Apasionada de
los hombres, siempre arreglándose
perfecta, para ellos. Tonteaba con casi todos en las discotecas.
Compartía el departamento con ella. La lesbiana más
lesbiana de toda la comunidad.
Que diferentes
eran. Ellas mismas se decían.
-Mira que eres
tonta tanto prepararte para un tío.
La otra le comentaba
-Pues tú
prepararte para una mujer, ¿Qué diferencia hay?
Fedra, se la
miraba y con recochineo le decía - quieres que te las enumere ¡bonita!
Gavina le
contestaba – no, gracias, no me interesa lo más mínimo.
Fedra la dejo
por inútil, y pensó tendrías que enamorarte
de una mujer, ya verías como no tendría yo que enumerar las cualidades y
diferencia de cada cual. Tú misma verías la estupidez de un hombre que sólo
piensa con las partes de abajo, que no saben para que sirve el órgano del
corazón, se piensan que sólo está para bombear sangre.
Gavina se
preparaba, tenía una cita con Rodolfo.
-¿Con quién sales hoy Gavina?
-Con Rodolfo,
aquel de la discoteca, él que me invito a bailar. ¿Te acuerdas?
Como no
acordarse de él, pensó Fedra, se paso atusándose el pelo y mirándose en todos
los espejos que rodeaban la pista de baile.
-Y tú ¿qué planes tienes Fedra?
-He quedado
con Minerva. Luego, tal vez, vendremos aquí a pasar la noche. Si oyes ruidos en
la habitación no te preocupes.
Gavina pensaba que como podía
Fedra tener relaciones con mujeres. No comprendía como dos cuerpos iguales
podían darse placer. Para ella un pene hacía falta en una relación.
Pero
nuevamente el destino intervendrá en esta historia, ese destino caprichoso, que
no deja que nadie pase por encima de el. Se encapricho en que Gavina conociera
lo que es el corazón, cuerpo, ternura, delicadeza, amor de una mujer. La iba
hacer que sintiera el placer que puede dar un corazón enamorado, el placer de
unas manos perdidas por su cuerpo, el placer de unos pechos recorriendo su
piel, el placer de unos labios bebiendo en su boca, el placer de una lengua
perdida por el submundo de su entrepierna,
la iba hacer sentir lo que es amor de mujer. Pero amor de mujer acompañado de
enamoramiento ciego por una mujer, porque el amor como mejor se saborea es
cuando se entrega perdidamente. Enamorada de esa mujer que ocupa todos tus
pensamientos, que te enloquece con sólo su presencia. Pero para eso necesitaría
un poco de magia, eso era fácil porque contaba conmigo y con unas teclas que
tecleaban lo que yo quisiera.
Así que entre
los dos, destino y una servidora, tendríamos que pensar como hacer que Gavina
sintiera eso.
Se no ocurrió
la idea de la prenda mágica, sí, la prenda que cuando ella se la pusiera, la
hiciera sentir sentimientos hacía las mujeres. Así quedó.
Fedra era
amante de los zapatos, tenía montones de ellos, y uno de esos zapatos sería
nuestra arma para empezar el plan. Rojos, bonitos y llamativos. Cuando Gavina
se los pusiera ocurriría.
Gavina llegó
de su salida, entró en el departamento, se sentó en el sofá, pensando en
Rodolfo. Cuando del cuarto empezó a sentir
risas.
Pensó “me iré
a mi cuarto porque esta se lo pasa mejor que yo”.
La mañana llegó. Fedra desayunaba, Cuando ella salía de su cuarto.
-¿Qué mucha fiesta ayer?
-Que va, ese
Rodolfo era más soso que...
-La que se
divirtió fuiste tú como siempre ¿no?
-Si quieres
probar, ya sabes, nunca es tarde.
-La ignoró. ¿Fedra
me dejas los zapatos rojos?, como tu no te los pones y a mi me encantan.
-Ya sabes, que
los tienes a tu disposición, coge los que más te gusten.
Y esa tarde
Gavina con sus zapatos rojos estaba en un bar,
en la barra esperando a uno de sus galanes, cuando sus ojos se fueron
directos hacía una rubia imponente que
allí estaba hablando con otras chicas. Sus ojos se perdían por aquel escote.
¡Gavina! ¿Qué
estas haciendo? ¿Desde cuando a ti te
interesas las tetas de una mujer? Se estaba preguntado, cuando sus ojos estaban
bajando por la falda, contemplando su esplendoroso trasero y esas piernas. Se
volvió a reprimir ella misma y salió de allí sin esperar a nadie. Pero eso no
fue todo. En el trayecto del bar hasta el apartamento, no pudo dejar de mirar a
cuanta mujer se le pasaba por delante, incluso en algún momento se comparó con
sus amados hombres girándose por completo ante una mujer hermosa, y las había a
montones pensó. Iba con la mirada baja intentando no mirar, corría por llegar
pronto a casa. Por fin. Abría la puerta.
-Ya regresas, ¿Pues qué paso? - Preguntaba Fedra.
Gavina la
miró, el deseo al ver a Fedra enfundada en unos
pequeños pantalones cortos y una camiseta de tirantes sin sujetador la
dejó... Corrió, se metió en el baño y se mojó la cara con abundante agua fría,
muy fría.
Fedra
extrañada de la actitud de su compañera, y preocupada por ella llegó a la
puerta y preguntó.
-¿Todo bien
Gavina? ¿Necesitas ayuda?
-¡Ni se te
ocurra entrar! ¡Todo bien! - pensó esto sólo ha
sido un mal día.
Salió del baño
y buscó con la mirada a Fedra que sentada en el sofá miraba la puerta del baño esperando la salida
de ella.
Gavina parecía
programada por un comando a distancia, y sin pensarlo, estaba sentada al lado
de Fedra y con la intención de algo más. Fedra que ya sabía de estas cosas, y
extrañada por el cambió de actitud de su amiga, pensó: “¿Qué está pasando aquí?”.
Pero no tuvo mucho tiempo de reacción. Gavina
desconocida, estaba casi abordándola.
-Gavina, ¿Qué
te pasa? ¿Qué quieres?
-Tengo que
decirlo, ¿Es que no sé nota?
Y ya estaba
buscando la boca de Fedra. No sabía como reaccionar, pero tampoco tuvo opción.
Los labios de Gavina estaban ya en los suyos, y ella no iba a dejar que esa
mujer se llevara una mala impresión de las mujeres, pues conociéndola y la opinión
que tenía, pensó “te vas a enterar de como besa una mujer. Luego vas y
comparas”.
Sus bocas se
acoplaron a la perfección, sus lenguas tímidamente fueron entrando en juego.
Gavina se estremeció con aquel contacto, se quedó perturbada con aquel beso. La
cosa se calentaba, las manos de Fedra ya se estaba perdiendo por ese cuerpo,
cuando de repente
Gavina se
quitó los zapatos ¡Paf! Se perdió la magia, Fedra lo percibió en un segundo,
pero también lo notó por el grito de Gavina.
-¿Qué estamos
haciendo? ¡Fedra! Suelta.
Fedra como un
relámpago la soltó. - ¡Hey preciosa! Que
fuiste tu la que vino a tirarse encima mío.
-¿Yo? - Se extrañó ella. Y su recuerdo y ese calor de sus labios la
hicieron callar.
-Lo siento
Fedra, no sé que me ha podido pasar.
-No importa,
por lo menos ahora sabes como besa una mujer y si no me hubieras parado te
hubiera enseñado mucho más.
-Estás loca,
jamás me volverás a tener en tus brazos, a mi me gustan los hombres - pero
justo cuando decía eso no recordaba a ninguno que la hubiera hecho sentir en
tan poco tiempo ese calor en su cuerpo, ese estremecimiento en su corazón. ¿No?
Se decía para ella, alejándose a su cuarto.
Fedra burlona,
le decía casi riendo, - no digas nunca jamás. Oye Gavina. ¿Qué tal lo he hecho?
- Decía ya sin poder aguantar la risa.
Ella cerraba
la puerta, se encaminó a la cama, se sentó y tocándose los labios que aun le
quemaban, pensó “nada mal Fedra, a decir verdad, demasiado bien” y allí se quedó
pensando en ese maldito día. Maldito, quería hacérselo creer. Porque ese último momento no le pareció tan
maldito.
Pasaron dos
días y Gavina miraba a Fedra diferente, seguían con sus rutinas, ella saliendo
con sus amigos e intentando encontrar lo que Fedra le hizo sentir. Pero ninguno
de los besos que se daba con ellos, fueron iguales. Ella estaba comparando.
Los famosos zapatos
estaba allí, olvidados, Gavina los vio, los cogió y los dejó preparados para esa noche.
Era el
cumpleaños de Fedra y querían celebrarlo juntas antes de salir como cada fin de
semana. Gavina se colocó los zapatos rojos y ¡zas! Ya estaba otra vez.
Fedra se había
esmerado en su arregló, estaba súper guapa. Nuevamente Gavina es la que tomó la
iniciativa.
-Joder Fedra
¿cómo puedes estar tan guapa? Eso es una provocación para mí.
Fedra la
volvió a notar como atontada, pero le encantaba esa chica y el cambio que
tenía. Para que ir a buscar a otra, si la tenía a ella. Siempre le gustó a
pesar de su heterosexualidad. Y allí estaba otra vez insinuándose...
Sonaba la
música, Gavina se levantó, la cogió por el talle y comenzaron a bailar, sus
cuerpos pegados, sus alientos casi se confunden, las manos de Fedra comenzaron
a moverse por el escote de la espada, ella notaba el calor de esas manos, Fedra
rozaba con su labios el cuello, la oreja
de Gavina, las manos de Gavina seguían el mismo camino que las de Fedra. Poco a
poco la música fue quedando en segundo plano, sus mentes estaban concentradas
en su propios goces, las ropas iban desapareciendo, el calor de sus cuerpos
casi se rozaban a menos ropa más contacto, sus bocas se encontraba, se vaciaban,
y volaban hacía otro lugar, para volver otra vez a vaciarse en esos labios. Los
jadeos de Gavina que estaba descubriendo realmente lo que era el amor de una
mujer, se perdían con el sonido de la música que no dejaba de envolver el
momento. Cayeron al suelo. La ropa ya no existía, sólo los zapatos rojos
permanecían en aquel esbelto cuerpo que Fedra estaba recorriendo centímetro a centímetro,
haciendo las delicias de Gavina. Se consumó el acto, un acto de amor, un acto
sublime. Nunca había experimentado Gavina un placer igual, nunca supo que amaba
a esa mujer hasta que la tuvo encima suyo, hasta que se fundió dentro de ella,
era su otra mitad, era la que siempre buscó
y nunca vio.
Si, chicas,
Gavina estaba totalmente desnuda, ¡sin zapatos! Estos se perdieron de sus pies
con el primer roce de Fedra, que se los quitó y los lanzó bien lejos, pues no
quería perderse ni un recodo de aquel cuerpo. Al final y como siempre el amor
venció a la magia.
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Pero si ha estado genial tía!
ResponderEliminarMe ha encantado!
Andi...
Si si!
ResponderEliminarMe gustó esta historia! :)
Ju
Ya sabía yo que me sonaba Riba...ésta fué la primera historia que leí al descubir el blog jajaja...y aunque en su momento no la comenté todavía recuerdo las palabras que pensé...más o menos...y fue algo así como ¡Yo quiero esos zapatos! jajaja por lo demás me gustó mucho el desarrollo de tu relato. Y ahora a ver si leo los demás...
ResponderEliminarMe gusto mucho esta historia que linda, escribes muy bien *_* ojala a mi se me hiciera esa magia con una bella amiga hetero que tengo y que a veces me pone a suspirar tanto :$
ResponderEliminarwooo muy buena historia me a gustado muchooo!!!!
ResponderEliminarwuouuuu que buennaa
ResponderEliminarq buena historia
ResponderEliminarahhhhh!!!! vendeme un par de esos zapatos tia, mira que los pondria a la fuerza a la chica que me encanta, deveras com es que no existen!!! pero que va!! esta genial la historia.
ResponderEliminarI LOVE RIBA como siempre haciendonos volar con tus historia felicidades BESOS RO ARGENTINA
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