Recuerdo
muy bien la primera vez que vi “El doctor T. y las mujeres”, película viejita
estrenada en el año 2000, cuyo protagonista es Richard Gere, pero que esa noche
en la sala de espera de CAXA, hizo que
mi imaginación volara alto, muy alto, que mis esperanzas tuvieran color y que
no me sintiera tan sola en ese espacio semivacío.
En
el mes de marzo del 2008 estaba a cargo del diseño editorial de un semanario de
información política. El director era una vez más mi eterno jefe, José Luis
Ortega Vidal. Yo había sido despedida recientemente de un diario local y mi
disponibilidad de tiempo – tenía tres días desempleada- permitió que en esa
ocasión llevara a El Diario de Xalapa, los
archivos donde nos maquilarían nuestra edición.
Ese
año el estado de Veracruz fue azotado los primeros tres meses del año por
varias suradas que afectaron a 14 municipios de la entidad; las rachas de
viento eran de hasta 100 kilómetros por hora, por lo que cayeron varios árboles
y postes de luz afectando así a la población.
Llegué
minutos antes de las diez de la noche al diario en cuestión, a entregar las
páginas de nuestro semanario número 4. El encargado de prensa después de
verificar que los archivos estaban en perfectas condiciones para ser
maquilados, me dijo que regresara a las doce y media de la noche a recoger el
producto final.
Salí
del diario y ante la premura de la hora, tomé un taxi y pedí que me llevara a
Plaza Krystal, donde sino mal recuerdo, existían unas salas de cine.
-Puedo
alcanzar alguna función de las 10 de noche, pensé.
Cuando
arribé al sitio y después de verificar el horario de la cartelera, me di cuenta
que no había ninguna película recién iniciada. Con cierto desánimo me dirigí
hacia la avenida principal para tomar un taxi.
El
viento era frío y parecía más tarde de lo que en realidad era. Quizás se debía
a que aún no cambiábamos al horario de verano.
Algunos
automóviles circulaban sin prisa sobre Lázaro Cárdenas, la calle que pasa justo
frente al Palacio de Justicia del Estado.
Ese
rumbo me hizo recordar que hace años a Xalapa La Bella, fui a conocer a una
chica de la sala del chat.
Daniela
Spears era su nickname.
Y
trabajaba precisamente en una maquiladora que está justo detrás de esa plaza,
sobre la avenida Antonio Chedraui Caram.
Mis
recuerdos tomaron conciencia de la hora y tomé nuevamente un taxi; esta vez
pedí que me llevase al centro de la ciudad.
-Me
sentaré en el parque, buscaré donde cenar y esperaré allí a que me dé la
medianoche.
En
eso pensaba cuando el automóvil se detuvo frente a un semáforo.
Un
semáforo en un cruce cuádruple.
Una
luz roja en una calle semidesierta detenía nuestro tránsito.
Pasando,
a pocos metros del cruce estaba un anuncio.
Las
cabinas. 24 horas.
Internet.
-Déjeme
aquí, le dije al chofer.
Efectivamente,
el lugar hacia honor a su nombre, pues en su interior la mayoría de las
computadoras de renta estaban dentro de una cabina para mayor privacidad.
El
encargado me asignó una y entré.
Estuve
cerca de noventa minutos en ella, buscando a esa hora, alguien interesante con
quien conversar en la sala de chat a la que era asidua.
Nadie.
Salí
de allí y nuevamente un taxi me llevó hacia el diario.
Justo
en el cruce de Juan de la Luz Enríquez con Dr. Rafael Lucio, bajé del automóvil
y pagué al chofer.
El
viento frío golpeaba mi rostro.
Unos
metros adelante vi cómo se formaba un remolino.
El
vendaval que en su vientre cargaba polvo y hojas, levantó una bolsa de
plástico.
En
ese vaivén acompasado que los vientos suelen hacer, mientras crean ese sonido cuando
su fuerza es incontenible, crucé la calle.
Caminando
frente a los portales de nuestro majestuoso Palacio de Gobierno, que a esa hora
lucía apagado, me topé de frente a una pareja de “emos”.
En
mis narices, se dieron un beso.
Como
para recordarme mi ausencia de pareja.
Como
para echarme en cara que, cualquier viento frío es más soportable si tu cuerpo
tiene a quien acariciar a esas horas de la medianoche que comenzaba.
Continúe
caminando y pasé de frente al parque, metros más adelante llegué al lugar.
En
la recepción el paquete de ejemplares, perfectamente empacados me estaba
esperando.
Vi
la hora en el reloj y me apresuré a salir de allí en espera de poder alcanzar el
autobús de las 1:00 horas.
El
camino a CAXA fue rápido, pues a esa hora y con semejante clima, la mayoría de
los capitalinos preferían estar en cama, que deambulando por las calles.
En
la ventanilla de la terminal, me informaron que todas las corridas de autobuses
estaban con retraso debido a las inclemencias del tiempo, por lo que me
recomendaron esperar a que llegara algún autobús para poder venderme el boleto
de regreso.
Entonces
busqué donde acomodarme para esperar.
En
una de las salas, la televisión estaba prendida.
Una
película en el canal Golden, llamaba la atención de los pocos presentes a esa
hora, y con ese clima.
Me
senté muy cerca de donde colgaba el aparato y vi.
En
la escena Richard Gere era enseñado por Holly Hunter a jugar al golf. Su papel
en la película era el de un ginecólogo, esposo y padre de dos hijas –Kate
Hudson era una de ellas- quien recientemente había ingresado a su esposa en una
clínica mental, porque la señora presentaba cierto desorden en su conducta.
Aunque
el personaje de la señora “T”,
interpretado por Farrah Fawcet, lucio en la mayoría de las escenas,
desaliñado –cual su caracterización lo pedía- no dejaba de mostrar la belleza
natural que la actriz poesía.
No
por nada, fue un Ángel de Charlie en sus años mozos.
Y
no en vano fue la esposa del Hombre Nuclear.
Conforme
la historia se va desarrollando, aparecen muchas más mujeres que rodean al
mencionado doctor.
La
mayoría suspiran por él.
Pero
la cinta esa noche llamó mi atención, porque en la trama la hija mayor del
doctor, está en las vísperas de su boda por lo que se lleva a cabo una reunión;
a ella, llega su mejor amiga de la universidad –interpretada por Lyv
Tyler- con quien en tiempos pasados tuvo
una relación sentimental.
Dedee
(Hudson) al verla no puede evitar la expresión sincera y franca de una mujer
enamorada.
La
amiga (Tyler) tampoco.
Reí.
Sí,
como una boba ante el televisor.
La
escena, arrancó de mí una franca sonrisa.
De
esas que vienen cuando evocas algún sentimiento, algún recuerdo.
El
sentimiento era de amor
Y
el recuerdo tenía nombre.
Se
entiende que al día siguiente, novia y amiga dan un paseo en un parque, en el
que –años más tarde me percaté de eso al ver nuevamente la película- se ven
caminando a lo lejos a dos mujeres tomadas de la mano.
Ellas
sentadas en el borde de un lago artificial, con los pies dentro del agua, conversan.
Novia
- ¿Tienes frío?
Amiga
- Mmm, no, estoy bien
Novia
- Vale
Amiga
- ¿Y tú?
Novia
- Un poco…Si nos quedamos un buen rato, quizás podamos ver a la Dama del Lago
Amiga
- ¿Quién es?
Novia
- ¿No has oído hablar de ella? Es una famosa leyenda. Dicen que es una mujer
que va vestida con un delicado camisón blanco…se ahogó por una decepción
amorosa, se les aparece a las parejas de enamorados que pasean junto al lago…a
veces se acerca para pedirles ayuda y contarles su historia muy triste y otras
sólo rompe en llanto…
Amiga
- Debió haber sido muy triste
Novia
- Si muy triste
Acto
seguido la amiga (Tyler) se acerca al rostro de Deede (Hudson) y le da un
tierno beso en los labios.
Ella,
la novia, corresponde.
La
historia continúa y el final es la tan
esperada boda de Deede. Los invitados esperan ya en el lugar al aire libre que
se ha preparado previamente para el acontecimiento.
En
el altar del lado derecho el novio espera por la novia.
Del
lado izquierdo ella, la amiga amante.
Deede
llega, como la costumbre lo marca, del brazo de su padre. Ambos se detienen
justo antes de que ella empiece a caminar por el pasillo que la llevará a los
brazos del que será, su compañero de vida.
Titubea.
Mira
hacia él.
Mira
hacia ella.
Y
cuando todo parece indicar que ella hará lo correcto. Cuando todo apunta a que
no puede retractarse a esas alturas, lo hace.
Se
arrepiente.
Se
compunge.
Y
de repente sus pies aceleran el paso.
Corre
hacia ella.
Sonríe.
Ella
la espera.
La
recibe y se besan.
Ante
la mirada atónita del padre (Gere) que había sido advertido de que su hija era
lesbiana.
Ellas
huyen de la escena y entonces el viento arrecia.
Los
relámpagos con sus estruendos indican que la gente debe ponerse a salvo de la
tormenta.
Corren
a refugiarse.
Y
la lluvia cae.
Ese
final tan inesperado me hizo soñar.
Me
hizo pensar que en el último momento la mujer que yo amaba, podría no casarse
jamás o hacer de la escena de su boda, un episodio de película y dejar a su
novio plantado frente al altar.
Salir
huyendo conmigo y afirmar lo que hasta la fecha, su familia creía acerca de
nosotras.
Que
éramos algo más que amigas.
Que
había algo más allá de esas interminables charlas a la luz de la luna en su
balcón.
De
esas prolongadas conversaciones vía Messenger.
Y
de esas risas que nunca faltaban cada vez que estábamos juntas.
Que
la luz que había en sus ojos y los míos cada que nuestras miradas se
encontraban, cuando yo llegaba a su casa, eran algo más que una simple amistad.
Una
amistad que había comenzado ocho años atrás, en una sala de chat.
Estábamos
destinadas a que nuestras vidas se toparan en ese mundo cibernético.
En
una sala de 60 usuarias, ella conectada desde el Puerto en sus vacaciones de
Semana Santa, y yo en mi natal Acayucan, coincidimos en ese espacio virtual en
el que éramos las únicas dos del sureste del estado.
Hace
ocho años, el amor para mí, tenía un nombre.
Pero
la noche en que a ella la conocí en persona, todo cambió.
Hoy,
dos mil novecientos veinte días después, el amor tiene otro.
Hoy,
sé que estábamos destinadas a conocernos y a tener nuestra historia juntas en
esos ocho años y sé también que no era amor lo que yo sentía antes de que ella
apareciera.
No
podía ser de otra manera.
Porque
hoy lo que sé del amor, lo sé por ella.
Porque
hoy el amor tiene su nombre.
Aunque
su apellido no sea el mío.
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Wow!! Yo soy de la ciudad que nombras en tu historia y tengo el gusto de conocer los lugares que nombras en el estado bello de Veracruz, es una historia interesante la que cuentas, me gustaría leer más
ResponderEliminarHola! Gracias por comentar =)...Cual de todas las ciudades? Si se puede saber.
EliminarDe Xalapa, pero tengo el gusto de conocer las demás ciudades :)
EliminarYo también soy de Xalapa y me encanto la historia. Saludos!
EliminarMuy bonita historia, dejando a la imaginacion el final. □ _ヾ
ResponderEliminarGracias Lestat, y en efecto, el final queda a la imaginación. =)
EliminarCielo Santo!! Nena; me llenaste de nostalgia, me ubicaste en mi estado, mis lugares de Xalapa cuando lo visito, hasta del mismo hospital donde perdí a alguien q amaba tanto..., de Acayucan, de casi la misma historia de mi vida. Si regresas te sugiero visites un Restaurante q está en Avila Camacho y se llama Los Tecajetes, visitalo de noche a la luz de las velas, es bello sabes?... Un placer encontrarte aqi. Paky.
ResponderEliminarHola Paky, gracias por tu comentario. Ojalá pronto se me haga visitar la bella capital, tomaré en cuenta tu recomendación =)
EliminarInteresante...verdaderamente interesante, el relato y la propuesta narrativa... Saludos desde Venezuela.
ResponderEliminarQue parte de Venezuela?
EliminarDel Oriente venezolano, estado Anzoátegui, saludos!!
EliminarMe gustó tu historia, sobre todo me hiciste recordar a los lugares que mencionas en la historia, porque el fin de semana pasado estuve precisamente en esos sitios. Animo con las historias que escribes, recibe un fuerte abrazo desde Veracruz, México.
ResponderEliminarLeí CAXA y no lo pude relacionar con otro lugar, de inmediato sabía que hablabas de Xalapa… Hubo un tiempo en el que viajé seguido a Xalapa porque iba a estudiar en una facultad de la UV ahí en la ciudad del eterno chipi chipi… me has hecho recordar aquellos días en los que mis sueños se vieron eclipsados por las decisiones de terceras personas… afortunadamente la juventud y mi carácter guerrero me ayudaron a crear nuevos sueños… no me quejo de lo que he hecho, estudié en otra facultad y una carrera diferente, pero siempre me preguntaré como habría sido?
ResponderEliminarSara