Capítulo
1
¡No serás capaz! no después de
todo lo que ha pasado. ¿Por qué me hiciste esperar? ¿Por qué si ya tenías la
decisión tomada? ¿Por qué me hiciste creer que la ibas a dejar? ¿Todo era
mentira? ¿La quieres más a ella?... ¡Dios, no me hagas esto por favor! ¡No me
dejes así! no se si podré soportarlo, te quiero más que a mi vida, ¡eres mi
vida!... pero, ¡di algo!, ¡reacciona!, ¡explícate!...
No dijo ni una palabra más, tan solo dejó sobre la mesita de noche el anillo que le regalé, se incorporó, se vistió despacio como regodeándose en mis reclamaciones, tomó su bolso, ni me miró, salió de la habitación dejándome devastada, asolada, sin contemplación…
Rompió la promesa más sagrada que hice
con nadie, rompió la confianza que me quedaba en el amor, rompió la fe que
tenía en las personas, rompió la esperanza que prometía felicidad, rompió mi
corazón…
No he vuelto a verla, no me ha llamado
y he tenido el suficiente coraje para borrar su número de mi teléfono, podría
intentar localizarla, complicado, pero podría, aunque he tenido fuerzas
suficientes para no hacerlo o quizás lo que no he tenido son fuerzas para hacer
nada, para retomar mi vida sea de la
manera que sea, para enfrentarme a vivir sin ella o para luchar. Sigo sin saber
los motivos, aun no me lo explico, no lo puedo creer, no lo quiero creer, no es
posible que estuviera tan equivocada, tan engañada…
Nunca me sentí orgullosa de ser parte
de un engaño, pero todo fue tan casual, no lo buscábamos, nos encontró, nos
atropelló y cuando quisimos pararlo, al menos para mí, ya era imposible,
demasiado tarde.
Ella estaba muy enfadada, venía de
mantener una bronca con su chica y estaba alteradísima, yo acababa de llegar de
vacaciones, tan acababa de llegar que disponía mi equipaje en la acera según lo
iba descargando del coche y de repente alguien se tropezó con mis maletas, era
ella y para mi total sorpresa no solo se tropezó y
Desparramó mi equipaje por el acerado
sino que además se puso como una loca a darle patadas y a inferir todo tipo de
insultos.
- ¡Pero chica! ¡Cálmate por lo que más
quieras! Perdón por dejar el equipaje ahí en medio pero no creo que sea para
tanto… ¡tranquilízate!
Se derrumbó, se puso a llorar como una
loca, estaba al borde de un ataque de nervios, perdón, mejor dicho, estaba
completamente inmersa en un ataque de nervios y reventó, ya no podía más.
Yo intenté calmarla, la senté en el
interior de mi coche mientras volvía a introducir el equipaje.
- ¡Relájate un poquito! enseguida vamos
ahí enfrente y te tomas una tila ¿vale?
Estaba abrumada, avergonzada, no sabía
muy bien lo que le había pasado, se le habían acumulado muchas tensiones y todo
había explotado en ese instante. A mi me parecía encantadora, era bellísima y
sus ojos tristes y llorosos eran enternecedores, me cautivó desde el primer
segundo.
No me contó mucho, solo se fue
calmando, dulcificando, hasta que su gesto se relajó, dejó de temblar y me
conmovió, la veía tan desprotegida, su timidez se hizo palpable y la pobre no
sabía donde meterse, tan solo susurraba, perdón, lo siento, ¿puedo hacer algo?
¿no te habré roto algo en tus maletas? Yo intenté tranquilizarla, seguramente
no habría roto nada y si así fuera no había nada de importancia.
No supe de ella en varios días, mi vida
continuaba rutinariamente de casa al trabajo y del trabajo a casa, sinceramente
no me había vuelto a acordar del incidente.
El fin de semana decidí poner un poco
de emoción a mi vida y me fui a una fiesta solo para chicas que organizaban en
mi local preferido, llevaban anunciándola semanas y la mayoría de mis amigas
iban. Llegamos tarde para no variar, la petarda de Almudena siempre nos hace
esperar, había muy buen ambiente, actuaba en directo una banda de chicas de las
cuales tenía el placer de haber conocido íntimamente a dos de ellas. Nada más
entrar llegó Maca con una bandeja de chupitos, una rara combinación de tequila
con un líquido anaranjado.
Bailamos, bebimos, reímos, la fiesta
estaba muy animada, hacía un calor sofocante, más de lo habitual para esas
fechas, recién entrado el otoño. Decidí ir al baño para refrescarme un poco,
necesitaba mojarme la cara, tanto alcohol y tanto calor hacían muy mala mezcla.
Había una cola interminable, decidí
esperar pacientemente, de paso, también descansaba un poco. Una voz subida de
tono pedía permiso al final de la cola ¡por favor, por favor, que no llego!
alguien se acercaba a empujones con la mano puesta en la boca y apartando a
todas bruscamente, cuando estaba a mi altura no pudo resistir más y vomitó un
liquido anaranjado (como el de los chupitos) sobre mis zapatos. ¡No lo podía
creer! en mis zapatos nuevos ¡que asco, dios! Se desplomó y calló de rodillas
justo delante de mí.
Me costó incorporarla y como pudimos
entramos en el cuarto de baño, al fondo había una especie de sala de espera con
un par de sofás, las chicas que se encontraban allí nos cedieron los asientos
viendo el estado en que se encontraba mi acompañante. La recliné sobre un sofá,
abrió ligeramente los ojos y cuando me fijé en ellos la reconocí
inmediatamente, era la chica que pateó mis maletas.
- ¿Pero qué te pasa conmigo? iba
a echarle un buen rapapolvo pero a ver su expresión y su estado decidí dejarlo,
¡no era el momento!
Me limpié como pude aunque aquel
desastre ya no tenía arreglo, debía irme a casa, necesitaba urgentemente un
lavado de pies.
Intenté espabilar a la chica pero no
había manera, se había desmayado. La saqué del baño prácticamente a cuestas y
pregunté por el local si alguien la conocía. Nadie sabía quién era. Busqué en
su bolso algún tipo de identificación, alguna dirección, algún teléfono donde
poder llamar, ¡algo!, cualquier cosa para llevarla a su casa y no encontré
nada. Estaba desesperada cargando con una desconocida, con los pies empapados y
apestando y mis amigas habían desaparecido, seguramente habrían pensado que
encontré compañía en los baños, y en realidad, no se habían equivocado mucho, sólo que mi acompañante estaba catatónico y
pesaba como un muerto. Decidí que me la llevaba a casa.
Capítulo
2
La solté como pude en la cama de invitados, luego la acomodaría, lo primero era quitarse los zapatos y un ducha rapidita, ¡que olor! en el taxi casi me mareo.
Una vez duchada y fresquita dejé toda
mi ropa y zapatos manchados en la terraza lavadero, busqué un camisón limpio y
me dispuse a asear un poco a la desconocida, también olía mal aunque la peor
parte me tocó a mí. La desnudé, le dejé tan solo en bragas y sujetador, me
sentí fatal, no podía dejar de mirarla con deseo, ¡era preciosa!, la limpié con
unas toallitas, le puse el camisón lo más rápido que pude e intenté tocar lo
menos posible. Uf!!! Puse una lavadora con toda la ropa sucia y me fui a
dormir.
No había amanecido, mi dormitorio
estaba completamente a oscuras, de pronto sentí alguien palpando en mi cama,
grité, gritó, encendí la luz de la lamparita y ahí estaba ella, mirándome con
ojos despavoridos, asustadísima.
- ¡Ojú chiquilla! ¡Lo tuyo conmigo no
tiene nombre eh! ¿Qué voy a hacer contigo?
Me miró, era evidente que me estaba
reconociendo pero creo que no recordaba absolutamente nada de la noche anterior
y menos de cómo había llegado hasta allí, a mi casa.
- No entiendo nada, ¿Qué hago yo aquí?
¿Dónde está mi ropa?
- Pues por si no habías tenido bastante
con patear mi equipaje, anoche te tomaste la libertad de vomitarme encima. – su
cara era todo un poema, no daba crédito a lo que le contaba, estaba atónita, su
boca permanecía entreabierta – luego intenté localizar a alguien que te
conociera, busqué por tu bolso alguna identificación y como no encontré nada,
en vez de dejarte tirada en la disco pues te traje para mi casa. A ti también
te tocó un poquito del vómito, menos que a mí, por lo que te lavé, te puse el
camisón y tu ropa está, supongo,
Que lista para poner, en la secadora.
¿Le ha quedado claro a la señora? por cierto, me llamo Cris y tú ¿cómo te
llamas? - Lo dije incorporándome en la cama y sacando mi mano para
estrechársela.
Se sentó a los pies de la cama, bajó la
cabeza y con voz casi imperceptible me dijo.
- Me llamo Lupe y realmente no se dónde
meterme, jamás me había sentido tan avergonzada, no se como volver a pedirte
disculpas, no estoy pasando por mi mejor momento.
- Realmente no estás bien, ¡no hace
falta que lo jures!, pero tranquila, no tienes que disculparte más, conmigo
está todo bien, ¡venga, ánimo, cambia esa cara! ¡Vamos a desayunar!
Charlamos abiertamente, Lupe se
desahogó y me contó todos lo problemas que tenía con su pareja, era una
controladora y una manipuladora, hacía tiempo que su relación se había
enfriado, - yo ya no la amo – me dijo sollozando, - pero hay demasiadas presiones
y demasiados vínculos que romper, ¡no se si podré! –
- Nada es imposible, y lo que
hoy te parece un mundo al final no es tan importante y todo tiene arreglo.
Me abrazó, necesitaba afecto y yo se lo
di, me sentía un poco madre, la aconsejaba, la cuidaba, estuve todo el día
mimándola, leyendo entre líneas sus deseos y complaciéndola.
A la noche decidió que debía regresar a
su casa, Marta estaría como loca y debía encarar la situación.
- Tu tranquila, ¡eso es lo primero! y
hablando se entiende la gente. Cuéntale lo que te pasa y verás como ella acaba
entendiéndolo.
- No tienes ni idea de quién estás
hablando.
- Lupe, ¡venga! tienes que enfrentarte,
esconderte no es la solución.
Me miró profundamente a los ojos, me
descolocó, me turbé, si seguía así no podría controlarme más. Me acercó de
nuevo, creí que para abrazarme, pero esta vez fue de otra manera, me miró a los
labios, ¡Oh no! y me besó.
Me volví completamente loca, no
pensé, no razoné, llevaba todo el día controlando los deseos que provocaba cada
vez que se acercaba a mí, queriendo no parecer alguien que se aprovechaba de
una situación delicada, de su indefensión, pero al final ella me pudo, me
venció y me dejé llevar.
La noche fue intensa, hicimos el amor
hasta la saciedad, yo nunca en mi vida había sentido tal conexión, hablábamos
el mismo lenguaje, la comunicación era perfecta, me conquistó, sentía que una
parte de mi ya se había rendido a ella y me dormí sintiendo el más absoluto de
los placeres.
Capítulo
3
Desperté a la mañana siguiente y no estaba, me angustié, tenía ganas de llorar. La luz del día me devolvía la coherencia y ordenaba la situación, ¿qué había hecho? me acababa de liar con una mujer comprometida, con pareja y ese no era el mayor problema, el problema es que quería volver a verla, la extrañaba y apenas siendo un pequeño instante de mi vida, sentía que era lo más importante que me había sucedido en mucho tiempo.
Pasaron tres días sin saber nada de
ella, estaba completamente obsesionada, salía a la calle a dar vueltas por los
dos lugares donde la encontré, en el local pregunte a todas las chicas por Lupe
y Marta, indagando a ver si alguien las conocía y no encontré respuesta,
parecían un par de fantasmas.
El jueves regresaba de indagar, era
tarde, había estado con Maca preguntando a gente nueva de la disco sin obtener
resultados, cuando llegué a casa ahí estaba, sentada en las escaleras,
llorando, esperándome.
Me abracé a ella y lloré
también, no quería asustarla pero no pude contenerme.
- ¿Qué pasó Lupe?, te he echado mucho
de menos, te fuiste sin despedirte.
- Lo se, Cris. Pero me dio mucho miedo
lo que pasó entre nosotras, me asusté, no se como gestionar esto que siento.
Entramos en casa y nos superó el deseo
ante la prudencia, el ansia ante la razón, nos arrastramos hasta el dormitorio
y volvimos a amarnos con la misma intensidad que la primera vez, con la misma
armonía, con la misma complicidad.
No quería saber nada de Marta, no
quería siquiera que la mencionara, solo quería tenerla entre mis brazos, yo la
hacía sentir bien, conmigo gozaba, reía, estaba relajada, los ojos le
brillaban. Cuando estaba con ella sufría, se estresaba, se alteraba, lloraba y
realmente no quería saber porqué, no sé lo que quería, simplemente quería
tenerla, quería que fuese mía, solo mía.
Los días fueron pasando, las semanas,
los meses y las visitas de Lupe eran cada vez más habituales, le di una llave
de mi piso y cada día que llegaba a casa mi corazón ansiaba que estuviera allí,
esperándome.
No hablábamos de Marta, era algo que
impuse desde el primer día, cuanto menos supiera de ella menos culpabilidad
sentiría, pero en sus conversaciones siempre estaba la promesa de solucionar la
situación, - ten paciencia mi amor, no te preocupes ya queda poco. Me juraba
que me amaba, que nunca jamás había sentido nada semejante por nadie y que
definitivamente era el amor de su vida, una serie de complicaciones que nunca
quise que me contaran se interponían, - pero eso te lo prometo, me decía, ¡que pronto
se solucionará!
Llegó el 14 de febrero, era muy
significativo, Lupe tendría que elegir con quién lo pasaría, este año caía en
sábado y normalmente los fines de semana era cuando menos tiempo la veía. Yo
decidí comprarle un anillo, si venía a verme sería un gesto muy importante y
entonces le haría la declaración de amor que llevaba tiempo guardándome,
esperando a que se decidiera.
Desperté temprano, nerviosa, me
auguraba un día largo, un eterno día de espera. Me recordaba a la adolescencia,
ansiosa, con un pellizco en el estómago por los nervios y con mucha, mucha
ilusión. Algo me decía que iba a venir, lo presentía. Preparé rico de comer y
puse a enfriar una botella del mejor cava.
El presentimiento no falló, eran las
dos del mediodía, escuché las llaves de la puerta y como Lupe entraba gritando.
- ¡Cris, Cris! ¿Estás ahí?
- ¿Cómo no iba a estar mi cielo? No se
porqué pero sabía que vendrías.
- uyyyyyyy, ¡muy lista te estás
volviendo tú últimamente!
Bromeamos, reímos, jugueteamos. La
llevé al salón, tenía la mesa preparada, el mejor mantel, la mejor vajilla, los
mejores cubiertos. La senté galantemente sujetándole la silla y una vez
acomodada me arrodillé junto a ella, saque la cajita con el anillo y se lo
mostré.
- ¿Qué pasa? me dijo con ojos
asustados.
- ¿Qué pasará?, que entre bocado y
bocado, nos desnudaremos con la mirada, para luego repetir lo que ya ha pasado
antes. Porque este va a ser nuestro día, tuyo y mío nada más. Por eso, también
te quiero viviendo aquí, junto a mi, aunque todavía no haya llegado ese momento.
Porque no imagino mi futuro sin ti. Porque si no te hubiera encontrado te
habría estado buscando todos los minutos de mi tiempo. Porque te quiero, Lupe.
- Yo también te quiero, mucho más de
lo que jamás entenderás.
Y nos besamos y no comimos y pasamos
horas amándonos como de costumbre.
Capítulo
4
Fue a partir de ese momento cuando comencé a impacientarme, ya no me valían sus explicaciones, se me hacía eterno esperarla, todas me parecían falsas excusas, comencé a sentir celos y reclamaba mucha más atención. Yo solo vivía pensando en ella y cada vez me angustiaba más imaginarla junto a Marta ¡odiaba a Marta!
Un día, a pesar de mi intención de
no querer saber nada y a pesar de mi sentimiento de culpabilidad decidí
preguntar.
- Lupe, se que no tengo derecho, ¿o
si lo tengo?, realmente ya no se cual es mi papel… pero… ¿Qué ocurre con Marta?
¿Porqué es tan difícil terminar?... o es que yo no te importo lo suficiente…
¡me estoy volviendo loca!
- Shhhh! se que esto es difícil para
ti mi amor, y realmente creo que es mejor que no sepas nada. Solo tienes que
creer que eres lo mejor que ha pasado en toda mi vida, eres lo que más quiero y
eso, pase lo que pase no debes de olvidarlo. Te quiero más que a nada, eres
todo para mí y eso nunca, nunca, nunca, cambiará.
Cada día me afectaba más ocultarme,
nuestro amor era absolutamente clandestino, no salíamos a cenar ni al cine ni
de copas ni tan siquiera sabía lo que era dar un simple paseo por la calle,
todo nuestro mundo se concentraba entre las paredes de mi piso, era asfixiante,
claustrofóbico. Yo cada día estaba más aislada del resto del mundo, mi universo
giraba en torno a esos encuentros furtivos y mis amigas criticaban la manera en
que estaba gestionando esa
relación, no lo entendían, no era
propio de mi, ni de mi moral ni de mi espíritu… estaba totalmente anulada.
Transcurrieron meses, me fui
acomodando a la situación y decidí no impacientarme, no servía de nada y
realmente me hacía sentir muy
mal, así que opté por tomar una
posición tolerante, cómoda, sin preguntas y sin esperar nada… simplemente
confiaba ciegamente en que en algún momento todo se resolvería. Cada día la
conocía un poquito más, detalles de su infancia, sus inquietudes, sus gustos y
cada día me enamoraba más y más, era todo lo que siempre soñé.
Era una tarde de jueves, un día
gris, lluvioso, acabábamos de hacer el amor, como últimamente casi todas las
tardes, tomábamos un te calentito en el salón, arropábamos nuestra desnudez con
unas mantitas de punto y reíamos viendo álbumes de fotos de mi infancia.
Sonó el timbre de la puerta, muerta
de risa me embutí en un albornoz y corrí para abrir. Era una completa
desconocida, no la había visto en mi vida, una mujer madura, atractiva, quizá
excesivamente delgada, pero muy guapa.
- Hola, ¿puedo pasar?
- ¿Perdón? ¿Te conozco?
No me dio tiempo a reaccionar, entró
apartándome bruscamente hacia un lado y se plantó de lleno en el salón.
- ¡Dios mío, Lupe!
- ¡Marta! ¿Qué haces tú aquí?
Todo se desarrolló en cuestión de
segundos, Marta salió corriendo escaleras abajo y Lupe se vistió tan rápido
como pudo y la siguió. No dijo una sola palabra, tan solo cruzo su mirada unos
segundos mientras salía, una mira suplicante que me enmudeció y desapareció.
Capítulo 5
Pasó una semana insoportable, yo
llegué a casa tarde, me había retrasado apropósito en el trabajo, no esperaba
verla tan pronto, simplemente pensaba que por fin se habría enfrentado a sus
problemas y suponía que necesitaba su tiempo para solucionar todo.
Estaba llorando, me miró y su cara
se iluminó al verme, yo me derrumbé, lloré y me abracé a ella, nos amamos como
la primera vez, con la misma pasión, la misma conexión, no hacían falta
palabras, ¡era perfecto!
Aun jadeante estando entre mis
brazos intensificó el abrazó, apretó tanto que me dolió, colocó sus labios
junto a mi oído y en voz muy bajita dijo.
- Ha sido la última vez Cris, no
puedo volver a verte. Solo quiero que sepas que nunca he amado a nadie como a
ti ¡lo siento, lo siento tanto!
- ¿No serás capaz? no después de
todo lo que ha pasado. ¿Por qué me hiciste esperar? ¿Por qué si ya tenías la
decisión tomada? ¿Por qué me hiciste creer que la ibas a dejar? ¿Todo era
mentira? ¿La quieres más a ella?... ¡Dios, no me hagas esto por favor! ¡No me
dejes así! no se si podré soportarlo, te quiero más que a mi vida, ¡eres mi
vida!... pero, ¡di algo!, ¡reacciona!, ¡explícate!...
No dijo ni una palabra más, tan solo
dejó sobre la mesita de noche el anillo que le regalé, se incorporó, se vistió
despacio como regodeándose en mis reclamaciones, tomó su bolso, ni me miró,
salió de la habitación dejándome devastada, asolada, sin contemplación…
Nunca pensé que un ser humano pudiera
resistir tanto sufrimiento, vivía con una sensación de angustia de la mañana a
la noche, dormía a base de somníferos y la tristeza se había apoderado de tal
forma de mí que temía que cualquier día hiciera una tontería irreversible.
Macarena me convenció, necesitaba ayuda
de un profesional, mi estado había sobrepasado todas las barreras de la
normalidad y ciertamente llegué a temer seriamente por mi salud mental. ¡Que
mierda es el amor!
Realmente me sentó muy bien, hacía un
tiempo que había aparcado mi autoestima, no solo desde que Lupe me dejó, mucho
antes, me había acomodado en una posición que vista desde lejos no me dejaba en
muy buen lugar y gracias al doctor y a
que me había serenado y enfriado volví a ser un poco más yo, volvía a quererme
y vi una pequeña luz al fondo y perdí el miedo a seguir, a seguir sin ella, a
seguir conmigo.
Era el primer lunes del mes, estaba
nerviosa, mi psiquiatra había decidido que me vendría muy bien asistir a
terapia de grupo y era mi primera visita, siempre me incomodó hablar en público
y ahora además lo haría contando todas mis intimidades, me temblaba todo.
Subía las escaleras del
hospital, llevaba anotado en un papel la dirección, área de salud mental,
planta segunda, sala número cuatro, alcé la mirada buscando los ascensores y
¡Dios! allí estaba ella, parada frente a los ascensores, ¡preciosa! Tuve que
sentarme en las escaleras, la vista se me nubló, las piernas no me sostenían,
volví a sentir la sensación de ahogo de meses atrás. ¡No podía ser! no podía
permitirme volver a pasar por lo mismo, decidí no tomar el ascensor, hacer como
que no la había visto y subí por las escaleras.
Fue una sesión espantosa, no podía
dejar de pensar en ella y cuando me tocó el turno de hablar no supe que decir,
no tenía nada claro, estaba hecha un lío, simplemente opté por callar, otro día
lo haría mejor pero en ese momento, simplemente, no podía.
Salí del hospital corriendo, no quería
ni pensar en volver a verla. Mi coche estaba aparcado junto al parque a pocos
metros y según me
iba acercando a él, pude reconocerla de
nuevo, sentada en un banco, junto a mi coche.
Me armé de valor y me acerqué con las
llaves en mano, sin intención de mirarla siquiera. Rezaba para que no me viera,
estaba leyendo un libro, ¡quizá no se diese cuenta!
- ¿Cris? – me llegó su voz como una
puñalada, me paralicé, no me volví y continué intentando abrir la puerta pero
todo me temblaba, me asfixiaba, me mareé y las piernas me flaquearon y caí de
rodillas junto al coche. - ¡Cris! ¡Por Dios! ¿Estás bien?
Lupe se acercó y me sostuvo, ¡creí
morir! Sentir su cuerpo a mi lado me dolía, no sabía como tratar ese terremoto
de sensaciones que sentí en cuestión de segundos.
- Lupe, por favor, déjame. Ya se me
pasará pero por lo que más quieras, ¡vete!
- ¡No te puedo dejar así! estás
pálida, te has caído. Voy a llamar a un médico.
- ¡Ni se te ocurra! en un minuto
estaré completamente bien. Solo te estoy pidiendo por favor que me dejes sola. Así
se me pasará muchísimo antes. – lo dije en un tono impertinente, cortante, sin
opción a réplica.
- ¡Vale! ya me voy. Me dejas muy
preocupada pero si así lo quieres. – Se incorporó, recogió mi bolso y lo colocó
junto a mí, me acarició suavemente la cabeza y se alejó.
Tardé varios minutos en
recomponerme, una vez en el coche decidí llamar a Maca, mejor no irme sola a
casa a darle vueltas a la cabeza, esa noche me emborraché y amanecí mejor de lo
que pensaba.
Pasaron días complicados, me sentía
fuerte emocionalmente, pero era evidente que el amor que sentía por Lupe seguía
doliéndome, más que el amor que sentía era la sensación de no haber sido
correspondida, la sensación de que me había mentido durante tanto tiempo y la
sensación de idiotez aguda por no haber notado ningún
síntoma de lo que estaba ocurriendo.
Realmente reconocía eso que llama “amor ciego”.
Tercer lunes del mes, ¡otra vez
terapia! Si iba nerviosa la primera vez, en esta ocasión se había multiplicado
por tres. Solo de pensar que podría volver a encontrarla me mataba.
Todo transcurrió con normalidad, en
la sesión estuve mucho más tranquila y participativa, me hizo sentir muy bien
abrirme y contar a todos los compañeros mi historia, opinaron sobre ella, me
reconfortó, aunque hubo una opinión, la del terapeuta, que me dejó un poco
inquieta, me preguntó - ¿has descartado que no tuviera algún motivo de fuerza
mayor para actuar como lo hizo? ¿Por qué huiste el otro día de ella y no le
reclamaste una explicación? ¿Te da miedo escuchar algo que no quieres oír? Si
te interesa superar todos tus temores lo antes posible debes enfrentarte a
ellos, creo que estás preparada.
Capítulo
6
Iba inmersa en las palabras del doctor, realmente ella huyó, no se enfrentó a mí, no me dio explicaciones, pero francamente no tengo ni idea de cual fue el motivo. No me dijo que no me quisiera, no me dijo que todo lo nuestro había sido mentira, todo habían sido conclusiones mías.
Estaba abriendo la puerta del coche
cuando volví a oír su voz llamándome.
- ¡Cris!, ¿tienes un minuto?
Me costó mantener la compostura, el
corazón se me salía por la boca, pero había llegado el momento de enfrentar mis
temores para poder seguir a flote. Me di la vuelta, mirarla de frente, a los
ojos, por poco me derrumba. ¿Cómo es posible sentir tan intensamente? ¡Es
desgarrador! asentí con la cabeza y no pude evitar que los ojos se me inundaran
de lágrimas.
- Sólo quería preguntarte si estás
bien, verte aquí en el hospital tan seguido y el desmayo del otro día. ¡Estoy
muy preocupada! ¿Te ocurre algo?
- ¡Me estoy curando de ti! – Hubo un
tenso silencio - ¡No te preocupes!, tan sólo vengo a terapia. Lo del otro día…
me pilló de sorpresa y no supe reaccionar, tan solo fue una bajada de tensión.
– Mis lágrimas se desbordaron sin control, estar ahí junto a ella me provocaba
abrazarla, besarla, el esfuerza era tremendo. – Y tú, ¿Cómo estás? ¿Qué haces
aquí, en el hospital?
- Yo estoy bien, no es por mí por lo
que estoy aquí. ¿Nos tomamos algo y charlamos? tengo muchas explicaciones que
darte.
También lloraba, yo quería abrazarla
pero no me atrevía, sus ojos me miraban con una profunda tristeza y le dije que
sí, que habláramos.
Nos sentamos en un lugar apartado,
al fondo, estaba en penumbra y protegido de las miradas gracias a un tabique
separador. Nos colocamos una frente a la otra y esperamos a que el camarero nos
sirviera los dos tés que habíamos pedido.
- No sé por donde empezar. – Dijo
Lupe mirando hacia abajo – Lo primero pedirte perdón por todo el daño que te he
podido causar, si te ha dolido tan solo la mitad de lo que me ha dolido a mí ya
sería insoportable. Se que no ha sido justo, pero no lo pude evitar.
- No sé tus motivos Lupe, pero no
dar explicaciones me aniquiló, me ha costado mucha salir del hoyo en el que me vi
sumergida y si ahora puedes argumentar tu decisión ¿Por qué no lo hiciste en su
momento?
- Porque entonces la que no podía
era yo, no podía soportar la idea de apartarme de ti, de no verte, de no tenerte…
El llanto se apoderó de ella y no le
permitía seguir hablando, se tapó la cara con las manos y lloró
desconsoladamente. ¡Me partía por la mitad!, no podía soportar verla así, me
acerqué, le aparté las manos e hice que me mirara a los ojos.
- ¡Esto es muy difícil!, veo que
también para ti, pero nos merecemos aclararlo. Si hubo algo de verdad en todo
lo que tuvimos no podemos dejar que termine así, al menos yo no me lo merezco.
- ¡Todo era verdad Cris!
¡Absolutamente todo!
- ¿Entonces? ¡No lo entiendo!
- Es por Marta, es largo de contar.
- Por mí no hay prisa, estoy
dispuesta a escuchar.
- Marta y yo teníamos problemas
desde hacía mucho. Nuestra relación fue siempre como una montaña rusa con miles
de altibajos.
Yo estaba ya harta, realmente seguía
con ella por miedo, por miedo a sus terribles reacciones, a sus amenazas de
suicidio, a su chantaje emocional. Cuando te conocí estaba decidida a dejarla,
era algo inminente, pero justo el
día en que iba a hacerlo me comunicó que había ido al médico a hacerse unas
pruebas, no se encontraba bien y últimamente había tenido una importante
pérdida de peso.
Me tomó de las manos y me miró con
una tristeza que me angustió. Todo se estaba perfilando completamente distinto
de cómo yo lo había dibujado. Apreté sus largos y hermosos dedos animándola a
seguir.
- El día que me siguió hasta tu casa
y que luego subió a reclamarme le habían dado los resultados de las pruebas.
Tiene un cáncer terminal de páncreas, estos meses han sido una auténtica
agonía. Me dijo indignada que volviera contigo, que no me necesitaba, pero yo
no podía dejarla así, está sola, no tiene a más familia que a mí. Cuando le
dije que me quedaba junto a ella para superar la enfermedad puso como condición
que no volviera a verte. ¡Creí morir!, de hecho me he ido muriendo cada día un
poquito, sin ti no puedo respirar.
- ¿Por qué no me lo contaste desde
el principio?
- Por que no hubiera podido cumplir
mi palabra, por que me hubiera quedado contigo y no podía hacerle eso a Marta,
no podía dejarla morir sola. Cuando hable con los médicos me dijeron que era
incurable, cuestión de meses. – Volvió a llevarse las manos a la cara. - ¡No
podía dejarla morir sola!
- ¡Tranquila Chiqui! ¡Cálmate! todo
está bien. ¡Mírame! ¿Cómo está ella?
- Ya no me dejan verla. Está en la UCI , aislada. Es cuestión de
días.
¡Era increíble! tenía una historia
válida. ¡Que injusta había sido! ¡Lo que hace la falta de comunicación, la
imaginación y la mala interpretación!
No pude resistir ni un segundo más y
la abracé. Una sensación de hogar me invadió era volver a estar en casa era mi
lugar.
Permanecimos abrazadas y llorando
hasta que el camarero nos interrumpió.
¡Disculpen señoritas! ¿Podrían abonarme la
cuenta? tengo cambio de turno y debo cerrar la caja.
Hizo que regresáramos a la tierra.
Lupe debía volver al hospital, en cualquier momento podía ocurrir lo peor y
sobre todo quería estar ahí si la dejaban verla un ratito por última vez.
- ¡Siento mi amor todo esto!, lo
siento por Marta y lo siento por nosotras, por lo que hemos sufrido, ninguna lo
merecíamos. Has hecho lo correcto, aunque pienso que si me lo hubieras contado
hubiera podido apoyarte y hubiera sido más fácil para las dos, aunque admiro
que cumplieras la palabra que le diste. ¡Te quiero! ¡Cuenta conmigo! yo estaré
ahí esperándote y llámame siempre que quieras.
Me abrazó, me dio un beso en la
mejilla y se alejó camino del hospital.
Capítulo
Final
Pasaron semanas, mi estado de ánimo había mejorado considerablemente desde la conversación con Lupe, aun así, seguía yendo a terapia, me sentaba muy bien, me hacía más fuerte, más segura. Cada vez que iba tenía que hacer un tremendo esfuerzo para no buscarla.
Le conté a mis amigas lo sucedido, Maca
y Almudena entendieron sus motivos en cuanto les conté, me aconsejaron bien,
como siempre, y me convencieron de que debía darle espacio y ponerle lo más
fácil posible poder cumplir su promesa hasta el final.
Era sábado, acababa de levantarme, hacía
un día precioso de primavera, soleado, perfecto para dar un paseo, decidí salir
a desayunar, sentarme en una terraza al solecito, leer la prensa del día y
luego perderme por la ciudad.
Uno de esos días positivos, te levantas
activa, feliz, de buen talante.
Acababa de meterme en la ducha, sonó el
telefonillo del portal, ¡maldición! ¡Seguro que es publicidad! siempre son tan
oportunos. Salí de la ducha intentando no resbalar, me embutí en el albornoz y
cuando pregunté no contestó nadie. ¡Lo sabía! siempre me pasa lo mismo ¡me da
una rabia!, regresaba al baño cuando sonó el timbre de la puerta, me volví
mosqueada y abrí.
- Hola Cris, ¿te pillo en mal momento?
¡Era Lupe!, más hermosa que nunca, más
radiante que el propio día. Me iluminó, me sentí la mujer más feliz del
planeta, el corazón se aceleró a mil por
hora, me puse a temblar y se instaló una sonrisa en mi rostro. La hice pasar,
cerré la puerta tras de sí.
- ¿Mal momento? Acabas de convertir
este momento en el mejor desde el día en que saliste por esta misma puerta.
Me sonrió, ¡Dios! ¡Qué sonrisa! ¡Qué
dulzura! Se la veía bien, serena, madura. Se quedó de pie junto a la puerta, me
miró con gesto de preocupación y me dijo.
- ¿Cómo estás? ¿He hecho bien en venir?
- Yo estoy bien, mucho mejor desde que
hablé contigo, pero ahora la importante eres tú, ¿cómo estás tú?
- Bien, dentro de lo que cabe,
asustada por que no se que debo hacer, porque no se si te merezco ni se si
tengo derecho a esperar nada de ti. A pesar de todo lo que he pasado mi única
preocupación eres tú, tengo ansiedad y angustia por que no se si podré
recuperarte algún día.
Su gesto se transformó, se entristeció
y se puso seria. Me acerqué y la tomé por la cintura, hice que me mirará a los
ojos y sonriendo dije.
- ¡Ni una palabra más! ¡Ni una
sola explicación! fue suficiente la que me diste en la cafetería, ya te dije
que te quería y que te esperaría. Lo importante es que estés bien, ha sido muy
dramático todo lo que has pasado y supongo que necesitarás una cura. – Suavemente retiré su pelo tras la oreja y
acaricié su mejilla. - Yo estoy aquí para lo que necesites, tienes todo el
tiempo del mundo, no quiero que te precipites ni te quiero presionar, quiero
que estés segura y cuando estés preparada yo estaré aquí, para ti.
-
¡Estoy preparada! estoy preparada desde el día que arrollé
tus maletas, estoy preparada por que ni un solo segundo he dejado de amarte,
por que
no te has movido de mis pensamientos,
por que te quiero más que a mi vida, por que…
Según iba hablando iba empujándome
hacia el dormitorio e iba deshaciéndose de mi albornoz, me quitó el cinturón y
lo tiró lejos, empujó las solapas sobre mis hombros y los dejó caer al suelo
resbalando sobre mi cuerpo aun húmedo y me besó.
Me tumbó sobre la cama aun deshecha, yo
le quité su ropa ansiosamente, impaciente.
Habíamos esperado mucho tiempo,
habíamos guardado ausencias y el reencuentro era mágico.
Nos amamos de la manera que sabíamos,
de la misma manera que siempre lo hicimos, de la mejor manera que se puede
amar, y supimos que a partir de ese momento éramos, simplemente, la una para la
otra.
© Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor.
HERMOSO!
ResponderEliminarMe encantó tu relato. bastante lindo. La típica historia de final feliz. Me encantan los finales felices. Quién los inventaría? Sabes a mi me pasó algo similar. Un día ella me preguntó que si quería intentarlo en serio, yo moría de miedo, pero le dije que si. y dos semanas después sucedió un cambio radical. me mandó un sms donde me decía que no podía, me daba unas explicaciones extrañas.no vivimos en la misma cd. yo le mandé otro donde le decía que respetaba su decisión, sin preguntas. no la he visto desde entonces , aunque ella me ha llamado y enviado mensajes y cada vez que lo hace vuelvo a sufrir, pero no me atrevo a decirle que deje de hacerlo. No puedo. porque la quiero. Triste realidad, no?
ResponderEliminarMuy buena historia y si los finales felices son lo mejores jajja y buenl que todo se haya arreglado Besos RO ARGENTINA
ResponderEliminar