Allí estaba ella, en la cornisa a punto de entregar su último aliento a los dioses cuando la tomó de la mano y la arrastró hacia su pecho, la sostuvo sin decir una sola palabra.
No volaban aves en el cielo, no se oían ya las estruendosas bocinas, ni siquiera el fuerte viento que segundos antes azotaba su trigueño rostro, solo el sonido sordo de los latidos de sus corazones palpitando a mil por hora.
Se fundieron en un beso eterno, que duró unos pocos segundos, nadie podría ya detener al amor, nada ni nadie, corrieron tomadas de la mano a la cornisa, voltearon para ver a los ojos a sus perseguidores y se arrojaron al amor eterno en un abrazo...
Se fundieron en un beso eterno, que duró unos pocos segundos, nadie podría ya detener al amor, nada ni nadie, corrieron tomadas de la mano a la cornisa, voltearon para ver a los ojos a sus perseguidores y se arrojaron al amor eterno en un abrazo...
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