Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Danza entre Lobos - Cristalsif - 13

Capítulo 13

Ósculo


En el profundo silencio de su habitación, en el submundo de un altar marino, con esculturas blancas de sus antepasados adornando el suelo de granito y el cálido vapor encerrado por las piedras volcánicas, pero ligeramente liberado por los conductos de ventilación, allí aguardaba ella por el momento sempiterno que conduciría su destino. Su cuerpo se sumergía en las aguas sagradas, cálidas y vaporosas que entibiaban el frío invernal y limpiaban su cuerpo, incluso su espíritu.


De las aguas emergió la lobuna criatura, que bajo el influjo de aquella magia lumínica, lucía al fin su apariencia más humana, sus cabellos fueron tirados de adelante hacia atrás, por el movimiento salvaje de su cabeza, para que la melena no pudiera esconder su rostro, sus delineadas cejas, su respingada nariz o la esmeralda de una mirada brillante, en el marco de las finas pero andróginas facciones. La figura prodigiosa de Natsuki nacía del agua translucida, en su piel al desnudo se deslizaban las perladas gotas, algunas viajaban desde su rostro hasta su barbilla y de allí caían a la inmensidad de las no tan secretas termas.

Unos curiosos ojos escarlata le contemplaban en silencio, mirando por primera vez la amplia y firme espalda que una melena cobaltina apenas cubría, detrás de las hebras azulinas se dibujaba una enredadera de rosas blancas, unas florecidas, tan hermosas y vitales, que casi parecieran haber sido plantadas en la piel, lejos estaba de imaginarse que aquel fuera un tatuaje, porque juraría por lo más sagrado que las miraba alimentarse del agua y deslizarse suavemente sus pétalos ante las pequeñas corrientes de aire tibio en las termas... observó más de lo permitido en silencio, el marco de una cintura de guitarra y unas caderas que invitaban a los más delirantes momentos, el resto de la deseada anatomía se distorsionaba entre las hondas y el movimiento del cristal liquido. Se sabía intrusa, le acosaba culposa su consciencia, pero era mejor y por una vez hacer caso omiso de ella, cuan dichosos fuesen los dedos que tocaran los secretos de aquella mujer, su deseada Natsuki... quien dijese bestia de ella, era un perfecto mentiroso y por su nombre y su honor, le haría pagar la ignominia. “Nadie puede ver su corazón” Se lamentó volviendo a posar la vista sobre las marcas en sus muñecas y sus brazos, allí donde ya no reposaban los metales encantados, al menos no por ese día de doble luna llena... El día de la boda de la Bestia de Fukka, la diosa se preciaba en obsequiar un poco más de tiempo a la dichosa pareja.

Notaba con aun más fuerza lo inapropiado del momento, pero que poco importaba aquello cuando la miraba por entero desnuda, su aliento escapaba de sus labios delatores y algunas gotas de sudor bajaron por el cuello nacarado, a la par que tragaba saliva, acomodó el cuello de su vestido, donde las traicioneras perlas de sudor se perdían, absorbidas por la tela. Sabía que su idilio concluiría, aun más que ese momento sería corto para la memoria de quien observaba, pero eterno a sus recuerdos. ¿Sobrevendría un castigo por lo que contemplaba el fuego de sus ojos? Que inapropiados pensamientos atacaban a su mente en su presencia, pero la gloria de aquella contemplación valía todo precio todo castigo.

-Nat...suki- Que tímida forma de llamarla mientras estrecha en sus largos dedos una toalla.

La aludida la sabía a su lado desde que entró en el lugar sagrado, se supo observada pero no hallaba su mente el que pudiera ser grato de su aspecto ante aquellos ojos rojizos, volvió la vista atrás dando una vista clara de su rostro y su observadora contuvo el aliento. -¿Qué deseas de mí?- Ante la pequeña estupefacción de aquella dama volvió a ocultar su rostro en las sombras de su melena.

-“Todo”- Pero rauda se negó a toda posibilidad, aun si deseara tocarla con sus manos y constatar que aquella fuera real, debió guardar los modos. -Ayudar a mi querida prima, hoy le haremos lucir hermosa- Nina se volvió a ver a la tercera persona que descendía por las escaleras de caracol desde la alcoba. -¿Verdad abuela?-

La anciana de melena blanca asintió. -Sal ya del agua muchacha... o te pondrás como una uva pasa, no es bueno que  mi querida nieta se aparezca en su boda con más arrugas que yo-

-Obachan... no sabes cuantas damas desearían llegar a su edad preservándose tan bellas- Musitó una sonriente Natsuki antes de obedecerla, recibió la toalla de las manos temblorosas de Nina y cubrió su cuerpo.

-Aduladora- Refutó la anciana mirando con ternura a las pelinegras, por las dos se preservaba aun viva, mas esas cosas no deben ser dichas un día lleno de bendiciones. Los ojos de esmeralda en la abuela observaron a las dos jovencitas, notaba la tímida mirada  de Nina puesta en el suelo, con ese dejo de culpa. Sanae no era tonta y conocía a la perfección los sentimientos de la menor, así como también la forma ignorante en que Natsuki adoraba a su pequeña prima, una hermana, era a todo cuanto podía aspirar la de ojos sangría. -“Si la hubieras amado... oh Natsuki, ya serías libre de la maldición... pero la diosa tiene un terrible sentido del humor.”- Invitó con las manos a ambas mujeres a tomar las suyas, en cuanto sus dedos cansados sujetaron las manos de las dos, levantó sus talones del suelo para dar un beso a cada frente. Las amaría por igual todo lo que restase de su vida y a unas cortas horas del matrimonio de su Natsuki, la anciana sabía que desde el mundo de los espíritus, su Saeko les contemplaba con una sonrisa. -A ponerte hermosa mi niña, Fujino-san... quedará extasiada cuando te vea- Afirmó convencida Sanae con una sonrisa en su faz.

-No tardará en reaccionar ante los encantos de Natsuki, así que vayamos pronto...- Animó Nina, guardando para si la cruel envidia que sentía por la castaña de Tsu, aun rogaba a las deidades que esa mujer vislumbrara el corazón de la bestia, que esa en la que todos tenían puestas sus esperanzas, realmente mereciese tantos esmeros.

Transcurrió una hora, entre los cuidados de las dos mujeres, con aceites aromáticos que causarían gusto al olfato de la futura esposa de Natsuki, el trabajo de las uñas que fueron reducidas en tamaño y cuidadas con bases suavizantes. Una selección exclusiva de la lencería, realmente Natsuki podría lucir arrebatadora bajo las ropas varoniles que su padre le había seleccionado, a fin de cuentas era una dama y bajo la cascara de masculinidad que habría llevado toda una vida, resultaba necesario delatar sus secretos de mujer. Después vinieron las medias, los pantalones blancos y perlados, la camisa de seda blanca, el chaleco a juego con el pantalón y el gran saco que era ceremonial a todos los hijos de la familia Kruger, en la blanca prenda había sido tejido el lobo con hilos de plata, así como adornos de intrincadas líneas en las mangas del saco. Finalmente fueron puestas las botas metálicas, los brazales y el cinturón zafirino que usaba siempre. Sanae contempló al par, Nina le acomodaba el corbatín en el cuello a su prima y lo hacía como la diligente esposa que sería, pero del capitán Wong.

Queriendo interrumpir el momento, para no agravar el sufrimiento de la menor, se acercó a Natsuki, peino sus cabellos y posó una pinza con la forma de un relámpago para evitar que los mechones negros le cubrieran la cara. -Estas hermosa mi pequeña niña- Acarició la melena con ternura infinita. -Si tu madre te viera, estaría más que dichosa-

-Sin embargo... aun falta- Nina intervino poniendo algo de polvo en el rostro de Natsuki, e invitándole a morder las fresas para enrojecer otro poco sus labios. Mas la mano enguantada de la pelinegra le detuvo.

-No hace falta... como siempre, debo esconder mi rostro en la máscara- La fina faz se comprimía en una mueca de fastidio y molestia.

-Desentona con su indumentaria- Se escuchó una cuarta voz en la habitación, las mujeres se volvieron en dirección de la cama.

Allí estaba de nuevo la niña sentada en posición de flor de loto, una joven morena de largas trenzas deteniendo sus rebeldes cabellos, una cara que pese a ser alargada, aun guardaba un deje infantil, unos ojos dorados como el oro pero brillantes. La jovencita se puso de pie con prontitud, era surreal que no sintiese frío en esas fachas, tan solo ostentaba una banda negra en el pecho, que se anudaba en su cuello, y era sostenida por un par de amarras de oro que daban hasta la espalda, donde la funda de una arcana espada relucía. La prenda que hacia las veces de top dejaba al descubierto su vientre, en el que un cinturón metálico ocupaba dos amarras cruzadas por una hebilla dorada, sus pantalones también negros se ajustaban a sus piernas hasta un par de botas también de metal. La joven mujer, lucía las mismas joyas que Natsuki en sus muñecas y brazos, así como guantes negros en sus manos.

-Mikoto- Gruñó por lo bajo una Natsuki parca e indiferente.

-Sea bienvenida... su excelentísima divinidad- Respondieron a coro las otras dos, mientras ejecutaban una venía digna de una Diosa.

Mikoto no les prestó demasiada atención, simplemente se acercó a Natsuki y depositó en sus manos una máscara blanca, era de porcelana, delgada y tenía la forma exacta de su rostro, salvo por la joya en la frente de la reliquia. -Por hoy no eres un lobo, ni un guardián del abismo de los Orphan, así que procura apreciar mi regalo-

Natsuki observó con detenimiento la prenda de porcelana, no tenía orificios para sus ojos, apenas tenía el orificio de siempre en su boca ¡Pretendía que no viera nada en su boda! Pero casi como leyendo el pensamiento. -Es mágica, cuando te la pongas no la sentirás, aunque todos vean que la traes puesta, tu podrás percibir la brisa, los aromas, incluso el tacto, verás con absoluta claridad, no te pesará ni lastimará la piel... es por eso, que es un regalo- Pero la contemplación del artilugio ceso, igual que la voz, porque su portadora se había evaporado como si jamás hubiese estado allí. Pese a todo Natsuki se sabía observada y era mejor ponerse la mascara prontamente, que enojar a la joven y peculiar Diosa.

La abuela y Nina levantaron la cabeza una vez estuvieron de nuevo a solas con Natsuki, la observaron y sonrieron, la diosa se había ocupado en darle una mascara tan blanca y perlada como la ropa que llevase puesta la joven y de alguna forma, aunque su rostro careciera de emociones, ni sus ojos pudieran ser vistos, era lo más cercano a mirar su cara en ausencia de una máscara.

La pelinegra se observó a si misma en el espejo, era bastante mejor que la máscara de siempre, no tenía porque recordarle a Shizuru que se desposaba con una bestia, así que sonrió sutilmente y por un breve momento. La puerta fue tocada, preguntaron quien era, se trataba de Takeru. Nada más ingresar, apuró a las damas a ponerse ellas también presentables, no sin antes recibir un regaño por parte de la abuela Kuga. ¿Cómo se le ocurría vestir enteramente de negro el día de la boda de su hija?

-Luces espléndida- Musitó Takeru nada más verla, agradecido por primera vez de llevar su propia máscara, pues el llanto del padre que esta a punto de ver el momento más importante en la vida de una hija, asomó en sus ojos azules. -Saeko te contempla y sonríe dulcemente- Añadió con voz tierna, mas solo esas palabras atrajeron la atención de la menor, ella estaba enfurruñada porque su padre no le permitió yacer con Shizuru la noche anterior, claro estaba, en su forma de cachorro y una parte de ella lo resentía, pues muy poco pudo conciliar el sueño esa noche.

-Sigo molesta contigo... padre- Mencionó cruzándose de brazos, le dio la espalda y comenzó a caminar de un lado para otro, los nervios comenzaron a hacer mella en su inquebrantable temple ¡Dentro de nada Shizuru sería su esposa! Algo en verdad difícil de creer.

-Es de mala suerte... un mal albur, la verías en su traje ceremonial- Alegaba el mayor con una sonrisa que no podía ocultar. -A estas horas ya debe estar lista, y ayer las abuelas dejaron su vestido de bodas puesto en lugar visible, de modo que no es conveniente-

-Pero mírame padre... tengo una ojeras que- Natsuki estaba histérica, si bien la noche anterior había delatado una serenidad sobrenatural, ahora a unas pocas horas de contraer matrimonio estaba hecha un manojo de nervios.

-No se te ve con la máscara puesta- Decía lo evidente el mayor, se reiría si no recordase los mismos nervios que un día lo asolaron, cuando la dicha llenó su vida con su unión ante Saeko Kuga. Consolador le dio una palmada a su hija en el hombro. -Calma mujer...- Pero todo ello era vano.

-Y ¿sí se arrepiente y huye?- Que terrible idea se antojaba aquella para esa angustiada bestia.

-De ninguna manera, tengo más de 30 guardias custodiando el castillo... no hay agujero por el que pueda escaparse- Indicaba el mayor con un claro pensamiento militar tras su estratagema.

Natsuki lo miró cara de ansiar golpearlo, ella quería que la castaña lo hiciese por propia voluntad, no porque un ejército la aguardase si quisiera escapar. -Padre no me entiende, a veces... solo a veces me recuerda que es un hombre como muchos- Hay cosas que solo una mujer podría comprender del corazón de otra y en momentos así lamentaba que su madre no estuviese allí para aconsejarle.

-¿Qué intentas decir? Me funcionó con tu madre- Levantaba los hombros de lo más confundido, sin siquiera atisbar que su hija le estaba insinuando un insulto.

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Aquel amanecer la naturaleza faltó a todas las leyes que impuso, ese día, a mediados del frío invierno, el sol se mostraba magnificente en los cielos azules, despejado de nubes y con sus rayos dorados entibiaba el ambiente. En la tierra, una fina capa de nieve con su prístino color blanco adornaba las copas de los pinos, blanqueaba el pasto, el mármol y los rosales encantados de los parajes más hermosos del castillo, allí con sus bastos arbustos plagados de flores, unas que olvidaban las estaciones y se florecían a la vista del que se dignara contemplarlas. Sorprendentemente en el alba, florecieron claveles purpura cerca de la fuente que pese a los grados bajo cero no se congelaba, liebres blancas jugueteaban entre los matorrales cuidados y con figuras humanas, igualmente cubiertas por copos de nieve, aquellas formas bien daban vistas de estatuas de hielo curiosamente esculpidas, aunque nadie hubiese posado un cincel sobre ellas. Todo estaba listo, listones perlados, rosas azules dispuestas en la bellísima decoración, figuras de Origami puestas sobre las esculturas hacían de lo formal, lo pintoresco, un detalle de la abuela Fujino para apagar la parsimonia y solemnidad de la fiesta, para disminuir la tensión que a muchos ocasionaba el evento... pero también era un llamado a la prosperidad para la pareja que esa tarde se desposaría.

Los salones estaban cuidadosamente ordenados con sillas y mesas, viandas de toda clase, así como suculentos jabalíes en cuyos hocicos caramelizados, una manzana adornaba, pavos, codornices, todo tipo de manjares para los gustos más exigentes, incluso alimentos marinos como langostas, camarones y pulpos en muy diversas preparaciones atraerían la vista de los hambrientos, o abrirían el apetito a los remilgados. Los vinos por otra parte, eran exóticos con muy variadas características y antigüedades, fermentados durante muchos años en la cava privada del castillo. La servidumbre contratada lucía resplandecientes blancos en su indumentaria, con fajines azules, aquellos hombres y mujeres aguardaban solícitos la ceremonia, una generosa compensación les aguardaba al acabar la noche y con ella la fiesta.

Pero otra historia transcurría en los pisos superiores, una castaña buscaba en su guardarropa sin hallar una prenda discreta para lucir bajo el vestido, ¡Habían robado toda su ropa interior! Buscó en la enorme estructura caoba que era su closet sin hallar ni un mínimo rastro de que lucir en la intimidad, aquello era en verdad una broma de muy mal gusto. Se apoyó en su lecho abrumada por las circunstancias y miró con desdén la caja que fuera el obsequio de su abuela, comenzaba a sospechar que la anciana de ojos rubí había tenido algo que ver con la pérdida de sus más secretas e íntimas prendas. Suspiró resignada antes de tomar el corsé entre sus manos y acudir al cuarto de baño para usarlo, con liguero, medias veladas y todo lo correspondiente. En cuanto salió luciendo aquella prenda bajo una bata de baño, se encontró con su madre, su hermana, su abuela y las señoritas de la servidumbre, todas parecían listas para hacer que ese día luciese aun más hermosa que todas las damas del poblado de Fukka, pues aquel era a fin de cuentas su gran día y estaba claro para todas que sus empeños no serían pocos... Shizuru suspiró resignada, sabía que las siguientes horas de embellecimiento, serían una media tortura.

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Siempre existen los momentos de alta tensión y uno de ellos, es el instante en que se esta de pie en el altar rogando porque la otra parte no logre escabullirse de la seguridad dispuesta o que si lo logra, sea feliz con esa determinación. Así estaba ella, guerrera entre guerreras, la bestia temida por todos en Fukka, un ser sobrenatural al que nadie pudiera tomarle el pelo... una mujer que procuraba no mostrar el tenue temblor de sus piernas mientras yace de pie, alguien a quien cada segundo le parece una tortuosa eternidad. Se sentía extraña mientras todos la observaban junto al arco plagado de flores, con un clérigo ante un pequeño palco con un antiguo libro dispuesto sobre el atril. Miraba a las personas, que sorprendentemente eran demasiadas, desde las chismosas cortesanas de Fukka, hasta los señores de noble cuna de los otros poblados y reinos, incluso estaba allí su tío, el rey Taeki de Windbloom y su prima la heredera al trono, la señorita Mashiro de Blan. Concluyó pronto el motivo de su curiosa visita, pues para ellos de algún modo era mejor olvidar la maldición y a esa parte de la familia relegada al exilio de Fukka. Lo sabía, ellos estaban allí para dar validez a la unión, meramente un protocolo que obligara a Shizuru a cumplir su palabra y no dejarla allí tirada, solo por el riesgo de la horca para su familia.

Se mordió el labio y quiso encontrar aliento en el clérigo, craso error fuera aquel, el hombre al servicio del templo más cercano, solo estaba allí por la labor de auspiciar un boda legal, ya lo tenía seguro, que ninguna bendición divina daría a la pareja. Su cara todo lo decía, parca y fría como pocas, como si de un velorio se tratara.

Sus pensamientos fueron alejados de todas las hipocresías propias de la nobleza, de los títulos y demás ceremonias carentes de sentimiento. La música con el característico tono de las nupcias, le dio a saber, muy para su alivio, que Shizuru hacía su entrada triunfal desde la puerta principal del castillo, con un camino de pétalos rojos que hacían las veces de alfombra. A Natsuki le pareció contemplar a un ángel caminando lentamente hacia ella, realmente lucia prístina en aquel vestido de corte oriental, que no era otra cosa que un Kimono blanco con visos lila que brillaban a la luz del sol de la tarde. Dibujada en la tela yacían delicados pétalos de cerezo, su amplio pero entallado Obi, estaba sujeto por un listón de un lila tenue que contrastaba con toda la indumentaria, para realzar más el blanco si es que fuera posible. Lucía hermosa como pocas con una moña ceremonial, oculta por un manto tan blanco como la nieve, pero igualmente vaporoso que daba una pequeña vista del rostro perfecto de la bella Shizuru. En sus manos enguantadas con seda para el frío, la joven ocupaba un ramo de flores de cerezo, en la cuna de una flor de loto... Natsuki sonrió tiernamente al notar que la castaña no había despreciado el arreglo floral que hizo para ella y supo por primera vez, que nada podría salir mal junto a la hermosa amatista.

La contempló del brazo de su padre, ese que la entregó disimulando lo mejor posible su enfado, pero que poco importante resultaba eso cuando al fin pudo sentir las manos tibias de la otra, que pese a saberse en una boda arreglada le sonrió y susurró solo para que ella pudiera oírla. -Ara, Natsuki ya puede recoger su mandíbula del suelo-

La aludida se sonrojó hasta las orejas, una crueldad que la blanca porcelana de su máscara no las cubriese también. Tragó saliva y musitó todo cuanto pudo articular su voz y sus desatinadas neuronas. -Eso es porque luces muy hermosa- ¡Bravo! No le habían traicionado como tantas veces.

Shizuru se sonrojó tímidamente, pero el velo no le permitió a la otra contemplarlo y tampoco hubo oportunidad para decir más, el clérigo tosió con su voz grave, atrajo la atención de la multitud, incluidas las dos y comenzó a citar la celebre frase... “hoy estamos aquí reunidos, para presenciar la unión...”

Pero lo cierto es que ninguna de las dos podía ya escuchar la voz del hombre auspiciando su boda, Natsuki estaba en un mundo aparte donde solo podía sentir la unión entre sus manos, cada milimétrica textura, el calor manado de la joven a pesar del frío del invierno, mientras que la castaña estaba en exceso alerta observando todo cuanto le era posible tras el velo. Notó la presencia de sus majestades nada más caminar sobre la alfombra de flores, la tensión y la falsedad de lo que resultaba ser su boda, como un carnaval de máscaras en las que todos fingen un lugar y una falacia particular, bajó la mirada al suelo con la esperanza de ver acabado el escrutinio al que era sometida, esperaba silenciar los murmullos que sus agudos oídos podían percibir.

Vio las botas que parecieran de plata junto a la longitud de su vestido, después las piernas esculpidas pero enfundadas en el blanco perla, el cinturón de plata con el zafiro en la hebilla, el saco y el entallado chaleco que delataban una figura delgada bajo la tela, sus manos enlazadas, la serenidad que le prodigaba su compañía. El rubí se quedó helado al mirar el rostro de piedra, era una escultura de un rostro soñado, libre de una sedosa melena azulina, una larga coleta en la espalda estilizada pero firme... estaba hermosa, su bestia, no... su Natsuki era un manjar a la vista. Sintió celos de todas aquellas que miraran en su dirección, volvió sus ojos atrás, otros rojos como los suyos no perdían de vista el momento, más el llanto de aquella que elegía no estar cerca del altar, escondían un dolor cuyas lagrimas delataban, no era dicha, pero todos lo pensarían así, en la sonrisa que Shizuru sabía tan amarga.

-Acepto...- La voz grave le atrajo de nuevo, con la vista al frente, aunque de soslayo mirando la expectación de la gente, de su familia y de su padre que enterraba las uñas en la carne de sus manos. Pero siguió hablándole esa dulce voz. -Por favor... cuida de mí, porque yo Natsuki Kruger... te entrego todo cuanto poseo, mi alma, mi cuerpo como armadura para protegerte, mis oídos para escucharte, mis manos y brazos para abrigarte del frío... mi amor, que trascienda esta y cada vida que posea... te acepto y te guardo lealtad sincera, te tomo como mi esposa y juro... que he de cuidarte la eternidad misma- Shizuru trascendió por un momento el encanto de la mascara, como si por un instante pudiera contemplar la sinceridad de los ojos ocultos, de la esmeralda que la mirara con tanta intensidad.

-Shizuru Fujino, ¿Acepta usted por esposa al Doncel de hielo, Duquesa de Fukka Natsuki Kruger?- Cuestionó formalmente el clérigo mientras hacia los registros con su cuidada caligrafía.

-Acepto...- No estaba tan inspirada, ni sabía tan cierto el como hacer promesas, tan solo dijo cuanto podía empeñar en su palabra. -Cuidaré de Natsuki, prometo ser una esposa devota para ella y leal a nuestro juramento- Sintió el anillo posarse en su dedo, en principio frío por el metal y el ambiente, luego tibio y lustroso en su anular, mientras otras manos le entibiaban entre las suyas... contempló el rubí que hiciera juego con el collar que lucia y era regalo de la pelinegra y elevó el de los propios ojos sobre la mascara, mientras sus temblorosos dedos posaban la alianza en la mano que ahora se antojaba delicada, de ella... de su Natsuki, su esposa.

Vino la odiada pregunta, la de rigor, el sacerdote volvió la vista sobre la multitud que ocupó un silencio sepulcral como preludio a la tensión del eterno minuto de espera. -Si hay alguien que se oponga a esta unión, que hable ahora o calle para siempre- El anciano buscó con el azul de sus ojos intromisión alguna, pero la quietud y las bocas cerradas fue todo cuanto pudo encontrar. Dubitativo alargó el momento solo por si acaso, notando el forcejeo del padre de la castaña, la angustia de una anciana y la frívola mirada del Duque de Artai puesta sobre la hermosa Shizuru. Así como otra doncella poco recomendable en las filas de atrás que no le quitaba los ojos de encima a Natsuki, a su lado otra mujer que se antojaba un poco ebria, levantaba la mano saludándole y guiñándole un ojo ¡¿Había prostitutas en la boda?!... era inaudito, rodo la vista por otros lugares, también percibió el llanto de otra morena que se ocultaba en las columnas de la entrada del castillo, así como a otro muchacho de cicatriz en la cara moviéndose con animo de hacer escandalo, pero el hermano de una de las contrayentes inoportunamente le tapaba la boca.

Había tantos deseos de intervenir y tan pocos los osados para hablar que continuó esperando por otro minuto más. -Cualquier razón por tonta que parezca es valedera hijos míos- Animó sin mucho efecto, contempló el ceño fruncido del rey Taeki que se cruzaba de brazos molesto, Greer tragó saliva, pero era su deber como sacerdote hacerlo... llegó el tercer minuto de silencio.

-Padre...- Dijo en voz baja Takeru, si el tenía los nervios de punta no sabía lo que podría ser de su hija. -¿Podemos proseguir?-

-No apure lo necesario, Lord Kruger- Dijo por lo bajo el anciano, acomodando su gorro para el frio y su túnica gris, con grabados purpura.

-Rayos... ¡¿No ve que nadie se opone?!- Gritó indignada y molesta Natsuki, en verdad sus nervios no soportaron mucho, en el primer minuto quería ya ahorcar al clérigo. La multitud en cambio respingó ante el corte de la voz, que despertó a más de un dormido en el asiento.

-Ara, Natsuki debe controlar mejor su temperamento- Shizuru acarició con suavidad el hombro de la lobuna y todos vieron, incrédulos, como la pelinegra se calmó en el acto, e inclusive… ¡Sonrió!

Tras contemplar aquello, el hombre mayor comprendió que nadie en su sano juicio se opondría, ya fuera por la horca o más bien, por el miedo a terminar despellejados bajo las garras del doncel de hielo, así que aclarando su garganta, prosiguió. -No habiendo impedimento alguno para que las nupcias sean contraídas, queden ustedes como testigos de la unión, en presencia de su excelentísima majestad, Rey Taeki de Windbloom... ante quien yo, Joseph Greer, clérigo del Templo de Argos, valido y certifico esta unión por edicto real... cumplida esta su voluntad y la de todos hoy- El anciano tomó las manos de las jóvenes y las unió, enlazó entre las dos un manto blanco bordado en flores y depositó en la cuna de la tela, una rosa azul. -Ahora las declaro ma...- Raudo se corrigió. -Esposa y esposa- Concluyó con una gota de sudor en la frente, por poco y hubiera musitado una sandez en presencia del rey. -Ahora el... la Duquesa, puede besar a la novia- Ya los nervios le estaban jugando una mala pasada y que respiro haber concluido la boda.

Como si aquellas palabras fueran mágicas, Natsuki se hizo de piedra en su lugar ¡Tenía que besarla! Pero ninguna neurona se animaba a mover su cuerpo en pos de la importante tarea, y mirar a toda la gente que aguardaba expectante el momento no le ayudaba a coordinar mejor sus funciones motoras. Las abuelas les miraban impávidas, pero ambas mujeres se lamentaban no haberle dado un jugo afrodisiaco a la tonta nieta que hacía todo menos lo indicado para esas ocasiones, por lo menos Shizuru se había retirado el velo y eso ya era mucha colaboración para la pareja. Natsuki tragó saliva con resolución, dio un paso al frente, encerrando la cuna de la rosa entre sus manos unidas y la tela. Sin embargo de nuevo el valor le abandonó era tan terriblemente hermosa la mujer frente a ella, que... ¡Nadie dijo que tendría pánico escénico en una situación así! Notando el serio impedimento, Takeru que yaciera detrás de la menor, le dio un empujón a su hija con más fuerza de la que hubiera querido, la pelinegra trastabilló, inclino la cara y sus labios se plantaron en los de la otra que no se esperaba el rápido movimiento, el impulso les pudo a las dos, todos cerraron los ojos esperando la caída. Empero un pie fue puesto con fuerza como soporte, una mano agarró la cintura bajo el Obi y la otra mano terminó detrás del cuello expuesto por la moña de la castaña, mientras sus labios yacieron sujetos con fuerza y ternura.

Al abrir los ojos la multitud contemplo a la bestia de Fukka cumplir su promesa, ni un cardo, ni el frío, ni daño alguno sería sufrido... mucho menos una caída causaría daño alguno a la bella de Tsu, pues los fuertes brazos de Natsuki la acunaron en su pecho, idílica la inclinación de la doncella, majestuoso el lazo entre sus bocas, tras la sombra traslucida de la tela y la rosa azul cuyos rostros cubría, en el mudo gesto de su casto beso.

-Esa es mi sobrina- Se levantó exaltado el Rey, que orgulloso levantó el puño entre la gente, la voz se silenció y pronto fue apabullada por los aplausos y la música que se hizo sonar para dar principio a la celebración.

Con la atención dispersa sobre el rey, Shizuru mantuvo sus ojos cerrados, sintiendo por segunda vez los suaves y carnosos labios de Natsuki, su cuerpo tan cerca, su calor, la firmeza de su agarre y los tibios dedos sobre su nuca, ya realmente la gravedad era lo que menos hubiese de importar... tan solo ellas dos y sus labios, que se movían suavemente sobre los suyos. Su cuerpo volvió a erguirse en vertical, sorprendente era la fuerza gentil que la volvía a la realidad, dulce y tierna la caricia que le era proferida a su sonrojada mejilla, más al abrir los ojos rubí, volvió a toparse con la blanquecina mascara de porcelana, aunque hubiera jurado sentir tibia y delicada la nariz de Natsuki en su mejilla. Un engaño tal vez, la piedra es dura y fría...

-Vivan Shizuru y Natsuki... ¡Vivan!- Se escuchó la voz grave de Takeru, antes de abrazarlas a las dos y levantarlas del suelo, sus largos brazos no parecían agotados por la tarea, sin embargo se notaba antinatural y solo por ello, el Lobuno las volvió a depositar en el suelo. Carraspeó la voz para aminorar su vergüenza o la segura mirada de reproche que le daba su hija tras la máscara. -Bienvenida a la familia, querida Shizuru... de hoy en más, puedes llamarme padre-

-Es un honor... Kruger-san- Respondió refinadamente la castaña, antes de percibir el abrazo conjunto de su madre y su hermana.

-Ha sido una boda de suspenso Zuru- Musitaba Mai de los más emocionada abrazando a la menor que se sentía asfixiada por su exceso de del... efusividad, según la peli naranja tuvo de todo, romance, tensión, comedía y porque no... un final feliz.

Natsuki desenredó el velo de sus manos y envolvió la rosa azul en la tela, luego la entregó a su abuela de la cual recibió el segundo abrazo, la mujer tomó la prenda con añoranza, antes de dar un beso en la frente a su nieta y repetir el acto ante su nueva nieta. Shizuru contempló a la mujer sorprendida por el cariño percibido en el acto y agradeció en silencio el gesto.

-Bien hecho Takeru... estaba yo próxima a empujar a Natsuki- Apuntó Kaede uniéndose a los abrazos y las sonrisas. -Le iba faltando valor para la tarea, debimos haberle dado algunas copas antes de la boda... un poco de desinhibición no le haría daño-

-¡Abuela!- Curiosamente fueron las dos voces de las recién casadas las que se oyeron a coro, Natsuki y Shizuru se miraron avergonzadas, pero ello solo logró que el grupo familiar soltara una carcajada limpia. Así prosiguieron los minutos recibiendo bendiciones, besos y abrazos de la multitud que hizo cola para felicitar a las dos jóvenes.

-Eres más de lo que se esperaba de todos nosotros... pequeña- Musitó Taeki mientras daba el ceremonial abrazo a su sobrina, las esmeraldas se miraron sorprendidas y el momento se prolongó un poco más ante los incrédulos ojos del Lobuno. -Gracias tío- Respondió de lo más contenta Natsuki.

Takeru observaba a su hermano y desviaba la mirada, él era el retrato del hombre que sería sin la maldición, él era una gota de agua a su lado, una copia exacta de él, después de todo... Taeki y Takeru eran gemelos... el Lord de Fukka miraba con recelo sus cortos cabellos negros, sus pobladas pero delineadas cejas, la piel pálida, la nariz pulida, los brillantes ojos azules, la mandíbula varonil y las facciones de un adonis... su hermano gozaba de más suerte de la que pudiera valorar, él no tenía que ocultarse, él era el heredero, ahora el Rey, su estrella había sido en verdad afortunada, en cambio la suya... gruño celoso del afecto que le prodigaba a su hija, tan maldita como él y se sintió triste.

-Hermano...- Hasta la voz era mejor, gruñía en su fuero interno antes de elevar la vista sobre el rey con actitud altiva. -Cuida de ellas, te lo suplico- Taeki inclinaba su cabeza con humildad, ante el que menor, tenía una responsabilidad mayor, al que le debía agradecimiento por su sacrificio.

-No tienes que decirlo... la vida me sea poca si con ello las mantengo a salvo- Musitaba el menor volviendo la vista sobre su única dicha, la Natsuki que recibía codazos y palmadas amigables de cierto grupo de campesinos leales, mientras su castaña esposa reía escondiendo delicadamente la risa con su mano. La sola imagen le hinchaba el pecho de alegría.

-Pero no olvides... que hay cosas que deben ser dichas, Takeru- El rey también observaba a las dos jóvenes, las manos que se unían y las sonrisas abochornadas que delataban ante las bromas pícaras de un par de ancianas. -Alguna vez, debes informarle sobre lo orgulloso que estas de ella... si no lo dices, no lo sabrá-

-No soy tan blando como tú, nunca tuve derecho a serlo- Fue todo lo tosca que puede ser una respuesta del Lobuno. Takeru le dio la espalda a su hermano, antes de caminar dentro del castillo y ocuparse en otros menesteres, como la comida y el vino, aunque banales fueran las excusas para no toparse más con Taeki, porque en el fondo continuaba temiendo que la envidia y el rencor, le consumieran por dentro, como había pasado cuando a él, lo desterró su padre, relegándolo al eterno cuidado del lago de los Orphan. El puño se posó sobre el granito de la mesa en el salón de la cocina y todos los sirvientes huyeron despavoridos, nadie pudo ver como Takeru estrechaba la mascara con fuerza, en un tonto esmero por erradicarla de su cara. -Tú no sabes lo que significa ser un monstruo... Taeki-

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Lejos de saber las adversidades que soportaba en el fuero interno su padre, Natsuki se preparó para los protocolos propios de las bodas, entre ellos, el primer vals entre la pareja. Se inclinó caballerosamente y tendió la mano a su esposa, la castaña enlazo sus dedos dejándose guiar al centro del salón y al compas de la melodía, se deslizaron con pasos sincronizados, era un danzar prodigioso que robaba suspiros a quienes las miraban, por momentos olvidaban todos la naturaleza de la pelinegra, incluso Shizuru parecía embriagada de ella, su aroma y su cuidado. Bailaba, y de que forma tan sublime lo hacía, se la imaginaba torpe, pero de eso no delataba ya nada, no cuando su mano le sujetaba la cintura, no cuando sus dedos acariciaban los suyos y su sonrisa se observaba en el marco de la máscara de porcelana. -Natsuki se mueve como un cisne cuando danza- Shizuru no quiso esconder su admiración o su placer en ese momento, acarició el hombro que sujetaban sus largos dedos y se ganó con ello, un lindo sonrojo en la piel visible de la joven.

-Shizuru es un ángel cuando dice esas cosas, pero no debe reiterarlo, porque... podría creerlo- Natsuki no estaba segura de sus fortalezas, aunque le fuese natural moverse así, por los incontables años de instrucción con la institutriz, siempre temía fallar un paso ante la encantadora presencia de la dama con la que bailaba.

-Natsuki...- Musitó con pesar la voz de la castaña, quería afirmar que era verdad, sin embargo, una mano se posó sobre la suya en el hombro de la pelinegra.

-Ya es momento de que un padre baile con su hija- Satoru intervenía de forma inconveniente, Natsuki no tuvo mas remedio que entregar a su pareja, como bien dictaban los cánones, pues a fin de cuentas, ese sería el último vals entre padre e hija. Se quedó de pie dudando aun de su suerte, la hermosa Shizuru se movía elegantemente sin importar quien fuese su compañero de danza. La lobuna buscó con la mirada a su padre, se suponía que él debía también bailar con ella la última pieza pero no lo encontró, sin embargo la gentil mano de su prima le fue tendida, la querida Mashiro había comprendido su angustia y allí estaba para salvarle el día.

Acoplaron sus manos y se unieron a la pareja en la pista con un baile no menos refinado, a su ejemplo se unieron las gente y muy pronto el salón se llenó de la fiesta que a todos los embargaba. -La amas ¿No es así?- La suave voz de Mashiro atrajo la difusa atención de Natsuki, cuyas miradas se intercalaban entre su prima y su recientemente esposa. -Más que a nada en el mundo, con locura tal vez- Afirmó viendo como la castaña sonreía sinceramente a su padre, que ligera envidia le causaba aquello, ojala sus sonrisas fueran todas para ella.

-Pero dudas... de su sentir- Mashiro no era en lo absoluto tonta, a sus 18 años ya estaba casada y dentro de algunos años sería reina, la agudeza mental era una característica indispensable para un buen soberano, leer las emociones era de lo más útil en la corte y estaba claro que Natsuki resultaba un libro abierto para ella.

-Como no dudarlo, alteza, sigo usando esta máscara todavía- La maldición que solo puede ser rota con el amor verdadero, si la castaña no le amaba, ella por evidente lógica, continuaría siendo una bestia y cuando el tiempo se agotara en su reloj de arena, estaría condenada toda su vida, al igual que su padre a quien el amor le llegó muy tarde.

-No desesperes... te lo pido- Solicitó la joven estrechándole un poco la mano, para apartar la expresión angustiada de sus labios. -Los secretos del corazón de una mujer, solo otra puede conocerlos... entiende a la señorita, ahora debe estar confundida- Los ojos zafiro de Mashiro le fueron sinceros a Natsuki y solo por eso sonrió.

-Eres tierna en verdad- Los dedos de la lobuna se posaron sobre las mejillas de la de cabellos lila, para obsequiarle un pequeño gesto de cariño. -Me hará falta tu consejo este día y muchos de los días que sigan a este, en el lapso de un año- Cerró los ojos de esmeralda bajo el antifaz, sus pies detenidos pues la música había concluido.


-Entonces te enviaré cartas... que si bien son muy poco, ruego te sean de utilidad- Mashiro se levantó de puntitas y dio un beso a la fría mejilla enmascarada de Natsuki, poco después se apartó y caminó lejos de la pista, donde su esposo, un castaño de ojos azules aguardaba por ella. Sin embargo la aguda mirada de la heredera al trono, no paso por alto el dejo asesino con que le contemplaron unos ojos hechos de tinta sangre, complacida con su observación supo que no todo estaba perdido, porque la bella de Tsu, no era para nada indiferente a su prima y los celos, esos monstruosos sentimientos... delataban más de lo que la castaña quisiera mostrar. -“Tal vez... realmente puedas quitarte esa máscara algún día, querida Natsuki”-
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4 comentarios:

  1. Sin palabras. Sencillamente increíble, sólo con imaginar la noche de bodas.

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  2. Hermoso capitulo!!!Ya con ansias por saber que pasara en la noche de boda!!!!!

    Lays.

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  3. uyy uyyyyy me quede satisfecha con este capitulo ya esperando con muchas ganas el proximo capitulo

    Maria

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  4. Me imagino a natsuki como una diosa angelical cuando se quite la mascara , con o sin mascara yo estoy enamorada de natsuki la veo a una mujer de gran valentia :p

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