CAPITULO 3
El estadio estaba a
reventar. Nunca me acostumbraría a la sensación que provocaba en mi cuerpo esa
masa de gente vibrando con nosotras, esa intensidad con la que el público vivía
todo lo que pasaba en la cancha. Noté
como siempre los nervios atenazados en mi tripa, pero me entraron ganas de
llorar de felicidad por ser tan afortunada.
-Chicas, estirad un poquito y a calentar ¡Vamos!
La voz cálida del
entrenador me devolvió la serenidad. Pasara lo que pasara, estaba decidida a
dar lo mejor de mí y a disfrutar todo lo que pudiera.
-Vamos chicas, saliendo en carrera desde el centro del
campo. Julia, atenta a los tiros…Pase y recepción en movimiento… Unos penaltis…
El entrenador no paró
de darnos instrucciones hasta que el árbitro nos llamó para firmar la
plantilla. Un círculo en nuestro banquillo y las últimas palabras del
entrenador.
-He tenido el privilegio de dirigiros esta temporada y no
puedo pediros más de lo que ya me habéis dado. Vuestro esfuerzo, dedicación y
compromiso nos han traído hasta donde estamos y solo quiero que disfrutéis, que
juguéis como sabéis. Hacedlo con la misma entrega con la que habéis jugado
todos y cada uno de los partidos de esta liga. Venga, chicas, está en nuestras
manos cerrar esta temporada como todos nos merecemos.
Sonó el silbato del
árbitro. Los dos equipos entramos a la
cancha y nos colocamos a ambos costados de la línea central, mientras por
megafonía iban diciendo nuestros nombres. Me sentí terriblemente afortunada.
Mi familia, mis
amigos en las gradas y un balón de handball en mis manos. Me sentí
terriblemente afortunada.
Los nervios nos
atenazaron al principio del partido y las rivales consiguieron doblegar el
juego de nuestras laterales, cuyos lanzamientos eran constantemente
obstaculizados por su defensa y se estrellaban machaconamente en los postes o
en las hábiles manos de su portera. Así pues, los primeros diez minutos del
encuentro reflejaban un decepcionante 1-5 en el marcador. Un tiempo muerto del
entrenador, dos penaltis parados por Julia y la exclusión de una jugadora rival
nos permitieron tomarle el pulso al
encuentro y conseguimos irnos al descanso con un merecido 11-13.
-Chicas, lo estáis haciendo fenomenal. Solo queda media
hora para disfrutar o sufrir. Media hora
para ganar o perder el título de liga. Media hora para que demostréis a toda
esa gente que ha venido a veros ganar que sois capaces de hacedles tocar el
cielo con las manos. Media hora para ganarnos un pedacito de gloria por el que
hemos trabajado duro y sin descanso. Disfrutad, chicas. Vamos a dejar claro
quiénes somos.
La última arenga del
entrenador nos dio alas y poco a poco fuimos recortando la ventaja de las
rivales. A tres minutos del final, el marcador reflejaba un 22-23 y la posesión
era nuestra. El último tiempo muerto y las últimas instrucciones. Debíamos por
lo menos empatar para forzar la prórroga.
El balón circulaba,
pero ninguna veíamos claro el tiro. No podíamos fallar. De repente, vi la mano
del árbitro levantarse. Teníamos que lanzar. Hice una señal a mi pivote, que
fintó a su defensa, le colé el balón en las manos y cuando dos rivales fueron a
bloquearla, Caro se dio cuenta del hueco que habían dejado, me devolvió el
balón y tiré con toda mi fe puesta en esa pelota….Gooool.
La grada se caía,
pero el partido seguía y aún quedaba un minuto. Las rivales se dirigieron
rápido al centro de la cancha. La central ala pivote, la pivote a la central y
las extremos y laterales corriendo como posesas hacia nuestra portería con
intención de sorprendernos… Pero la fortuna quiso que yo interceptara el pase.
Ciega corrí hacia la portería contraria y cuando llegué al borde del área me levanté en carrera y una rival me desequilibró
en el salto y caí violentamente.
Lo noté enseguida.
Una aguda punzada de dolor desgarró mi rodilla y supe que algo no iba bien. El
pitido del árbitro y el chasquido de mi rodilla sonaron al unísono. El estadio
enmudeció. Creo que solo se oían mis
gritos.
-Emma, ¿qué tienes? ¿cómo estás?
-La rodilla. Me duele mucho la rodilla… ¿Ha pitado
penalti? ¿Ha pitado penalti?
- Si Emma. Tranquila, déjame ver…
-¡Ay, ay, ay!
-Vamos a llevarte ahora mismo a la clínica.
-No. Sacadme pero quiero ver el lanzamiento. Hasta que
este partido no acabe, no me muevo de aquí
-Pero Emma…
Me retiraron en
volandas y Lucy se dispuso a tirar el
penalti. Miró al banquillo y leí en sus
labios “va por ti”. Y lo último que oí antes de desmayarme fue ¡Goooooool !
------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Despistada - Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario