueva pareja. Pero tiene
demasiado tiempo libre ahora que ya no tiene que atender a su novia. Así que
busca un chat, preferiblemente uno en que se hable español, preferiblemente no
de España, no vaya a ser que se encuentre a alguien de su ciudad y sienta la
tentación de conocer a alguien nuevo.
Lleva un mes
entrando en este chat en el que la mayoría de las chicas son latinoamericanas y
se ha convertido en su entretenimiento favorito. Un día surge una discusión muy
animada a propósito de la consulta de una chica sobre lo que debe hacer
respecto a su pareja. Nuestra protagonista tiene una idea clara de lo que
debería hacer la chica, así que empieza a opinar. Piensa bien su frase antes de
escribirla, pero al ir a pulsar “enter” alguien se le ha adelantado, Violeta ya
ha escrito el mismo pensamiento, de una forma audaz y un poco descarada.
Reformula su intervención para apoyar el argumento de Violeta. Varias líneas de
comentarios después, Violeta sigue defendiendo (sobre este y otros temas) exactamente
lo mismo que piensa nuestra protagonista, quien a estas alturas ya se está
muriendo de curiosidad por saber más de la chica del nombre de flor. Se decide
a hablarle en privado. Por nuestra parte, no vamos a entrar a valorar esta
decisión.
La conversación se
extiende, le roba horas de sueño, pero no le importa porque se ha enganchado
rápidamente a la personalidad y las historias de Violeta. Su forma de ver la
vida, su pasión, le recuerdan demasiado a personas de su pasado, tal vez a ella
misma cuando era un poco más joven. Pero no, por favor… ¡no se puede ser tan
insensata!
Sólo han pasado
tres días y ya ha llegado el momento de compartir fotos. En secreto, nuestra
protagonista cruza los dedos para parecerle bonita a Violeta, aún cuando
todavía no ha recibido ninguna foto de ella. Ahora, acaba de recibir la foto de
Violeta, y eso la ha dejado con la boca abierta. No sabe cómo digerir la…
¿casualidad? de que Violeta sea físicamente su ideal de mujer. Su mente
científica le impide creer en el destino, así que conviene consigo misma
aceptar que se trata de una casualidad. Después de todo, ¿qué clase de destino
burlón le haría la broma pesada de ponerle delante de los ojos a una mujer así,
pero a miles de kilómetros de distancia?
Se intercambian las
direcciones de msn, a partir de ahora pueden verse y hablarse a través de la
webcam. Cada vez se conocen mejor, y nuestra pobre protagonista no hace otra
cosa que echarle redes a su corazón, para que no se le escape del pecho como un
pescadito resbaladizo. No quiere enamorarse, pero hace rato que ocurrió y ya
difícilmente puede echarse atrás.
Como narradora me
toca decirle a la protagonista que ya es tiempo de que concluya el relato, pero
me dice que no quiere que lo acabe. Sabe que tal y como están las cosas le
espera un final doloroso. Dice que seguro que al final todo se acaba cuando se
da cuenta de que no es correspondida. O quizá puede que decida ella misma
acabar con todo porque se dé cuenta de que es una locura abandonar la vida real
sustituyéndola por la vida cibernética. Tiene razón la protagonista, no tiene
buen aspecto este asunto, parece que va a ser doloroso. ¿Qué tal amigas para
siempre a través de chat? Bah, qué final tan tibio para una pasión tan loca…
Tengo una idea… después de todo, esto es un relato y
mi protagonista se merece ese final feliz. Así que tomemos una decisión
insensata: Violeta viaja la próxima semana a Madrid por razones de trabajo.
¡Genial! Ella la espera nerviosa en el aeropuerto. Al fin aparece Violeta. En
su abrazo, largo y tendido, arrugan un ramo de rosas entre sus cuerpos. Fundido
en negro y…
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® MG Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.

exijo una explicación!
ResponderEliminaratte
condorita
he quedado enganchada o.o que pasa al final? D:
ResponderEliminarYYYY???????????????? DICE EL CHISMOSO, JAJAJA
ResponderEliminar