-No
me dijeron que pasó, sólo que lo atraparon y estos dos idiotas terminaron en el
hospital… pero están los dos bien.
-¿Y
qué hacemos acá? Vamos a verlos – Dijo Carla.
Al
llegar al hospital, se enteraron que ellos habían estado siguiendo a dos
sospechosos y estos al ser descubierto emprendieron la huida… Y por supuesto,
ni Stone ni Estévez, iban a dejarlos escapar, así que comenzaron a perseguirlos
hasta que los atraparon… pero con tanta mala suerte que terminaron los dos con
unos cuantos huesos rotos. Pues para detenerlos interpusieron el auto que
conducían al de los sospechosos y estos no frenaron… el resultado final: “Todos
al hospital”.
Así
que en la misma clínica se encontraban los sospechosos fuertemente custodiados
y los policías que los habían atrapados. Las jóvenes hablaron con unos
compañeros que las pusieron al tanto de todo y esperaron con ellos por el alta
que parecía que le darían enseguida a Stone y a Estévez.
Pero
sólo apareció Estévez, con alguna que otra venda en su rostro y un brazo
enyesado. Caminaba muy lento hacia todos por el pasillo, parecía algo dolorido.
-¿Estás
bien hermano? – Preguntó uno de los chicos.
-Sí,
algo dolorido… eso me pasa por dejarle el volante a una mujer – Y se rió.
-Si
te escucha Stone te estropea más de lo que quedaste – Acotó Sara.
-¿Y
ella dónde está…? - Le preguntó Carla a Estévez, quien la miró encogiéndose de
hombros.
-No
sé, vinimos en ambulancias distintas, así que no sé. Le pregunté al médico por
ella y sólo me dijo que averiguaría y me contaría. Me dejó con la enfermera que
me terminó las curaciones y cuando regresó sólo me dijo, Su compañera está
bien, sólo tiene unas costillas rotas.
-Ahí
viene el jefe – Exclamó uno de los muchachos
-Jefe
-Veo
que estás bien Estévez – Le dijo palmeándolo en la espalda. – Bueno, ahora
tranquilo, vete a descansar que mañana te quiero en la Central para presentar
el informe. Voy a ver, por qué carajo no le dan el alta a Stone… - Parecía que
el Jefe ya estaba al tanto de todo. Y nosotros ahí no sabíamos ni lo que
pasaba. Lo vimos caminar por el pasillo y cruzar la puerta vaivén que minutos
antes había cruzado Estévez.
Todos
decidieron quedarse ahí esperando que el Jefe volviera con Stone. Y minutos
después apareció Stone acompañada del Jefe y dos médicos. Se despidieron de los
doctores y caminaron hacia el grupo que los esperaba.
-Mierda,
no te has hecho nada – Le gritó Stone a Estévez apenas lo vio. Él se acercó a
ella y la abrazó. Apenas fueron unos segundos. Todos se quedaron en silencio
mirándolos abrazados. Se separaron y Estévez exclamó:
-Nunca
más te dejó manejar, loca de mierda, casi me matas.
-¿No
se van a poner a pelear ahora? – Se metió el jefe.
Ambos
lo miraron, y bajando la cabeza como sintiendo que alguien los retaba, se
dieron vuelta hacia el grupo de compañeros para continuar hablando con los
muchachos que estaban allí.
-Vamos,
Ustedes dos a dormir, mañana quiero un informe completo en mi oficina antes del
mediodía… mejor se van a descansar.
Fue
entonces que Sara se acercó a Stone y la abrazó. Estévez se despidió y le pidió
a Julio, uno de sus compañeros que lo llevara a su casa. Carla se despidió de
ambos y se fue con otros dos de los chicos que allí estaban. El jefe se fue por
su lado y Laura se quedó ahí mirando a Sara y a Stone.
-Ayúdame
Laura, que Stone pesa – Le habló Sara mientras la ayudaba a caminar, ya que Stone
se había apoyado en ella. Se acercó y Joan puso su brazo sobre el hombro de
Laura, y apoyándose así en las dos se fueron del hospital.
-Te
duele mucho – Le preguntó Sara.
-Tengo
dos costillas rotas, y golpes en las piernas nena, no soy de metal – Dijo
riendo Stone.
La llevaron
al departamento en el auto de Sara. Cuando ingresaron en el mismo, Stone se fue
directo a su cama, como siempre la ignoró. Sara insistió en quedarse con ella. Laura
se dio cuenta que estaba demás en la charla así que se fue a dormir. Se acostó
e intentó dormir. Sara se quedó con Stone.
Daba
vueltas en la cama, parecía que no iba a poder dormir. Lo único que podía pensar es que ella había estado en el
hospital y había visto como todos estaban preocupados y ella sólo pensaba que
todo estaba bien. “¿Por qué no me preocupé
por Stone? ¿Y por qué me daba bronca que Sara se hubiera quedado a dormir con
ella? Era su amiga, ¿No? Se había quedado a cuidarla”. Se durmió pensando en todo eso…
Se
despertó primero, así que se dispuso a preparar café. Stone salió del baño
asustándola, pues Laura pensaba que aún dormía con Sara en su cuarto.
-Hey
¿Qué te pasa?
-Me
asustaste, pensé que dormías – Le contestó mientras trataba de limpiar el café
que se había caído al suelo.
-Perdón
– Y se fue a despertar a Sara.
Desayunaron
las tres juntas. Pero no hubo mucha charla. Stone no habló de lo sucedido y
Sara estaba algo rara. Pues no estaba charleta como siempre. Sino más bien
callada.
Ya
en la Central, Romano seguía metida en la pila de expedientes que parecía no
acabar nunca. Ya se aburría, pero debía hacer lo que le ordenaban. Además se
suponía que al leer tantos expedientes aprendía de todo un poco. Y es que la
verdad, leer informes de otros policías le daba perspectivas de cómo se podía
llevar ciertos casos. Pero no le veía el
caso tenerla más de dos semanas leyendo…. Aunque las últimas semanas Stone
había estado designada al caso de los homicidios, y no había estado
entrenándola. Le había dejado órdenes de hacer todo lo que cuando estaba con
ella hacía. Así, horas en el escritorio leyendo esos expedientes y
clasificándolos. Gimnasio, tiro, clases de idioma, etc.
Estaba
en la ducha del vestuario cuando Sara entró preguntando por ella. Carla que se
terminaba de cambiar y se iba se chocó con Sara en la puerta y le dijo que
estaba en la ducha.
-¿Te
falta mucho?- Preguntó sin entrar al sector de las duchas.
-No,
ahí salgo… y me cambió – Le respondió Laura apareciendo en la puerta desnuda y
secándose con la toalla.
-Te
espero abajo en el auto – Dijo y se marchó. Romano se vistió sin apurarse. Y
bajó. Estaba sentada en su auto esperándola.
Caminó hasta el coche y entró.
-Ya
estoy.
-Vamos
que Joan está sola en el departamento.
-¿Y?
-Nada
– Respondió y manejó sin hablar.
…Casi
cinco meses ya en el equipo y Laura no terminaba de conocer a Sara. Siempre la
sorprendía. Ahora parecía estar enojada, algo en ella que nunca había notado.
Pues siempre estaba de buen humor. Así que decidió no emitir ni un sonido, “si ella quería hablar lo haría sino se
callaría” pensaba Romano. Y permaneció silenciosa en todo el viaje de
regreso a casa.
Cuando
llegaron y entraron al departamento se encontraron a Stone acompañado de Estévez.
Ambos sentados a la mesa, jugaban una partida de ajedrez.
-Buenas
noches – Saludó Laura educadamente al entrar a su departamento.
-Hola
– Respondieron los dos al mismo tiempo sin dejar de mirar el tablero.
Sara
no dijo nada, y su cara no tenía buena expresión, parecía que si antes estaba
enojada, ahora parecía furiosa. “¿Qué
diablos le estaba pasando?”
-Hey,
Sara pídete unas pizzas – Dijo Estévez mirándola parada al lado de la puerta.
-¿Quién
te crees que soy… tu sirvienta? - Le gritó enojada, echándole una mirada que
parecía un rayo que atravesaría a Estévez.
-Uy
Dios que carácter mujer, ¿Estás con la regla? – Exclamó irónico.
-Vete
al diablo estúpido – Volvió a vociferar y dio media vuelta y salió azotando la
puerta detrás de ella.
Stone
observaba el tablero, no decía nada. Estévez calló. Y Laura se dirigió hacia la
puerta para seguirla…
-Déjala
sola, estará bien – Le habló por fin Stone.
-Pero…
-Pero
nada, Laura, déjala… no eres tu quien debe ir detrás de ella – Dijo mirando a Estévez,
quien dándose cuenta que le hablaba a él, se encogió de hombros.
-¿Por
qué me miras a mí?
-Jaque
mate – Le gritó Stone moviendo su alfil blanco hacia la reina negra y golpeando
la pieza para que cayera del tablero.
-Mierda
– Golpeó la mesa con su puño cerrado haciendo que varias piezas del tablero
cayeran. Romano los observaba de pie al
lado de ellos.
-Ya
levanta tu traste idiota y ve a buscarla – Le dijo Stone parándose y caminando
hacia la cocina.
-¿Y
por qué yo?
-Querés
de dejar de hacerte el idiota y enfrentarla – Le gritó.
-No
soy ningún idiota.
-No,
no lo sos, me parece que más que idiota, sos un cobarde que no se anima a ser
feliz.
El
rostro de Estévez cambió, Laura notó algo de tristeza en sus ojos. Maldiciendo
para sus adentro se levantó y dio unos pasos hacia la puerta para salir… pero
al llegar, se detuvo…
-No
puedo Joan, no puedo – Y golpeó la puerta con su puño izquierdo. Y al mismo
tiempo apoyó su cabeza contra la puerta.
Stone
se acercó a él. Lo palmeó en la espalda como dándole ánimos y le habló:
-Tonto,
si puedes, ella te gusta. Sabes muy bien que Sara está loca por vos. ¿Qué
esperas? ¿Qué otro te la robe?…
-Estaría
mejor con otro y lo sabes….
-Hombre
tenías que ser carajo, no seas cobarde.
-No
es cobardía, es… - Pero no terminó su frase. Se dio vuelta y abrazó a Stone.
-Wal,
sé lo que sientes. Yo tampoco la olvido. Jamás se borrara de ti. Pero date
cuenta que Sara te puede. Admítelo por Dios, te estás enamorando de ella. Date
una oportunidad de ser feliz.
-No
quiero volver a amar y perder
-No
la perderás… No seas tonto, te quiere – Lo empujó y riendo le acotó – Además no
estoy pensando en quitártela.
-Qué
hija de… - Dijo estallando en un carcajada Estévez.
-¿Vas
o no? – Le preguntó seria Stone.
-Ya,
ya… ¿por qué la cuidas tanto?
-Porque
es mi única amiga estúpido. Ya, anda con ella.
-Gracias
– Le dijo intentando abrazarla de nuevo.
-¿Gracias?
Raja de acá idiota, Uy Dios, te prefiero de enemigo que de amigo pegote – Le
contestó alejándose de él.
Estévez
salió del departamento rápidamente. Stone miró a Laura y sonriendo le dirigió
la palabra.
-Y
vos que pensás hacer ahí parada como estatua.
-Yo,
yo… Ehh – La agarró desprevenida y no sabía que decir – Pienso en si pedir unas
pizzas o comida china – Le contestó.
-Buena
idea, pidamos las dos – Dijo buscando su celular que estaba sobre la mesa – Vos
pedís la pizzas y yo el sushi.
Fue
así que Romano buscó en su bolso su celular, marcó el número de la pizzería e
hizo el pedido. Stone hizo lo mismo con la casa de comida china. Luego se dispuso
a guardar las piezas del ajedrez en la caja. Y Laura se fue a su lado, a cambiarse, a ponerse algo más
cómodo.
Al
volver ella estaba sentada en el sillón. Se acercó y se sentó frente a ella a
esperar que trajeran la comida.
-¿Puedo
preguntar algo? – Se atrevió a decirle.
-No
– Respondió.
-Ufa,
si que eres insoportable – Se quejó Laura.
-No
tienes que soportarme, pide que te cambien de departamento si no me aguantas –
Le dijo agarrando el diario y abriéndolo para leerlo.
-Ya
lo pensé, pero no soy de las que huye ante el primer imprevisto - Le dijo
mirándola y esperando que le dijera algo. Pero nada, siguió leyendo su diario y
no hizo ningún comentario.
Casi
media hora después, recibieron casi al mismo tiempo las pizzas y la comida
china… Stone tomó una porción de pizza y se sentó en el sillón. Con el control
remoto encendió el televisor, y puso un canal de noticias…
-¡Por
Dios!, podrías poner algo para divertirnos…
-Pon
lo que quieras – Le contestó tirándole el control, el cual cayo justo dentro de
la caja de la pizza. Quedando todo sucio, cubierto de queso y salsa.
-¡Qué
Idiota! – Exclamó Laura, sacó el control remoto y lo comenzó a limpiar. Una vez
que lo terminó de asear. Lo apuntó al televisor y comenzó a pasar canales… Ella
ni la miraba, ni siquiera miraba la TV. Sólo comía ahora sushi sentada en el
sofá.
-¿Qué
te dicen a vos “Veneciana”? – Dijo y se rió.
-¿Qué?
-Vas
de canal en canal, ya deja uno para ver…. Y después dices que la histérica soy
yo.
-Me
estás llamando histérica – Le gritó parándose frente a ella. Stone la miró
sonriendo y se levantó quedando parada frente a ella para contestarle:
-Sí,
eres una histérica niña caprichosa.
-Y
tú una histérica, idiota antisocial, estúpida que se cree el centro del
universo.
Estaban
diciéndose de todo, parecían querer herirse la una a la otra. Mientras Stone le
gritaba y Laura hacía lo mismo, sus miradas chocaban. El corazón de Romano se
aceleró, la adrenalina parecía esparcirse por su cuerpo.
-Trastornada
– Vociferaba Laura enojada contra ella.
-Tonta
engreída.
Así
como sus miraban chocaban, sus cuerpos se acercaban peligrosamente… Se gritaban,
y sólo unos diez centímetros las separaban… Laura no podía pensar. Intentaba
buscar el insulto correcto para poder hacerle daño, pero debía admitir que se
estaban diciendo insultos tontos que no dañarían a nadie.
De
repente sonrió, lo que la desconcertó. “¿Qué
diablos le pasa a esta mujer?” Pensó para sus adentros Romano. Pero su
sonrisa era como un imán… apenas diez centímetros… de su sonrisa y su boca. Y
ya sentía el loco deseo de borrarle esa sonrisa maldita… un impulso que jamás
había sentido antes ni por un hombre ni una mujer. Dio medio paso… y acortó la
distancia. No se movió. Parecía estar preparada para todo. Stone seguía
sonriéndole… Ya no la insultaba. Pero sus ojos la retaban… Y sintió miedo, no
ese miedo de que la hiriera, sintió el miedo de caer en sus brazos… y dio un paso
atrás. Entonces ella se dio la vuelta y fue a la mesa a buscar una porción de
pizza. Caminó hacia la heladera y sacó cerveza. Y volvió sin decir una puta
palabra al sofá. Romano se quedó parada como una estatua. Se había reído de ella.
¿Qué diablos quería?... Tenía que demostrar que era tan dura como ella, que nada la
afectaría, así que hizo lo mismo que ella. Fue por pizza y cerveza y se sentó
frente a ella en el otro sillón.
El
celular de Stone sonó de repente… y al
atender su rostro cambió radicalmente. Se paró rápidamente y salió del
departamento sin decir nada. Ni siquiera habló cuando atendió el teléfono.
Laura
se levantó y la siguió, entró al departamento de Sara y cerró la puerta. Así
que Romano se quedó en el pasillo mirando la maldita puerta cerrada. Se acercó
a ella intentando escuchar, pero no se oía nada.
Volvió
al departamento. Terminó de cenar y se acostó a mirar televisión esperando que
ella volviera. Pero las horas pasaron y ella no regresó y Laura se quedó
profundamente dormida.
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Está es otra historia que se está quedando estancanda solo stone y vaina y más nada
ResponderEliminarSi tu trabajo es desprestigiar a las escritoras, te invito a que escribas una historia y la publiques.!
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