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Yo La Soñaba - Dria


Yo la soñaba, soñaba sus manos tomando las mías, soñaba el olor de su pelo, el calor de su aliento acariciando mi piel, sus hermosas facciones, aquellas largas pestañas jamás rizadas adornando sus hermosos ojos cafés, su cuerpo de mujer fuerte, sus seductores pechos siempre a medio cubrir… yo la soñaba…

Recuerdo el día que la conocí, empezábamos el bachillerato, entre tanta gente encontrándose nosotras éramos las únicas desconocidas,  las cosas se dieron, en poco tiempo nos volvimos buenas amigas. Realmente no teníamos nada en común, ella con su amor por la música de estilo banda y yo tan rockera, ella siempre tan reservada y silenciosa, yo una parlanchina irremediable, ella tan artística y yo… bueno, siempre envidie un poco su habilidad.
Pasábamos juntas nuestras horas escolares, compartidas con una chica más, siempre me sentí un poco celosa al compartirla con alguien más, siempre creí que eran celos normales hacia una amiga, nada más, pero el tiempo se dio a la tarea de mostrarme que eso era tan falso como mi realidad.
Sucedió un día, las cosas estaban mal, parecía que no seríamos amigas más, yo sentía infinita tristeza, no lo podía ni imaginar, ella tenía nuevas amigas, parecía que la entendían más, yo las odiaba, no las podía ni mirar, pero sin darme cuenta me acerque a ellas, no la podía dejar ir, ella era mía, no soportaba la idea de verla con alguien más, ahí lo descubrí, sentía atracción hacia ella, tal vez algo más.
Aún recuerdo la primera vez que vi a ese chico besarla, poco me falto para correr hasta donde ellos estaba y alejarla de él, ella era mía, no podía concebir aquello que mis ojos me mostraban, sentí que la había perdido, ¿perdido qué? Ella nunca fue mía en realidad, me aferré a la idea conservar su amistad, él no me la iba a arrebatar.
El rompió su corazón, no le importó ni un poco, a mí me hizo inmensamente feliz, eso la envió directo a mis brazos, dispuestos solo para que ella pudiera llorar. Fueron noches en vela consolándola frente a la pantalla del ordenador, oyendo su voz del otro lado del teléfono celular, pero valió cada segundo, cada regaño de mis padres, los malestares traídos por la falta de sueño, valió la pena porque ella volvió a sonreír, era una chica nueva, más hermosa y radiante que nunca. Y era mía.
Su tristeza nos unió como nunca pude imaginar, me presento la oportunidad de conocer esos secretos que ella siempre se esforzó por guardas, me permitió acercarme a su cuerpo, sentir sus manos sobre las mías, incluso pude acariciar su rostro, conteniendo mis deseos de darle un beso que no terminara jamás, entonces la empecé a soñar, no salía de mi mente ni un segundo, era solo ella, no existía nadie más, pero al final solo éramos amigas, no teníamos nada más.  
Termino el bachillerato, la perdería, ambas iríamos a distintos lugares a estudiar. Pero no se iba a terminar antes de empezar, estaba decidido, un día antes de la graduación yo iría a su casa, pasaríamos juntas aquella noche, yo lo había decidido ya, iba a jugármelo todo, confesaría lo que sentía por ella en realidad.
Esa noche estaba nerviosa, no podía más, ella lo noto, pregunto discreta, como quien no quiere incomodar “¿Pasa algo?” contesté “todo bien Vane, todo bien”, las palabras se atoraban en mi garganta y no fui capaz de decir más. Después de una agradable cena con su familia nos fuimos a su cuarto a descansar, iniciaría nuestro ritual: ella se metería a bañar, después lo haría yo y hablaríamos hasta ser vencidas por el sueño, pero aquella noche era especial, el destino iba a suplir mi carencia de valor.
Ella entro al baño, unos minutos después escuche como caía el agua de la ducha, mientras pensaba en lo que le iba a decir, entonces escuché un golpe y como ella gritó, sin pensarlo dos veces corrí al baño, preocupada, algo le había pasado, entre sin tocar, ella no cerraba la puerta, me acerque y corrí la cortina de la ducha, un segundo después ella estaba frente a mí, incorporándose lentamente, mostrando su cuerpo húmedo y hermoso frente a mí, la miré, la amaba, la deseaba, me acerque a ella, y toque su hombro, “¿estás bien?” el agua de la ducha empezó a mojarme también, sin poderlo evitar, antes de que ella me respondiera o yo pudiese reaccionar, mi mano bajó lentamente por su cuerpo, acariciando sus pechos, mientras ella me miraba con curiosidad, caí en cuenta de lo que hacía, me disculpe y di la vuelta para salir de ahí, pero ella sostuvo mi mano y me jaló hacia ella, me besó, muy lento, muy suave, mordió mis labios con fuerza antes de soltarse a llorar, no entendí lo que sucedía, así que solo la abrace, acariciaba su espalda con lentos movimientos, disculpándome por no sé qué, al tenerla así, tan cerca de mí no me pude controlar, resbalamos hasta el piso, la consolaba, y sin pensarlo lleve mis dedos a mi boca, los deje húmedos y los lleve a su entrepierna, suavemente los metí dentro de ella, me miró con los ojos aun húmedos por las lágrimas, y la bese mientras movía los dedos dentro de ella, ahogaba sus gemidos metiendo mi lengua en su boca, ella estaba en mis brazos, la sentí tan mía… saque mis dedos y dejé de besarla, ella volteó, me beso los labios y empezó a bajar, mordiendo suavemente mi cuello, acariciando mi entrepierna mientras me desnudaba poco a poco,… antes de darme cuenta su lengua estaba jugueteando dentro de mí, yo gemía bajo, acariciaba su cabeza deseando que ese momento no terminara jamás… esa fue nuestras noche, perfecta, pero efímera al final.
Al terminar salimos de la ducha, le hablé de todo lo que sentía por ella, me contó lo que sentía por mí. Pero teníamos sueños, las cosas siguieron su curso y nos separamos al otro día, con encuentros fugaces que solo permitían el contacto amistoso. Hace un tiempo que no la veo más, pero en mi mente queda el recuerdo de aquella noche, ella estaba entre mis brazos, y se quedó dormida mientras me escuchaba recitarle poesía, durmió en mis brazos, velé su sueño, aquella noche ella fue mía.                  

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