Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Como un Huracán - MaraLess



Capítulo 1

No quiero sentir esto que siento (o si), todo se complica, todo se confunde, todo se cae, se derrumba, todo se transforma, pero… todo comienza a tener sentido, todo se llena de emoción.


Mi vida era cómoda, agradable, apacible, quizás un poco monótona pero no sentía que me faltara nada en especial. Mi trabajo gratificante, mi familia entrañable y bien avenida, mi compañero atento, afectuoso, dulce, siempre pensé que le quería (realmente le quiero) y hasta hace apenas unas semanas tenía todo lo que presumía podía necesitar.



Pero llegó la revolución, llegó la tormenta, la ansiedad, la congoja, el deseo, un pellizco en mi corazón, se nubló todo atisbo de razón y apareció en mi vida algo que no sabía que existía, ¡estaba ahí!, estuvo apagado pero latente y ahora, ahora apareció en mi vida ella, como un huracán, dispuesta a arrasar con todo, para despertarlo.

Una nunca se imagina que el más mínimo acontecimiento, la nimiedad más insignificante, pueda cambiar tu vida.

Todo se inició hace apenas dos meses, llevaba una mañana ajetreada, realmente atacada por el estrés, me disponía a acercar unos planos a unos clientes, iba cargada además de con dos cilindros de cartón de gran tamaño que contenían los planos, con varias bolsas de compra ya que aprovechando que mi coche estaba en el parking de unos grandes almacenes hice algunos encargos, llevaba ambas manos ocupadas y mi bolso bandolera que contenía las llaves del auto se había acomodado hacia la espalda por lo que el acceso a los grandes bolsillos se había hecho un tanto complicado. Me sentía torpe, el suelo del parking estaba manchado de algún tipo de aceite mecánico y no sabía donde soltar alguna de mis bolsas para dejar una mano libre,  debí de hacer algún gesto de impotencia ante la situación por que de lejos me llegó una voz.

- ¡Espera, no te apures! ya te ayudo.

Levante la mirada y me topé con ella. No se aún porqué pero el corazón se me aceleró, en principio pensé que un poco por timidez, por sentirme en esa situación tan ridícula, en fin, tampoco le di importancia. Me ayudó con las bolsas muy amablemente, todo en ella era calmado, relajante, sereno. Hizo algún comentario gracioso que no sabría recordar y se despidió. Yo apenas pude decir más que gracias, apenas me salía la voz del cuerpo y creo que lo susurré, cuando tuve tiempo de reaccionar ya se había marchado. No sabía muy bien que había pasado pero había pasado algo, seguía sintiendo el pecho alterado y me faltaba un poco la respiración, ¡un poco de ansiedad por el estrés! pensé y arranqué el coche.

Dos semanas más tarde de regreso a casa, iba buscando algún bar abierto, Luís me había llamado para que le comprase tabaco, se había hecho realmente tarde y la mayoría de los locales ya estaban cerrados. Casi me había dado por vencida, estaba llegando a casa cuando vi a lo lejos un luminoso encendido, era un bar nuevo en el barrio, bastante cerca de mi casa, aparqué y entré buscando una maquina expendedora de tabaco, la encontré enseguida, frente a la puerta. Había un ambiente muy agradable, sonaba música de jazz con el volumen perfecto y la gente parecía divertirse. Me acerqué a la máquina dispuesta a comprar el tabaco y comprobé que no tenía monedas por lo que me acerqué a cambiar a la barra. Una chica estaba de espaldas preparando algún tipo de combinado con café.

- ¡Disculpa! ¿Podrías cambiarme para tabaco?

Lo dije alzando un poco la voz para que me escuchara, cuando se giró la reconocí inmediatamente, ¡era ella! la chica del parking. Hacía dos semanas que la había visto como una ráfaga, apenas un instante, pero nada más verla supe quien era y mi pecho volvió a estremecerse nervioso, como una tonta adolescente me ruboricé y no supe que decir.
Ella me sonrió, también me había reconocido.

- ¡Que casualidad! ¿Qué haces tu por aquí? parece que estas destinada a necesitar algo de mí.

Me faltaba el aliento, sentía una presión como si alguien me pisara en el pecho y no me dejara respirar, me intimidaba y con gesto muy serio, realmente me estaba asustando el efecto que esa chica me ocasionaba, apenas pude decir.

- Vivo aquí, al lado, y …solo quiero tabaco. (¡Dios, que boba me sentí! otra vez esa chica me dejaba sin palabras y estupefacta)

Debí parecerle cortante y seca y todo se volvió más impersonal, desapareció la sonrisa de su rostro, tan solo permaneció un gesto amable, tomó el billete que puse sobre la barra, se giró hacia la máquina registradora y me dio el cambio.

Una semana después aun me quitaba el sueño sentirme tan estúpida y expuesta por esa mujer, no podía sacármela de la cabeza, pensaba en ella todo el día y las noches se prolongaban en el insomnio. Tenía tatuada en la memoria la expresión de sus ojos, el brillo, la alegría y la paz que transmitían, los hoyuelos junto a la comisura de su boca cuando sonreía, su tez lisa, brillante, su forma de estar, la seguridad que expresaba, era totalmente obsesivo, y me daba miedo, mucho miedo, eso que estaba sintiendo por una completa desconocida no era normal ¿porqué me provocaba esas sensaciones? no la conocía de nada y además …era una mujer.

Decidí que tenía que hacer algo, no podía seguir así, necesitaba dormir y esa angustia me estaba matando, era algo completamente absurdo, no tenía lógica y debía atajarlo de cualquier manera. Esa misma noche, al salir del trabajo me acerqué al bar donde la encontré noches atrás, era la misma hora aproximadamente por lo que habría más probabilidades de coincidir con su turno. Aparqué cerca, me costó salir del coche, algo me impedía bajarme, algo me advertía de un posible peligro, volví a sentir ese pie sobre mi pecho pero una chispa de cordura me obligó a hacerlo y sin pensar más, atravesé la puerta de entrada.

La vi nada más entrar, estaba charlando con una pareja sentada al fondo, en la barra, parecían muy animados, reían. Me coloqué justo en el otro extremo y me senté. Ella me miró, sonrió y tras unos segundos despidiéndose de sus contertulios se acercó a mi sonriendo.

- ¡Otra vez por aquí! ¿necesitas algo de mi?

Esta vez pude sonreír gracias a su tono sarcástico y me sentí más relajada, menos asfixiada.

- Hoy es una visita de disculpa

- ¿Disculpa por qué?

- Porque he sido una auténtica grosera no agradeciéndote el favor que me hiciste en el parking. Y el otro día iba un poco estresada y fui un pelín cortante.

- ¿Cortante? ¡tú no sabes lo que es lidiar con personas con copitas demás!. Un poquito seca, ¡eso si! – dijo sonriendo y guiñándome un ojo – Pero todo el mundo tiene un mal día ¿no?

- Me llamo Rocío, aunque todos me conocen como Ro.

Sonreí y alargué la mano para estrechar la suya  por encima de la barra, ella se subió en una banquetita que tenía junto a sus pies, se rió, apartó mi mano y salvando la altura de la barra se acercó y me dio dos besos mientras me decía.

- Encantada, yo me llamo Sagrario, aunque todos me llaman Sasa – Sonrió amablemente – ¡Espero que sea el comienzo de una gran amistad! como diría Humphrey Bogart. ¿Quieres tomar algo? hoy invita la casa por ser el primer día.

El roce de su rostro me hizo estremecer, una especie de corriente recorrió todo mi cuerpo de punta a punta y de nuevo volví a sentir ansiedad, quise salir corriendo y olvidarme de esa mujer que me provocaba tanta confusión pero me contuve y serené como buenamente pude.

- Una cerveza por favor, pero debería ser yo la que invitara, soy yo la que está en deuda contigo.

- ¡Por Dios! ¡qué formalidad! tan solo fui amable con alguien que lo necesitaba, otra vez lo harás tú por mí.

Sirvió dos cervezas en copas heladas y se sentó en un taburete frente a mí. El bar estaba tranquilo, apenas tres parejas y un grupito de cinco sentados al fondo. Sonaba música de Jazz como el primer día.

- Entonces, ¿vives por aquí? dijiste el otro día ¿no?

- Dos calles más allá, en la plaza. ¡Hace ya cuatro años! y realmente faltaba en el barrio un sitio como este, antes, a las doce, estaba ya todo muerto.

- Ya, por eso lo abrí, yo vivo a dos calles también, pero en sentido contrario, junto al supermercado, y era algo que hacía tiempo que echaba de menos. Antes tenía un local en la otra punta de la ciudad pero cuando me separé decidí abrir el negocio yo sola y pensé que este sería un buen sitio.

- ¿Es tuyo? No sabía si el negocio era tuyo o simplemente trabajabas aquí, pues ¡enhorabuena por tu negocio!, está muy agradable y acogedor. ¡Espero que te vaya muy bien! yo prometo ser una cliente asidua – según lo iba diciendo me iba arrepintiendo – y procuraré hacerte buena publicad a mis amigos y conocidos.
-  ¿Ves? ¡eso es estar en deuda! por ayudarte con unas simples bolsas ahora tengo a toda una relaciones públicas en el barrio.

Reímos, hablamos de banalidades, hablamos de trabajo, hablamos de política, de viajes, de experiencias, hablamos y hablamos y cuando me di cuenta eran las tres de la madrugada, la hora de cerrar. Se me había pasado el tiempo como una exhalación y no había avisado a Luís, además esa tarde había tenido una reunión por lo que puse el móvil en silencio y… ¡Dios! 15 llamadas perdidas y todas de Luís.

Me despedí atropelladamente, prácticamente no me despedí, ella estaba cobrando a la última pareja que quedaba en el bar y yo salí corriendo. Grité desde la puerta.

- ¡Se me hizo tardísimo!, ciao, no esperé a que contestara y salí corriendo.

Capítulo 2


Llegué a casa y Luís estaba como un energúmeno.

- ¿Dónde te has metido? estaba preocupadísimo, no contestabas al teléfono y he llamado a todo bicho viviente para ver si estabas con ellos, creo que he despertado a la mitad de nuestros amigos.

- Lo siento muchísimo, se me fue el santo al cielo. Me quedé trabajando en un proyecto y cuando quise mirar la hora me asusté y salí pitando. El teléfono no lo atendí por que lo tenía en silencio desde la reunión de la tarde. ¡Sorry, sorry, so sorry!



- ¡No vuelvas a hacerme esto! regresa a la hora que te de la gana, sabes que no me importa,  pero avisa por favor, estaba realmente asustado.

Le di un beso, le pedí disculpa mil veces y cuando lo vi calmado me fui a la ducha.

Bajo el agua la cabeza me martilleaba, ¿porqué le mentí? ¿porqué no podía haberle dicho la verdad? ¿qué tenía de malo lo que había pasado? ¿en que tipo de arenas movedizas me estaba metiendo? Me acosté y ¡otra noche sin dormir!, me sobrevolaban las preguntas, en vez de ver ovejitas saltando sobre una valla para conciliar el sueño las preguntas se atropellaban unas a otras se pisaban, me rodeaban, toda yo era una pregunta, una pregunta superlativa, la cuestión de las cuestiones… me rodeaba el atisbo de la gran pregunta, de la pregunta que aun no me quería hacer.

El lunes siguiente, como siempre con prisas, buscaba mi chaqueta de rayitas, la que me pongo siempre con los vaqueros… de repente caí en la cuenta de que dejé de verla el día que estuve en el bar de Sasa. ¡Nooooo, otra vez no! había conseguido dormir y bajar la tensión con unos ansiolíticos que me prescribió el médico y de repente otra vez me alteraba pensando en que tendría de nuevo que verla.

Por un lado me decía, no tienes porqué ir a recogerla, es una chaqueta cara pero la tranquilidad que te ha costado conseguir la vas a volver a perder, por otro lado me quería engañar y me decía que no era tan grave que ¿cómo alguien tan desconocida iba a alterar toda mi vida? y que no iba a pasar nada por volver a estar cerca de ella. Me engañaba por que en el fondo sabía que si me iba a alterar y sabía que perdería el sueño, pero sabía también, en el fondo y sin querer reconocerlo, que estaba deseando verla.

Esta vez llamé a Luís, le dije que había quedado con una amiga del instituto que hacía muchos años que no veía y que seguramente llegaría tarde.

- Gracias por llamar, amor. ¡Pásalo bien! ¡Hasta mañana! ¡Ah!, si bebes mucho no conduzcas y procura tomar un taxi, mañana ya recogeremos el coche de donde lo dejes.

- No te preocupes, no beberé mucho y si lo hago tomaré un taxi, te lo prometo. Buenas noches, ¡que descanses!

Nada más colgar el teléfono volvió la angustia, ¿qué necesidad tenía de engañarle? ¿qué trataba de ocultar tras esas excusas? seguía sin hacerme la pregunta más temida y decidí no pensar y entrar en el bar.

¡No estaba! en la barra había una chica rubia, miré por todos lados y no la vi, cuando estaba dispuesta a darme la vuelta y marcharme caí en la cuenta de que había ido a por mi chaqueta. Decepcionada me acerqué a la barra y le dije a la chica.

- El otro día me dejé aquí una chaqueta de rayitas blancas y azules, ¿la has visto por ahí?

- ¡Espera un momento!

Desapareció por una puerta que no había percibido las otras veces, estaba junto a la máquina cafetera. Al momento salió, vi que no traía mi chaqueta y justo cuando le iba a preguntar apareció Sasa, tras ella, sonriendo, encantadora.

- ¿Dónde se ha metido mi relaciones públicas? desapareciste como una exhalación, como Cenicienta y te dejaste atrás tu zapato de cristal.

Lo dijo riéndose, entregándome una bolsa de papel que contenía mi chaqueta.

- Muchas gracias, lo siento, el otro día perdí la noción del tiempo y cuando me di cuenta de la hora que era me preocupé, no había avisado.

- ¡Ups! perdón, no sabía que tuvieras a alguien a quien avisar, sino te lo hubiera recordado.

- La verdad es que no te comenté nada, vivo en pareja desde hace diez años.

- ¿Con un chico o una chica? – me preguntó de la manera más natural –

Me quedé petrificada, paralizada, aturdida. ¿Porqué me preguntaba semejante cosa? nadie jamás se lo había cuestionado, siempre me había parecido algo tan obvio y sin embargo precisamente ahora y precisamente ella me lo preguntaba.

Debí de poner cara de pez por que se rió, soltó una carcajada y me puntualizó.

- ¡Chica, no te asustes! te lo pregunto por que has dicho pareja y no novio ni marido y eso es lo que solemos decir cuando somos “parejas” homosexuales.

Lo acababa de rematar, ha dicho ¡solemos decir! y ¡cuando somos! se ha incluido, ¡es lesbiana! Tartamudeando contesté.

- ¡Lo siento! es la primera vez que lo cuestionan, no es que me importe, solo que no me lo esperaba. Es un chico, se llama Luís y la verdad es que nunca me he querido casar y odio la palabra novio.
 
- Bueno Ro, ¡tranquilízate! e invítame a esa cervecita que te empeñaste en deberme, como verás he contratado nuevo personal, se llama Laura,  ahora puedo ejercer de anfitriona y sentarme contigo en una mesa, además esta noche tenemos una actuación de un grupo de jazz de unas amigas mías, ¡seguro te va a encantar!

Nos sentamos en la mejor mesa del local, Laura nos sirvió las cervezas y al momento llegaron las chicas del grupo de jazz. Se sentaron con nosotras un momento, eran cuatro y parecían todas muy amigas, se notaba que había mucha confianza y se notaba que se querían. Una de ella le preguntó a Sasa.

- ¿Cómo estás cielo? ¿Cómo lo llevas? ¿Has vuelto a saber algo de esa cerda?

- No es el momento Matilde, pero quédate tranquila, estoy mucho mejor de lo que pensaba, tanto trabajo montando el local me ha ayudado mucho.

- Bueno guapa, que sepas que siempre puedes contar con nosotras tanto en lo personal como en lo profesional. Tú has sido siempre nuestro ángel y ahora nos toca ser el tuyo, pero bueno, eso ya lo sabes y no te lo tenemos que decir.

Se abrazaron y pude ver como unas lágrimas se le escapaban, hizo un gran esfuerzo para que yo no me diera cuenta pero cuanto más lo intentaba más notaba que se derrumbaba. Se sentó girándose para disimular, se me encogió el estómago, apenas la conocía pero me dolía verla sufrir. No lo pensé dos veces y le tomé una mano, la apreté suavemente y le dije.

- No te preocupes, cuando hay dolor, llorar alivia y cuando quieras, aquí tienes mi hombro.

Me miró con los ojos húmedos, tristes. Hizo una mueca imitando una sonrisa que no me convenció.

- Gracias Ro, hoy es un día muy difícil para mi, hoy era mi aniversario de boda. Yo si me casé y lo quería hacer y me gustó hacerlo – a estas alturas le caían las lágrimas a borbotones por las mejillas – pero a ella no le basté, no fui lo suficiente y me sustituyó a los dos años de la boda. ¡Me está costando mucho superarlo!

Se abrazó a mí llorando desconsoladamente, no sabía qué decirle. Me abrumaba su cercanía, le pasé la mano por el pelo y sentí que perdía la cabeza. ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué podía decirle para consolarla?

- Llora, llora todo lo que quieras sin consideración, es como una terapia, esto es un duelo, has sufrido una pérdida y además una traición y tienes que expulsarlo. Desahógate, cuenta lo que sientes, explica tus angustias y verás como argumentándolo para otros encuentras muchas respuestas.

Se incorporó sonriendo, esta vez de verdad y me miró con los ojos llorosos.

- ¿Eres psicóloga?

- No, pero he ido a muchos.

Sonreí también, le sequé las lágrimas con mis dedos.

- Supe desde el primer día que sería el inicio de una gran amistad, he encontrado a mi terapeuta particular, tienes un hombro estupendo para llorar, lo tendré en cuenta cuando me sienta flaquear. Ahora hay que sobreponerse, va a empezar el concierto y hay que celebrarlo. ¿Te apetece un tequila?

- ¡Eso también ayuda de vez en cuando! ¡vamos a cogernos una buena moña!
Desperté sobresaltada, me llevé un susto tremendo, un ensordecedor portazo y gritos de una descomunal bronca me aporreaban alrededor, la cabeza me iba a estallar. Me incorporé en el sofá de un salón completamente desconocido para mí, pude reconocer tumbada en otro sofá a Matilde una de las chicas del grupo de jazz. ¡Las 6 de la mañana! ¡demonios! ¿dónde estoy? Me levanté, me dirigí hacia la cocina y una chica que suponía protagonista de la bronca estaba llorando.

- ¿Puedo hacer algo por ti? – me dijo que no con un gesto de la cabeza - ¿Podrías decirme donde estamos? – Me indicó un lugar en la otra punta de la ciudad - ¿Sabes dónde está Sasa?

- Se marchó, su ex vino y ella salió corriendo.

- ¿Podrías darme su número de teléfono?

- ¡Claro!

Capítulo 3

Llamé a un taxi, le indiqué la dirección de mi casa. ¿Qué le diría a Luís? Pero esa no era mi mayor preocupación, solo podía pensar en Sasa, ¿dónde estaría? ¿cómo estaría? ¿con quién?

Llegué a casa, Luís estaba dormido, me fui directa al baño, el reflejo que me devolvió el espejo me asustó ¡Dios, que pelos! y que mala cara, me tomé un analgésico. Frente al espejo de nuevo, arreglándome un poco, me hacía una y otra vez la misma pregunta ¿la llamo o no la llamo? ¡otra vez con esa desazón! ya te lo había dicho …y para colmo ¿dónde está mi chaqueta?


Me tomé un ansiolítico y me acosté junto a Luís. El despertador sonó a los 15 minutos de haberme acostado.

- ¿A qué hora llegaste anoche? mi amor. Yo estaba derrotado y me acosté temprano, la verdad que no te sentí.

- No lo se muy bien, pero tarde. ¡Yo si que estoy derrotada! ummmmm ¡no quiero ir a trabajar! ¡quiero dormir!

- ¡Venga perezosa! ¿a quién se le ocurre irse de juerga un lunes?

No se muy bien que me angustiaba más, si mentir de esa manera a Luís o no poder sacarme de la cabeza a Sasa. ¡Gracias a dios el ansiolítico comenzaba a hacer efecto!

Me duché y como pude, arrastrando mi cuerpo, me dirigí hacia donde tenía aparcado el coche, que si no recordaba mal, lo dejé junto al bar. Cuando llegué pude ver la persiana del local subida y sin pensármelo dos veces me acerqué.

- Sasa, ¿estás ahí?

- Entra – Me dijo Laura con cara de preocupación – Llegó hace un rato y se ha encerrado en el almacén, no quiere abrirme y realmente traía muy mal aspecto.

Me acerqué a la puerta y en un tono muy bajito comencé a llamarla.

- Sasa, Sasa, ¡ábreme por favor!, soy Ro. ¡Por favor! no me dejes con esta intranquilidad, ¡si no hablas conmigo un momento, no voy a trabajar!

Abrió la puerta, estaba horrible, la cara hinchada de haber llorado mucho tiempo y borracha aun, probablemente no habría dejado de beber. Se tumbó en un sofá que había al fondo, una especie de despacho muy agradable y colorido, desentonaba con su aspecto.

Me acerqué, no sabía muy bien que hacer ni que decir, me senté junto a ella en el borde del sofá y le tomé una mano. Realmente el ansiolítico estaba haciendo efecto porque me sentía tranquila, serena, y pude decir.

- No se muy bien que es lo que ha ocurrido, pero una chica me contó que tu ex apareció y…

No me dejó terminar, se incorporó y se abrazó a mí llorando desconsoladamente, olía a alcohol, era evidente que había estado bebiendo hacía poco. La abracé también y sentí que me mareaba, no tenía ansiedad pero estaba completamente aturdida, estaba… no me quedó más remedio que reconocerlo, ¡estaba excitada!

Ella se fue aproximando más, su rostro se sumergió junto a mi hombro, sentía su respiración acelerada, como la mía. Sus labios recorrieron mi cuello, mi mejilla y buscaron mis labios. Me besó, me dejé besar por un momento y entré en pánico, me deshice de su abrazo, de su beso y me puse en pie de un brinco. Ella me miraba con ojos asustados. ¡Dios, que hacer!
 - ¡Sasa, por favor!

No supe que más decir, las lágrimas también se me saltaron y salí corriendo. Arranqué mi coche y desaparecí.

Conduje sin rumbo, frenética, durante horas. Mi cabeza era como una montaña rusa subía y bajaba de innumerables estados de ánimo. Cuando mi cuerpo dijo ¡basta, ya no puedo más! observé un cartel de carretera anunciando una salida con alojamiento a 500 metros, la tomé y me hospedé en una pequeña pensión rural. Caí rendida sobre la cama, olía a humedad, sentí mucho frío… y me dormí.

Cuando desperté a la mañana siguiente pensé que mi cabeza iba a estallar, jamás había sentido un dolor así, no podía moverme, un simple gesto, un simple giro me provocaba un malestar tremendo. Decidí quedarme allí, inmóvil, con los ojos cerrados, sin pensar.

Comencé a sentir alivio del dolor de cabeza y logré incorporarme, me extrañé de no haber oído ningún teléfono, ¿dónde estaba mi bolso? eché una ojeada por la habitación y no lo vi, tan solo reconocí mis llaves sobre un mueblecito junto a la puerta.
Conseguí levantarme con mucho esfuerzo, me sentía muy débil, me asomé por la ventana y pude apreciar que estaba anocheciendo. ¿Desde cuando estaba allí? Frente a la puerta estaba estacionado mi coche, tomé las llaves y me acerqué para mirar si mi bolso se encontraba dentro y ¡voilà! estaba en el suelo del asiento del copiloto.

Lo primero que hice fue comprobar el móvil para ver quién había llamado, pero estaba apagado, tenía la batería agotada. Luego miré a mi alrededor para intentar ubicarme, realmente no tenía ni idea de donde me encontraba y tampoco estaba muy segura de saber que día era. Luego comprobé en mi cartera si tenía dinero efectivo o tarjetas de crédito, iba sobrada, en esa cuestión no había problema. Entré en la recepción de la pensión, había un señor mayor, me miró con gesto de preocupación y me preguntó.

- ¿Se encuentra mejor, señora? El otro día llegó usted con muy mal aspecto.

¡El otro día!, ¿cuanto tiempo llevaba en esa habitación? No quería parecer una psicópata o algo parecido y no me atreví a preguntar qué día era.

- Si, ya estoy mejor, necesitaba descansar y ¡creo que lo he hecho con creces! – Le dije sonriendo - ¿Podría decirme donde puedo comer algo por aquí cerca?

- Tenemos cocina, si usted quiere, mi mujer puede prepararle lo que le apetezca.

- Me encantaría algo calentito, un caldo o una sopa.

- ¿Prefiere el comedor o su habitación?

- Si no es molestia preferiría en mi habitación y ¡perdone! ¿podría conseguir la prensa del día?

- ¡Por supuesto! no se preocupe señora, en cuanto esté todo listo yo se lo acerco a la habitación.

- Muchas gracias.

No había pasado ni media hora cuando sentí golpear en la puerta, era el señor de la recepción con una gran bandeja, traía la prensa del día, un abundante plato de sopa y un poco de fruta de temporada. Lo colocó en el mueble de la entrada y se despidió amablemente.

Lo primero que hice fue mirar la prensa, ¡Oh my God! Estuve desmayada casi 3 días, no me lo podía creer, también pude comprobar dónde me encontraba, el periódico era local ¿cómo es posible? estaba a más de 700 kilómetros de mi casa.

Se me vino a la cabeza Luís, ¡pobrecillo!, ¿qué estaría pensando?, seguro que ha llamado a toda mi familia. ¡Uf! mejor no pensar por el momento y ataqué el plato de sopa descubriendo que tenía mucha más hambre de lo que pensaba. Terminé toda la comida de la bandeja, ingerí un par de ansiolíticos  de la caja que llevaba en el bolso, gracias a ellos y al estómago lleno volví a sentir la pesadez del sueño,  me dormí.

Amanecí temprano, eran apenas las 7 de la mañana. Estaba un poco aturdida, esas pastilla me dejaban la cabeza muy cargada y la boca seca. Respiré profundamente y sin pensar dos veces decidí llamar a Luís. ¡Ops! batería agotada.

En la recepción estaba una señora.

- ¡Buenos días! ¿quiere desayunar?

- Oh, si, muchas gracias. ¿Tienen teléfono público? necesito hacer una llamada y mi móvil está sin batería.

- Si, en el comedor hay uno, ¡vaya para allá! ahora mismo le sirvo el desayuno.

Marqué el número de casa, realmente no había pensado que decir pero era imperante dar señales de vida y tranquilizar a Luís.

- Diga

- Luís, soy yo.
- ¡Dios mío, Ro! ¿dónde te has metido? por poco me vuelvo loco – noté como se le quebraba la voz – ¿Cómo no has llamado antes? he alterado a toda tu familia, tu madre está aquí.

La garganta se me cerró, me congestioné, no podía respirar, realmente no había sido consciente de la preocupación que había ocasionado mi huida, volví a sentir el pie sobre mi pecho y me eché a llorar.

- Lo siento, Luís. Lo siento de veras, no sé lo que me ha pasado, realmente no lo sé, pero tenía que huir. Dile a mi madre que estoy bien, solamente tengo que pensar, tengo mucho que pensar. Por favor, perdonarme. Os quiero.

Y colgué completamente sumida en una angustiosa culpa. Estaba muy enfadada conmigo misma, ¡no se pueden hacer las cosas así! jugando con los sentimientos de los demás, siempre había sido una persona valiente y ahora no podía reconocerme ante semejante estado de cobardía.

Capítulo 4


Regresé a la habitación, seguía enfadada. Me di una larga ducha, salí envuelta en una toalla, me miré en el espejo empañado, empañado como mis pensamientos, no quería hacerme la pregunta, con la mano limpié un pequeño círculo en el vaho, me miré a los ojos y llorando me pregunté en voz alta, ¿te gusta Sasa? ¿sientes deseo por ella? ¿te ha provocado sentimientos que nunca antes nadie te hizo experimentar? ¿te apetece tocarla, besarla, amarla? ¿sientes que todo es nada si ya no está en tu vida? Mentalmente fui contestando que SI a cada una de las preguntas… tras un largo silencio y un llanto profundo del corazón, lo dije, a mi reflejo y en voz alta, SI.


Pasé dos días más aclarando mis sentimientos, componiendo una estrategia para retomar mi vida, aunque no llegué a ninguna conclusión clara. Al menos conseguí un cargador para la batería del móvil y llamé a todos aquellos a quien tenía que pedir disculpas, mi socio, mi madre, mis hermanos, de nuevo a Luís, a todos menos a quien más me importaba en ese momento, a todos menos a Sasa. ¿Qué habría sido de ella? ¿cómo pude comportarme como una adolescente estando en el estado en que se encontraba? Se me rompía el corazón de pensar en que situación la dejé y que pudo pasar por su cabeza. No sabía que hacer, pero en vista que estaba retomando una nueva vida, decidí que debía ser con valentía y llamé.

- ¿Si?

- Sasa, soy Ro – reconocí su voz enseguida – disculpa que no te llamara antes pero... – no me dejó terminar –

- Ro, por favor, no sabía como ponerme en contacto contigo, no se como pedirte perdón, lo siento, lo siento, estaba borracha y trastornada, ¿qué puedo hacer para que me perdones? soy una necia, una idiota – Habló sin tomar aire, atropelladamente, nerviosa – perdón, perdón, perdón.

- ¡Basta, Sasa! no tienes que disculparte por nada, no hiciste nada malo, lo hice yo que te dejé ahí tirada, en esas condiciones y sin darte una explicación, no quiero volver a escuchar otro perdón.

- OK, pero ¿volveré a verte? sigue aquí tu chaqueta.
- En cuanto regrese te prometo que iré a verte.

- ¿Estás fuera? ¿cuándo vuelves?

- No lo se aun, tengo problemas existenciales y me he tomado unas vacaciones para reflexionar, ya te contaré – se me salía el corazón, tenía ganas de confesarle todo y sentía pavor de precipitarme, de dar por sentado sentimientos que seguramente solo sentía yo, ella me besó, si, pero en un momento de desesperación y completamente ebria –  en serio, en cuanto llegue voy a verte, ah! y a por mi chaqueta.

- De acuerdo, me ha quitado el sueño esta semana haber podido ofenderte, me da mucha vergüenza, en serio, Ro, ¡no volverá a pasar!

¡No volverá a pasar! me retumbaban las palabras una y otra vez en la cabeza, en fin había llegado el momento de regresar y enfrentarme a mi nueva realidad.

Luís me recibió frío, enojado, necesitaba una justificación para ese comportamiento, nunca había hecho nada semejante y no encontraba ningún motivo para que yo hubiese actuado así.

- Tú no tienes nada que ver, es un problema solo mío.

- Pues para ser solo tuyo nos has tenido en jaque a mucha gente que te quiere. ¿Tan grave es lo que te pasa que tengas que desaparecer? ¿tú no puedes enfrentarte a los problemas como todo el mundo? No, tú no, la niña tiene que montar el numerito por que ella es única, la niña…

- ¡Basta ya! – Grité estallando en llanto – No tienes ni idea por lo que he pasado, ni tienes idea de lo que significa que un día de repente descubras que no te conoces, que no sabías quién eras, que llevabas mintiéndote toda la vida y encima ni siquiera eso sabías.

- ¿De qué estás hablando?
- De que me he enamorado de una mujer.

¡Toma ya! mira que había ensayado las mil y una formas de suavizar la frase y de intentar amortiguar el impacto, pues no, la más realista y cruda de las maneras que se puede expresar algo.

Luís se quedó boquiabierto, mudo, estupefacto, los ojos se le salían de las órbitas, se puso en pie, se agarró la cabeza como si se le fuera a estallar, me miró fijamente a los ojos, se dio media vuelta y se marchó.

Yo me quedé devastada, asqueada de poder producir tanto daño, pero aliviada, liviana, sentía como si me hubieran quitado varias toneladas de encima, ese pie que me venía pisoteando desde hace tiempo se marcho, de repente me sentí más YO que nunca, de repente empecé a reconocerme.

No me importaba que me podía deparar el futuro sentimental,  porque sabía que a partir de ahora iba a ser de verdad, éxito o fracaso sería auténtico, por primera vez en mi vida había sentido la pasión, el amor ciego y descontrolado, sin trampas a la realidad.

Han pasado varias semanas, mi vida se ha centrado en aclarar a quién debía lo que había ocurrido y a ponerme al día en el trabajo. Estoy calmada, ya no tomo ansiolíticos y duermo. Luís está muy dolido, me entristece, realmente le tengo mucho cariño, le quiero, aunque ahora se que es otra manera de querer. Hemos llegado a un acuerdo, yo me marcharé de casa, me pareció lo más justo, andamos con todo el papeleo sobre la propiedad del piso y el reparto de mobiliario pero aun no he encontrado nada que me guste para mudarme.

No he vuelto a ver a Sasa, en realidad tengo pánico, no se como afrontar algo así, no se como actuar, no se si debo decirle algo o no, estoy asustada aunque cada vez que pienso en ella me emociono, ¡estoy armándome de valor!

Hoy he decidido que cuando salga del trabajo voy a ir al bar de Sasa, es hora de que afronte lo que siento y es hora de ver como reaccionará ella.

Respiro hondo, es la primera vez que voy a ver a Sasa sin remordimientos, sin angustia aunque me tiemblan las piernas, emoción, pavor, nervios, me siento como una adolescente.

Entro, hay mucha gente, como siempre suena jazz, veo a Laura en la barra, ¡ella no está! me acerco y le pregunto, me hace pasar al almacén/oficina.

Nada más verla me estremezco, todo me tiembla, está guapísima y esa sonrisa que me dedica, me derrumba, sus hoyuelos, su mirada…

- Hola, soy Cenicienta que aun no ha recogido su zapato.

- ¡Que alegría verte! ya creía que no volverías, ¿hasta ahora has estado fuera?

Vino hacia mí y me abrazó, me abrazó con fuerza, con sentimiento ¡eso se nota! con afecto, era verdad que se alegraba de verme, me hubiera encantado quedarme así todo el día pero me dio dos besos y me invitó a sentarnos en el sofá.

- Volví hace tiempo, pero he tenido que reajustar toda mi vida, aun estoy en ello y por eso no vine.

- Ro, ¡eso suena a problemas! si puedo ayudarte en algo, ya sabes, solo tienes que decírmelo.

- Te resumo, me he separado y estoy buscando urgentemente un apartamento para mudarme.

- ¡Oh! ¡Lo siento muchísimo! se lo que es pasar por esto, puedes contar conmigo para lo que quieras, si necesitas un sitio donde quedarte mientras buscas apartamento puedes quedarte en casa, tengo dos habitaciones de sobra.

Me tomó la mano y la acarició, uf, ¡que esfuerzo por mantener la calma! el corazón se me salía por la boca.

- Muchas gracias, eres un encanto pero puedo esperar en casa, Luís se fue con sus padres y no me está metiendo prisa, aunque me gustaría encontrar algo pronto. Si te enteras de algo me avisas ¿vale? – Me sonrió asintiendo y con cara de compadecerme – No te preocupes, Sasa, he sido yo la que ha roto la relación, no lo estoy pasando tan mal como tú, de hecho soy ahora más feliz, simplemente me duele el daño que he podido hacer.

- Bueno, de todos modos te ofrezco mi hombro por si algún día te sientes mal, en estos temas siempre hay bajones. Y no te preocupes, ¡prometo portarme bien! – Lo dijo guiñándome un ojo y sonriendo, se ruborizó, lo pude notar y soltó mi mano – Vamos, te invito a una cerveza.

Estuve con ella hasta la hora de cerrar, charlamos de mil cosas, estábamos cómodas juntas, relajadas, nos reímos. Esperé a que bajara la pesada persiana del cierre, me dirigí hacia mi coche, me acompañó hasta la puerta.

- ¿Te llevo?
 
- ¡Pero si es ahí al lado! ¿y tú, vas en coche?

- Ahora que no está Luís tengo la plaza de garaje.

Me acerque a darle dos besos de despedida, el primero se lo di en la mejilla pero el segundo sin poder impedirlo se lo di en los labios, fue como un imán, me atrajo, fue algo más poderoso que la razón, ¡no lo pude evitar! la besé, la besé apasionadamente, la besé y respondió al beso, nos fundimos, nos aceleramos, nos excitamos…

- ¡Buenas noches!

Lo dije atropelladamente y me subí al coche, arranqué y me marché. Por el espejo retrovisor pude verla pasmada, no se había movido del sitio. ¿Qué he hecho? lo pensaba mientras en mis labios se dibujaba una sonrisa…

Capítulo Final


Han pasado dos día y no tengo noticias de ella, se que tiene mi número, le di una tarjeta la otra noche. No se que hacer.

Estoy medio adormilada, tumbada en el sofá, es la hora de la siesta, estoy relajada, tengo horario de verano y no tengo que trabajar por las tardes, hace calor, luego saldré a ver unos pisos que me han gustado de una página de Internet. Suena el teléfono.


- ¡Diga!

- Hola Ro, soy Sasa. – Me incorporo, me acelero, me excito. ¡Dios! – ¿Cómo estás?

- Bien, ¿y tú?

- Confundida, pero bien. – Hay un largo silencio, se me hace eterno, yo no se que decir – ¿Querrías ver un piso que ha quedado libre en mi edificio?

- ¡Claro! ¿Cuándo?

- Ahora si quieres

- Dame unos minutos, me ducho y voy. ¿Dónde quedamos?

- En el bar ¿Te parece?

- Ok, 15 minutos y estoy allí.

Me tiembla todo, no doy pie con bola, no se que ponerme, se me cae todo de las manos, me acuerdo del refrán favorito de mi madre ¡vístete despacio que tengo prisa!

Me estaba esperando en la puerta, me acerco, me da dos besos, se ruboriza y se ríe.

- ¡Vamos! es aquí al lado.

Tenía llaves del piso, era de unos amigos que se mudaban a otro mayor, iban a ser papás. Recorrimos una a una las estancias, estaba decorado con muy buen gusto, era luminoso, amplio y el precio acorde con mi presupuesto.

- ¡Me lo quedo! Llevo semanas buscando y es el que más me ha gustado. ¡No veas los precios! este está muy bien en todo, me gusta, está bien situado y es el mejor precio con diferencia de los que he visto hasta ahora.

Sasa sonrió, me llevó hasta la puerta, sacó unas llaves de su bolso y abriendo la puerta de enfrente dijo.

- ¡Vamos a ser realmente vecinas! ¡vecinas de planta! ¿algún inconveniente?

- Ninguno por mi parte, será todo un placer. – También sonreí – ¿Me enseñas tu casa?

- Adelante, es un poco mayor que el tuyo, tiene un dormitorio más, pero cuando lo compramos era el único disponible, ¡está hecho un desastre!

Había cajas por todos lados, estaban cerradas y escrito a mano “Rita”

- Son de mi ex, no le da la gana de venir a por sus cosas y yo ya no se que hacer con ellas, es un infierno no acaba de irse de mi vida y yo ya quiero pasar página de una vez.

- ¡Envíaselas! si no las quiere, que las tire ella.

Se dio media vuelta y se dirigió hacia la cocina mientras me decía.

- ¿Quieres tomar algo?

- Una cerveza por favor.

Llegó con dos botellines, se puso frente a mí y ofreciéndome uno de ellos me miró a los ojos y dijo.

- Vamos a seguir haciendo como que nada ha pasado. ¿Por qué me besaste? ¿me he perdido algo? no quiero ir dando palos de ciego, necesito que me aclares qué pasa.

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, toda la sangre se me fue a la cabeza, debía estar roja como un tomate, pero a pesar de los nervios, del temor y de la incertidumbre decidí destapar toda la verdad.

Puse mi cerveza sobre la mesa, le quité la suya y la puse junto a la mía, le tomé las manos y mirándole a los ojos confesé.
 
- Mi vida era cómoda, quizás un poco monótona pero no me faltaba nada en especial. Luís era un amor, me quería y lo quería, al menos eso pensaba hasta que llegaste tú, apareció en mi vida algo que no sabía que existía, ¡estaba ahí!, estuvo apagado pero latente y tú como un huracán, arrasaste con todo y lo despertaste. – Sasa estaba tensa, sus manos cada vez presionaban con más fuerza las mías – Lo supe en el parking y lo fui confirmando cuanto más te conocía. Cuando desaparecí fue para confirmar lo que me daba miedo reconocer y tomé la decisión de afrontar mi realidad, por ello me he separado y por ello comienzo una nueva vida. – Mis ojos se humedecían, los de ella también – No quiero que esto suponga un problema para ti, se que estás en un proceso doloroso de tu vida y no quiero complicártela más, no tienes que hacer nada al respecto pero no puedo ocultar más lo que siento, has sido una revolución en mi vida, me has hecho sentir algo que jamás sentí y solamente tengo que agradecértelo.

Miré hacia abajo quizás un poco avergonzada, una lágrima desbordó y me rodaba por la mejilla, ella me sujetó por la barbilla, izó mi rostro, lo secó con ternura, se aproximó y me besó en los labios.

- Nunca serás un problema para mí, tú has sido la única que ha vuelto a poner ilusión a mi existencia, desde que te vi en el parking me gustaste a pesar del caos que había en mi vida y pensé, cuando te traté más a fondo, que ibas a ser un amor platónico, que eras inalcanzable. Ahora, simplemente, saber lo que sientes ¡me hace feliz!

Tomé su cara con mis manos y la besé, apasionada, ansiosa. Me sentía genial, un chispazo eléctrico recorría todo mi cuerpo, mi vello erizado, me invadía una excitación completamente desconocida para mí, temblaba.

- Soy una completa inexperta – le dije susurrando al oído – tendrás que instruirme, estoy muy nerviosa.

Sasa me sonrió, me tomó de la cintura y me condujo hacia su dormitorio, nos sentamos en el borde de la cama.

- Cuando quieras, paro.

Asentí con la cabeza. Nos miramos a los ojos, profundamente, largo y tendido, no había prisas, cuanto más penetrante se hacía la mirada, más me faltaba la respiración. Comenzó a desabrochar uno a uno mis botones, muy despacio, mis pulsaciones se multiplicaron, introdujo su mano por la blusa abierta y la colocó presionando ligeramente mi cintura, acercó sus labios a mi cuello, no lo tocó pero sentía su aliento ardiente rozarme, un escalofrío recorrió mi espalda subiendo hacia la nuca y mi ansiedad hizo que me abrazara a ella, la presioné contra mí, era tal la emoción que me desbordaba que sentía ganas de llorar, pero de llorar de felicidad. Nos fundimos en ese abrazo, me apretaba, me hacía daño, yo la oprimía aun más, no se cuanto duró. Poco a poco fuimos deshaciéndonos del abrazo, y con el abrazo de la ropa, yo se la quitaba a ella y ella me la quitaba a mí.

Nos metimos en la cama, estábamos ya completamente desnudas, mis manos recorrían su cuerpo de arriba abajo acariciándolo ¡que suave! nuestras bocas se mezclaban, los labios húmedos y las lenguas se fusionaban de todas las maneras posibles. Después de mil caricias por mi espalda, por mis brazos, por mi cuello, una de sus manos recorría el interior de mis muslos, yo descubría un increíble ardor entre mis piernas, ¡estaba mojada!, jamás había sentido semejante sensación, bajó su boca hacia mi pecho en el mismo instante en que su mano abordó mi sexo. ¡Ohhhh! me sentía morir de placer, un calambrazo hizo que todo mi cuerpo se tensara, mi respiración se hizo rítmica, el mismo ritmo que ella me marcaba moviendo su mano experta, nos fundimos en un baile con los mismas sacudidas, yo intenté imitarla buscando su sexo con mi mano pero ella me la sujetó, me la inmovilizó junto a mi cara.

- Esta vez me toca a mí – Sentía su voz y su respiración ardiente y acelerada junto a mi oído – relájate, no pienses en nada. ¡Te quiero, Ro!
Siguió bailando sobre mí, sus labios viajando de un pecho a otro, de un pecho a mi boca, su lengua enredándose por todos mis rincones y siguió marcando el ritmo en el centro del placer, sus dedos entraban y salían y circulaban presionando el territorio exacto, me fui enardeciendo progresivamente, cada vez más acelerada, mis movimientos se precipitaban ayudándola a marcar el ritmo, mi cuerpo se tensaba, se tensaba, se tensaba… ¡Ummmmmmm! ¡estallé! estallé en el más sublime de los orgasmos, en el mayor orgasmo que había tenido en toda mi existencia, y cuando pude articular palabra, la abracé contra mi pecho y le dije.

- Yo también te quiero, ¡Jamás sentí algo así! ¡gracias mi amor!

Me miró profundamente, me retiró los cabellos empapados en sudor de la cara, me besó suavecito, despacito y me dijo.

- Gracias a ti mi Cenicienta.

Perdimos la noción del tiempo, sin prisa, ella me enseñó qué es el amor.



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3 comentarios:

  1. Me encanta como escribe y lo que transmite con las historias...he leído todas las que tiene en el blog....
    Si se animara, porque capacidad tiene, podría hacer una relato (novela) más extenso.. y nos haría seguir disfrutando con su lectura.

    Gracias por escribir
    Angels

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  2. Geniaaa me encantooo sigue asi escribiendo que nos haces tranportar besos RO ARGENTINA

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  3. Geniaaa me encantooo sigue asi escribiendo que nos haces tranportar besos RO ARGENTINA

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