Primera Parte
Hoy era un lunes más a
las 8 de la mañana. Ayudé a John a subir la persiana del pequeño supermercado
en el que trabajaba por las mañanas para poder pagar mi estancia en la ciudad
mientras terminaba la carrera. Ya estaba en mi último año y sólo me quedaban un
par de meses para hacer los exámenes finales y presentar mi proyecto de fin de
carrera.
Llevaba trabajando aquí desde hace poco más de un año y desde hace poco
más de un año estoy perdidamente enamorada de una preciosa mujer de la que no
sé ni su nombre.
Cuando sólo llevaba una semana y mi supervisor me dejó sola en las
cajas registradoras, una apurada mujer saltó casi por encima de una ancianita y
puso sobre la cinta una cola light y un sándwich de atún. La pasé lo más rápido
que pude por el escáner y dije, sin levantar la vista “2 con 75, por favor” la joven mujer se puso a revolver en su bolso
para darme lo justo en monedas, y mientras tanto, la observé.
No podía ser mucho mayor que yo, tal vez cinco años, como mucho.
Llevaba el pelo rubio recogido en un perfecto moño, a conjunto con el sobrio
atuendo de ejecutiva de color azul cobalto y una blusa blanca que dejaba al
espectador una suave insinuación de su escote. Casi fui pillada in fraganti cuando levantó la mirada y
me entregó el dinero. Fue tan rápido que casi no fui capaz de saber si sus ojos
eran grises o verdes. Era preciosa…
Después de ese día, de lunes a viernes, la joven rubia venía siempre
sobre las 8:30 de la mañana para comprar su almuerzo y siempre me lo entregaba
en monedas… algunas veces deseaba que no tuviera dinero para así poder saber su
nombre mediante la tarjeta de crédito…
Esta semana se terminaba mi contrato, y por razones obvias, no iba a
renovarlo. Necesitaba tiempo para estudiar y acabar de perfilar el proyecto. De
eso dependía que mi carta de presentación para el bufete Harrison, Richardson and Wilson me llevara, al menos, a unas buenas
prácticas remuneradas. Si no, ¡adiós ciudad, hola pueblo perdido en el monte!
Sabía que en casa tendría trabajo asegurado en el pequeño bufete de mi padre,
pero no quería pasarme mi vida en aquel pueblo alejado de la mano de Dios
leyendo testamentos, herencias y arrendamientos. Aguantando a las viejas mulas
quejarse de que la parcela del vecino estaba dos metros invadiendo sus tierras
o que las subvenciones por la construcción de carreteras no eran suficientes
por las tierras que habían perdido. Sólo de pensarlo me daba dolor de cabeza.
A las 8:27, mi preciosa rubia entro en el supermercado, se fue
directamente a las neveras y sacó un zumo de naranja y una ensalada de la
huerta, se dirigía hacia la caja cuando se detuvo de golpe y volvió sobre sus
pasos, cambiando el zumo por una botella de agua y cogió una pequeña manzana
royal, de brillantes tonos rojos y anaranjados. Estos dos últimos meses ha
estado comiendo o muy poco o con pocas calorías. Sí está de régimen no lo
entiendo. Tiene un cuerpo precioso.
Llegó a la caja y, en nuestro ritual de siempre, pasé sus objetos de
forma tranquila y una vez pasados, le dije el total “2 con 99, por favor” ella volvió a rebuscar en su bolso y yo la
observaba, sin embargo esta vez, levantó su mirada antes de tiempo y un ligero
rubor le subió por el cuello y cubrió sus mejillas. Me tendió la tarjeta de
crédito y dijo “Espero que no haya
problema, es que me he quedado sin suelto” lo cierto era que la empresa no
dejaba pasar la tarjeta de crédito a menos que superara los 10 dólares, pero no
pude evitar decir con una sonrisa “No hay
problema” mientras pasaba la tarjeta por el lector le di un rápido vistazo.
Su nombre era Mackenzie Richardson y sólo tenía 23 años. ¡Éramos de la misma
edad!
Espero de todo corazón que no notara la sonrisa boba que se me quedó al
descubrir después de un año como se llamaba mi preciosa rubia. Tras pasarle el
ticket para que firmara el comprobante, se llevó una mano a la cabeza y
estornudó un par de veces. ¿Será alergia? Me adelanté a ella y saqué un pañuelo
de tela azul que siempre llevaba por si acaso. Estaba limpio y llevaba mis
iniciales “Ten, ya me lo devolverás”
ella lo cogió agradecida y antes de marcharse se inclinó suavemente y dijo “Muchas Gracias”. Esa fue la última vez
que la vi esa semana.
El viernes la esperé con impaciencia. Me había propuesto que si hoy la
veía, le pediría ir a tomar un café o algo así. Pero no vino. Me despedí de mis
compañeros del trabajo, los cuales me desearon lo mejor en la vida y que si
alguna vez, alguno de ellos iba a la cárcel me llamarían sin dudarlo para que
les sacara. Caminé a casa cabizbaja. Supongo que no hubo posibilidades desde el
principio.
Los dos próximos meses fueron una locura. No conseguí graduarme Summa Cum Laude, pero logre el Magna Cum Laude, lo que con una nota
media de 3’88 no está nada mal. Y mi proyecto de fin de carrera fue elegido el
mejor de la promoción, por lo que mi tutor me propuso sin reparos para las
prácticas en Harrison, Richardson and
Wilson junto con otros dos alumnos. Tenía la entrevista un lunes por la
mañana, así que me puse mi mejor traje de color negro con una blusa verde que
destacaba mi pálida piel y destacaba lo justo de mi delantera. Domé lo mejor
que pude mi salvaje pelo pelirrojo y me maquille lo justo para demostrar
profesionalidad y belleza en su justa medida y perfile suavemente mis ojos para
destacar mis anodinos ojos azules. Se me notaban mis raíces irlandesas a
kilómetros de distancia, pero desde el instituto había dejado de darle
importancia a los motes sobre hadas del bosque o la chica del pelo zanahoria…lo
que resultaba incongruente ya que mi pelo tenía más bien un tono rojizo.
Me subí a mi Tata Indica rojo que mi padre me había traído el mes
pasado del pueblo y me dirigí al gran edificio de la compañía. No estaba muy
lejos de mi antiguo trabajo, así que no pude evitar pensar en Mackenzie.
¿Seguiría yendo a comprar su almuerzo allí?
Al llegar al edificio me dirigí a la entrada del aparcamiento
subterráneo, di mi nombre y me dieron una tarjeta temporal de un día para poder
aparcar el coche dentro. Aparqué en el tercer subterráneo y me dirigí ansiosa
al ascensor. Al entrar en el vestíbulo sentí como la emoción se iba abriendo
camino…esto es lo que he estado esperando. Volví a dar mi nombre al chico de la
recepción, me dio un identificador para el ascensor y me dijo que me esperaban
en la planta 36. Entré en el ascensor junto con otras diez personas hasta que
sólo quedamos tres personas para bajarnos en el piso 36. Eran las 9 menos 5,
así que no me quedaba mucho tiempo para hacerme a la idea de las varias
preguntas sobre legislación que seguro que me harían, así que simplemente
respiré hondo y me dirigía a la pequeña recepción de la planta.
Me indicaron donde estaba el despacho de Don Wilson, que era quien me
iba a hacer la entrevista. Así que casi estaba chorreando de sudor cuando su
secretaria me mandó pasar. A pesar de todo, todo marcho sobre ruedas. Al
parecer Don había conocido a mi padre en la universidad cuando eran jóvenes y
me dijo que tenía el mismo carácter rebelde que él a su edad. Me preguntó
porque no trabajaba para él, que seguro que ganaba mucho más dinero y tendría
un horario de trabajo mejor, y yo simplemente le dije “A veces, las cosas sencillas son las más complicadas. Sabía que si me
quedaba con mi padre allí no sería feliz, así que me propuse buscar mi propia felicidad
y le aseguro que nada me hace más feliz que ayudar a las personas más
desfavorecidas a conseguir un trato justo en los juzgados”estudié derecho y
criminología en la universidad, y estaba preparada para enfrentarme a casos de
violencia de género, abuso sexual, casos de drogodependencias, abuso a menores…quería
estar el pie del cañón contra las injusticias, no quería quedarme en un pueblo
sacándole el dinero a las ancianas viudas por tercera vez, por mucho respeto
que le tuviera a mi padre, no lo tenía con la rama del derecho que ejercía.
La entrevista duró más de lo debido, estuvimos casi una hora hablando
de diversos temas, tanto jurídicos como personales. Al terminar, me dio la mano
y me dijo “Bienvenida a bordo señorita
Doherty, espero que esta compañía esté al nivel de sus expectativas” no
pude evitar estrecharle la mano con efusividad y agradecer una y otra vez la
oportunidad. Don me dijo que no haría las prácticas, esas las haría otro de los
entrevistados, yo entraría a trabajar directamente, confiaba en mí y en mis
capacidades. Estaba tan contenta que no me di cuenta de que llamaba a alguien
por el telefonillo, cuando acabó me dijo que la hija de uno de los jefes de la
empresa me ensañaría todo esto y que lo más probable es que trabajáramos juntas,
ya que estaríamos en el mismo departamento.
La puerta del despacho se abrió y casi me caigo de espaldas. Don, sin
percatarse de mi shock, nos presentó “Mackenzie,
te presento a nuestra nueva adquisición, Evelyn Doherty. Evelyn, te presento a
Mackenzie Richardson. De ahora en adelante le estas quitando el título de
novata. Lleva con nosotros ya un año y ambas estáis especializadas en el mismo
campo, así que Mackenzie, espero que le enseñes a Evelyn como van las cosas por
aquí, a partir de ahora formaran equipo para la mayor parte de los casos”
Lo cierto es que no sabía si Mackenzie estaba más asombrada que yo. Don nos
dejó para irse a una reunión con algunos clientes y nos dejó a ambas allí.
“La joven cajera” dijo sin más. Le tendí la mano de manera
cortés, aunque lo que hubiera querido habría sido abrazarla con fuerza. Ella,
al ver mi gesto, volvió un poco en sí, rebuscó en sus bolsillos y sacó un
pequeño pañuelo…mi pañuelo “Ten, no
pretendía quedármelo, pero enfermé y cuando volví al supermercado y pregunté
por ti me dijeron que no volverías…” me quedé de piedra al contemplar su
expresión compungida y triste, agarré el pañuelo y lo sostuve con firmeza, lo
llevaba consigo después de 2 meses… “Sí,
terminaba esa semana. Debía acabar mi proyecto de fin de carrera y hacer los
últimos exámenes así que…” Dios, esto estaba siendo más difícil de lo que
pensaba. ¡Venga Evelyn! ¡Pídele una cita! “Em…
Bueno, sígueme. Tendrás que hacerte un pase temporal hasta que administración
haga uno nuevo para ti y… ¿tienes coche?” asentí, por lo que prosiguió
mientras la seguía “Bien, entonces
también te darán uno para el aparcamiento y te reservarán una plaza. El horario
de es de 9 a 13 de lunes a viernes y los martes y los jueves también de 15 a 18
para las reuniones con otros abogados y bufetes” se la veía nerviosa y
apenas me miraba. Ahora era toda profesionalidad, aunque sus manos temblaban “Aquí está la sala de juntas, los baños
están al fondo a la izquierda, al lado de la cocina, allí tendrás siempre algo
de comida y bebidas por si tienes que quedarte a estudiar algún caso…”
espera…entonces… “Disculpa, ¿dices que
hay comida aquí?” Mackenzie asintió sin comprender “Entonces, ¿Por qué ibas todos los días a comprar tú almuerzo?” su
rostro pasó de un blanco nuclear a un rojo tan intenso como mi pelo. Desvió la
vista rápidamente y se agarró con fuera a la blusa azul que llevaba. “Sí…bueno, la verdad es que la comida de
aquí no me gusta demasiado” me acerqué a ella, haciendo acopio de toda la
valentía que no poseía y agarré suavemente sus muñecas para que dejara de
arrugar su blusa “Si no paras, vas a
arruinar esa preciosa blusa que te queda tan bien” paró de inmediato y me
miró a los ojos. Ambas éramos de la misma estatura, puede que yo fuera algo más
alta. Su cara seguí de un fuerte color carmesí, así que, esperando que mi
intuición fuera la correcta, le dije: “Sabes,
el último día que fui a trabajar esperaba que aparecieras…llevaba bastante
tiempo queriendo pedirte ir a tomar un café o…” “Sí” Ella me sonreía de
oreja a oreja, y sus preciosos ojos se había vuelto de un verde precioso “Sí…vale… ¿Qué te parece si vamos esta noche
a cenar a un japonés que no hay muy lejos de aquí? Su yakisoba de verduras es
espectacular y si te gusta el pescado preparan chirashi de toda clase…” “Me
encanta la comida japonesa… y me encanta el chirashi de salmón y atún…aunque el
de dorada también está buenísimo…” Dios, esto era increíble. ¡Iba a tener
una cita con Mackenzie! Y me alegraba muchísimo que le gustara mi comida
favorita.
Terminó de enseñarme el edificio y me acompañó para hacer todos los
trámites. Cerca de las 12 me despedí de ella y quedé en recogerla en su piso a
las 19, después de que me diera su dirección. ¡Cielos! ¡Éramos casi vecinas!
¿Cómo no la había visto antes?
Al llegar a mi piso limpie como una loca para matar el tiempo. Una vez
que lo tuve todo recogido, me preparé una ensalada rápida y dormí hasta las 16.
Al levantarme sentí un nudo en mi estómago. Empecé a seleccionar la ropa para
esta noche. No debía tomármelo como una cita formal. Éramos jóvenes y ni
siquiera sabía si a ella le gustaban las mujeres. Así que puse sobre mi cama
mis vaqueros negros favoritos, unos tacones negros ligeros para dar algo de
estilo y una camiseta de tirantes de uno de mis grupos favoritos que me daba el
toque juvenil. Llame a mis padres y les conté la buena noticia. Después de las
consabidas felicitaciones me metí en el baño y me preparé la tina para un
relajante baño caliente para calmar los nervios. Casi me quedo dormida en la
bañera y cuando salí me di cuenta de que eran cerca de las 18. Corrí a mi
habitación, me puse la ropa interior más decente que tenía (por si las moscas)
y volví al baño a maquillarme de manera sencilla y me ondulé ligeramente el
pelo para crear ondas imperfectas. Me vestí y me puse mi perfume favorito. Me
guardé una pequeña botellita con la fragancia en el bolso y tras mentolar mis
dientes y mi aliento, salí de casa cerca de las 18:30.
Aún tenía tiempo, así que limpie un poco el coche, saqué las
alfombrillas y las golpeé para quitar los restos de comida basura. Eché un poco
de mi perfume y cerré el coche para que permaneciera la fragancia y pasé un par
de pañuelos por toda la superficie y así eliminar un poco el polvo. El coche
era uno de los más baratos del mercado, pero al menos parecía presentable. Nota
mental: comprar un coche nuevo para impresionar a las chicas. Si no me
equivocaba, eso podría ser muy pronto, ya que el bufete el primer año de
contrato me pagaría cerca de ¡3500 dólares mensuales! Para mí eso era una
fortuna después de los 700 dólares que ganaba en el supermercado. Si permanecía
en mi piso ese año podría ahorrar lo suficiente para comprarme un Beetle Cabrio
de segunda mano.
Llegué a las menos cinco al conjunto de pisos de Mackenzie. Sin duda,
era la calle con los pisos más caros y altos. Aparqué en la acera y un hombre
uniformado se acercó “Lo siento señorita,
aquí sólo pueden aparcar los huéspedes del complejo…” “O, no, vengo a recoger a
Mackenzie Richardson para…” el hombre se irguió de pronto y se disculpó “Lo lamento mucho señorita, mis más sinceras
disculpas, avisaré a la señorita Richardson para avisarla de que ha llegado”
Dios, parece que Mackenzie tiene bastante dinero… a los pocos minutos, el mismo
señor uniformado abrió la puerta del vestíbulo y salió un ángel rubio vestido
con un ligero vestido blanco y verde por la altura de las rodillas. Habló unos
segundos con el portero mientras yo la contemplaba embelesada.
En ese momento me sentí minúscula en mi pequeño Tata Indica y mi mejor
ropa de mercadillo en comparación con lo que seguro sería un vestido de día de
alguna marca importante, más cara que este coche… pensé que lo mejor sería
salir y abrirle la puerta al menos de esta tartana. Salí rápidamente, respiré
hondo y me erguí en toda mi estatura, más tacones. Ella iba con zapatos planos
así que me sentí un poco mejor desde la escasa diferencia de altura de al menos
diez centímetros. Abrí la puerta del pasajero y me incliné cortésmente “Señorita Richardson, espero que no le
moleste el carruaje de esta noche, pero mi Lamborghini Veneno está en el
mecánico por un cambio de aceite” Mackenzie sonrió de manera cómplice “¡Dios mío, que calamidad! ¿Y ahora qué
pensarán mis amigas del club?”.
En el camino del restaurante estuvimos riéndonos un rato sobre lo
ostentoso y las apariencias. Al parecer, el piso en el que vivía se lo había
regalado su padre al entrar en la empresa y decía que echaba de menos su
residencia de estudiantes de la universidad, donde entraba y salía sin la
vigilancia de cámaras o porteros entrometidos.
En el restaurante cada una pidió un plato de chirashi. Yo me lo pedí de
atún y salmón y ella de dorada, tamago y pulpo. Así que estuvimos toda la noche
pasándonos pedazos de pescado la una a la otra con los palillos. Mientras
bebíamos sake caliente, empezamos a hablar de la universidad. Al parecer éramos
rivales universitarias, por eso no nos habíamos visto antes. Ella empezó sus
prácticas en el bufete de su padre en el último año de universidad, y tras los
6 meses se la hizo fija. Me alabó por conseguir el trabajo sin antes sufrir los
quehaceres de una secretaria-camarera. Ya que se pasó esos 6 primeros meses
haciendo cafés, transcribiendo sentencias y haciendo comparaciones de casos
antiguos para sus superiores. Me dijo que a pesar de ser hija de James
Richardson, no disfrutaba de ningún favoritismo, peor, Don le mandaba los
peores casos, así que al ponerme con ella la estaba poniendo sin duda a prueba.
Cuando empezamos a notar el alcohol en nuestros cuerpos, le dije que
diéramos un paseo antes de coger el coche. Aceptó y paseamos por un parque
cercano. “Así que, supongo que el día que
te vi por primera vez, era tu primer día en el bufete y como eran cerca de las
9… llegabas tarde y por eso casi matas a la pobre señora que esperaba su turno
pacientemente” me reí al notar el rubor, se acordaba “Dios, ese día fue horrible. No había desayunado nada e iba tarde
porque el día anterior me fui a celebrar mis prácticas con unas amigas. Cuando
estoy resacosa necesito meterme algo en el cuerpo y como me equivoqué de calle,
entré en el supermercado a comprar algo rápidamente. Aún recuerdo a esa señora
mirándome como si hubiera atropellado a un perro o algo as픓No te preocupes,
después sólo se puso algo verde conmigo por no haberte dicho nada…que si eras
una desvergonzada, etc…” ambas nos reímos. Quería cogerle de la mano, pero
no me sentía con valor suficiente. En ningún momento de la noche había
insinuado nada, así que me quedé en el papel de amiga. Al menos por ahora.
Hablamos durante al menos una hora antes de dirigirnos al coche. Mañana
trabajábamos y no era plan de trasnochar demasiado. Quedamos en vernos a las 9
en el trabajo para empezar con un caso que ya había empezado Mackenzie, pero
antes de salir del coche “¿Te gusta mucho
ese grupo?” preguntó señalando mi camiseta “Es mi favorito… por ahora, aunque me gusta todo”“Verás, es que a mis
amigas no les gusta demasiado ese estilo de música y a mí me gustan mucho, el
mes que vienen dan un concierto y me preguntaba si querrías venir
conmigo”“¡Dios, me encantaría! Pero vi las entradas y son demasiado caras, no
podría…” “No te preocupes, esta vez invito yo, el próximo concierto lo pagas
tú. Y no te preocupes por el dinero, aparte del salario mensual tendremos una
comisión del 5% de todos los casos que ganemos, ¿No lo sabías?” negué con
la cabeza mientras decía “Pero si esos
casos valen…” Mackenzie rio al ver mi asombro “Hasta mañana Evelyn” salió del coche y yo me dirigí a casa como
una zombi. Al llegar cogí una calculadora y empecé a hacer cuentas. Normalmente se llevaba al menos un caso
simple semanal, pero lo normal es que los jueves o los viernes se fuera al
juzgado para un par de juicios al menos. Eso hacía casi doblar su salario
mensual si sólo se dedicaban a casos simples. No necesitaba tanto dinero… ¡no
quería tanto dinero!
Con mi padre aprendí que el dinero no te da la felicidad, fue su
trabajo el que llevó a la ruina su matrimonio con mamá. Empecé a buscar
organizaciones y obras que necesitarán de patrocinadores o financiación. Esa
misma noche elegí un par de ellas, aunque aún no haría nada hasta recibir la
primera paga, aunque si le mandé un mensaje a una organización que ayudaba a
mujeres, ya fueran maltratadas, custodia materna o derechos igualitarios para
matrimonios homosexuales y divorcios por dicha causa. A pesar de la hora, quedé
con una tal Janine Ramos para el miércoles por la tarde para hablar de mi
participación como abogada.
Al día siguiente, Mackenzie y yo empezamos con nuestro caso y descubrí
que trabajábamos genial juntas. En los descansos comíamos juntas y hablábamos
como si nos conociéramos desde crías. El miércoles por la tarde, quedé en un
café con Janine, una mujer latina de poco más de 40 años que estaba encantada
con mi participación. Cuando se ofreció a darme un porcentaje de los casos que
llevara me negué en redondo. Le expuse mi situación, y le dije que si en el
bufete me iba bien, me gustaría aportar a la organización el 50% de lo que
ganara a comisión de mis casos del bufete. Al decirle la cifra más o menos
redondeada casi se echó a llorar. Le hice prometer que ese dinero quedara como
una donación anónima y que podría encargarme de todos los juicios que no
chocaran con los míos del bufete.
Al acabar la semana le propuse a Mackenzie volver a salir el domingo
para dar una vuelta por la ciudad y dar un paseo. Aceptó sin dudar y el domingo
nos encontramos las dos en medio de la gran ciudad como dos turistas, con
nuestros vaqueros cortos, nuestras gafas de sol y nuestras cámaras de
fotos…bueno, la de Mackenzie, porque yo no tenía. Nos lo pasamos como dos
crías. Vimos un pequeño teatro callejero bastante dramático y nos hinchamos a
helado de chocolate cerca de la hora de la cena. En una semana habíamos pasado
de completas desconocidas a mejores amigas. Eso me asustaba. Ya que, como bien
dicen, si te quedas demasiado tiempo en la zona amigos, nunca sales de ella.
El miércoles siguiente ya teníamos resulto nuestro primer caso juntas y
en viernes por la mañana ganamos el caso en el juzgado. Salimos de copas a
celebrarlo con algunos compañeros de trabajo. Ninguno de ellos mayor de los 30
años, incluso estaba Steve, el chico que estaba de prácticas que fue conmigo a
la universidad. Estuvo toda la noche intentando tirarme los trastos, hasta que
me harte y muy sutilmente le recordé con qué clase de persona salía en la
universidad. Él, tras la neblina del alcohol de sus ojos, pareció comprender y
fue en busca de otra presa de caza. Esa noche todos nosotros volvimos en taxi.
Mackenzie y yo compartimos uno y nos despedimos como siempre, sin ningún
beso…en fin.
El sábado por la mañana me llegó un correo de Janine con mi primer caso.
Era simple, lo único que necesitaba la mujer era dinero para un buen abogado,
así que tras estudiarlo un poco, le pregunté a Janine cuando era el juicio y me
presenté el lunes a la 13:15 en el juzgado. Mackenzie se extrañó de mi huida
del trabajo a la 13 pero sólo le dije que tenía algo personal que hacer. 40
minutos después de entrar en el juzgado, la señora Denison me abrazaba llorando
dándome las gracias por conseguir la custodia de su hija Shannon.
El mes pasó relativamente rápido. Mackenzie y yo nos encargamos de dos
casos más algo más complicados. Uno de ellos estuvimos a punto de perderlo,
pero una negligencia en el departamento de medicina legal nos ayudó a convencer
al jurado. En realidad, era el mismo trabajo que hacía en la organización, sólo
que estas personas si podía permitirse los caros servicios de un buen abogado.
A parte de esos dos casos, tuve otros tres de la organización, uno más de
custodia infantil, otro de divorció por maltrato y orden de alejamiento y otra
que incluso llevó al marido a la cárcel tras conseguir el parte médico original
en el que mostraba la clara violación reiterada hacia su mujer. Los casos eran
mucho más cruentos y tristes, pero era tan gratificante poder ayudar a esas
personas. El ritmo de trabajo me mantenía ocupada y me distraía de mi creciente
atracción por Mackenzie.
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Me ha encantado el comienzo de tu historia. Ojalá vayan llegando los siguientes capítulos pronto. Felicidades.
ResponderEliminarme engancho este capitulo de principio a fin
ResponderEliminarMe ha encantado, espero con ancias el siguiente
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