Páginas

El Corazón de Cristal - 7 y 8


Capítulo 7

Los pulmones de Crystal inhalaron profundamente antes de colocar los restos del cigarro en el cenicero. Hacia un día bello y abrió la puerta de cristal para dejar que la brisa caliente se filtrarse a través de la habitación. Encima de su tocador, el incienso soltó el perfume de lavanda a todo lo largo del cuarto. No encontrando
razón alguna de conocer a la familia de su compañera de apartamento, ella había decidido permanecer en su cuarto y quedar aislada todo el día. Escuchó el sonido apenas perceptible del timbre de la puerta seguido por sonidos de personas intercambiando bienvenidas y entablando conversación.
—Oh dios, John Boy y el resto de los Waltons* han llegado. —Tenía pensado dejar de fumar antes de que la familia de Laura llegara, pero con cada fumada, su determinación se desvaneció. Removió una hoja del paquete del periódico y alcanzo el bolso del emparedado y su cada vez menor suministro de marihuana.
—No puedo creer que todo esto sea para mí —dijo Bobby mientras miraba la mesa llena de regalos. Dio un paso delante de su hermana para recibir un enorme abrazo de Jenny—. ¿Cómo esta mi cuñada favorita?
—Ex cuñada. — Ella le recordó—. No puedo creer qué alto te has puesto. Recuerdo cuándo solo me llegabas hasta aquí. —Jenny señaló con su mano al ras de su hombro para mostrarle.
—Crecí muchísimo en un año —contestó él.
Mirando hacia arriba a la cara del muchacho, Jenny tuvo que admitir que era verdad. No solo en altura, Bobby había crecido también en musculatura; sus músculos se le marcaban debajo de la camisa blanca. Su cabello rubio corto hacía contraste con sus cejas cafés, haciéndole parecerse mucho a Robert Redford pero cuando era joven. Su cara tenia sólo un poco de acné. Ya no era el chico cubierto de granos de 14 años de edad que se interesaba más por el Nintendo que por las chicas.
—Pues aquí tienes, grandullón —dijo Jenny cariñosamente—. Ve a ver el pastel que tu hermana compró para ti. —Agarrándolo de su brazo, lo empujó a la cocina, dejando solas a Laura y su madre.
—No me dijiste que ella estaría aquí —la reprendió la señora Taylor.
—Jenny y yo aun somos amigas, mamá —dijo Laura—. Sólo que ya no somos amantes.
—Pues, bien —interrumpió su madre, obviamente queriendo cambiar el tema—, vas a tener que venir a casa para que ayudes a tu hermano a acomodar la computadora.
—Lo haré, mamá. ¿Tiene en su cuarto un enchufe para la línea telefónica para se pueda conectar a Internet?
—¿Conectar? —La señora Taylor frunció el ceño—. Pues tú sabes que yo no sé nada sobre computadoras. Y si, él tiene teléfono en su cuarto. Con el número de chicas que le llaman a diario, me es imposible usarlo a mí de cualquier forma.
—Hey, mamá, ven a ver mi pastel —Bobby la llamó emocionado. Laura y su madre entraron en la cocina.
—Eso luce bien —dijo la señora Taylor—. ¿Lo compraste en la Pastelería de Henderson? Marge Carmichael compró un pastel allí para la llegada de su hija Katherine. Era hermoso. Por supuesto eso fue poco antes de que Katherine se escapara con Billy McCormick..
Laura no se molestó en contestar la pregunta de su madre, sabiendo que el lugar en donde compró el pastel había sido en otro lado. Aun así asintió con la cabeza en afirmación.
—Uh huh.
—La vi hace dos semanas en la reunión de VFW* y ella estaba muy callada en lo referente a su hija. Si me preguntas, pienso que ella está embarazada. —La señora Taylor recorrió con la mirada a Jenny—. Pero eso es lo que ocurre cuando familias tienen baja moral, supongo.
—O tal vez están huyendo de sus madres arrogantes —Jenny masculló muy bajo para que sólo Bobby pudiera oír. El adolescente resopló, haciendo una mueca graciosa a Jenny y una mueca curiosa a su madre.
—¿Estáis bien?
—Solo me atraganté un poco, mamá —contestó él, intentando con dificultad no reírse.
—Te he dicho que comas despacio. Ya hemos hablado de eso. —Ella amonestó distraídamente, pasando sus dedos ligeramente sobre un mueble en busca de polvo. Notando que no había, recompensó a su hija con un asentimiento de cabeza de manera aprobatoria—. ¿Ves cómo tu hermana mantiene su casa limpia? No sé por qué tú no puedes mantener tu cuarto un poco decente.
—Tengo demasiadas cosas en mi cuarto —explicó él.
—Tu padre nunca habría permitido tal desorden —continuó su madre—. A él le gustaba usar un equipaje ligero, guardaba solo lo importante. Nunca sabíamos cuándo sería enviado para otra base y nosotros teníamos que mudarnos rápidamente.
—Mamá, no nos hemos mudado desde que tenía tres años —dijo Bobby—. Aún tienes tapizado mi clóset con tapiz de vaqueros.
—Ese no es el punto, Bobby. Simplemente no existe ninguna razón para dejar que se haga desorden.
Laura decidió que era hora de cambiar de tema.
—Mamá, ¿has visto a la señora Reynolds últimamente?
—La vi justo la semana pasada en la Comisaría. Su hijo fue arrestado el año pasado por robar una casa, como sabrás. —Laura abrió su boca para hablar, pero su madre no se detenía lo suficiente como para interrumpirla—. Intenté pasar desapercibida de ella pero tiene ojos de águila, tú sabes. Se la pasó sonriendo mientras me contaba sobre su hija, Marcia. Ella se casó con un corredor de bolsa y tiene dos hijas ya.
—Me alegro por ella.
—La hija de Janice Crenshaw tuvo un niñito apenas la semana pasada.
—No sabía que Susan se había casado —dijo Laura.
—No se casó. Ella estaba por irse con el hijo del capitán Henry pero cuando éste se enteró de que ella estaba embarazada, embarcó a su hijo y lo mandó a una sesión de entrenamiento en Arabia Saudita.
—¿Por qué hizo eso? Siempre creí que Susan era una chica decente.
—Si fuera una chica decente, ella no estaría embarazada —puntualizó la señora Taylor.
—¿Y por supuesto el muchacho no tuvo nada de culpa, verdad? —Jenny preguntó en un tono mordaz. Laura le dio una mirada de advertencia pero era ya muy tarde. La Señora Taylor aprovechó la ocasión para dar su sermón.
—Hubo un tiempo cuando la mujer conservaba orgullosa su virginidad hasta el matrimonio.
—Mamá… —Laura trató, pero su madre se rehusó a ser callada.
—No, Laura. Es hora que alguien salga en defensa de la decencia —dijo ella—. ¿A estas jovencitas de ahora no les importa andar brincando de cama en cama y si se quedan embarazadas, que más da? Tú y tus amigas feministas habéis puesto clínicas de aborto en cada esquina.
—¿Serían las mismas amigas feministas que hicieron posible que las mujeres pudieran tener propiedades y pudieran votar? —Jenny ignoró el rostro de advertencia que le daba Laura.
Laura rodeó con el brazo a Bobby y le dio un tirón.
—Vamos, hermano. Vayamos a ver qué tan generosa fui con tu tarjeta de graduación.
—¡Ah, el dinero! El regalo que siempre es bienvenido —dijo él con una sonrisa.
—Espera un minuto — dijo su madre—. Tienes que abrir mi regalo primero o los regalos de tu hermana no tendrán ningún sentido. —La Señora Taylor ignoró el comentario de Jenny y se dirigió hacia su hijo para que abriese sus regalos—. Y, Laura, espero que no lo mimes tanto dándole demasiado dinero.
Las risas y voces llegaban hasta arriba, demasiado para molestia de Crystal. Ella se había dado por vencida con la televisión y las estaciones de radio fueron también una decepción. La poca cerveza la había hecho sentir cansada pero no quiso pasar todo el santo día durmiendo.
“No, es mejor sentarme aquí encerrada en mi cuarto aislándome de todo eso”, pensó ella mientras alcanzaba su pequeño tubo y su encendedor.
El sonido de alguien subiendo las escaleras la hicieron cambiar de opinión. La puerta del cuarto de Laura se abrió y se cerró, escuchando algunos segundos más tarde el sonido de la puerta corrediza abriéndose. Una mujer de cabellos castaño salió al balcón y apoyó sus brazos contra el riel. Era un día bello y brillante, Crystal había dejado sus cortinas abiertas, permitiéndole tener una vista del exterior. Por supuesto eso también significaba que cualquiera podía asomarse y poder verla.
—¡Demonios, ¿por qué no había pensado en eso?! —La stripper maldijo mentalmente. Era demasiado tarde para hacer cualquier cosa y para su mala suerte, la mujer se dio vuelta y la miró.
—Hola —saludó Jenny.
—Hola —contestó Crystal.
—Soy Jenny, una de las amigas de Laura.
—Crystal. Soy su compañera de apartamento.
—Sí, ella te mencionó. —El rostro de la terapeuta era cálido y amigable y la stripper se encontró dejando la comodidad de su cama y salió un momento hacia el balcón.
—Parece que todo mundo esta pasando un rato agradable —dijo Crystal mientras apoyaba su cadera contra el riel.
—Necesitaba descansar de su madre —dijo Jenny—. Así que, Laura me contó que eres una….. bailarina, ¿estoy en lo correcto?
—Um … sí —metió la mano en el bolsillo de su blusa y sacó sus cigarrillos y su encendedor—, ¿eres escritora como ella?
Jenny se rió entre dientes.
—Temo que ese tipo de creatividad está más allá de mí. Laura es la de la imaginación. Yo soy terapeuta.
—¿Una psiquiatra?
—Bueno, no completamente. —Jen pensó acerca de lo que Laura le había contado sobre la pesadilla de Crystal—. Trabajo con personas que han sufrido violación y abuso sexual.
Crystal se volteó, mirando la cordillera de árboles que separaban el complejo del lago.
—¿Quieres decir que los haces hablar acerca de lo que les paso?
—No los hago hablar sobre lo que les paso. Los dejo hablar de lo que ellos necesiten hablar. —Con la cabeza de Crystal inclinada, el pelo rubio impidió a Jenny ver su cara—. Algunas veces las personas sólo necesitan un lugar donde puedan ir y sentirse seguros de decir toda la verdad sobre lo que les paso.
—¿Sí? ¿Y en que les ayuda eso a ellos? Eso no hace que lo que pasó desaparezca.
—No, no hace que desaparezca —dijo Jenny uniformemente—. Pero en muchos casos, hablar acerca de lo que les pasó y aprender a manejar las emociones que los afectan hace la diferencia entre vivir y solo existir.
Crystal tiró su cigarrillo sobre el riel y agarro el tirador de la puerta.
—Algunas veces es mejor solo existir, doc —dijo antes de atravesar el umbral hacia su cuarto. Estaba cerrando la puerta pero quedó a medio camino obstruida por la mano de Jenny.
—Existir es la salida más fácil —dijo la terapeuta—. Se requiere coraje para superar lo que sucedió y recuperar el control.
—No todo el mundo necesita de una terapia para lograr superarlo —gruñó Crystal.
—Puede que no, pero ayuda. —Jenny soltó el agarre de la puerta y dio un paso atrás—. Eres bienvenida a bajar y unirte a nosotros.
—No me gustan las cosas familiares. Gusto en conocerte. —Crystal cerró la puerta y tomó el cordón para cerrar las cortinas. Segundos más tarde escuchó a Jenny atravesar el cuarto de Laura y bajar las escaleras.
—¿Para que carajos sirve una terapia? No va a cambiar lo que pasó.
Se dejo caer en su cama y abrió el cajón de su mesa de noche. Recordó la petición de Laura de que no fumara marihuana mientras las personas estuvieran allí. Suspirando, cerró el cajón y le dio puñetazos a su almohada.
“Qué desperdicio de una buena tarde de sábado. Encerrada en mi propia habitación”.
Los recuerdos de los sábados en su infancia llegaron a su mente. Cerrando los ojos, Crystal recordó la época cuando ella y Patty pasaban las horas juntas, jugando o solamente charlando acerca de nada como todas las hermanas lo hacen. Inevitablemente, sin embargo, las escenas felices siempre se veían empañadas gracias a las borracheras de su padre.
—Doscientos dólares, todos los consulados son míos —Patty dijo, extendiendo su mano.
—¿Te puedo pagar hasta que pase por la embajada? De otra manera tengo que hipotecar Marruecos.
—Te voy a decir una cosa. Te dejare pasar sin que me pagues, pero cuando yo caiga en uno de tus países tampoco te pagare.
—Trato. —Crystal, feliz, estuvo de acuerdo—. ¿Tal vez podemos jugar alguna otra cosa después?
—No creo que tengamos más tiempo. Él estará en casa pronto.
—¿Podemos ir a pasear en bicicleta?
La hermana menor preguntó esperanzadamente. Su cuerpo aun tenía magulladuras de la reciente paliza que le había dado su padre en la última borrachera. Era demasiado tarde, ambas se dieron cuenta cuándo escucharon el sonido de su coche estacionándose en el camino de acceso.
—Ya fue suficiente juego por hoy —dijo Patty mientras metía la caja de juegos debajo de la cama. Los juegos no se ganaban ni se perdían, era una regla que tenían. Cuando un juego era interrumpido por causa de él, era declarado un empate, no importa quien hubiera ganado.
—¿Cuándo fue la ultima vez que una de nosotras ganara un juego? —preguntó Crystal.
—No estoy segura pero sé que yo soy la que siempre gano. —Patty sonrió abiertamente mientras salía del cuarto de Crystal y se metía en el de ella. Segundos mas tarde su padre entro en la casa, su fuerte voz llego hasta ellas.
—¡Pero qué leches os pasa! —rugió él. Crystal brincó debido al sonido de una silla lanzada a través de la cocina—. ¿Cuántas veces tengo que ordenarles que mantengan sus malditas bicicletas fuera del camino de acceso? —Haciéndose bolita, Crystal se llenó de terror en el momento en que lo escuchó subir las escaleras, sus pesados pasos se iban acercando cada vez más...
Crystal se levantó de pronto, buscando frenéticamente alrededor al violento hombre que se acercaba para golpearla.
—¡Malditos sueños! —encendió un cigarrillo y se apoyó contra el cabecero—. ¿Puedes hacer que desaparezcan las pesadillas, doc?

Capítulo 8

Laura permaneció en el portal mientras veía las luces del coche de su hermano encenderse y salía de su estacionamiento.
—Todo salió bien —dijo mientras cerraba la puerta.
—Ahora recuerdo por qué prefería quedarme a estudiar todas esas noches cuando tú querías ir a visitar a tu madre —dijo Jenny mientras recogía una taza vacía y la llevaba a la cocina—. Es definitivamente una ventaja el tenerla viviendo a dos pueblos de distancia.
—Te juro que si hubiera escuchado por más tiempo como el capitán hizo esto y lo otro y que tuvo sus amoríos cuando tenia 20 años, o como a la señora Goldstein le gusta el té de zarzamora con brandy, consideraría realmente la idea de cometer matricidio.
Jenny se rió y abrió el lavaplatos.
—Bien, veamos si podemos lograr una salida más conveniente para que no cometas un delito capital. Pásame los platos, por favor.
—Seguro. Oh, aquí hay una taza y una cuchara. —Laura entregó los platos, luego se apoyó contra el mueble mostrador.
—¿Y cómo va ese libro? —Jenny programó el tiempo del lavaplatos y siguió a su ex amante a la sala de estar.
—Creo que he escrito cerca de cuatro oraciones desde la última vez que me preguntaste. —Laura suspiró mientras se sentaba sobre el sofá—. No sé qué me pasa. Nunca había tenido un bloqueo así antes.
Jenny puso su mano sobre el muslo de Laura.
—Tal vez te estás presionando mucho. Tómate un descanso, date algunos días, luego regresa e inténtalo.
—Ya probé eso, Jen. No trabajé en él —pasó sus dedos por su cabello oscuro—. Algunas veces pienso que no me queda una sola onza de energía creativa en mí.
—¿Quieres que le eche un vistazo?
—No —contestó Laura—, te lo agradezco, pero ya se me ocurrirá algo para resolverlo. —Laura escuchó un sonido y empezó a ver a Crystal bajando las escaleras.
—Hola. —Un codazo sutil hizo que Jenny quitara su mano.
—Hola. —La rubia miró a Laura y luego a Jenny—. Pensé que todo el mundo se había ido ya. No me percaté que todavía tenías compañía. —Se volvió hacia las escaleras.
—El general Patton y Bobby se fueron hace unos minutos —dijo Jenny, poniéndose de pie yendo hacia donde Crystal estaba parada—. Solamente charlamos. ¿Por qué no te unes a nosotras?
—Bueno, Yo...
Laura gesticuló hacia la silla vacía.
—Toma asiento. Debes de estar cansada de pasar encerrada en ese cuarto todo el día.
Crystal dudó, luego asintió con la cabeza y se dirigió al asiento indicado.
“¿Qué tan malo puede ser? Puedo ser sociable por algunos minutos”, pensó Crystal.
—¿Disfrutó tu hermano la fiesta?
—Sí, mucho.
—¿Tienes hermanos o hermanas, Crystal? —Jenny preguntó sentándose en el sofá.
—Tengo una hermana mayor.
—Yo soy hija única —contestó la mujer de cabello castaño—, siempre pensé que tener una hermana hubiera sido genial.
—Yo también. —Laura estuvo de acuerdo—. Amo a Bobby muchísimo, pero cuándo yo tenía dieciséis, tenía que cargar con mi hermano de seis años conmigo por la calle y era un verdadero obstáculo.
—¿Cuánto os lleváis de edad tu hermana y tú?
—Tres años y medio.
—Oh, eso es genial —dijo Jenny—. Entonces vosotras dos os criasteis juntas.
—Si —dijo Crystal quedamente, pensando en su querida hermana.
—¿Y tú eres la mayor o ella?
—Patty es la mayor.
Jenny notó la expresión tristeza en la cara de la rubia.
—¿Vive ella cerca de aquí?
Crystal negó con la cabeza.
—No. Ella se fue hace mucho tiempo. Perdimos contacto —metió la mano en su bolsillo de la blusa para sacar sus cigarrillos, luego recordó la regla de Laura y se conformo tomando una zanahoria de la bandeja.
—No puedo imaginar perder el contacto con Bobby —dijo Laura—. ¿Tuvisteis una pelea o algo?
—Ella se escapó cuando yo tenía catorce años de edad. No la he visto y tampoco he sabido nada de ella desde entonces. —Las emociones se estaban formando dentro de Crystal y sintió que se le formaba un nudo en la garganta—. ¿Por dónde dijiste que estaba la licorería? —Ella le preguntó a Laura.
—Ve a la avenida principal y dobla a la derecha.
—De hecho —dijo Jenny mientras se ponía de pie—, tengo que irme ya y justo voy en esa dirección. ¿Quieres que te lleve?
—Pensé que te quedarías esta noche —dijo Laura con una pregunta en su voz.
—Lo siento, cariño. Tengo que encontrarme con una clienta a primera hora por la mañana. Su violador fue liberado bajo libertad condicional y ella necesita apoyo moral antes de hablar ante el comité examinador. —Se puso de pie y tomó su bolso. Laura se levantó también.
—Bien. Te llamare la próxima semana.
—Ok.
Una vez fuera, Crystal encendió un cigarrillo, el humo gris formó una nube cerca de su cara.
—Eso es malo para tu salud, ¿sabias?.
—Ya lo he escuchado antes —contestó, dando otra inhalación—. ¿Supongo que tú tampoco permites fumar en tu coche?
—De hecho es un coche prestado mientras el mío está en la agencia, pero yo siempre he encontrado que el cenicero hace una gran función para tirar toda esa ceniza.
—Seguramente. —Crystal susurró, aspirando tanto humo como podía para después lanzarlo fuera—. ¿Tú no eres una fanática de la salud como Laura?
Jenny se rió y quitó los seguros de las puertas del coche.
—No estoy tan obsesionada como ella. Yo disfruto de una buena hamburguesa y patatas.
Entraron al coche y con una vuelta de la llave el motor encendió. Echó en reversa el coche y lo sacó del estacionamiento, se dirigió calle abajo para tomar la curva hacia la avenida principal.
—¿Y eres de por aquí?
—Milton —contestó Crystal—. Está a una hora por la carretera de peaje.
—Sé dónde está. Es un pueblo industrial grande.
—De grande no tiene nada, mejor dicho —dijo la rubia fieramente—. Milton es un pueblo insignificante lleno de personas insignificantes también.
—¿Tu familia aún vive ahí?
—No sabría decirlo, no he hablado con ellos desde que me mudé.
Jenny asintió con la cabeza, nunca quitando la vista del camino.
—¿Cuántos años tenias cuando escapaste?
El corazón de Crystal dio un brinco.
—¿Eres psíquica o algo por el estilo, doc?
—Te dije que soy terapeuta —bajó la velocidad del coche mientras se acercaban a un semáforo—. Soy perceptiva. Es una habilidad necesaria cuando tratas con personas que no son siempre abiertas con sus sentimientos.
—¿Sí? ¿Y qué más te dice tu percepción de mí? —Crystal se cruzó de brazos defensivamente.
Jenny la miró, y comenzó a avanzar de nuevo cuando el tráfico comenzó a moverse.
—Tu respuesta me dice que estoy en lo correcto acerca de que escapaste de tu casa.
—Lo hice tan pronto como pude —dijo Crystal—. Un poco más de un año después que Patty.
—¿De la casa que escapó tu hermana cuando tú tenias 14 años, escapaste tú después, cuando tenias 15 años?
—Ahí está la percepción de nuevo. —Se asomó por la ventana, notando el anuncio de la licorería que comenzaba a verse a lo lejos débilmente—. Intenté escapar con ella pero me atraparon. Lo intenté tres veces más antes de que tuviese éxito.
—Debió haber sido muy difícil para ti tratar de escapar tantas veces.
—¿Aquí es donde me dices que todos mis problemas son debido a mi jodida y amargada infancia? —Ella señaló la licorería—. No necesito terapia para saber eso. —Crystal abrió la puerta antes de que el coche se hubiera parado por completo—. Gracias por el paseo, doc.
Salió y cerró la puerta, sin darle oportunidad a Jenny de responder.
********
Las calles estaban desiertas, excepto por uno que otro coche ocasional, dándole a Crystal la libertad para beber de la botella mientras caminaba. Para cuando el complejo se alcanzó a ver, ya iba caminando balanceándose totalmente borracha y la tercera parte de la botella había sido vaciada. Cuando iba acercándose al edificio Crystal se dio cuenta que había olvidado tomar las llaves cuando salió.
—Demonios. La Señorita Perfecta me dará un sermón con seguridad.
Se llevo la botella a los labios y tomó un gran trago, estremeciéndose cuando el líquido caliente se abrió paso por su garganta. Usó su manga para limpiarse la boca antes de alcanzar el timbre de la puerta. Su cabeza sentía el efecto del whisky y lo único que quería hacer era acostarse.
—Demonios, abre la maldita puerta, Laura.
Crystal presionó el timbre de nuevo, golpeando rápidamente después la puerta con el puño. El sudor se formó en su labio superior y Crystal apoyó su frente contra el marco. No había comido nada más que un par de zanahorias en todo el día y su organismo rápidamente comenzó a reaccionar diciéndole que había excedido sus límites.
—Oh, maldición —susurró, sintiendo su estómago mal otra vez. Presionó el timbre de la puerta repetidamente hasta que escuchó a Laura abrir la puerta.
—¡A un lado! —empujó fuera de su camino a la mujer que estaba perpleja.
Crystal se fue tambaleando hasta el cuarto de baño, apenas levantando el asiento del inodoro antes de que su estómago devolviera todo su contenido.
Laura cerró la puerta del exterior y negó con la cabeza cuando escuchó a su compañera de apartamento vomitando en el baño.
—¿Crystal? ¿Te encuentras bien? —Recibió un sonido nauseabundo como respuesta y gimió interiormente—. Veo que encontraste la licorería. Hay toallas en el armario para que te limpies.
—Gak... o-ok.
Laura entró en la cocina y llenó un vaso de agua. Escuchó el sonido del inodoro seguido por el sonido del grifo abriéndose. Minutos más tarde una Crystal más compuesta salió del cuarto de baño.
—Gracias —dijo ella, tomando el vaso que le ofrecía.
—¿Te sientes mejor?
Crystal asintió con la cabeza.
—Un poquito.
—Deberías comer algo. Eso calmará tu estómago.
La rubia recordó las tres cenas para microondas que había en el refrigerador y negó con la cabeza.
—No. Estaré bien.
—Escoge tú misma. —Laura abrió el refrigerador y miró con atención adentro—. Tengo algunas sobras de la fiesta. No es mucho, sólo algunos emparedados y algo de verduras, —Ella agarró el plato de emparedados y lo levantó para que Crystal lo mirara—. Hay ensalada de huevo, jamón y queso.
Crystal miró interrogativamente los triángulos pulcramente cortados.
—Um… Creo que te caerán bien —dijo Laura. Le pasó el plato a Crystal—. Escoge lo que quieras. Aparte de la ensalada de huevo, ya no comeré nada de eso.
Después de tomar un tazón de ensalada para ella, Laura agarró una botella de aderezo y usó su cadera para cerrar la puerta del refrigerador. Le indico a Crystal con la cabeza para que fueran a la sala de estar. A regañadientes la rubia la siguió, saliendo de la cocina.
Laura se acomodó en el sofá mientras Crystal tomó asiento en el reclinable. Un silencio embarazoso se formó debido a que no sabían que decir la una ni la otra. Crystal mordió su emparedado.
—¿Que tal está? —preguntó Laura.
—Bueno. —Ella dio otro mordisco, su estómago apreció la comida saludable para variar. Dándose cuenta de que no pudo rehusar la comida de su compañera y poder irse a su dormitorio, Crystal se resignó a ser al menos algo sociable—. Y dime, sé que sólo estuvieron aquí tu madre y tu hermano, ¿dónde está tu padre?
—Él murió hace siete años. —Viendo que Crystal se abría un poco debido a la pregunta que le había hecho, Laura pregunto—: ¿Qué hay de ti? Dijiste que tenías una hermana mayor. ¿Qué hay de tus padres?
Crystal dio otro mordisco a su emparedado y se encogió de hombros.
—Lo último que supe fue que ambos aún vivían y estaban dándose la gran vida en Curtisville.
—¿No hablas con ellos?
—No. —Ella escogió algunos de los emparedados en forma de triángulo del plato que parecían ser de ensalada de pollo—. No he hablado con ellos desde el día que me salí de allí —comió un bocado e hizo una mueca—. Uf, ¿qué es esto?
—¿Me creerías si te dijera que no tengo idea?
—Seguro. —La stripper miró alrededor y divisó la bolsa de papel que estaba sobre el mueble mostrador. El cosquilleo por tomar comenzaba de nuevo.
“Bien, si vas a seguir charlando, será mejor que tomes algo”, pensó Crystal. Se puso de pie y fue hacia la cocina, regresando momentos más tarde con un vaso lleno con hielo, una botella de cola y el whisky. Acababa de sentarse cuando Laura decidió reanudar la conversación.
—Y bien, ¿por que no estás en contacto con ellos?
Pareciéndole una pregunta inesperada, Crystal vaciló un poco mirando a su compañera de apartamento.
—Es muy largo de contar.
—Soy buena oyente.




Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® BL. Miller Derechos Reservados
© Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor.

5 comentarios:

  1. Gracias Alesita y Abriles.

    Yezi

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De nada. Lo hice sólo por el gusto de compartir algo que me gustó. Saludos de Abriles.

      Eliminar
  2. Esta historia me tiene atrapada . BEATRIZ

    ResponderEliminar
  3. como se vuelve de adictiva esta historia

    Pinguino

    ResponderEliminar