Capítulo 12
Sofía
Apenas entramos al
departamento Ana dejo su bolso en el sillón de la sala. Miró a su alrededor y
se acerco a la ventana, corrió las cortinas y se quedo mirando hacia afuera.
Por mi parte, hice lo mismo, deje el bolso al lado del de Ana, pero con la
bolsa provisiones me fui a la cocina a guardar los comestibles.
Al regresar de la cocina Ana
seguía mirando por la ventana, estaba con la mirada perdida…
-¿Estás bien? – Le pregunte,
pero no me respondió, parecía estar inmersa en su propio universo. Así que me
acerque a ella y la toque con la mano en el hombro para que me mirara… A lo que
ella volteo su cara hacia a mí y pude ver su mirada triste.
-Hey… ¿Estás bien? – Volví a
preguntarle.
-Sí, todo bien – Y camino
hacia el sillón, tomó su bolso y se metió en el cuarto.
No me quedo otra que hacer
lo mismo y meterme en el otro cuarto del departamento. Mi pensamiento no podía
apartar de mi mente su mirada melancólica… De verdad, Ana estaba mal, pero ella
no lo iba a admitir.
Cerca de las diez, cenamos
unos sándwiches pues la verdad muchas ganas de cocinas ninguna tenía… Así que
nos sentamos en los sillones a cenar y a tomar un buen vinito que había traído
desde casa.
-Ya se largo – Comentó Ana
mirando hacia la ventana. La lluvia había comenzado a caer, podía escucharse
como las gotas golpeaban el cristal de la ventana y el viento bramaba afuera.
-Sí, Esperemos que mañana
salga el sol…
La verdad, Ana no dio mucha
charla, solo comió y bebió, y bebió, apenas se acabo la botella fue por otra a
la cocina. Pensé en decirle que no bebiera mucho, pero la veía tan triste que
pensé que si se emborrachaba se iría rápido a dormir… o tal vez, necesitaba no
pensar… ¿Qué pasaba por su cabeza? Ojala pudiera saberlo. No soportaba verla
tan triste y ensimismada.
Los Ángeles
José parado al lado de la
ventana observada como las dos jóvenes cenaban y bebían.
El vino comenzaba a hacer
efecto en Ana, su melancolía se hacía más visible en su mirada… La joven se
levanto del sofá y se acercó a la ventana. José parado a su lado la observaba
fijamente. Ana clavo la mirada en la lluvia que caía sobre la ciudad. José
volteo la mirada hacia Sofía.
-Vamos mujer, levántate… ven
con ella – Exclamó José – Uy, Cómo si me pudiera escuchar, ¡Qué tonto soy!
Sofía se paró y se acercó
temerosa hacia Ana, quizás, recordando la última vez que Ana se emborracho y
aquel beso… Su impulso fue llegar a ella y abrazarla. Ana no sé movió, recostó
su cabeza en el hombro de Sofía y se quedó en silencio.
Ante la mirada atenta de
José las dos jóvenes estaban abrazadas y en silencio… quietas, como si ninguna
quisiera que el tiempo pasara y que ese momento fuera eterno.
Afuera llovía a cantaros, y
Ana inmóvil sin querer mover ni un solo músculo de su cuerpo para no salirse de
los brazos de Sofía. Está por su parte, la abrazaba fuerte y acariciaba su
pelo. Y los minutos corrían y ninguna se movía hasta que un trueno estalló en
la noche lluviosa asustándolas de alguna forma, devolviéndolas a la realidad.
Ana levanto la cabeza y su mirada se encontró con los ojos de Sofía que estaban
clavados en ella.
Sofía deslizo su mano del
cabello de Ana hacia el rostro de ésta y la acaricio suavemente. Quien no se
movió, siguió mirándola fijamente. Y es que Ana se estaba perdiendo en los ojos
de Sofía.
Inconscientemente ambas se
fueron acercando más y más hasta quedar a un centímetro de ese beso deseado y
anhelado por las dos.
Sofía ya no podía dominar
sus impulsos, por más que su cerebro enviara la orden de retirada… su corazón
acelerado la detenía y la alentaba a jugarse y besarla…
Por su parte, Ana podía
sentir la respiración de su amiga que poco a poco se agitaba al igual que la
suya, no quería alejarse, algo dentro de ella la empujaba a besarla…
José que las observaba a
unos pocos centímetros cruzaba los dedos y decía en voz alta, aunque las
jóvenes no podían oírlo… “Yaaaa… besoooo”
Pero el sonido de otro
trueno las alejo… y Ana camino hacia el centro de la habitación y tomando la
botella en su mano, la miro y vio que algo de vino aún quedaba en ella, y ahí,
del pico de la botella bebió…
Sofía que se había quedado
parada, dura al lado de la ventana estalló…
-Ya por favor, Ana, ¿Dime
qué te está pasando?
-Nada – Respondió Ana
dejando la botella ya vacía en la mesita ratona y caminando hacia su cuarto.
-Cuando la gente dice Nada,
es que pasa todooooo – Gritó Sofía acercándose a Ana y cruzándose delante de
ella, para interponerse en su camino.
-No me pasa nada Sofía,
estoy cansada…
-¿Ya no confías en mí? –
Preguntó temerosa de la respuesta Sofía.
Ana bajo la mirada e
intentando rodear a Sofía contestó:
-No es eso… No confió en mí…
-¿De qué hablas?
-Basta, Quiero dormir…
-Noooooo – Dijo Sofía
tomándola de un brazo – Necesito que me digas que te pasa, Siento que ya no soy
tu amiga… y eso me duele…
-No me pasa nadaaaaaaaaaaa –
Gritó Ana zafándose del agarre de Sofía – Y me pasa todoooo…. Estoy cansada, no
sé qué mierda hacer de mi vida… - Estalló está vez Ana – No sé para donde va mi
vida, siento que esto no es lo que quiero… Quiero huir, dejar todo atrás, tengo
miedo – No podía parar de confesarse. Sofía la miraba sin decir palabras, pero
atenta a todo lo que estaba diciendo – No sé qué es lo que quiero…
-Necesitas descansar
-Estoy harta Sofía… me está
matando esta rutina… del trabajo al hospital, del hospital a mi casa, de mi
casa al trabajo, nada cambia, y Ariel no despierta… Se me va la vida…
-Ana… Nadie te detiene…
Debes vivir…
-¿Nadie?
-Ana, no pienses en lo que
dirán, eres joven, tienes una vida por delante, me duele decir esto, pero ha
pasado mucho tiempo y no nos dan una puta esperanza de que Ariel despierte… no
puedes atarte a él… - Exclamó Sofía dejando escapar las lágrimas.
-No puedo alejarme, no puedo
fallarle… Estoy entre la espada y la pared… ¿No sé qué hacer? Quiero huir, pero
no puedo.
-No quieres huir porque aún
lo amas… - Dijo Sofía acercándose a Ana. Y ella sólo bajo la mirada para
ocultar las lágrimas que comenzaron a rodar por su rostro…
-No – Llevándose las manos a
su cara para tapar su dolor – Ya no lo amo… Lo quiero con toda el alma pero no
lo amó.
Sofía la abrazo. Ana intento
salirse de los brazos de ella pero no pudo y se dejo caer al suelo.
-Tranquila… Él lo entenderá…
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sé…
-No digas eso para calmar mi
angustia ni mi dolor… no lo sabes… Yo no puedo huir, tengo miedo… pienso que si
el despierta y me llama y yo no estoy a su lado… lo heriría. Y yo jamás le
haría daño.
-Pero quien está sufriendo
eres tú, no él… Mi madre tenía razón…
-¿Qué? – Preguntó asombrada
separándose de ella pero quedándose de rodillas en el suelo.
-Ella cree que te estás
atando a Ariel, que estás dejando tu vida… -Ana no sabía que decir. – Ahora sé
que mi madre, ni nadie de mi familia pensará mal de ti si decides rehacer tu
vida…
-¿Rehacer mi vida? ¿Cómo? Sí
ya, ni soñar puedo…
-Debes volver a empezar… y
creo que no por volver a rehacer tu vida, debas alejarte de Ariel…
José observaba a las jóvenes
hablando. Quería intervenir, decir algo que ellas escucharan y que las hicieran
entender que volver a empezar significaba ser felices las dos… amarse. Pero no
sabía que decir, y no podía ni tenía permiso para hacerse visible antes las dos
mujeres.
-Maldición – Maldijo al
tiempo que elevo su cabeza hacia arriba y pidió perdón – Perdón Dios… Pero me
siento impotente… No puedo ayudarlas.
El silencio volvió a llenar
la habitación, ninguna de las dos sabía que decir, por sus cabezas mil
pensamientos pasaban, pero ninguno podían convertir en palabras… sólo eran
lágrimas que en ambas se expresaban.
Sofía volvió a abrazarla,
pero Ana rechazo el abrazo y se levanto, he intento dar un paso hacia su cuarto
pero su amiga no la dejo… La alcanzo y se interpuso entre ella y la puerta de
la habitación.
-Ana, no sé cómo consolarte,
ni cómo ayudarte… pero soy tu amiga y estoy aquí.
-Lo sé… A pesar de todo tu siempre
estás… y sé que estarás. Pero yo no estoy bien, y no creo que pueda estar bien…
-Calló mirando a Sofía. Quién no sabía que decirle para tratar de alentarla y
de calmar su dolor. – A veces pienso que estoy loca, y otras, que no es nada.
Pero la verdad, es que mi vida ha cambiado y Me siento rara, y tengo miedo…
-¿Por qué rara? – Preguntó
Sofía.
-¿Recuerdas a las gitanas?
-Las gitanas, ¿qué gitanas?
– Preguntó Sofía al instante que recordaba la gitana del parque de Palermo –
¡Ah! Sí, pero eso fue hace años…
-Pues yo nunca te conté lo
que ambas gitanas me dijeron.
-Es cierto, supongo que fue
porque te chamullaron…
-No, no me chamullaron… la
verdad, es que sentí que si te contaba lo que me habían dicho me tomarías por
loca.
-¿Loca?, ¡Pero qué dices…! ¿Por
qué traes eso ahora?
-No lo sé… Pero siento que
todo tiene que ver con lo que me pasa… con lo que nos sucede.
-No entiendo.
-Te acordas que yo comencé a
cambiar mucho después de la muerte de esa chica Analia.
-Sí, no se a donde queres
llegar con eso.
-Pues, las gitanas me
dijeron que Analia murió en mi lugar
-¿Qué?
-No me tomes por loca, solo
escúchame… - Ante ese pedio Sofía asintió con la cabeza y Ana continuo hablando
– Yo debía morir, pero Analia se cruzo y fue ella quien murió, por lo tanto, su
alma entro en mi cuerpo para seguir viviendo en mi vida.
-No entiendo nada
-Yo tampoco… pero a veces
siento que eso que me dijeron era verdad. Que su alma está en mi cuerpo y fue
lo que produjo todos esos cambios de personalidad en mí. – Respiro hondo – Y creo que es por eso, que
he dejado de amar a Ariel…
-Tal vez dejaste de amarlo
por lo que le ha pasado, digo, el hecho de que no puedas estar con él
realmente, Por Dios, no sé lo que digo…
-No lo creo… desde la muerte
de Analia comencé a sentirme atraída por… - casi lo dijo pero calló.
-Ana… ¿por quién?
-Por vos – Lo había dicho, y
sentía como si se hubiera quitado de encima un peso enorme…
Sofía quedo algo atontada
ante la confesión, no podía ni hablar solo la miraba algo confundida… Ana bajo
la mirada. Algo dentro de ella le decía que todo cambiaría con lo dicho, y que
quizás su amiga podría alejarse de ella.
-An… Ana – Intento hablar
Sofía – ¡Estás diciéndome que te gusto!
-Sí – Confirmo con voz
firme, pero sin levantar la mirada por vergüenza a mirarla a Sofía. Pero está
se acerco y impulsada por sus sentimientos tomo su rostro con sus manos y sin
decir palabras la beso apasionadamente.
José con la boca abierta
observaba lo sucedido….
-¡Ah, bueno! - Exclamó – Aquí ya está todo bien, ahora
mejor arreglo algo más. Y mientras y Ana y Sofía se besaban, se acariciaban
camino hacia la mesa ratona que estaba en el centro de la habitación y miraba
los dos celulares de las jóvenes. Y señalándolos Dijo: “Batería baja” y al
instante la batería de ambos móviles se descargaban.
Al separarse Ana esbozo una
sonrisa y abrió la puerta de su cuarto y tomando la mano de Sofía la metió a la
habitación. Caminaron juntas hasta la cama y paradas al lado de lecho volvieron
a mirarse a los ojos y lentamente Ana se acerco y la beso… Sofía se dejo llevar
por su pasión. Suavemente acariciándola y besándola le quito la ropa, al tiempo
que Ana hizo lo mismo con ella. Y cayeron abrazadas en la cama, desnudas…
entregándose al fuego de la pasión, sintiendo que ese fuego las quemaba y las
llenaba de felicidad.
José tapándose los ojos se
acercó a la puerta y al escuchar los gemidos de placer de ambas mujeres
amándose en la habitación chasqueo rápidamente los dedos y apareció en el
pasillo del hospital.
-José – Lo llamó Gabriel al
verlo aparecer en el pasillo.
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Que inicio de día señores y señoras, que inicio. Gracias por actualizar.
ResponderEliminarQue genial que aclararan sus sentimientos!!
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