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Silencio - Zenain - Sandra


Silencio, es todo lo que escucho a mí alrededor, la gente habla, pero no entiendo lo que dicen, yo no comprendo, para mí es silencio, ellos se callan, yo me alejo…


-         - ¡No… no… tienes que ser normal…! Ya basta… ya está bien de tonterías… ya eres mayorcita para pensar en esas cosas…



Allí estaba yo, con 14 años acabados de cumplir, mirándome en el espejo intentando no pensar… insistiendo en mi cabeza… creando, buscando una razón para todo lo que me pasaba … para lo que siempre me había pasado… y siempre había escondido…
Corría el verano de 1996 y por cuarta vez mi “mejor amiga” había cambiado de novio y por cuarta vez yo sentía una rabia, una impotencia y una frustración… pero no tenía sentido, yo, como la mayoría de las veces había sido su celestina, siempre me convencía de que era por “él”… el chico de turno me gustaba… pero en esta ocasión estaba más que claro que no… que era por “ella”.
Me alejé todo lo que pude… y me pasé todo el verano convenciéndome… No quería ser distinta… y allí estaba, perdida,  cada día… mi madre me preguntaba ¿estás bien? Silencio.
El primer día de instituto llegó, yo estaba “contenta” porque “ella” no iba a estar ya que iría a otro instituto, “feliz” por que tenía una plan – iba a liarme con cualquier chico y así “apagar todas las tonterías que tenía dentro” – y “segura” de que iba a ser “normal”.
Como casi siempre que me propongo algo así hice… llegué a clase, me senté con mi prima y me “medio fijé” en un chico… : “Ves, como al final se te irá todo este lío…” y de repente la oí:
Una risa, dulce, fuerte, agradable…  me forzó casi instantáneamente a girarme y mirar al final de la clase… en concreto a la puerta… y la vi: Mierda… Era preciosa, con  los ojos verdes-grises más bonitos que había visto nunca,  alta, con la piel blanca y castaña… me quedé alucinada… NO. Yo tenía que ser “normal”… me aparté… todo lo que pude…
Pasó todo un curso… me aleje tanto que a veces me mostré irrespetuosa y parecí hasta tonta, lo hice tan bien que ella ni sabía que existía ni quería saberlo…
Pero la fuerza del destino o la suerte nos hizo coincidir, al siguiente curso me tocó ir a una clase donde no conocía a nadie… bueno, la conocía a ella… y, no sé cómo pero saqué fuerzas, cogí la lista de teléfonos y marqué el suyo:
-          -¿Diga?
-          S: Sí, esta Julia…
-         Sí, ahora se pone.
-         S: Hola, soy Sandra. Es que he mirado las listas de clase y solo te conozco a ti… ¿te sentarías conmigo? Silencio…
-          J: Bueno… vale.
Yo no me lo podía creer…  entonces algo dentro de mí… me dijo: …. Tienes que ser normal… Sólo vas a ser su amiga…
Aún quedaban 10 días para empezar pero yo ya no podía pensar en otra cosa… no acababa de entender por qué me pasaba esto… pero comenzaba a darme igual, había tomado una decisión: ¡Seria su amiga y punto!
Empezaron las clases y sucedió el desastre, Julia, ni me aguantaba ni le hacía gracia que yo intentara acercarme a ella, le preguntara sobre su vida o intentara estar a su lado como amiga… de hecho, nada más pudo se cambió de sitio… fueron solo tres meses que compartimos… no me daba ni los buenos días… las frases más cariñosas que me decían eran: ¡Buff! ¿Ya estás aquí? ¿¡Por qué no te vas y no te pierdes!? Silencio.
Yo no entendía nada… vale, puede ser que sin darme cuenta estuviera siendo un poco cargante… pero ¿por qué me trataba así? Yo no le había hecho nada malo… y además, con los demás era dulce, agradable, y sobre todo muy justa, nunca le había oído hacer un juicio sobre alguien si no lo había pensado antes mucho… bueno excepto sobre mí, ¡evidentemente!


Pasé momentos muy tristes pero fui tirando, las cosas en casa no estaban bien… de hecho, en una discusión con mi madre “salí del closet”… mi madre me perseguía por la casa preguntándome que te pasa…  y yo no paraba de repetir: nada, nada… pero mi madre insistía: yo lo que quiero es que seas feliz, estudies medicina y encuentres un médico rubio con ojos azules y te cases con él y yo contesté, sí mamá pero que sea una médico rubia y con ojos azules ¿vale?... silencio… no recuerdo cuanto tiempo me estuvo mirando… lo que sí recuerdo es el ir y venir al psicólogo… las miradas de reojo, ver a mi padre por primera vez llorando y el silencio… un silencio que no se rompería hasta muchos, muchos años después. Con mis amigas las cosas no estaban mejor… me sentía como pez fuera del agua… se pasaban todo el día criticándose unas a otras y hablando de chicos todo el tiempo e insistiendo: ¿y tú cuando vas a salir con un chico? Así que hice lo de siempre… me encerré en mí misma…

Pero, otra vez la fuerza del destino o la suerte, hizo que empezara a sentirme a gusto con gente de la clase… que resultaron ser amigas de Julia… no eran tan insistentes con los chicos, no me hacían sentir rara, eran divertidas y podíamos hablar de casi todo… aunque yo seguía escondiéndome… me sentía mejor…
Cuando Julia vio que me acercaba a su círculo no le hizo ninguna gracia… cuando coincidíamos me ignoraba o directamente hacía algún comentario hiriente… acabamos por no coincidir y cuando lo hacíamos yo me acostumbré a verla sin estar pendiente de ella.
Pero pasó, lo inevitable, empezaron con el tema de los chicos… y yo “caí”… cuando una “amiga” que me gustaba – sí a estas alturas ya sabía que tenía la batalla perdida y que si quería ser feliz no sería con un hombre – empezó a salir con un chico… yo… hice lo mismo… así hasta en dos ocasiones…  me ponía fatal…
Por aquel entonces, Julia y yo compartíamos amigos, instituto, fiestas y demás pero me había acostumbrado al silencio, la indiferencia y las bromas… habíamos llegado a ser “conocidas que compartían un grupo” y por mi estaba bien… aunque dentro de mí deseaba algo más…  pasaron dos años más…
En mi casa, las cosas iban mejor, ya que veían como salía con chicos… estaban felices, creían que todo se me había pasado “la fase”… intentaban integrarlos dentro de la familia, les aceptaban… pero yo cada vez me sentía peor… más sola.
Tenía 17 años, y no podía más… siempre estaba triste y deprimida… aunque siempre disimulaba… un día, en el chalet de una amiga, Karen, me preguntó:
-          K: ¿Por qué estas así? ¿Por qué has dejado a Adrián?
-          S: No… lo siento por él pero yo no puedo darle lo que él quiere, no es justo ni para él ni para mí.
-          K: ¿Hay alguien más?
-          S: No… es que yo… creo que no me veo con él, un chico… yo esas cosas de la que todas habláis me las imagino con… con una chica… no tu ¡eh! No sé…
Silencio…
Supongo que la pillé por sorpresa, inmadura o yo que sé… su reacción fue comentarlo a todo el grupo de amigos, la mía, negarlo… como siempre.
 Ya no se podía parar… cada vez que lo negaba me dolía y a cierta gente le confesé como me sentía… aunque… tampoco ayudó a sentirme mejor… La mayoría ignoraron el tema; si no se habla de una cosa no existe, ¿o sí?
Karen nos anunció al grupo que, después del verano, se iba a vivir a otro país… y todos decidimos hacerle unos videos de recordatorio, fiestas y demás… vamos que decidimos vivir “a tope” todo el verano…
En San Juan hicimos una fiesta, como no en el chalet de Karen, recuerdo estar bailando, habíamos bebido un poco de más y de repente, Julia, me abrazó, era el primer abrazo que me daba en todos estos años , una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, no supe cómo reaccionar… me quedé quieta…
Observé que estaba triste y decidí salir con ella fuera de la casa para poder hablar. Yo creía que estaba triste porque Karen se iba, y le dije que no pasaba nada que volvería en vacaciones y que había mucha gente que la quería. Ella simplemente dijo: Creo que soy como tu… bueno no igual porque a mí hay algún chico que me gusta pero, no pienses que tu o Karen  si no otras… Me quedé petrificada y en ese momento salieron algunos amigos e interrumpieron.
Nos fuimos a dar un paseo, ella estaba cada vez más triste y yo no sabía qué hacer, no paraba de decir que nadie la entendía, ni la comprendía ni la quería… y entonces algo dentro de mí reaccionó, me acerqué:  yo te entiendo, te comprendo y te quiero… Silencio…
Al día siguiente intenté hablar con ella pero dijo que no se acordaba de nada… no insistí.
Pasó una semana, era mi cumpleaños, hacía 18 y decidimos irnos al chalet de Karen con todo el grupo a celebrarlo, allí estábamos todos, mi ex, mis amigos y como no, Julia, pero esta vez detecte algo diferente… me hablaba… me felicitaba… me buscaba y que estaba algo triste… durante todos estos años, este era el momento en que podía empezar que para ella era algo como una amiga… me alegré… pero tampoco le di más importancia… aunque recordé su sonrisa, su dulzura y todo lo que me hacía sentir…
Recuerdo encerrarnos las tres en un cuarto… y a mi ex, borracho, aporreando la puerta… recuerdo que por fin Karen preguntó… Sandra… ¿pero a ti te gusta alguien?… sí me gusta una persona de esta habitación que nunca bueno casi nunca me abraza… evidentemente estaba claro que no hablaba de ella… si no de Julia… Silencio…
Al día siguiente, ella vino y me preguntó y yo como siempre… negué y me alejé…
Al cabo de dos días Julia, se iba todo un mes de vacaciones a un pueblo cercano, yo estaba avergonzada y no pude afrontarla, así que la dejé ir sin decirle nada, pero le envié un sms deseándole un feliz verano… tardó casi tres días en contestar:
-         J: Gracias por el mensaje. Lo intentaré. Espero tenerte como amiga. Ya hablamos.
-          S: Espero que te lo estés pasando muy bien con la playa, los amigos… por aquí todo igual.
Se convirtió en un ritual, todos los días, cuando me levantaba esperaba tener un mensaje en el móvil, antes de acostarme le enviaba otro… hablando de tonterías, de todo y de nada hasta que un día:
-          J: Hoy estoy un poco rara, no paro de darle vueltas a la cabeza, estoy liada, no tengo ganas de hablar…
-          S: Ya sabes que en mí puedes confiar para lo que quieras, después de todo somos amigas, ¿no? Ya sabes lo que siento por ti.  Así que si quieres cuéntamelo.
-          J: ¿¡Qué sé lo que sientes por mí!? No sé si te gusta Adrián, Karen, yo… ¡no sé nada!
-          S: Sabes que no existe ni  Adrián ni Karen, solo tú.
-          J: Espera un momento, siéntate, no, no, no quiero decepcionar a la persona que hoy por hoy más me importa…
Y en ese momento, volé por los aires, me caí de la cama donde estaba sentada e intenté entender que tal vez ella estuviera sintiendo algo parecido por mí… le envié un mensaje dejándole bien claro que estaba loca por ella y pasaron los 10 minutos más largos de mi vida… ¡bip!¡bip!
-          J: No me envíes más mensajes necesito escuchar tu voz, te llamo esta noche.
Ensayé la conversación una y mil veces… pero cuando llamó solo podía decirle… ¿estás segura?, ¿seguro? Y ella Sí… Silencio.
Dos días después Julia dijo que quería verme y que volvía al pueblo a recoger unas cosas que le faltaban… cuando la vi, recordé su risa, su dulzura, su cuerpo, apenas podía hablar, la había amado desde el primer instante y aunque había habido otras personas, ella siempre estuvo dentro de mí,  escuchando y esperando a que ella se diese cuenta de mi existencia.
Fuimos muy poco a poco, tardamos mucho tiempo en “formar nuestra pareja”, las dos teníamos miedo por el que dirán, por los sentimientos que teníamos y por el futuro. Al principio, decidimos llevar nuestra relación en secreto, a espaldas del mundo, de nuestras familias y nuestros amigos… entonces empezaron los celos, las dudas pero también la excitación, el deseo, la necesidad de contacto…
Tardamos mucho en “acercarnos”, yo tenía miedo del rechazo y no me acercaba a ella, hasta que un día, después de un abrazo: me besó.
Ese beso, no fue mi primero, yo ya había besado a otras personas pero cuando sus labios rozaron con los míos todo mi cuerpo le dio la bienvenida, de repente, se paró el tiempo, sentí que todo aquello estaba bien, estaba donde quería, dónde tenía y con quién debía estar descubrí quien era, me perdoné por todos los años perdidos y me entregué a mis sentimientos sin mirar atrás.
Hoy han pasado 10 años y mientras escribo esto escucho una risa que me distrae, como siempre, es Julia… entra en casa riéndose de algo que ha oído y me vuelve a recorrer la misma descarga eléctrica que tuve cuando me abrazó aquella noche de San Juan…
En cierta manera puede decirse que Julia me rescató, me enseñó a vivir, a sentirme bien y a afrontar el mundo.


Hemos pasado por tantas cosas, los amigos, las familias, la sociedad… siempre juntas, siempre unidas, compartiendo momentos, construyendo un mundo nuestro y  luchando contra la ignorancia, la discriminación, el ruido y el silencio.


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