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La Noche - Riba


Salió de trabajar tarde, muy tarde, ella que nunca le gustó la oscuridad, ya desde pequeña se acostaba temprano. Su madre siempre decía que esta niña habías sido una bendición de Dios por lo buena que le había salido, no así como su otro hijo Alberto, que regresaba a las tantas de la  madrugada, dejándola mientras tanto  a ella muy preocupada.



Apresuró el paso, las calles estaban bastante solitarias, la oscuridad reinaba en aquella ruidosa y fea ciudad, su cuerpo iba en alerta, cada paso que daba era como si su cuerpo se tensará. La oscuridad, esa maldita negrura que le hacía pasar malos ratos. Sus pensamientos estaba intentando llenar su espacio para no pensar en esa oscuridad, tenía que pasar por una calle que ya a plena luz no le gustaba, y ahora  pensó: ¿cómo hago? y decidió que aunque tardará un poco más daría un rodeo para evitar esa calle.
Torció la esquina para dirigir sus pasos hacía donde sus pensamientos eligieron, cuando sus ojos se encontraron con tres tipos de malas pintas, no sabía donde mirar aceleró el paso, pero  uno de esos tipos se interpuso en el.
-Te has perdido?- Si quieres te puedo ayudar.
Su repugnante hedor a alcohol  le llego a su cara, Se retiro asustada, pero el tipo animado por los otro dos no cesaba en su acercamiento, ella intento alejarse y con la mirada buscaba a alguien, algún escape, cosa que
no encontró. El tipo la arrinconó contra la pared, ella imploraba con lágrimas en los ojos,
-¿Qué quieres? toma el bolso pero por favor no me hagas daño.
La risa de aquel tipo le resulto espeluznante, no quería pensar en lo peor, pero lo peor estaba por llegar.
La sujetó fuertemente de los brazos, ella se zarandeó pero sólo logro hacerse más daño, pataleo, intento pegar con sus pequeñas manos, pero parecía como si donde diera fuera un muro de hierro.
Sentía como su cabeza se iba a desplomar de un momento a otro, aquel tipo a cada segundo parecía más fiera, su ansia, su rudeza, la golpeo en la cara y, la sacudida que recibió la hizo por un momento olvidar lo que le estaba sucediendo, y no fue sólo un golpe. Sintió como su cuerpo se desplomaba contra un suelo helado, como si mil cristales se clavaran en ella, y hay se rompió en ella la vida, esos tipos le estaba robando lo más preciado de una mujer su respeto. El mundo empezó a desvanecerse poco a poco, pero no por ello pudo evitar sentir como uno a uno la ultrajaba, como el asco que sentía  se estaba apoderando de ella, estaba fuera de la realidad, hubo un momento que su mente se elevo a otro lugar, no quería  enfrentarse con lo que le estaba sucediendo, sentía como su entrepierna se rompía, un dolor agudo intenso la hizo gritar, un grito casi en silencio porque una áspera mano le tapó la boca, el dolor iba en aumento era como si le estuvieran introduciéndole una barra de hierro en la vagina, el dolor cada vez más intenso y los golpes que recibía  cada vez que intentaba resistirse a aquellos tipos, hicieron que perdiera por completo el sentido, casi fue lo mejor para ella.
La encontraron medio muerta, la ropa rota estaba esparcida a su alrededor, su cuerpo medio desnudo mostraba la crueldad de cómo fue tratada, sus morados reflejaba la resistencia que opuso ante tal ofensa.
Pero si mal estaba su aspecto, para que decir de su integridad, su alma, era como si se hubiera ido en el momento que aquellos seres le pusieron la mano encima, estaba vacía, asqueada de si misma, su cuerpo era un desconocido para ella, sólo el dolor le recordaba que tenía ese cuerpo.
Sus padres lloraban desconsolados por lo sucedido, su hermano , estaba tan furioso que gritaba, con vengarse de los que le había hecho eso a su hermana.
El mundo de Alaska había muerto.
Los primeros meses no se atrevía a salir sola, su hermano la acompañaba al trabajo, sus amigas intentaba que de alguna forma olvidara todo aquello que le sucedió, pero para Alaska eso resultaba bastante complicado, en su cuerpo estaban reflejadas todavía las evidencias de lo sucedió, cada vez que se bañaba, se  tiraba una hora dándose con el jabón para intentar limpiar, lo que no conseguía borrar, el recuerdo era perverso, no le daba descanso, no tenía otra cosa en mente que aquel suceso.
Las relaciones amorosa, se olvidaron para ella estaba muerta en vida.
Su amiga preparo una salida a una casa rural para sacarla de aquella ciudad que a cada paso le recordaba lo sucedido.
Era una casa en la montaña, prados verdes, caballos, aire puro y un cielo nítido.
Era una casa grande toda de madera, la entrada llena de flores, las ventanas adornadas con cortinas con visillos blancos , una dulzura de casa.
Las habitaciones individuales,  sencillas, pero bonitas donde la paz se podía respirar sobre la cama un simple y sencillo detalle para la huésped.
Las recibió una señora mayor con sonrisa bondadosa, les indicó donde se hallaba todo lo necesario y si que se necesitaban algo no dudaran en usar los timbres de las habitaciones en cualquier momento, que estaba para hacerles la estancia alegre y cómoda y se bajo a la planta baja para seguir con sus quehaceres.
Alaska se sentó en la cama y tomo el detalle que había sobre la sabana era una hoja en blanco con una pequeña reseña copiada de algún libro.
“Creí no tener nada, pero al descubrir la esperanza,
Comprendí que lo tenia todo.”
Le pareció absurda la nota, la arrugo y la lanzó a la papelera fallando en el intento y esta quedo allí tirada  y olvidada.
Se asomo por un pequeño balcón que tenía la habitación y comprobó lo hermoso del lugar, y su vista se pasó un rato contemplando el paisaje, estaba en eso cuando a lo lejos divisó a una mujer con pantalones tejanos, camisa a cuadros y un sombrero vaquero, una melena rubia por lo que podía alcanzar a ver le salía por debajo del sombrero, el empeño de aquella mujer era hacer que un cerdito pequeño entrara en un redil hecho para el caso, mirando el empeño que ponía en ello. Alaska no pudo menos que sonreír  con aquella escena donde la chica estaba más veces en el suelo que sobre sus piernas, y el cerdito parecía mirarla y esa escena le resulto bastante graciosa.

Alaska hacía tiempo que no sonreía, su mirada estaba siempre triste pero en aquel momento dejó oír su risa un sonido agradable, cálido.
Vio como al final la desconocida  lograba introducir a dicho animal al redil.
Se retiró del balcón cuando Adela su amiga entró llamándola.
-Qué Alaska te gusta el sitio?

-Si es precioso. Ha sido una buena idea.
-Me ha dicho la Señora María (la que las recibió) que la cena se servirá las ocho si nos parece bien, le he dicho que si.
-De acuerdo, tu ya has desecho el equipaje?
-Estoy en ello sólo quería decirte lo de la cena, nos vemos a las ocho en el comedor.
Deshizo el equipaje, y cuando ya estaba terminado, le sonó el móvil.
-Diga.
-Hola hermanita como  va?
-Alberto, esto es precioso,  pero no tienes otra cosa que hacer que estar pendiente de mí.
-Claro que sí,  tengo a las chicas haciendo cola en la puerta, así que te dejo que te lo pases muy bien.
-Gracias hermanito, da recuerdo a los papas y diles que estoy bien.
Desde lo ocurrido en la ciudad Alberto no dejaba de estar pendiente de ella, y ella lo notaba, y agradecía tener un hermano como el, sufrió  mucho con lo que le había pasado a ella, pero mejor no recordar aquello.
Cenaron juntas las tres. La señora María resulto ser una mujer muy agradable que les contó todo lo que podían hacer por la mañana en ese lugar, la cena fue ligera, después salieron a dar una vuelta, se dirigieron a los establos, donde había unos caballos preciosos y muchos tipos de animales, gallina, vacas, burros, cerdos, patos era como el arca de Noe.
Alaska buscaba con la mirada haber si podía encontrar a la chica del prado pero no logró verla, en cambió por allí se movían unas cuantas persona, dos jóvenes mujeres que estaban dando de comer  a los animales otra limpiaba, algo de excrementos y dos hombres bajaban la paja de un tractor, pero de la desconocida no había rastro.
Ya de vuelta a las habitaciones entró a la suya cuando se despidió de Adela, y encima de la cama encontró otro papel como aquel que tiró a la papelera.
“la noche se hizo de día borrando la oscuridad
Sombría de tu soledad.”
No estaba por la labor de esos mensajes pero este le pareció precioso, sus ojos fueron hasta la papelera donde quedó el otro pero no lo vio, cuando giró la vista estaba encima de la pequeña mesa donde Alaska había dejado un reloj, un libro y alguna que otra cosa, se  acerco  a la mesa y tomando la nota, la volvió a leer. Hablaba de esperanza, y ella pensó donde estaba la suya, no quería autocompadecerse de ella misma. Así que puso las dos notas juntas entre las páginas del libro y dio por terminada la noche. Se introdujo entre las sabanas blancas y se dejo envolver por el olor  y se quedó dormida.
Se levantó primera, bajo a la cocina para tomar algo, pues pensó en dar un paseo matutino antes de que se levantará su compañera.
Al entrar a la cocina vio de espaldas a su desconocida supo que era ella porque llevaba la misma ropa a excepción del sombrero.
-Buenos días - dijo.
La desconocida se volvió y sonriendo le dijo.
-Buenos días.
Alaska se quedó aturdida, con la expresión de aquella mujer cuando sus ojos se encontraron, ella sintió como una punzada en el corazón, el estomago se le encogió. Bajo la mirada sonrojada antes que aquella mujer pudiera adivinar sus sensaciones.
-Usted es una de las huéspedes?
-Si - Acertó a decir Alaska.
-Yo soy la propietaria, siento no haberles podido recibir ayer, pero estaba muy atareada en otros quehaceres espero que mi madre les indicaran donde estaba todo.
-Si, si no se preocupe, tiene usted una madre encantadora.
-Si lo se, pero bueno perdona mi torpeza soy Petra.
Y acercándose a ella le ofreció su mano, Alaska le extendió la suya, cuando las dos tocaron sus manos fue como una corriente de sensaciones, las dos se miraron de una manera profunda, como queriéndose decir mil cosas en sólo ese gesto, se separaron en el momento que la Señora María entró en la cocina .
-Hola buenos días, que temprano se ha levantado señorita, le puedo ofrecer un vaso de leche recién  ordeñada,.
- Sería un placer - dijo Alaska si dejar de mirar a Petra.
Esta le sonrió y le preguntó:
-Perdona, pero no me dijiste tu nombre.
-Ay,  si perdona, me llamo Alaska.
-Pues encantada de conocerte Alaska, si te apetece y no tienes nada planeado puedo enseñarte algún que otro lugar de la montaña, hay sitios preciosos.
-Bueno pensaba ir a dar un paseo antes de que mi compañera se levantará, pero no puedo demorarme mucho, no se que planes tenemos para hoy.
-En tal caso -contesto Petra- lo dejaremos para otra ocasión.
La vio alejarse y se reprocho haber dicho que no.
En ese momento Adela entraba en al estancia, alegremente y conversando de lo bien que había dormido.
Petra era una mujer sencilla, tierna, dejó la ciudad hace mucho tiempo, porque allí nadie entendía que a ella le gustasen la mujeres, sólo disfrutaba con ellas, nunca tuvo un novio, siempre fue clara con sus sentimientos y sus ideas. Nunca intento engañarse a ella misma ni a los que tenía a su alrededor, fue clara con sus padres, con sus amigos, todos lo aceptaron, pero la sociedad que la rodeaba estaba llena de hipocresía, lo que la hizo gastar todos sus ahorros, y con un pequeño préstamo se instaló en aquellos parajes, haciendo de la casa para poder sobrevivir una casa rural.
Estaba en el establo pero su mente estaba en el rostro de aquella mujer:  Alaska, tenía algo que le gustaba, tal vez, la tristeza que llenaba su alma, sentía la necesidad de cuidar de esa mujer,  la ternura era el sentimiento que la inundó cuando rozó su pequeña mano, suave y delicada.
Hacía mucho que Petra estaba sola, se acostumbro a esa soledad, su madre muchas veces le insistía en que buscara a alguien para compartir su vida, pero ella nunca necesito a nadie, o eso pensó ella porque desde que vio a Alaska algo estaba cambiando.
Esa noche Petra hizo acto de presencia en la cena, y cenaron las cuatro, fue una cena diferente para Alaska que cada vez que tropezaba con los ojos de Petra se encontraba torpe, no entendía como podía estar sintiendo algo que para ella ya no tenía significado
La cena termino para lamento interno de Alaska que disfrutó de la charla alegre, inteligente y amena de Petra, su madre y de Adela.
En el momento de retirarse y estando las tres quitando la mesa, sonó el móvil de Adela, se aparto  para poder atender la llamada, mientras Petra y Alaska retiraban los platos, pues le habían dicho a la Señora María que se retirara a descansar, ya que Alaska y Adela se habían ofrecido para ayudar atentamente a Petra.
Al volver Adela, pregunto Alaska
-Todo bien?
-Lo siento mucho pero me temo que mañana tengo que marchar me reclaman del trabajo, una compañera se indispuso, y soy la única que puede suplirla.
-Esta bien dijo Alaska, preparare mi equipaje.
-¿Que dices? -contesto Adela- Ni hablar, tenemos las habitaciones, y no vamos a desaprovecharlas ¿verdad Petra? Alaska quédate disfrutando de estos días.
-Que dices Adela no me parece dejarte marchar sola.
Adela se volvió para Petra y le pregunto, si podría acompañar a Alaska estos cuatros días hasta que ella volviera el sábado y enseñarle todo lo que estaba previsto en la guía.
-Por mi encantada, si Alaska no tiene inconveniente.
Alaska pensó en Petra, sería bonito poder estar con ella y compartir tan bellos paisajes con tan interesante mujer, y su respuesta fue si.
El día empezó con Petra en su todo terreno acompañando a Adela  hasta la parada del autobús.
Alaska iba sentada atrás mirando el paisaje, pero de vez en  cuando se encontraba con los ojos de Petra por el espejo del retrovisor, le gustaba encontrar aquella mirada, era reconfortable, pacifica, el brillo de aquellos ojos la hacían sentir bien, como protegida, la ternura que desprendían la habían envuelto desde que la encontró en aquella cocina.
Despidieron a Adela y Alaska ocupo el asiento del copiloto, cuando intentó ponerse el cinturón, le resulto un poco complicado insertarlo, y Petra muy amablemente hizo el ademán de  ayudarla y sus manos se rozaron. Un gesto suave, que ninguna evitó, fue Alaska la que algo avergonzada retiro la suya .
-Que torpe soy.
-No, siempre se atasca, tiene su punto, no es tu culpa.
Se miraron y Petra puso rumbo a la montaña.
Ya en la habitación Alaska , pensó: ¿Qué me está pasando? No puedo estar sintiendo nada por ella, no soy digna de nadie, estoy sucia no podría resistir que me toque, pero esta mujer me está entrando profundamente y no puedo quitármela de la cabeza, me gustan sus miradas, sus roces, me hace sentir segura, o Dios Petra, ¿Qué me estás haciendo?.
Se encontraron en los establos Petra estaba limpiando el establo y Alaska se ofreció para ayudarla, estaba riendo y jugando con las pajas , cuando Alaska resbalo y cayo de bruces al suelo. Petra corrió a su lado sin dejar de reír y se arrodillo junto a ella,  Alaska tampoco dejaba de reír, Petra hizo un movimiento hacía ella y sus bocas quedaron unidas, sus labios suavemente fueron  acoplándose una a la otra era un beso tierno. La ternura de Petra fue toda en ese beso, sus lenguas se tocaron ligeramente, un placentero momento que Alaska rompió de golpe cuando a su mente llegaron los recuerdos olvidados en su subconsciente, no podía hacer aquello, los recuerdos no la dejaba.
Petra noto el miedo en sus ojos y con ternura le hablo, -¿Qué pasa Alaska? Te he molestado.
-No, no eres tu Petra, soy yo, no estoy preparada para esto. Tengo algo que me bloquea.
-Alaska me gustas, yo no buscaba nada pero tu me has abierto las puertas a la vida otra vez, pensé que estaba viviendo, pero desde que te ví la primera vez, supe que nunca estuve viva. No quiero forzarte a nada, pero se que no te soy indiferente, pero si tengo que esperar esperaré a que estés lista.
Alaska ante la sinceridad de Petra, le narró todo lo que aconteció aquella fatídica noche.
Petra con lágrimas en los ojos escucho el relato de
Alaska, y si quería a esa mujer en aquel momento su amor se duplicó y u ternura creció .
Alaska estaba tumbada en su cama, estaba triste Petra era una gran mujer, y ella la quería pero ese maldito recuerdo le impedía…
Ya tarde tocaron a la puerta de la habitación, se levantó y abrió, se encontrócon ella, con esos ojos que la enamoraron.
-Hola, Puedo pasar?- Pregunto con un tono de voz suave.
-Petra, claro, claro pasa.
Petra no perdió el tiempo,la abrazó suavemente y en sus brazos le hablo al oído: -no me tengas miedo,  déjame borrarte ese recuerdo que no te deja vivir, déjame construir para ti otro recuerdo, déjame hacerte un mundo de luz, de soles, nada de oscuridades, déjame ser esa luz en tu vida, llenaré tu mundo de millones de luces para que nunca más puedas sentir esa oscuridad en tu vida,
Los labios de Petra se perdían suavemente por el cuello de Alaska que se dejó hacer porque con cada caricia de aquella mujer sentía como su corazón, su alma empezaba a clarear, una luz inundo todo su cuerpo.
Cuando Petra llegó hasta las parte intimas de Alaska, la delicadeza, la suavidad, el amor que le ofreció hizo que Alaska volviera a creer en el amor, aquella mujer la estaba haciendo suya de una forma sublime. La ternura de sus ojos la seguían acariciando, la suavidad de sus manos la estremecían y cuando se fundieron por completo una en la otra sus cuerpos no podían ser identificados, Petra, Alaska, Alaska, Petra.
Alaska renació a la vida con el amor de Petra,  cuando Petra terminó rendida de todo el amor que vació en aquella mujer, fue Alaska una mujer nueva la que se encargo de Petra, se acercó a su oreja y con un susurro le dijo.
-Gracias Petra has iluminado mi vida con tu ternura, con tu amor, con tu suavidad, me has hecho renacer como podré pagarte tanto amor, y su boca iba recorriendo el cuerpo de Petra. Quien le contestó
-Casándote conmigo.
Alaska se detuvo sonrió y Petra le dijo: -No pares amor ya me contestarás después.


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2 comentarios:

  1. Deberias continuar esta historia !!

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  2. Buenisimaaaa que continue siiiii felicidades muy linda historia

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