Quizá abrir el corazón al mundo nunca fue mi fuerte, de hecho, nunca se me dio bien.
Me llamo Marina, tengo diecisiete años. Nunca fui una chica corriente, de pequeña fui lo que se dice una niña extraña a la que le gustaba refugiarse en su propio mundo, donde todo comenzaba y terminaba según fuera mi voluntad.
Me llamo Marina, tengo diecisiete años. Nunca fui una chica corriente, de pequeña fui lo que se dice una niña extraña a la que le gustaba refugiarse en su propio mundo, donde todo comenzaba y terminaba según fuera mi voluntad.
Todo fue así hasta que ella entró en mi mundo haciéndose dueña y señora de mi pensamiento, convirtiéndose en la única escritora de la historia de mi vida.
Había sonado el timbre del descanso en el instituto. La mayoría de los cursos se habían ido de excursión ese día y la pista de baloncesto estaba libre por lo que las chicas de mi curso decidimos jugar un partido.
Victoria, mi mejor amiga y yo íbamos juntas en el mismo equipo. Victoria había sido mi amiga desde que yo tengo memoria. Todos mis ratos felices en la infancia sin duda llevan su nombre, pero el año anterior, Victoria me confesó que le gustaban las chicas y mi familia que era muy católica me prohibió desde ese momento el pasar un segundo con ella, así que solamente podíamos vernos en el instituto y hablar por el Chat. Aún así, yo seguía queriéndola de la misma manera.
Victoria: Marina, ¿por qué no me habías dicho que hay una chica nueva en tu clase?
Marina: ¿Hay una chica nueva en mi clase?
Victoria: Si, la italiana, todo el mundo habla de ella, ha llegado esta mañana.
Marina: Pues no tenía ni idea la verdad, si no te lo hubiera contado.
Victoria: Dios Marina, de esas cosas tienes que enterarte, ¿¡tienes una mínima idea de lo que me pone el acento italiano?!
Marina: Tranquilidad Vic, cuando la conozca te la presento.
Terminamos de jugar el partido y ganamos 40-23. Había sudado muchísimo y necesitaba desesperadamente darme una ducha así que entré a los vestuarios, me desvestí y me duché. Mientras me vestía escuchando los cuchicheos de mis otras compañeras,
Victoria se me acercó y me dijo.
Victoria: Mira, es esa -dijo señalando a la puerta de los vestuarios-.
Marina: ¿Esa, quien?-dije sin saber de qué hablaba-.
Victoria: Es la italiana, la que te he dicho antes. Anda, ves a hablar con ella.
Así que medio vestida y con el pelo mojado me acerqué a hablar con ella.
Marina: Perdona, ¿buscabas algo?
Chica: Por lo que veo esto no es secretaría, ¿verdad?
Marina: No-dije riéndome- pero si te esperas un momento a que recoja mis cosas te acompaño, a mi me toca clase justo al lado. Por cierto, me llamo Marina.
Chica: Yo Ángela.
Marina: Encantada, dame un segundo.
Ángela: Claro.
Me dirigí de nuevo al banco del vestuario a recoger mi bolsa y la acompañé a secretaría.
Marina: ¿Siempre eres tan callada?-le dije intentando romper un poco el silencio-.
Ángela: Lo siento, acabo de llegar, no conozco a mucha gente…
Marina: Bueno, ahora me conoces a mí.
No dijo nada, sólo me miró y sonrió.
Marina: Bueno, ya hemos llegado, cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo.
Ángela: Muchas gracias… ¿Marina es tu nombre?
Marina: Si.
Ángela: Muchas gracias Marina.
“Muchas gracias Marina”, esa frase se repetía mil veces en mi cabeza mientras la profesora hablaba sobre la economía del estado.
No sé por qué sus palabras y su imagen se habían quedado impresas en mi mente. Ella era todo lo contrario a mí, yo era morena de ojos marrones y ella rubia de ojos azules. No sabía bien que me estaba pasando. Me repetía a mí misma “Marina, ¿qué te pasa?”, porque sentía como si se estuviera despertando algo dentro de mí. No sabía muy bien el qué, pero más adelante sería lo más increíble que me pasaría en la vida.
No me preguntes como sucedió, no sabría decírtelo. Lo único que puedo decirte es que la vi entrar a mi clase y al día siguiente y al siguiente y mi corazón comenzó a actuar de un modo extraño.
Victoria había notado que algo pasaba que mis constantes cambios de humor no eran normales y es que Ángela me volvía completamente loca.
Discutíamos muchísimo, casi por todo pero no podíamos estar mas de un día sin hablarnos. No hablar con ella, no estar con ella era como si me faltara un trozo de vida, un trozo de alma. Supongo que lo que me estaba pasando tenía nombre <<amor>>, pero el hecho de pensar que fuera de una mujer me hacía querer olvidarme de ella. Eran sentimientos encontrados. Por una parte quería pasar tiempo con ella, necesitaba pasar tiempo con ella. Por otra parte me daba miedo lo que pudiera pasar.
Un día la profesora de lengua nos hizo ir a la biblioteca, coger un libro y leerlo para después dar nuestra opinión. A Ángela no le gustaba leer, a mi por el contrario me encantaba, así que cogimos Romeo & Julietta que es un clásico que las dos conocíamos porque de alguna manera sabíamos que leer no era precisamente lo que íbamos a hacer.
Las dos nos fuimos al final de la biblioteca, a un rincón donde no había nadie y nos sentamos la una al lado de la otra, solas, con la única compañía de aquella romántica obra de Shakespeare entre nosotras dos.
Al poco tiempo la noté mirarme y el simple hecho de que estuviera mirándome me paralizaba, me congelaba y sólo me podía derretir el calor de sus manos.
Ángela: Marina…-dijo susurrando-.
Yo no contesté, hice como si no hubiera escuchado nada.
Ángela: Marina…-dijo acercándo esta vez su mano a la mía-, Marina mírame.
Y despacio giré la cabeza con la mirada baja, sin poder mirarla directamente a los ojos.
Ángela: Mírame…-dijo susurrando con un tono muy dulce-.
Y la miré. El corazón me latía muy fuerte, mi mente se quedó en blanco y quedé inmóvil.
Ella se percató de mi nerviosismo y enseñó una dulce sonrisa mientras la mano que le quedaba libre acariciaba suavemente mi mejilla.
Ángela: Eres muy importante para mí, ¿lo sabías?
Yo asentí con la cabeza y ella se acercó poco a poco hasta que su cara quedó tan cerca de la mía que me era posible sentir su aliento templado y dulce sobre mi boca.
Se disponía a acercarse un poco más pero yo giré la cabeza presa de los nervios y mi mejilla recibió ese beso que debía haber sido depositado sobre mis labios y me arrepentí. Me arrepentí y me maldije mil veces por haber girado la cara, pero no tenía valor para ser yo quien la besara ahora. Entonces la miré y su cara se tornó triste, como dolida y después de echar una mirada al libro que yo estaba sujetando entre mis manos, se levantó y se fue.
Al día siguiente no fue a clase y yo me sentí vacía y desconcentrada. Deseaba que terminara el día para llevarle las tareas a su casa y verla, porque sin ella el día se me hacía eterno.
Le conté lo que había pasado y lo que sentía a Victoria y ella me dijo.
Victoria: Joder que suerte… pero tu no eras hetero, ¿qué haces haciéndome la competencia?
Marina: Vic por favor… hablo enserio, no sé que hacer.
Victoria: ¿La quieres, verdad?
No respondí, mi mirada lo decía todo.
Victoria: Pues ves a por ella Marina. Quedan veinte minutos de clase en cuanto termine ves a por ella y díselo todo.
Marina: ¿Y si me quedo en silencio sin decir nada?
Victoria: No va a ser así.
Así que al terminar la clase decidí ir a su casa y después de tocar el timbré esperé a que me respondieran.
Ángela: ¿Quién?
Marina: Soy yo Marina, ábreme por favor…
La puerta se abrió pero Ángela no estaba detrás de ella, empecé a ponerme nerviosa creyendo que a lo mejor Ángela no estaba, pero al fondo del salón la vi, sentada sobre el sofá con las piernas encogidas y abrazadas por sus brazos.
Sabía perfectamente a lo que había ido y sabía lo que quería. Quería abrazarla, besarla, tenerla y decirle que iba a ser difícil, que mi familia, estoy segura de que no lo aceptaría pero que la necesitaba porque sin saber cómo, poco a poco se había convertido en parte de mi vida, parte de mi alma, esa parte que te completa, que hace que el día oscuro sea radiante y que el día triste a su lado no exista, así que decidí ser valiente y que fuera lo que fuera, porque mi suerte ya estaba echada.
Marina: Hey…
Ángela me miró pero no dijo nada, su mirada era triste y eso me dolía, así que decidí sentarme frente a ella e intentar acercarme un poco más.
Marina: Ángela, por favor…
Ella volvió a mirarme y esta vez mantuvo su mirada más tiempo sobre mí, pero de repente una lágrima apareció de sus ojos azules como lluvia que cae desde un cielo de verano y yo ya no pude resistirme.
Marina: Ángela, yo no sé cómo será mañana, ni cómo será dentro de un mes, la verdad es que no sé nada, pero sé perfectamente cómo es ahora y un sentimiento tan fuerte no puede esconderse por mucho tiempo, lo he intentado y es inútil porque al final vuelve con mucha más fuerza.
Ángela: Marina…-dijo con cara de sorpresa-.
Marina: No, déjame terminar, por favor. Lo he intentado, he intentado fijarme en chicos, acercarme a ellos y solamente lo he hecho para agradar a los demás, pero ya no quiero eso. Por una vez en mi vida, aunque vaya en contra de todo lo que los demás piensan, de todo lo que me han enseñado, creo que estoy haciendo lo correcto, no, mejor dicho, estoy segura de que estoy haciendo lo correcto porque por primera vez en mi vida soy feliz. No digo que no dejo de ser una adolescente, que tal vez confundo el amor con algo mucho más ligero, pero si es así, esta es la confusión más hermosa que jamás he tenido y perdóname, perdóname por haber sido cobarde, por haber tardado tanto, pero lo cierto es que me va a ser difícil levantarme mañana de la cama y saber que no te tengo conmigo. Sé que esto es de película, de novela romántica pero me da igual, mi vida será una película, pero quiero compartirla contigo.
No sé que había hecho, todavía no me lo creía así que tomé airé y miré a Ángela dándole a entender que necesitaba una respuesta. Pero no respondió, me miró, sonrió y dijo.
Ángela: Ven…-dijo mientras cogía mi mano- acércate.
Me acerqué y comenzó a besarme. Besos cortos, suaves, dulces que poco a poco fueron subiendo de intensidad. Nuestras lenguas comenzaron a encontrarse y Dios, se sentía increíble, intensos pero cortos escalofríos comenzaron a recorrer mi cuerpo cuando comenzó a bajar por mi cuello y a abrirme la camisa besando poco a poco cada parte de mi torso después de despojarme de ella.
Primero fueron nuestras camisas, luego nuestros pantalones y nuestra ropa interior y al final quedamos las dos allí tumbadas, piel sobre piel, amándonos, besándonos, acariciándonos, descargando todo el deseo acumulado dentro de cada una de nosotras.
Poco a poco comenzó a bajar a mi sexo y dulcemente me hizo suya. Ella me miraba mientras yo jadeaba cada vez más y más rápido. La besaba, la apretaba más fuerte contra mí. Quería sentirme parte de ella y de repente comenzó todo a acelerarse. Mis jadeos se volvieron incontrolables, mi corazón latía como loco y mi cuerpo sólo deseaba un poco más. Deseaba llegar a la cumbre, al final del concierto perfecto que formaban los sonidos de nuestros cuerpos haciéndonos una misma persona y llegó. Un grito de placer se escapó de mi boca enviado por mi alma y quedé allí tumbada, cansada y sintiendo que amaría a Ángela hasta el fin de mis días.
Ángela: Te amo… -dijo ella cansada-.
Marina: Te amo… -dije acariciando su cara y besándola-.
Quedamos allí tumbadas, abrazadas. Me pidió que me quedara a dormir y así lo hice.
Al día siguiente fuimos al instituto y todo fue maravilloso, aprovechábamos el más mínimo momento en que estábamos solas para besarnos, abrazarnos, acariciarnos y siempre se sentía como la primera vez.
Ya me daba igual la gente, me daba igual el mundo, la tenía a ella y ya lo demás no me importaba.
Pasaron las semanas, los meses y cada día, aunque pensara que no podía amarla más, lo hacía.
Como esperaba mi familia no lo aceptaba, pero el amor que sentía por Ángela se había hecho demasiado fuerte como para romperlo así que sintiéndolo mucho la elegí a ella.
Jamás una persona llegó a completarme tanto como ella lo hacía, jamás nadie llegó a hacer mi mundo tan perfecto como ella hacía, y sé que esto parece imposible, yo también lo creía, pero es que lo imposible, sólo se hace un poco más de esperar.
Miro atrás y pienso, “hay que ser valiente para ser feliz” yo no tenía valentía, me la dio ella, Ángela y con ella vino mi felicidad.
Vuelvo a repetir que no se qué ocurrirá mañana, ni me gusta hablar del futuro, pero sé que hoy la amo mucho más que ayer, por eso, cada noche, después de demostrarnos que nos amamos más que a nada en el mundo, digo que me tengo que ir, ella dice, “Quédate, solo un poco más, hasta que el sol aparezca”. Y así me quedaré hasta que aparezca el último sol de mis días.
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que linda historia!!
ResponderEliminarLa última oración está genial, perfecta.
Gracias!
Sigue escribiendo!
Andre
Chile
Wooo k lindo :)
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