Capítulo 12
Noches Lunares
Paso a paso, con la
apacible y falsa expresión de tranquilidad en el rostro, se dejó guiar a uno de
los inmensos salones, uno de tantos, otro más. La castaña se topó con todas las
féminas reunidas y ya muy animadas sorbiendo de sus copas, el vino traído desde
su hogar en Tsu ¿Así eran entonces las despedidas de soltera de las mujeres?
Shizuru no imaginaba semejante detalle de sus amigas, sirvientes, su madre y su
abuela, así que por primera vez en aquel día, preludio de su boda, sonrió con
sinceridad. Fue recibida con aplausos, la bebida le fue tendida y tomó asiento
frente a las chicas.
-Mañana juro por mi
honor, que haremos de Shizuru la más bella... ni los pinceles podrán retratar
su hermosura o los hombres resistirse a sus encantos- Una voz llegó desde la
espalda de la festejada, con un tono ligeramente embriagado, varías miradas de
reproche le fueron dirigidas a la recién llegada. –y también juro no tomarme
mas de un par de tragos- Lo dicho robó carcajadas a los labios de las mujeres
en general, aquello último era una vil mentira.
-¡Midori! Eso no
podría pasar ni en mil años...- Mizue rio descaradamente mientras la pelirroja
soltaba un mohín sobre actuado. Sus curiosos ojos felinos se posaron brevemente
sobre Shizuru, era fácil notar que la chica no se divertía, solo era cortes y
recatada, ocuparía su paciencia hasta encontrar el momento para marcharse a su
cuarto, pero era tan buena su actuación que ninguna de las presente lo notaba.
-Su autocontrol es
pésimo Sugiura-san- Apuntó Mai con una sonrisa amable.
-Una debe confesar
sus debilidades ante las que confía y esta bien, quizás serán más de un par de
copas- Sonrió de forma jovial. –Es momento de los regalos de nuestra doncella,
hoy debe tener uno de sus sueños reparadores de belleza, porque mañana será
agotador... por ende ¿Shizuru quiere recibir pronto sus regalos?- El granate
parco de la mirada en la joven casadera, se volvió sobre el verde limón de
Midori, un dejo de agradecimiento nacía de sus labios cerezo.
-Yo soy su abuela,
merezco dar primero mi regalo- Musitó Kaede con voz autoritaria y nadie
cuestionó ni un poco sus deseos. La mujer fue hasta una mesa donde todos los
presentes reposaban y deposito una caja mediana en las manos de su nieta.
Shizuru deslizó sus largos y finos dedos sobre la envoltura, procurando tratar
con cuidado el presente, al abrirlo... oh, un exquisito corsé de color vino
tinto, con sus ligueros y agarres se elevaba ante la vista de todas.
-O...oba-chan- La
castaña no sabía que decir respecto a la prenda, con ello le causaría un paro
cardiaco a la Duquesa y no estaba muy segura de desear aquello en su noche de
bodas, por no mencionar que retirar la prenda era una tarea de titanes. Ara,
¿Estaba pensando en facilitar las cosas a su bestia particular?
-No podrán decir
que falten incentivos para consumar...- Los labios de la anciana fueron
cubiertos por las manos de Mizue, quien se notaba ligeramente acalorada por las
circunstancias.
-Shizuru, ¡Mi
regalo!- Mencionó Mai atinadamente e igual de nerviosa que su madre, aunque en
el fondo se preguntaba si la abuela también le daría un regalo similar a ella
para cuando fuera desposada. A la fecha la de cabellos naranjas evitaba pensar
en su propia boda, porque había pasado a segundo plano después del incidente en
Tsu y lo precipitado de las circunstancias, sin embargo... estar lejos de Reito
aquellos días no había supuesto la carga que esperaba y ello, comenzaba a
preocuparle un tanto. ¿Su hermana sentiría las mismas dudas que ella?
Otro paquete y otra
apertura, un juego de tacitas de té saltaba a la vista de las mujeres. –Insisto
fue mejor mi regalo- Sonreía ladinamente la anciana.
-¡Abuela!- Como
sufrían con los comentarios de aquella mujer mayor ¿Serían gajes de la
senilidad o realmente era tan... así?
-Creo que es
momento de dar a mi hija mi presente ¿No les parece?- Mizue deposito con todo
su amor una cajita, en las manos de Shizuru. Al abrirlo encontró el prendedor
de la abuela Viola en la caja. –Necesitas algo viejo para la buena suerte y se
que mi madre hubiera querido que tu lo tuvieras-
-Pero Mai... ella
es “la mayor e iba a casarse antes que yo”-
Shizuru miró angustiada a su hermana, sin embargo de ojos lila sujetó su mano
con dulzura y sonrió.
-Quiero que mi
hermana sea muy feliz... jejeje y creo que lo va a necesitar, Natsuki-chan es
un poquito gruñona- El animado grupo rió ante el comentario, de algún modo ya
había asimilado que fuera una mujer y no un caballero el que desposara a la
chica.
Una mujer le lacia
melena blanca y arrugada faz, entró en la habitación seguida por su joven
nieta, era el turno de la familia Kuga para hacer acto de presencia y dar sus
regalos a la agasajada. –Si nos lo permiten, yo también desearía dar un
obsequio a la señorita Fujino- La abuela de Natsuki miraba con dulzura a la
joven castaña y ello hizo sentir contenta a Mizue y a Kaede. La anciana
depositó en las manos de Shizuru un caja, que al abrirse, dejo ver un mameluco
de prístino color perlado, así como unos zapatitos de un tamaño que delataba
claramente no era para Shizuru. Los ojos rubí contemplaron la prenda con
extrañeza, luego con dolor ¿Era acaso un mal chiste? Un matiz curioso del humor
negro de la familia de su prometida.
-Es... de mal gusto
mi Lady- Se adelantó a decir Mizue, antes de que los rubíes de Shizuru
derramaran lágrima alguno. No, la castaña no deseaba un esposo pero con la boda
junto a Natsuki, había renunciado completamente a esa posibilidad y era ese
momento en el que recibir aquella indumentaria que se pone a los recién
nacidos, que recordaba la crudeza de la soledad que sentiría en ausencia de sus
retoños. Más no pasaron muchos segundos, cuando Shizuru se reponía y dedicaba
una falsa sonrisa a la abuela Kuga.
-Será una realidad
si las cosas salen bien- Todas se miraron desconcertadas mientras la señora
hacia una reverencia y se daba la media vuelta para irse por el pasillo, pero
apenas en un murmullo. –Será una linda niña... ya lo veo-...
-El mío- Intervino
Nina intentando apartar los sentimientos contradictorios que inundaban la sala,
de algún modo un mal sabor de boca continuaba inundando los labios de aquellas
mujeres. Nina de Wong, quien pese a no haber tratado con las mujeres reunidas
se mostraba sofisticada y cordial, sonrió para la tranquilidad del grupo y
sujeto entre sus manos las de Shizuru. –Por la felicidad de una amiga, de una
hermana... para Shizuru-san- Ella también deseaba aportar a la dicha de su
prima y la de Fujino. Cuando la castaña abrió el regalo, encontró un artilugio
muy curioso ¿Era un silbato? La pieza de plata y oro se antojaba una reliquia,
muy hermosa y trabajada por algún hábil artista, pero era de lo más poco
practico del mundo. Aun así sonrió y agradeció a la joven el regalo. –Es...
para que siempre pueda oírte, siempre que necesites a Natsuki... usa ese
silbato y ella vendrá enseguida- Tras la breve explicación, Shizuru sintió el
fuerte deseo de usarlo en el acto, pero se abstuvo con el ánimo de no poner en
duda lo dicho por Nina. ¿Cómo lo estaría pasando Natsuki? Ella estaba
terriblemente aburrida.
-Yo te voy a
predecir el futuro- Se levantó de su silla una vivaracha Midori haciendo una
voz de ultratumba, que mejoraras los efectos de emoción y suspenso a su regalo.
La verdad es que no sabía que regalarle a la castaña, pero de algo tenía que
servir que fuera adivina.
Todas se miraron
emocionadas y los gritillos femeninos no tardaron en acudir, las luces fueron
apagadas, una mesa, un candelabro y la pelirroja poso su esfera de las
‘visiones’ en la mesilla. Primero acomodó unas cartas marcadas en la mesa, las
barajó y dio a escoger a la chica un total de nueve cartas... las mismas que
fueron puestas en un orden especial, por la mano de Shizuru pero bajo las
ordenes de Midori. Algunas sorbieron de sus copas mientras la pelirroja hacia
una serie de ruidos, que según ella la conectaban con el mundo espiritual, un
par de inciensos, todas reunidas y la adivina levantó la primera carta, un
silencio de expectación llenó el espacio.
La adivina enarcó
las cejas por un momento, aquello era mera casualidad... esa carta significaba
descendencia en el futuro de Shizuru ¿Realmente fallaría el matrimonio en el
plazo de un año y la chica desposaría a otro hombre para dar a luz? Sería lo
único probable, pero ¡No podía augurar el fracaso la noche anterior a la boda!
–Shizuru, gozará de una excelente salud en los años venideros- Afirmó
tranquilamente y Mizue sonrió estrechando entre sus manos los hombros de su
amada hija. -¡Que buena noticia!-
Midori aclaró su
garganta y continuó mirando la otra carta... esa, era imposible... ¿La carta
del amor verdadero? Entonces lo de los hijos sería ¿Un desliz? Tragó saliva,
ahora como adornaría eso, ni modo, la verdad. –Existe una gran posibilidad de
que... un momento, necesito... mmm- Levantó la siguiente carta, esperando
alguna colaboración sobre sus adivinaciones. La carta de las confusiones y los
malos entendidos, una carta muy peligrosa y temida en el argot de las adivinas.
La de ojos verdes miró a una curiosa pero escéptica Shizuru. –Fujino-san debe
tener cuidado con sus relaciones, realmente su matrimonio tiene grandes
posibilidades pero... hay personas a su lado que no están de acuerdo e
intervendrán para herir irremediablemente el lazo entre ella y Natsuki-chan-
¿Acaso la adivina
le retaba? Nada que Shizuru Fujino se propusiese con vehemencia fracasaba, y
aun si su boda no era un sueño hecho realidad, por su mano que no fracasaría. –La
escucho... Sugiura-san- Kaede sonrió, no importaba lo que estuviese haciendo
Midori, le gustaba las tornas que tomaban los hechos, esa mirada de reto... era
algo muy propio de las mujeres Fujino y era algo para temer o para alabar...
ello era mejor que nada.
Midori levantó dos
cartas más, siendo ya descubiertas las cinco. –Algo que... esta por encima de
nosotros interviene en las circunstancias del futuro y que deja las caras
ocultas, alguien que se niega a relevar... más- En momentos como ese la pelirroja
realmente parecía una adivina de verdad, lo que ella pensaba... es que nunca
las cartas se mostraron con tanta claridad.
-Ara ¿Y eso
significa?- Shizuru no quería mostrar interés en esas fanfarronadas, porque
ciertamente la castaña no creía en el destino, simplemente suponía interesantes
las historias de Midori y claro, eran menos aburridas que mirarse las caras y
beber hasta que le diera sueño.
Midori obligó a
Shizuru a extraer otra carta del mazo, algo poco habitual y Mizue la contempló
extrañada, empero la carta volvía a ser incoherente, errónea, oculta. Repitió
el proceso dos veces más y al final lo mismo pasó con las siguientes. Suspiró
resignada, eran cartas marcadas ¡Era absurdo! Quería decir una linda historia
pero todo la contradecía. Lo dijo sin más. -Que el corazón de la predicción no
quiere ser revelado, porque sin importar cuantas veces tire las cartas, siempre
emergerá una carta de velo oscuro... eso significa que hay una parte del
destino que no esta definido todavía y que hace que las cartas del futuro no
sean estables... el momento critico es el presente cercano, ese es el que lo
define todo-
-¿Por cuanto
tiempo?- Preguntó con curiosidad Mai, ella si que adoraba los servicios de
Midori y no estaría demás pagar después por conocer su futuro.
La adivina
respondió sin pestañeos, ni dudas. –Un año... eso es el presente cercano, con
lo que pase a Shizuru durante este tiempo se definirán los años posteriores, su
salud, su descendencia... “el destino de
todos”- Prefirió no decir más, lo vislumbrado, lo pensado en su mente bien
parecería locura a los ojos de sus más solicitas clientas y era un lujo que no
podía darse.
-No pretendo
agraviar... pero esto es un timo- La voz aguda de la sirviente más leal a los
Fujino se alzaba entre los susurros de las mujeres. La joven se cruzaba de
brazos en un rincón oscuro y apartado de la fiesta, ella no tenía motivos para
celebrar, aquello más le parecía una locura, una celebración fúnebre.
Midori frunció el
ceño y levantó la vista. –Hay más cartas Margueritte-san- No se iba dejar
difamar por esa mocosa peliverde. Levantó las restantes cuatro. ¿Por qué
aquello parecía un rompecabezas? La carta de la pasión se tintaba tórrida, pero
también estaba envuelta en la carta del amor verdadero, luego estaba la de las
serpientes y en incluso ¡La calaca de la muerte! La pelirroja amplió sus
pupilas sorprendida y atemorizada, tragó saliva discretamente antes de tomar un
sorbo... un trago completo de su vino. Suspiró mirando a Shizuru, cuya mirada
se delataba indiferente y sin embargo no apartaba la vista de ella.
–Natsuki-chan... ella si tendrá complicaciones de salud, pero será una esposa
que atienda a Shizuru con diligencia y cuidado, devota a ella... la pasión no
será un problema, eso dicen las restantes cartas- Un tinte rojo acudía a las
mejillas juveniles de las hermanas Fujino y Nina, Mizue miraba preocupada a
Midori ¿Acaso sufriría alguna enfermedad la Duquesa? Pero Kaede, ella si que
notaba los leves gestos angustiados de la adivina y eso no le gustaba ni un
poco. El silencio se hizo tenso y espeso, algo le decía a Shizuru que debió
salir con su prometida, quizás la fiesta de los chicos fuera más amena.
-Creo que haré un
regalo extra a Shizuru, tal vez las visiones de mi esfera de cristal sean más
claras, ¿alguna fecha que quiera vislumbrar la señorita?-
-Mañana sería buena
idea, no todos los días alguien puede ver su boda con anticipación- Shizuru
parecía más animada y tranquila, pues le había restado total importancia a las
predicciones de la adivina, que después de todo era una farsante ¿O no? Siguió
su juego y encontró más divertido continuar gozando de la imaginación de la
mujer pelirroja.
Midori sonrió,
podría dar una versión general de una boda y salir bien librada, con un cuento
de hadas sería más que suficiente y en ello era una especialista. Pero cuando
puso las manos sobre la esfera y mucho antes de encender la luz eléctrica
dentro del cacharro de cristal, el artilugio comenzó a funcionar sin su
autorización y las imágenes más intimas de dos cuerpos en el lecho nupcial
emergieron a la vista de todos, con audio incluido.
-¡MIDORIIIIII!-
Mizue cubrió los oídos de su querida Mai cuyos ojos amenazaban con salirse de
sus cuencas, Kaede soltó una carcajada en toda regla, Shizuru desvío la mirada
profundamente abochornada ¡Era el peor regalo de todos!, Tomoe quiso devolver
el estomago, Nina... prestaba más interés del que quisiera intentando adivinar
cual de las dos formas femeninas sería propiedad de su prima, las sirvientas
ocuparon gritillos de protesta capaces de dejar sordo a quien fuese y Midori...
ella tomó la esfera, la cubrió con su pañoleta del pelo, pero como los gemidos
seguían oyéndose por todos lados, arrojó el artefacto al suelo y solo entonces
se silenció. Fue así como las luces se encendieron, la pelirroja se miraba
abochornada, con mechones rebeldes desperdigados por toda la cara tras haber
usado el implemento para el cabello en el menester de ocultar los sucesos,
estaba agitada y con mala cara.
Mizue soltó de su
extraño agarre a la pelinaranja y una vez libre, Mai tuvo la ligera impresión
de escuchar una voz, más bien el eco de una voz, la risa aniñada de alguien
más, alguien se reía sin recato ¿Una broma tal vez? Ello era improbable
sabiendo que solo ellas estaban en la sala y ninguna sería tan cruel... salvo
Midori, que tenía un muy raro sentido del humor. Mientras las demás mujeres
reclamaban a la pelirroja sus métodos, burdos, vulgares... pervertidos. Los
ojos lila vagaron por la extensa sala, buscando la fuente de aquella risas que
solo ella parecía escuchar, nadie reía y su hermana se marchaba sin una
despedida, la entendía muy bien. Jajajaja... de nuevo esa risa, alguien se
partía de la risa y era ya en verdad molesto. Entonces le parecía ver unos
luceros negros en una cara morena, una jovencita de salvaje cabellera negra,
sentada en el alfeizar de la ventana, se reía sin reparo y sujetando su
vientre. Mai quiso atraer la mirada de la madre, para ayudarse en la ardua
labor de increpar a aquella desconocida, pero al volverse una nada quedaba en
la ventana abierta, cuya ventisca helada a nadie preocupaba... todas estaban
acaloradas por los recientes hechos y sin embargo ella juraría haber visto a
esa ‘niña’ en aquel lugar.
Shizuru se puso de
pie y caminó lejos de la vista de todos, con una cara de indignación tal que no
había nadie en su sano juicio la detuviese, caminó durante al menos veinte
minutos por los extensos pasillos, hasta detenerse y notar muy a su pesar
que... estaba frente a la habitación vacía de su prometida. ¿Por qué se traicionaba
de esa manera? Logró atisbar en las imágenes de la esfera el rostro de sus
fantasías más intimas y secretamente su cuerpo había reaccionado, estaba
completamente avergonzada... no pudo evitar sujetarse el pecho con la intención
de apagar los acelerados pálpitos de su corazón.
-¿Ojou-sama?- La
tímida voz de Tomoe intervino en su penoso momento de charla introspectiva.
Solo Tomoe había tenido el valor de seguirla, si fuera preciso consolaría la
pena bochornosa de su joven ama. Sin embargo la mirada que le dirigió el objeto
de sus adoraciones le helo los huesos. ¿Era lujuria lo que contemplaba?
Pestañeó y al volver a verla, la serena mirada de siempre estaba alojada en la
bella faz de Shizuru.
-Le escuchó
Margueritte-san- Musitó con su calmada expresión de siempre, volvía a ser dueña
de si misma, una Fujino de abolengo.
-Yo... yo no pude
darle su obsequio- Tomoe pudo por un momento estrechando entre sus manos una
caja adecuadamente decorada con tonos violetas.
Shizuru frunció el
ceño una milésima de segundo, pero ello no pudo verlo Tomoe tras el velo de la
oscuridad disminuida por la redonda luna, casi en el cenit del cielo. –Me honra
Margueritte-san... no quería incordiar con algo así, dado que conozco lo
modesto de su forma de vida, sería egoísta- La castaña sabía que ella de todos
modos le daría el presente, pero debía mostrar preocupación, después de todo,
la chica había sido leal a su familia desde la más tierna infancia.
-De ninguna manera
Ojou-sama- Musitó la peliverde con un brillo esperanzado en sus ojos turquesa.
–Mi obsequio es para su seguridad...-
-¿Mi seguridad?-
Aquello si que atrajo la atención de Shizuru.
Tomoe se ocupó en
llenarse del valor suficiente para hablar, lo que trataría después de todo era
un tema muy delicado, que todos, ciegos de vista y corazón había preferido
obviar ¡Pero ella no! ¡Haría todo por su ama! Así que procuró usar un tono
delicado para hacer un preámbulo adecuado a su presente. -Yo... yo he visto el
horror en sus ojos “amados”... esa
mujer realmente podría herirla y eso sería insoportablemente doloroso para... “mí”... su familia-
Shizuru miró
sorprendida a la chica, temió que se refiriera exactamente a... los accesorios
corporales de Natsuki, esa terrible imagen todavía la atormentaba en sus
memorias, pero así fue. –Esa... esa bestia se ha mostrado horripilante en su
presencia y temo, temería profundamente por su bienestar cuando... cuando la
luna llena de mañana este en el cielo... y la noche de bodas...- El sonrojó
inundaba las mejillas de Tomoe.
-¡Basta!- No quería
escuchar eso... pasaba del deseo al estupor, Natsuki no era su fantasía soñada
pero algo le decía que era incapaz de lastimarla.
Pese a la negación
de su ama, la peliverde no quiso callar, por primera ocasión no acató los
deseos de su adorada ojirubí. -¡Quiso atacarla! ¡Yo quería defenderla! Hubiera
sido tarde mi llegada... si su mirada no le hubiera persuadido... pero ella no
puede controlarse, sus enojos son peligrosos Ojou-sama... fatales si usted esta
cerca-
Los iris rubí
miraron asustados la puerta, el cuarto que la siguiente noche compartiría junto
a Natsuki. No sabía ya en que creer, salvo aquello que vieron sus ojos esa
noche funesta en Tsu... las falsas imágenes de Midori, una maestra del engaño
solo eran una estúpida esperanza a la que aferrarse. Los hechos eran claros,
las manos de Natsuki le harían daño al menor roce de sus garfas y se estremeció
al imaginar las heridas en su piel. Tomoe comprendió ante la estupefacción de
su ama que ese era el momento perfecto para revelar su regalo. Retiró la
envoltura, la funda, dejo caer la caja y el sonido atrajo la atención de
Shizuru, el brillo mortecino de un filo gélido fue contemplado por sus rubí
espantados. –¿Una daga?-
Tomoe asintió,
estrechando en sus manos la empuñadura del arma. –Shizuru-sama debe...
defenderse si es preciso-
-¿Ha perdido el
juicio? ¿Me insinúa matar a Natsuki?- La idea de manchar las sabanas con su
sangre le revolvía el estomago, pero a la par las garfas de la pelinegra en su
piel, torturaban a su instinto de auto preservación.
Tomoe hizo un
ademán de silencio con sus dedos, enfundó la daga, se las ingenió para abrir la
puerta del cuarto de Natsuki ante una abrumada Shizuru que no cabía en su
asombro. Con sigilo la peliverde depositó la daga convenientemente debajo de la
almohada, tras la tarea bien realizada salió del cuarto y volvió a ponerse de
pie frente a su adorada patrona. La incapacidad de la castaña para detenerla
había delatado su más secreto temor y es que a ella, le aterraba el monstruo en
que podía convertirse Natsuki.
-No milady... si
usted osara rechazarle podría pasar lo peor... por favor no rechace esta medida
de seguridad- Que convincente manera de hablar, que voz profunda y suave rozaba
con el aliento de Tomoe, en el oído de la castaña... que cruel semilla de duda
sembraba en ella.
Cavilaba, y era
probable. ¿Si se negara a yacer con ella perdería el control otra vez? ¿Era eso
posible? Conocía por su mirada que la pelinegra guardaba para sí, sus deseos en
el silencio de sus finos labios, pero... una vez casadas no tendría razones
para contenerse en su presencia. La castaña se obligó a preservar la calma,
aunque las piernas le temblaran ante sus atemorizantes imaginaciones, miró con
reproche a la mujer frente a ella. –Si Tomoe vuelve a hacer semejantes insinuaciones...
desistiré de sus servicios y será devuelta a la casa de mi padre, así que le
sugiero recordar su lugar en mi presencia o la posición de mi prometida ¿Esta
claro?- Confusa, molesta y abrumada, la castaña se apartó del lugar con
dirección de su cuarto, una vez más. –Ara, ¿Y donde esta mi Durhan?-
El tono de reproche
con el que le hablaba su diosa terrenal le hirió a profundidad, pero silenciosa
guardo una sonrisa en la oscuridad. Su ojou-sama no había retirado la daga del
lecho nupcial, aun quedaba la esperanza de que usara el arma... y para ello
necesitaba muy poco, un error por pequeño que fuese y la bestia moriría a manos
de la bella, la graciosa amatista de Tsu. Muy satisfecha con la tarea, tomo
rumbos diferentes y era preciso dar noticia de sus avances el señor al que
servía, Satoru estaría más que complacido.
-Esta chiquilla, es
de cuidado- La voz semi infantil de la presencia antes vista en la sala y ahora
oculta en el pasillo, pronto se disipó como el eco, a la par que se desvanecía
la forma etérea, se hizo la soledad en el lugar para no dejar rastro alguno de
su oportuna mirada vigilante. La diosa contemplaba las circunstancias sobre las
que los hilos del destino eran tejidos, pero poco o nada podía intervenir.
Once... once bestias había tenido Fukka en el pasado y aquella sobre la que
guardaba esperanzas, tenía más complicaciones que todos sus antecesores, la
doceava bestia debía romper la maldición o un terrible mal sería desatado sobre
el mundo... y comenzaba a dudar que pudiera lograrlo.
.
.
.
En el poblado de
Fukka el bullicio de los bares en una zona poco recomendable para los
caballeros decentes, una muy cohibida Natsuki seguía con paso lento a sus
antiguos compañeros de labores. El poblado estaba de carnaval y las alegorías a
las deidades abundaban en sin número de máscaras, demonios y seres
sobrenaturales, por primera vez la pelinegra no se sentía fuera de lugar en su
propia tierra, ya que la suya con forma de lobo, a nadie contrariaba, ni
delataba la casta de su familia.
-¡Aquí es!- Musitó
Tate de lo más contento, y todos se animaron rápidamente.
-¡Una casa de
citas! ¿Estas loco? Shizuru me mataría- Natsuki miraba con los ojos agrandados,
aun bajo el antifaz, el imponente y colorido edificio que se plantaba frente a
ella, con puertas vino tinto, un letrero sugerente y un par de doncellas, no
tan doncellas guiñándole un ojo.
-Deja esos
pensamientos locos para la noche de bodas Kruger...- Tate posó la mano sobre el
de más baja estatura, sobre la máscara y le ayudó a girar un poco la cabeza,
ellos iban pero para el bar contiguo al solicito edificio. Un suspiro aliviado
escapó de los labios de Natsuki, aunque los demás soltaron una carcajada
profunda.
-Natsuki me ha
decepcionado- Musitó un lacrimoso Takeda, que entregaba un par de monedas de
cobre a Yamada. –La inocencia de este
joven es...- Iba a explicarse el de la coleta de caballo pero...
-¡Bakaaaaaaaa!-
Increpó una enojada Natsuki al notar que habían apostado por su vergüenza y
confusión, frunció el ceño y se cruzo de brazos. Los demás debieron empujarla
dentro del bar y allí con un par de copas hacerle olvidar el incidente.
No es que la
pelinegra de noble cuna se divirtiese demasiado, los demás hacían bromas a su
costa y ella no podía apartar sus pensamientos de la mujer que desposaría el
siguiente día. Tomaba del licor fingiendo alegría, pero algo muy remotamente
interno le angustiaba... ella no sabía como dar placer a una mujer ¿Qué hacer
en su noche de bodas? ¡Casi muere con un beso! La chica negó con la cabeza
avergonzada por sus pensamientos, tenía a su suerte la bondad de la luna llena
esa noche, de modo que no por sus garras heriría a la chica, ¿Pero y si ella no
quería? El más tierno y angustiado mohín nació de sus labios, la lobuna reposó
la cabeza en la mesa, con las manos sobre la parte trasera de su máscara.
-Heeeee... Kuguita
esta pensativo- Intervino Sainoyi que ya había vaciado una botella de Sake como
si aquello fuera agua. -¿Al fin le acosan los nervios prenupciales?-
-Déjalo en paz
hombre... ¿Algo inquieta a Natsuki?- Sakomizu miraba con afecto casi paterno al
‘muchacho’. Acarició su hombro y le animo a levantarse. -¿Le ha hecho daño el
licor?- Quizás era demasiado joven para las juergas a las que ellos estaban
acostumbrados.
Natsuki negó con la
cabeza. Pero Takeda se le quedó mirando con un dejo de preocupación. -¿Algo le
angustia mi Lord?-
¿Por qué rayos ese
moreno le miraba de esa manera? Era de lo más incomodo para ella tener esos
verdes ojos mirándola con semejante intensidad, pero también le sorprendía la
rápida lectura del joven. –Lo van a cohibir...- Tate se acaricio la barbilla,
notaba el sonrojo en las mejillas de su joven patrón y muy pronto una idea
olvidada en el pasado distante de Tsu, le vino a la cabeza. -Kruger no ha
conocido mujer ¿No es así?-
-¡Yuichiii!-
Reclamaron los demás, esas cosas no estaba para ser dichas... aunque por las
caras de Natsuki y el rojo de sus orejas, todos llegaron a la evidente
conclusión... El Duque era virgen.
Sakomizu tosió
escandalosamente para cortar el silencio que se hizo. -Creo que el joven Kruger
esta angustiado por su desempeño con la señorita- El argodescendiente de las
desérticas tierras del sur, agradeció profundamente la oscuridad de su piel
para ocultar su sonrojo. –Es preciso que demos una instrucción precisa... nadie
querría que un momento como aquel, se vea estropeado-
Todos los hombres
cruzaron sus brazos entre ellos haciendo una pequeña rotonda, muy similar a la
de los grupos deportivos para encubrir sus voces del escandalo del lugar y
Natsuki se vio con las caras de sus compañeros en todas direcciones, no había a
donde escapar. Yamada carraspeó su garganta antes de afinar sus posibles
consejos y todos aguardaron silenciosamente por sus sabias palabras. –Los besos
son importantes...- El grupo asintió mudamente mientras Natsuki pensaba... “Estoy muerta”. –Las caricias deben ser
muy cuidadosas Kruger-sama, ella es como una flor delicada... debe rosarla con
tanta sutileza como el arco a las cuerdas del violín- Mencionó con voz ronca y
suave, el hombre de aspecto Yakuza recordaba haberle oído tocar el violín al
joven, así que era un consejo que el chico pudiera entender y en efecto Natsuki
hizo un ohhh... en otras circunstancias, seguramente golpearía al que hiciera
esas insinuaciones, pero notaba el gesto solidario de los demás y ello le
contenía de muchas maneras. Tate y Masashi en cambio, miraron asombrados al
interlocutor, no se esperaban semejante perlas de consejos.
-Pero no debe
parecer sosos mi lord... la pasión es indispensable- Afirmaba Yuichi con
seguridad y Natsuki estaba lamentando no haber traído nada con lo que tomar
nota, rogaba no olvidar los consejos de sus amigos.
-Oye tú... ¿Cómo?
¿Cómo sabes eso?- Takeda no recordaba haberle visto alguna novia a su amigo y
necesitaba alejar de su mente, la idea del guapo duque en el lecho con su
futura esposa. El rojizo en las mejillas del chico así como el desvío de
miradas, pero... solo una chica, solo por una delataba devoción alguna.
–¡Shihooooooo! Te voy a matar desvergonzado- Forcejeaba el moreno con ansias
asesinas, pero bien que le tenían extendidos y amarrados los brazos en aquella
cadeneta humana.
-A callar...-
Intervino Sakomizu imponiendo el orden. –Natsuki... la virtud de una doncella
es lo más preciado cuanto posee, su recuerdo de aquel sublime momento debe
ser... inolvidable y divino, así que procura mucha delicadeza en el momento del
clímax-
La pelinegra no le
entendió muy bien, ser refería a... –Que no le hagas muy duro Kuga- Informó
Takeda exasperado por las caras de su querido patrón, pareciera que le faltara
la malicia masculina o fuera muy delicado... oh, pero como le encantaba eso del
pelinegro.
Los ojos esmeralda
se abrieron desmesuradamente. –¡Basta!- La pelinegra no soportaba más aquellas
insinuaciones, deshizo la rotonda humana y se puso de pie dispuesta a salir del
bar. Pero un par de chicos muy conocidos entraron por las puertas y levantaron
la mano en señal de saludo. -“Esta
escases de suerte no tiene nombre”- Se dijo a si misma antes de sentir como
los otros dos, la enganchaban de los brazos con el afán de retornarle a la
silla que momentos atrás abandonara.
-Si Kuga vuelve a
hacer eso, me veré en la penosa situación de amarrarlo a la silla- El grupo
miro con sorpresa al recién llegado, no era otro que Takumi y ese era el tono
decidido de los Fujino, Natsuki no escaparía de allí, de eso se ocupaban todos.
Al fin que la sorpresa de la noche aun no había llegado...
Volvieron las
bromas subidas de tono, las copas y los decires en la mesa, Akira que había ido
a recoger al joven Fujino, miraba a los demás departir, sus ojos rolaban entre
el muchacho castaño y su ama, que evidentemente estaba aun sonrojada por hechos
desconocidos. La tensión incrementaba, entre las silenciosas expresiones de
Natsuki y la morena de ojos negros, estaba muy claro que Takumi sabía del
genero femenino de la Duquesa, no así los antiguos jornaleros de Tsu... en
cualquier momento la verdad sería develada, una indiscreción por pequeña que
fuera y estarían en serios problemas, más Akira que Natsuki. La Okuzaki no
deseaba bajo ninguna circunstancia ver develado su secreto, sentía esa
atracción terrible por el castaño e incluso se sabia correspondida a pesar de
sus indumentarias varoniles... pero ella no podía... ¿He? ¿Eso era música?
Todas las miradas
se posaron en la puerta del bar, forasteros e hijos nacidos en Fukka centraron
su atención en el peculiar grupo de mujeres, hermosas, sensuales... que con el
sonido de las cuerdas y el pequeño piano al fondo del lugar, se animaban en los
movimientos más sugerentes. Las copas cayeron de las manos, a la par que
algunas mandíbulas y los vulgares silbidos incrementaron en volumen, cuando
una, la más deseada de todas ellas ingresó al espacio con caminar sinuoso pero
delicado. Natsuki no se percató de la situación, ella realmente no vio venir
las oscuras intensiones de sus amigos cuando accedió a venir con ellos. Solo
pudo hacerse una idea de aquello, cuando una mano muy cuidada cubrió sus ojos
con un paño, uno muy oscuro. Tate sostuvo las manos de la pelinegra y Sainoyi
le susurró al oído, sujetando firmemente sus hombros para que la duquesa
permaneciese sobre la silla. -Aquí esta tu regalo de bodas-
Natsuki forcejeaba
en su silla, pero pronto cada vello de su piel se erizo al sentir un pie... si,
un pie desnudo en la pequeña abertura entre sus muslos y la silla. Luego un
aliento, claramente femenino que tenía un dejo dulzón. -Nyaa- Con la voz mas
sexy jamás escuchada, el aliento tibio le golpeó la oreja y se quedó
completamente paralizada. Le quitaron el paño, la música resonó con más
estrepito en el sitio y tras un par de pestañeos, pudo atisbar el lascivo verde
que le miraba muy de cerca. -¿Así que tu eres ‘el’ festejado?- Con esa voz de
arrullo sugerente, Natsuki tragó saliva como mejor pudo. Los gritos y las chiflas
masculinas no tardaron en hacerse por encima de la música, pero la exótica
joven de cortos cabellos rojos, posó su dedo muy lentamente en sus labios y
como si de una orden se tratara, la marabunta de hombres, aguantó la
respiración para no dejar salir el alma por la boca.
Los tambores
resonaron en las manos de varias de las chicas que la acompañaban, vestidas de
un modo tan similar, enfundadas yacían en atuendos arabescos y telas
ligeramente translucidas. Una flauta encabezó el ritmo rápido y cadencioso, las
cuerdas se le unieron, finalmente el piano completo la melodía. Natsuki observó
como sus compañeros la apartaban de la dama, lo agradeció silenciosamente, pero
más pronto debió callarse sus buenos deseos, por Sainoyi y Yuichi la movían con
silla y todo hacia el centro del bar con el animo de dar espacio a la
bailarina.
Las delicadas
curvas de la cintura de la joven comenzaron a moverse con cuidado, en un lento
movimiento que a muchos recordaba momentos más tórridos, pero no había voces ni
palabras, nadie quería perderse el baile de la gloriosa Julieth, como era el
nombre artístico de la chica. Natsuki no sabía que hacer, sus compañeros la
tenía bien sujeta y mirar a Takumi para que la auxiliara era una perdida de
tiempo, ¡Su cuñado! No hacía más que mirar de reojo a su servil, era como si la
bailarina no estuviera en la sala en primer lugar y por descarte ella tampoco.
Sí volvía la vista al frente, era imposible eludir el maraquero sonido de un
par de chaquiras en el bordado del sostén de la pelirroja, esas que se
estremecían como todos cuando su cadera se desviaba en lo que parecían
imposibles posiciones. Sí bajaba la vista al suelo, contemplaba de lleno las
tersas y definidas piernas tras los velos translucidos, que se movían cada vez
más cerca de su asiento, esos muslos expuestos en medio de esa danza del
vientre que por alguna razón comenzaba a afectarla.
Nada le quitaba la
sensación de ser asechada a Natsuki, no podía ver otra cosa que a la felina
dama moverse provocativa frente a ella, bien sujeto le tenía el casco Yuichi
para la tarea. Muy pronto olvidó que tenía las manos libres, más rápido supo de
ellas cuando Julieth, las tomó y las puso sobre sus caderas ¡Prácticamente la
tenía sentada en las piernas! Hay de ella si osara soltarla, se caería con muy
poco glamur del cómodo asiento, Julieth hacia un arco tirando hacia atrás su
cuerpo, de manera tal que una tragedia aconteciera si sus manos no la sujetaran
con firmeza y dando unas vistas formidables de su vientre, así como de las
montañas en el horizonte que eran sus pechos.
La pelinegra sabía
muy bien, lo que era el rencor de Julieth, ¿Cómo era que no la había golpeado
por tener que bailarle así? ¡Ella la odiaba! En efecto era uno de los misterios
de la vida, esa mirada verde claro que la recordaba, aunque rogaba no ser
recordada por ella. Había pasados años sin verse y que vueltas daba la vida, el
destino... porque mira la forma de reencontrarse, nunca pensó que se hiciera
bailarina exótica.
Fue alejada de sus
pensamientos a empujones, si, literalmente empujada de la silla para yacer de
pie, junto a la danzante mujer, esperaban que bailaran, pero tropeso y enredó sus brazos en la cintura de la
pelirroja, por puro reflejo anti-caída. Las dos verdes miradas se encontraron
muy cerca, demasiado cerca... Los felinos ojos se ensancharon sorprendidos y un
empujón de proporciones mayúsculas mandó a Natsuki sobre la silla, cayó
sentada, el asiento se inclinó y ninguno reaccionó para atraparla. La pelinegra
resintió el golpe a través del espaldar de aquella silla, que ahora ornaba el
suelo de aquel bar tan poco recomendable. Los silbidos volvieron a exaltarse,
ante el salvajismo que aparentemente pertenecía al número de la bailarina,
incendiaba los ánimos y los brindis de la multitud.
-Levántenlo- Ordenó
de pronto la pelirroja y se detuvo por un instante el sugestivo movimiento de
sus caderas.
Temerosos de ser
linchados por la interrupción, Tate y Sainoyi obedecen, una confusa Natsuki
vuelve a toparse con esos ojos felinos incendiados de enojo. La mujer desliza
una mano sobre la camisa de la chica, desde su vientre hasta su pecho, como
bien podría hacerlo con cualquier hombre, pero ella si que conocía ese secreto,
con una leve inclinación y retomando el movimiento de sus caderas, a modo de
distracción, acerca su boca a la oreja de la pelinegra. -¿Qué hace semejante
aristócrata en los bajos fondos de Fukka?- Le mordió el lóbulo y Natsuki se
tragó un gemido, apretando los labios. –Podría pegarse la peste a su real
majestad- Musitó con desdén, acercó su boca ante la expectación de todos que
suplicaban la ocurrencia de un beso. La felina les satisfizo jalando su
contemplaciones la camisa de Natsuki, pegó sus labios a los de ella, los las
pupilas lobunas se abrieron abrumadas, pero ella pronto la empujó y esta vez
sus compañeros la atraparon. La vio apartarse y brindar un danza aun más
energética que las anteriores, el festín visual se lo daban todos menos ella...
que miraba con amargura a la chica, detestaba lo que veía. ¿Por qué se
comportaba de esa manera? ¿Era realmente necesario humillarla con un beso?
Absolutamente no, desvió la mirada sobre la espalda descubierta, ahora a quien
se le pegaba como lapa resultaba ser su sirviente, ¡Era un desprecio público!
Para un buen observador.
-Nao...- Susurró
inaudiblemente, antes de retirar a
empujones a sus opresores, lo cierto es que muy su festejo, pero nadie notó que
saliera de la taberna, mucho menos que tomara rumbos del bosque, o que una luz
intensa partiera la noche en dos. No quería volver ahí, no quería volver a
saber nada de esa mujer, que tanta tristeza le había causado. El aullido de
lobo fue oído en los alrededores, pero pasaba a segundo plano en medio de las
comparsas y los murmullos ebrios de la muchedumbre.
-A..kira- Takumi
observaba en plena tensión la escena, la bailarina literalmente le restregaba
sus atributos al pasmado pelinegro, estaba sonrojado a más no poder y mucho
sentía que le estaba afectando demasiado la situación. –¿He?- Respingó Akira al
sentir las manos de Nao en su cintura y aquella fue la gota que rebosó el vaso
para el de ojos grises, se dio la media vuelta nada más contemplar los ojos
lascivos de la pelirroja sobre el cuello de piel canela ¡No se quedaría a
verlo! ¿Por qué? ¿Por qué no podía ser él quien recorriese su cuello? Takumi
abrió los ojos espantado, acababa de imaginar sus labios en el grácil cuello de
aquel, que fuera hombre como él. Tenía que irse ¡Pero ya!
-¡Akira es el
hombreeee!- Vitoreaba Sainoyi preso de una borrachera épica, mientras apoyaba
el brazo en un incomodo Takeda, esa plaga de pelo cobrizo que era su compañero
de labores, lo tenía bien amarrado impidiendo salir tras Kuga, a quien se le
vio seriamente afectado al salir del bar. –Suéltameeee imbécil- Un buen
puñetazo mandó a dormir al chico y el moreno se apresuró a salir del bar, pero
ni rastro de su amado amigo. -¡Rayos! Me hubiera gustado consolarlo- Takeda se
lamentaba mirando el cielo, cuando sintió alguien atropellarlo por la espalda,
se fue de narices y emitieron un quejido que no se oía de los más varonil.
-¿Fujino-san?-
Musitó Masashi al reconocer la voz adolorida del otro que tenía sobre él, a sus
espaldas y en una postura de lo más comprometedora. -¡Fujino!- Pero el otro no
podía escucharlo, se contemplaban las espirales en los ojos grises del orgullo
de Satoru. Incluso sentía esa... cosa se él ¡En las posaderas! El problema es
que el delgado chico no se movía, tenia los brazos extendidos sobre la suave y
plancha anatomía de Takeda. Quizás la ola del frío fuera del establecimiento lo
había afectado demás, aunque hubiese tomado tan poco sake y puede que otro poco
el golpe contra la pared que era la espalda del de ojos verdes.
-¿Qué diablos?- La
voz, severa y molesta, con un dejo agudo que sospechaba femenino, espantó por
entero al moreno. – Baka... ¡Bakaaaaa!- Gritó con enojo y una pisca de dolor
aquella voz, ahora totalmente de mujer.
-Nooo...
Akira-sannnn ¡No es lo que pareceeee!- Refutó Masashi, pero solo pudo ver las
botas marrón que se alejaban para dar vuelta en la esquina de la callejuela,
que pisadas tan fuertes eran aquellas. -¡¿Por qué me pasa esto a mí?!- Golpeaba
la cabeza contra la tierra, esperando que una brecha se abra y se lo trague si
es posible, se había lastimado la pierna y no podía moverse con el peso extra,
Takumi no tenía cara de despertar y los chicos... oh, que miedo sentía de
imaginar las bromas que le harían por ello. Bueno... Ellos, tardaron media hora
más en salir, la multitud estaba muy entretenida con la agraciada Julieth
Nao-san.
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uyyy voy a llorar que emocion de que se publique otro capitulo este es la mejor historia .......woow que capitulo
ResponderEliminaractualiza pronto muero por leer la noche de bodas jejeje ;)
ResponderEliminarSi!!! Cada capítulo se acerca a la boda. Gracias por publicar seguido ojalá sea siempre así porque las ansias del próximo capítulo me matan. Excelente. Besos
ResponderEliminarCon k te soborno para k subas pronto el proximo capitulo,me encantan tus 2 historias las esperare con ansia no tardes mucho xfa
ResponderEliminarYesi