CAPITULO 4
Yo estaba definitivamente
atrapada y mi corazón dulcemente encadenado al suyo. Sin remedio. Seguimos
saliendo de vez en cuando, al cine, a comer, al parque… y ella iba dando
pequeños pasos que encendían la llama de mi esperanza. Del suave beso en los
labios, pasó a atrapar los míos entre los suyos, a utilizar tímida su lengua, a
jugar con ella con la mía, todo mientras me atraía firmemente hacia su cuerpo
dejándose estrechar entre mis brazos. Sus manos recorriendo mi espalda, mis
dedos perfilando su rostro, acariciándonos también por debajo de la ropa. Como
si fuéramos adolescentes experimentando. Yo dándole tiempo y ella a mí
centímetros de piel.
Hacía ya tres semanas que
tonteábamos y me parecía que las cosas iban despacio, pero bien. Yo sabía que
había puesto su mundo patas arriba, que lo que sentía por mí la estaba forzando
a cuestionarse un montón de cosas en las que nunca se había parado a pensar.
Además estaba el tema de su profesión. Una actriz lesbiana o bisexual no era un
buen reclamo. Y ella estaba asentándose en la profesión. Entendía que
necesitaba tiempo. Y yo la necesitaba a ella, así que estaba dispuesta a tener
paciencia. Esa noche había estado de
guardia y había llegado a casa a las 7 de la mañana. Me había acostado, no, me
había derrumbado en la cama y dormía plácidamente cuando oí el timbre de mi
teléfono móvil
Yo: ¿Sí?
Sylvie: Hola ¿Estás en casa?
Yo: Sí, ¿por qué?
Sylvie: Estoy cerca de tu apartamento y llevo una bolsa con bollos de leche
calentitos. ¿Desayunamos juntas? ¿Tienes que trabajar luego?
Yo: No, hoy no trabajo. ¿Cuánto tardas en llegar?
Sylvie: Unos quince o veinte minutos
Yo: Vale. Tengo tiempo de ducharme. Te espero
Estaba reventada. Pero la posibilidad de ver a Sylvie, me dio un extra
de energía. Salté de la cama, me metí en la ducha, me puse ropa cómoda y estiré
las sábanas. Sonó el timbre. Guapa, no, guapísima. Madre mía, me daban ganas de
sacarle la ropa a jirones y poseerla allí mismo, en el pasillo. Pero le había
prometido ser paciente. Si hay cielo yo
me lo estaba ganando a pulso. Cuando me besó al llegar tuve que reprimir las
ganas de arrinconarla contra la pared y comerle la boca. El cielo. A pulso. Desayunamos
tranquilamente y tuvimos una larga y divertida sobremesa. Me contaba anécdotas
del rodaje de la segunda temporada de la serie. Yo ya no tenía sueño. Yo lo
único que tenía eran ojos para ella. Ella me rozaba la piel coqueta y se
atusaba el pelo. El cielo. A pulso. Cuando le conté que había tenido guardia a
la noche y que apenas había dormido tres horas, me respondió insinuante que
entonces tendría que llevarme a la cama. Me imaginé otra sesión de besos y
arrumacos y aunque me encantaba la perspectiva, tenía claro que acabaría
teniéndome que dar una ducha fría. ¡Cómo la deseaba!. Pero ella tenía la
batuta. El cielo. A pulso. Me levanté a retirar la mesa y cuando estaba
limpiando las tazas y los platos del desayuno, me abrazó por detrás. Cerré los
ojos y me dejé hacer. Me retiró el pelo y me besó en el cuello. Apoyó su cara en mi espalda y me apretó
fuerte. Me dejé hacer. Volvió a besarme en el cuello y me susurró al oído “Te deseo, vamos a la cama”. ¿Había oído bien?
Yo: Pero para…
Sylvie: Sí
Yo: ¿Estás segura?
Sylvie: Segurísima
Yo: ¿Estás preparada?
Sylvie: Preparadísima y deseándolo
Me volví y la rodeé con mis brazos.
Ella se acercó a mi cuerpo y buscó mi boca. Atrapó suavemente mi labio
inferior entre sus labios y metió su mano por debajo de mi camiseta atrayendo
más mi cuerpo hacia el suyo. Su mano en mi espalda, sus labios sobre los míos y
mi cuerpo hirviendo con su contacto. Había pensado tanto en que ella se pudiera
sentir nerviosa en ese momento, que nunca me detuve a reflexionar lo asustada
que podría estar yo ¿Y si no le gustaba? ¿Y si no disfrutaba haciendo el amor
conmigo? ¿Y si eso era el principio del fin? Tampoco tenía muchas opciones. La
quería, la deseaba y la iba a hacer el amor. Así que con mis labios atrapé
suavemente los suyos mientras sujetaba
con mi mano su nuca. Ella correspondía al beso y entreabrió sus labios para mí.
Introduje mi lengua y comencé a juguetear con la suya mientras colocaba mis
manos en sus caderas; de sus caderas a ambos lados de su cintura, de su cintura
ambas a su espalda y por su espalda hasta sus hombros. Tiré suave de ella hacia
mí y apoyé su generoso pecho en el mío, mientras seguía besándola, ahora en el
cuello. Ella, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, se mordía el labio
inferior. Un intenso escalofrío recorrió mi espina dorsal.
Yo estaba encendida y le hubiera arrancado la
ropa allí mismo, pero ya llegarían otros momentos de desenfreno y pasión. Ahora
era importante para mí dedicarle tiempo, hacerle el amor con ternura, despacio.
La tomé de la mano y la guié al dormitorio. Estábamos frente a frente al borde
de la cama. Se quitó los tacones y se abrazó fuerte a mi cuerpo apoyando su
cabeza en mi pecho. “¿Estás bien?”
–le pregunté. “Eres tan dulce” –me
respondió. Separé su cuerpo del mío y comencé a desabrocharle cadenciosamente
la blusa mientras iba besando sus labios, su cuello y el nacimiento de sus
preciosos pechos. Tiré de su blusa por detrás de sus hombros y la dejé caer al
suelo. La recosté en la cama y me arrodillé ante ella besando cada centímetro
de su tripa mientras iba desabrochando sus pantalones y tirando de ellos.
Recorrí sus piernas y el interior de sus muslos con mis manos mientras la oía
gemir. Me saqué la camiseta y las mallas que llevaba y quedé desnuda ante ella.
Me recosté a su lado y sin dejar de besarla rodé con ella por la cama hasta
colocarla encima de mí.
Era su turno, besaba mis labios, besaba mi cuello y con sus manos
masajeaba mis pechos. Aproveché para desabrocharle el sujetador y liberar su
cuerpo. Yo estaba completamente empapada y la visión de sus pechos me excitó
aún más. La suavidad de su piel me enloquecía. Rodé sobre ella y profundicé en
el beso. Masajeé su precioso pecho, de adelante atrás, en círculos, apretándolo
con ternura y pellizcando suave sus sonrosados pezones, que luego estimulé con
mi lengua. Ella sujetaba mi cuerpo firme por mis nalgas y frotaba con suavidad
su muslo contra mi sexo, dejando que mi humedad le mojara el nacimiento de su
pierna. Yo descendí la mano y la introduje dentro de sus braguitas, que aún
llevaba puestas. Enjugué mis dedos con su humedad y con movimientos suaves y
delicados fui extendiendo su fluido por todo su sexo. Apreté suave el
nacimiento de su clítoris y ella se retorció entre mis brazos gimiendo. Masajeé
el centro de su placer con movimientos circulares cadenciosos mientras con mi
lengua seguía besando su boca, su cuello, sus pechos. Saqué mi mano de sus
braguitas. “Sigue, por favor”- me
dijo. “Voy a seguir con mi lengua”
–le respondí. Su respuesta fue otro gemido, con lo cual deduje que lo que le
iba a hacer no le causaba rechazo. Me deshice de sus braguitas y fui
descendiendo de su boca a su cuello, de su cuello a sus pechos, de sus pechos a
su tripa, lamiendo, besando cada rincón de su piel mientras Sylvie iba
retorciendo su cuerpo de placer al compás de mis caricias. Separé sus labios
mayores y con mi lengua fui recorriendo suavemente su contorno interno, el
espacio entre ellos y los labios menores. Suave, de adelante atrás, en círculos
estimulando también su clítoris mientras ella me acompañaba con movimientos
suaves de sus caderas guiándome así para obtener aún más placer. Sylvie con su
cuerpo completamente arqueado gemía y jadeaba esperando pronto su climax. Volví
sobre su tripa hacia sus pechos y su boca y rodé suavemente para colocarla
encima de mí. Ella colocó su sexo sobre mi muslo frotándose con ansia contra
él. Yo volví a su boca, a juguetear con mi lengua con la suya, mojé mis dedos
con mi saliva, la separé un poco e
introduje dos en su interior. Ella cargó su peso sobre mi mano, que apoyada a
su vez sobre mi muslo la dejaba maniobrar a ella a su antojo y permitir que mis dedos entraran y salieran de su
interior al ritmo que ella marcara. Galopó sobre mi mano hasta que se rompió en
un sonoro orgasmo y desplomó su cuerpo sobre el
mío. Con cuidado retiré mis dedos de su interior y la rodeé con mis
brazos disfrutando de su todavía agitada respiración. Volvió su rostro hacia mí
y me dio un tierno beso en los labios. La sonreí y me devolvió una sonrisa que
iluminó mi mundo.
Después llegó mi turno. Quizás sus manos no fueran las más expertas que
me habían tocado, pero sí sé que con ella sentí más placer del que había
sentido nunca. Más amor del que había sentido nunca.
Yo: ¿Estás bien?
Sylvie: Mejor
que bien. No imaginaba que me fuera a
gustar tanto. Siento no ser tan experta como tú.
Yo: Te quiero. Y me has hecho más feliz de lo que nadie me ha hecho en toda
mi vida. Me has hecho disfrutar
muchísimo. Nunca había deseado a nadie tanto como a ti
Sylvie: Nunca imaginé que iba a ser una mujer la que consiguiera hacerme sentir
plena en todas las facetas de mi vida. Contigo hablo, contigo río, contigo
lloro, contigo disfruto… Me duermo pensando en ti y me levanto pensando en ti.
Nunca me había pasado esto
Yo: Eso es amor; lo sé porque es lo mismo que siento yo
La estreché entre mis brazos y un pesado y placentero sueño me fue
venciendo. Cuando desperté Sylvie no estaba en la cama. Salí de la habitación y
la encontré en la cocina. La mesa puesta para las dos y ella cocinando para
nosotras. Me paré en el quicio de la puerta a observarla y me sentí la mujer
más afortunada del mundo. Nunca una escena tan cotidiana me había hecho tan dichosa.
Pasaron los meses. Sylvie entendía muy bien mis horarios locos. Tanto
como yo sus constantes viajes. Entre tanto, nuestra vida era una suma de continuos encuentros y la pasión nos desbordaba. Yo seguía
preocupada por las repercusiones que pudiera tener para el trabajo de Sylvie el
hecho de que se desvelara que estaba enamorada de una mujer y ella como
respuesta apareció un día con su maleta en mi puerta diciéndome que le
importaba muy poco lo que la gente pensara. Era valiente. Mucho más que yo. En mi
caso no era ningún acto de valentía gritarle al mundo que la amaba. En mi
profesión y en el círculo en el que yo me movía eso importaba poco. Pero
siempre me preocupó que a ella le pudiera afectar negativamente. Nunca lo
pregonamos, pero curiosamente cuanto menos nos escondíamos, más desapercibidas
pasábamos. Así fueron transcurriendo los meses, fue pasando el tiempo con
deliciosa cadencia, mientras nos descubríamos y disfrutábamos de la
convivencia.
Llevábamos más de un año conviviendo, más de un año acompasando nuestras
vidas, ajustando nuestros ritmos, y sobre todo llevábamos más de un año
amándonos. Yo tenía claro que Sylvie era la mujer con la que quería compartir
el resto de mi vida. Compré un par de anillos en una joyería y los llevaba
siempre conmigo en su estuche, en mi bolso. Pero no encontraba la ocasión. En el fondo, tenía miedo ¿Y si le pedía que
se casara conmigo y no aceptaba? ¿Y si casarnos iba a perjudicarla en su
trabajo? Estábamos bien, la verdad, pero yo era de las que siempre habían
soñado con el día de mi boda. Pero los
días fueron pasando y los anillos languideciendo en mi bolso.
Llegó el verano y nos fuimos de
vacaciones de nuevo a la tierra de mi padre. A Sylvie le
gustaba mucho estar con mi aitite y mi amama. Si mis abuelos son ya de por sí cariñosos,
cuando supieron, la primera vez que llevé
a Sylvie a su casa, que era
huérfana, se les despertó una
especial ternura hacia ella y en esas
circunstancias, Sylvie se sentía muy a gusto con ellos y queridísima. Ese día
la llevé a la playa de Laida. Un precioso paraje con suaves olas, en el que
pensaba enseñarle a hacer surf. El día transcurrió plácido y divertido. Nos
dejábamos arrastrar con nuestras tablas por las olas, tomábamos el sol
indolentes y disfrutábamos la una de la otra. Al atardecer, decidimos quedarnos
en la playa a ver la puesta de sol. Sylvie estaba sentada en su toalla y yo por
detrás, abrazándola. Entonces me dijo “No
puedo más” Y el corazón me dio un brinco en el pecho.
Yo: ¿Con qué no puedes más? ¿No quieres estar más conmigo?
Sylvie: (Se volvió hacia mí entre
divertida y enfadada) ¡Pero qué tonterías
dices!
Yo: Es que no sé a qué te refieres
Sylvie: ¡Cásate conmigo!
Yo: ¿Qué?
Sylvie: Lo que has oído. Cásate conmigo, Amaia. No puedo más. No quiero esperar
más. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado
Yo: ¿Estás segura?
Sylvie: ¿Pero a qué viene tanta pregunta?
Yo: ¿Has pensado cómo puede afectar esto a tu carrera?
Sylvie: Mira Amaia. No sé. La verdad es que no sé cómo me afectará. No hay
nada seguro con eso, ni para bien ni para mal. Pero lo que sí sé es que quiero
que seas mi mujer y quiero formar una familia contigo. ¿No vas a contestarme?
Yo: Espera (Saqué de mi bolsa de playa los dos anillos que llevaba
semanas paseando conmigo) ¿Esto responde
a tu pregunta?
Sylvie: ¿Pero qué es esto?
Yo: Hace tiempo que quería pedírtelo yo, pero no sabía qué tal te lo
tomarías y me daba miedo que no quisieras y enturbiar la estupenda relación que
tenemos. Lo estaba deseando hace tiempo.
(Tome su mano y le coloqué uno de los anillos en el dedo) Cásate conmigo
Tomó el otro anillo de la caja y lo colocó en mi mano. Se abrazó a mí y
las dos rodamos por la arena. Me sentí la mujer más feliz del mundo. Decidimos
que nos casaríamos la primavera siguiente.
El tiempo se nos escurría de los dedos. Sylvie tenía una oferta para
hacer una película y andaba haciendo cabriolas para compaginar el rodaje de la
tercera temporada en la serie y la película que ya había comenzado a rodar. Yo
me encargaba de los preparativos de nuestra boda ayudada por mis tíos y primos
al otro lado del océano, porque Sylvie decidió que mis abuelos no podían
perderse nuestro enlace y por tanto nos casaríamos en el País Vasco. Y ambas éramos felices. Sin embargo, aquel día, Sylvie llegó enfadada
a casa:
Yo: ¿Qué tienes, amor? ¿Qué ha pasado?
Sylvie: Nada importante, no te preocupes
Yo: Venga, Sylvie, no vamos a jugar a esto. Sé perfectamente que algo
desagradable te ha pasado. ¿Qué ha sido?
Sylvie: Los productores de la serie van a prescindir de mí
Yo:
Pero ¿por qué? Tu personaje es uno
de los más queridos por el público…
Sylvie: Te quiero y no pienso esconderme. La semana pasada comenté que esta
próxima primavera me casaría contigo. Y parece ser que han decidido que el
hecho de que me vaya a casar con una mujer puede perjudicar mi imagen y por lo
tanto la serie. Así que piensan sacarme de ella antes de que la noticia se sepa
Yo: Me temía que esto pudiera pasar…
Sylvie: Vamos. Amaia. ¡Cómo quieres que te lo diga! Te quiero y quiero estar
contigo pese a quien le pese. Encontraré otra película, otra serie de
televisión, otra obra de teatro. Pero ni aunque viviera mil años, encontraría a
nadie como tú. Así que la elección es fácil
Yo: ¡Eres tan valiente!
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....Oh Despistada...un capitulo al inicio con mucha temperatura ja, ja, ja.... y después inician los dramas que no pueden faltar... la analogía de la vida misma... y a propósito Despistada, sino es mucha indiscreción ¿Cuántos años tienes? bueno si se puede saber claro... te envío desde Colombia un abrazo fraternal y gracias por estas líneas que siempre dejan un buen sabor de boca, hasta el próximo capitulo....Atenea Palas, una ciudadana del Mundo!!!
ResponderEliminarVaya,,, ¿La pregunta es si soy jovencita? La respuesta es no. ¿Mayor? Tampoco (bueno, si tú tienes diecisiete, igual entonces un poco sí). Estoy en esa franja de edad denominada como "mediana edad" en la que ya he tenido tiempo de acumular unas cuantas experiencias vitales, pero en la que todavía me quedan muchas cosas por experimentar, o eso deseo fervientemente. Trabajo, estudio (osea sigo formándome en ámbitos relacionados con mi promoción laboral), hago deporte, salgo invariablemente todos los fines de semana con mis amigas... mi vida no tiene mucho misterio, la verdad. Soy una tía inquieta y bastante vital. Nada del otro mundo
EliminarUn abrazo, Atenea Palas
...Despistada gracias por la respuesta, solo era curiosidad... realmente todas las etapas de la vida tienen su encanto, depende de uno como las asuma puesto que cada vivencia es la que nos va dando eso que llaman experiencia y ésta depende mucho para afrontar tanto los momentos buenos, regulares y como aquellos que son difíciles... y para no aburrir que cuento que tenemos en común eso de la "mediana edad", ja, ja, ja.... así que pues nada mujer, a seguir con nuestras existencias y disfrutando de cada instante que la vida nos regala, un fraternal abrazo!!!
EliminarVaya he pasado de un subidon a un bajón, ya llegan los problemas
ResponderEliminarA propósito vas a tener q poner un aviso de q ciertos capítulos .....no se lean en el trabajo ;-)
M.S(galicia)
Jaja. ¡Qué sería la vida sin un poco de riesgo!
EliminarHola despistada. Me tienes enganchadisima con la historia. Me gusta la personalidad de Sylvie. Esperando lo que se viene.Te mando un slaudo.Vero
ResponderEliminarHola Vero. A mi de Sylvie me gusta todo, la verdad. De hecho, Sylvie nació en mi cabeza con la cara y el porte de una actriz que me encanta. Es que la veo y no puedo con mi vida. Al final de la historia te diré, si quieres, a qué actriz me refiero. Pero mi Sylvie tiene sus luces y sus sombras (aunque yo se lo perdono todo). Espero que te guste cómo va derivando la historia, aunque conociéndome, espérate un empacho de dulce no apto para diabéticas.
EliminarUn saludo y gracias por comentar
Wauuuuu me enamorooo que hermoso y que fuerte que te pidan casamiento la verdad que valiente sylvie hermosas las dos besos despistada muaaa jaja
ResponderEliminarBesos a ti también. Me alegro que te haya gustado el capítulo
EliminarWuao wuao Despistada ahora viene el conflicto de querer hacer lo que se siente y vivir una vida que quieren los demás por esos estúpidos prejuicios Aquí Amaia tiene que ser paciente y Sylvie seguir siendo valiente y defender lo que ella siente sin tener que dejar que los demás quieran chantajearla quitándole su trabajo ella tiene que demostrar que el que ame a una mujer no quiere decir que su personaje es poco creíble o que la gente dejara de querer al personaje Vamos Sylvie vamos a luchar por lo que queremos y tu amas a Amaia
ResponderEliminarExcelente capítulo el de hoy hay que acostumbrarse a tus sorpresas en la historia Despistada en cada capítulo nos dejas en que pensar un abrazó desde Chile hasta mañana bendiciones a tu talento
Los malditos prejuicios siempre están ahí. Parece que haya que justificar todo lo que una hace. Pero fíjate que ahí creo que Sylvie lo tiene claro. Es valiente.
EliminarUn abrazo
Me parece una historia de lo mas tierna y romantica. Me encanta! Con cada historia te superas Despistada!
ResponderEliminarUn besito
Xiion, guapa. ¡Qué ganas de seguir leyendo tu historia!
EliminarMe alegra leer tu comentario. Un abrazo
Excelente capituloooo que valiente es sylvie, es que el amor no tiene porquw esconderse... Espero la continuación
ResponderEliminarTienes toda la razón Lizeth. Gracias por comentar. Un abrazo
EliminarTodo era demasiado,perfecto,maravilloso...la convivencia el amor apasionado,vacaciones en el pais Vasco,pedida de matrimonio,anillos.Y zas! el golpe al higado...los productores de la serie van a prescindir de Sylvie...Ella no debio comentar que se casaba la proxima primavera con una mujer.Se me acaban de caer las alas del corazon.No tengo ni idea que va a pasar... solo se que comenzaran los problemas...
ResponderEliminarDespistada lo que se llama la "mediana edad" ahora equivale a los 30 y se es joven.
Un saludo cordial
Un saludo para tí también. Es verdad que todo en el camino de mis chicas no van a ser rosas (o por lo menos, alguna de las rosas traen espinas). Un abrazo
EliminarPero que capitulo.. empezó el lado pasional de las dos.. todo muy bien y al final la riegan los productores con el que dirán.. lo más romántico es la valentía y se casan .
ResponderEliminarSylvie es valiente, desde luego eso no se le puede negar. Se lanzó a la piscina con los ojos cerrados. Ahora le toca echar a nadar. Un abrazo
EliminarNo estoy muy acertada con la respuesta a los comentarios. Ha salido el nuevo capítulo, pero no mis respuestas a los últimos tres comentarios. Nada, a ver si la próxima vez atino. Soo agradeceros vuestros comentarios, chicas. Un abrazo
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