Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Anna - Mirko-Sun - 3

Anna

Anna llegó a ser una gran influencia para mí, empecé a ser más cuidadosa con mi aspecto, ella me decía que yo era una mujer hermosa, pero que no le sacaba partido; también empezamos a ir juntas al gimnasio, lo que me requirió un gran esfuerzo y un cambio de hábitos: dormir más temprano, tomar menos café y más agua. Todos estos cambios no pasaron desapercibidos paraDante, mi esposo, que comenzó a comportarse muy posesivo –algo que jamás había hecho; él y yo teníamos una vida en común como todas las parejas, pero también teníamos una vida por separado, actividades que no nos involucraban a ambos.

Yo realmente disfrutaba mis momentos a solas, aunque desde que había trabado amistad con Anna eran cada vez menos, casi sin darnos cuenta habíamos pasado de vernos un día a la semana a tres entre las compras y el gimnasio, y algunas veces más.


Creí que Anna llegaría después del ejercicio, pero para mi sorpresa se presentó a mi puerta por la mañana muy temprano.
-¡Luna! ¿Cómo estás?
-Ya mejor, gracias –dije casi sin voz.
-¿en serio? Yo te veo muy mal…
-Estoy afónica, pero ya no tengo tos.
-¡No pues sí, mejoraste mucho…!
-Gracias, también te quiero -mientras le decía esto me encaminé a mi habitación.
-En serio Luna, tienes que ir al médico
-No, con un poco más de reposo tengo
-¿Estás sola?
-Sí
-¿Y si necesitas algo?
-¿Cómo qué?
-No sé ¡lo que sea!
-Pues… estás tú ¿no?
-…no eres simpática
-¡Huy¡ y yo que pensé que te caía bien
-Ya mejor no hables o quedarás peor.

Cuando estaba por recostarme, Anna me lo impidió, dijo que no era posible que volviera a esa cama así como estaba, y se puso a ordenarla sin dejarme ayudar. Una vez que hubo terminado me quitó la bata y me acomodó y arropó.

-¿Desayunaste ya?
-No tengo, hambre
-¿Y cómo piensas que te curarás?

La oí bajar la escalera y remover cosas en la cocina, pero no hice el intento por levantarme y detenerla, lo único que quería era dormir. No sé cuánto tiempo pasó, pero me despertaron los escalofríos que sentía por todo el cuerpo y una voz que me pedía que abriera los ojos.
-Luna, abre los ojos
-…
-Cielo, mírame
Yo intentaba con todas mis fuerzas hacerlo, pero sólo lograba hacerlo dos segundos, mis párpados eran muy pesados.

Lo siguiente que recuerdo es agua fría corriendo por mi piel, la sensación era sumamente desagradable, tenía mucho frío, sobre todo en la espaldaque era dónde más me caía agua. Aunque no había perdido el conocimiento, la fiebre tan alta me hacía percibir la realidad entre brumas, y conforme la temperatura bajaba, iba teniendo una mejor percepción de las cosas, mantuve los ojos cerrados y fui aguzando mis sentidos; lo primero que percibí con claridad fue la piel de alguien pegada a la mía, y unos brazos que me sostenían por debajo de las axilas, después me di cuenta quemi cabeza descansaba sobre el pecho de una mujer, abrí los ojos lentamente y me topé con los de Anna que me miraban con preocupación, sentí una vergüenza enorme y volví a cerrarlos.
-Luna, abre los ojos.
-…
-Vamos, abre los ojos.
Cuando estaba a punto hablar, puso su dedo sobre mi boca; cerró el grifo de agua y me sentó en una silla que yo no había notado en la ducha. Salió y regreso con una toalla para envolverme.
-Dame un minuto mientras me seco o vamos a ser dos las enfermas.
Yo me quedé ahí sentada. Al rato regresó Anna con una bata mía sobre el cuerpo y ropa para mí.
-Disculpa la demora, cambié las sábanas de tu cama que estaban empapadas de sudor. Ven aquí –dijo, y con sus brazos me levantó y comenzó a secarme.
Me sentía muy incómoda, un tanto por sentirme tan vulnerable y otro tanto más por mi desnudez.
-Yo lo hago –repliqué.
-¡Estás loca! con el susto que me has dado ni lo pienses –me dio un par de manazos juguetones- además que desde cuando tenía yo ganas de jugar a la enfermera contigo –completó en tono jocoso.
No pude evitar reírme, junto a ella no había modo que no terminara riendo. Me olvidé de la timidez y la dejé seguir;mientras lo hacía, la bata que la cubría se abría poco a poco, y a mí se me iban los ojos al interior.
-Ya no te sientes tan mal ¿verdad? –dijo mirándome fijamente
En respuesta sólo levanté los hombros, se sonrojó y sonrió.
-Bueno, estamos a mano, no es que yo no haya aprovechado para escanearte.

No pude evitarlo y de a poco me acerqué a su rostro, titubeé a unos milímetros, pero Anna terminó de acortar la distancia poniendo su boca sobre la mía. Con la lengua recorrí sus labios mientras la miraba fijamente, noté como su pupila se dilataba y entonces cerró los ojos y los brazos. Mientras mi lengua pedía acceso a su boca, mis manos lentamente acariciaron su mandíbula y cuello, dejándole la piel erizada, llegaron a sus hombros y siguieron hasta quedar sobre sus pechos, las dejé ahí, sintiendo en las palmas como sus pezones despertaban. Mordisqueé levemente sus labios, quería bajar a probar sus senos, sin embargo, su boca y manos me detuvieron; entonces mis manos cobraron vida y comenzaron el viaje, con las yemas de los dedos rodeé toda la base, y poco a poco en remolino ascendente hasta llegar a la cúspide, y luego hacia abajo. Coloqué sus pezones entre los dedos índice y medio y los masajeé hasta que Anna soltó mi boca, aproveché y mientras continuaba acariciando su pecho la dirigí hasta mi cama, donde suavemente desamarré el cordón de la bata.
Abrió los ojos un tanto desorientada, cuando volvió a cerrarlos supe que me estaba concediendo el permiso de seguir, la recosté sobre la cama y pude admirar su cuerpo; el cuerpo de Anna era hermoso, pero no como el de las modelos de revista: tenía un cuerpo proporcionado, sí, pero era un cuerpo de mujer real, con algunas estrías y kilitos de más, pero hermoso; sus senos eran más grandes que los míos (que realmente son muy pequeños) con una areola de color claro, como el de los duraznos, descansé mi cuerpo junto al suyo y mientras apoyada en un brazo la recorría con la mirada, con mi mano libre acaricié sus costillas hasta llegar al vientre que delataba cómo su excitación iba creciendo, noté que no estaba completamente desnuda pues llevaba una braguita con estampado floral; me incliné sobre su pecho y comencé a dejar besos breves en toda su superficie, levanté la vista y vi a Anna llevarse un dedo entre la boca para morderlo y sentí una punzada entre las piernas, hasta entonces no había estado consciente de mi propia excitación. Regresé y traté de introducir uno de sus pechos en mi boca que no lograba abarcarlo del todo, su pezón y mi lengua jugaron a abrazarse y huir. Todo ese tiempo, el contacto entre nuestros cuerpos era el de mis manos y boca, Anna estaba estática, se dejaba hacer; cuando cambié de seno Anna me atrajo hacia sí, descansó mi cuerpo contra el suyo y mi piel completa reacciono, desde el cuero cabelludo hasta la punta de los pies; mientras yo hacía lo mismo ahora con el otro seno, Anna masajeaba mi espalda y sentí como su cadera hacía círculos contra mi estómago, subí entonces a besar su cuello, sobre todo el punto entre la mandíbula y la oreja y posicioné una de mis piernas entre las suyas. De lo demás casi se encargó por ella misma, se frotó primero lentamente, y mientras acrecentaba el ritmo, mi mano estimulaba su seno, su respiración se hacía cada vez más superficial, con fascinación vi cómo se dilataban los orificios de su nariz y cómo su piel enrojecía, hasta que finalmente sus manos se hicieron puños con las sábanas y de su boca salieron una serie de ruidos agudos e inconexos; después del estremecimiento final, soltó la sábana y alargó los brazos para estrecharme entre ellos a la vez que buscó mi boca para darme un beso sobre los labios.
-Luna, mi Luna –dijo entre suspiros, y ambas nos quedamos dormidas.
Cuando desperté estaba acurrucada entre las cobijas y la casa en completa calma, alguien se movió a mis espaldas.

-Ya despertaste, perezosa –dijo Anna mientras acercaba los labios a mi frente- bien, ya no tienes fiebre.
La miraba fijamente intentando saber si había sucedido en realidad o había sido una alucinación producto de la fiebre.
-Debes estar hambrienta, traje té, pan tostado con mermelada y unas manzanas cocidas –dijo Anna poniendo una charola sobre mi regazo- y me tomé la libertad de preparar un café para mí.
-Mil gracias, no sé qué habría hecho sin ti.
-Yo tampoco –respondió, tomó su café y se sentó a mi lado- anda, come algo.
En realidad,sí sentía hambre, y mi estómago hizo ruidos para confirmarlo.
- ¿Te gusta?
Asentí con la cabeza mientras mordía el pan tostado. Anna me miraba con una sonrisa, acerqué el pan a su boca para invitarle.
-Gracias, pero lo hice para ti.
Hice un puchero y volví a acercarle el pan.
-Está bien, sólo una mordida –dijo y al hacerlo quedó un poco de mermelada en la comisura de su boca, sin pensarlo la limpié con mi dedo y lo llevé a mi boca. Ana me miraba con la boca semi-abierta.
-Lo siento –dije bajando la vista.
-¿Por qué? –preguntó mientras levantaba mi barbilla con su mano.
-Por…
-¿Por ser tan sexi aún enferma? o ¿por lo que pasó hace un rato? –dijo con un leve temblor en la voz.
No respondí de inmediato, internamente me debatía entre estar feliz o sentirme de lo peor por haberle puesto el cuerno a mi marido.
-Dime Luna ¿te arrepientes? -la miré a los ojos y pude ver tristeza en ellos- porque… yo no –dijo mientras se levantaba de la cama, alcancé a tomarla de la mano.
-No Anna, no me arrepiento, ha sido muy hermoso, pero…
-Pero… -dijo volviendo a sentarse y mirándome con curiosidad.
-Pero… me siento culpable, por Dante.
-Lo entiendo, pero es algo que no buscamos o planeamos.
-¿Estás segura? digo, no lo planeamos porque si yo hubiera tenido un plan de seducción, hubiera elegido otro lugar y momento, no cuando tengo la voz de “El Padrino”-Anna sonrió a medias y yo seguí- pero creo que ambas hemos estado consientes desde que nos conocemos que entre nosotras hay algo más que pura amistad, llámalo atracción, química o como quieras, pero lo hay, y no hemos hecho nada para evitarnos, al contrario, cada vez somos más unidas.

Estuvimos unos momentos en silencio y después habló.
-Y ¿qué quieres hacer?
-No sé
-¿Quieres que dejemos de vernos? ¿qué nos demos un tiempo?
-No quiero dejar de verte Anna, pero sí creo que tenemos que parar y pensar en todo esto.
-Si eso quieres está bien.
-Anna, por favor, no lo tomes así.
-¿Así cómo?
-No sé, mal.
-No lo tomo a mal –dijo tomando mis manos y besándolas- pero no puedo imaginarme no verte.
-No es lo quiero, perdón si eso es lo que di a entender, solo que… estoy confundida… desconcertada… no sé.
-Tranquila, está bien.
-No, no está bien.
-Déjalo ¿vale? estás forzando demasiado la garganta y así no te aliviarás, lo hablaremos luego –dijo acomodándose a mi lado y abrazándome; yo me recargué en su hombro y algunas lágrimas escaparon de mis ojos, ella las limpió con su mano- no llores, todo estará bien –y siguió acariciando mi cara hasta que volví a quedarme dormida.

Cuando desperté nuevamente, escuché que Anna platicaba con Elías, le estaba dando el parte médico.
-…así es mamá –decía él- no hay modo de tenerla quieta, si está en cama es que realmente se siente muy mal. Yo le ofrecí quedarme en la mañana, pero dijo que me fuera al colegio.
-Yo ya tengo que irme, voy a entrar a despedirme, pero si se ofrece cualquier cosa avísame.
-No te preocupes, muchas gracias por hacerle compañía.
-No hay por qué –la oí caminar y volví a cerrar los ojos.

-Luna… cariño ya tengo que irme, llegó tu hijo, pero estaré al pendiente de cualquier cosa – se quedó callada un momento y después sentí su aliento sobre mi oreja- Vamos, sé que estás despierta.
Abrí los ojos lentamente para encontrar su rostro pegado al mío.
-Por favor cuídate –dijo mirándome fijamente.
Asentí con la cabeza y me besó rápidamente en los labios. Sonrió y levantándose se encaminó a la puerta, ya ahí volteó para decirme adiós con la mano y hacer un guiño que me derritió completa.

Hasta el jueves regresé a mis labores cotidianas, Anna estuvo al pendiente de mi salud en todo momento, pero solamente vía telefónica o por mensaje. Los viernes no nos veíamos, pues era un día en que generalmente, ella o yo teníamos compromisos familiares. El lunes siguiente retomamos la rutina de siempre, pero ahora eran inevitables los toques y abrazos entre nosotras, parecíamos adolescentes que no podían quitarse las manos de encima, aunque yo no podía disfrutarlo del todo, a cada momento aparecía Dante en mi cabeza.
El jueves después del ejercicio, mientras me bañaba, Anna entró a la ducha conmigo:
-¿Te lavo la espalda? –dijo mientras la besaba.
-Anna… -respondí entre suspiros
-¿Eso es un sí? –dijo abrazándome desde atrás y empezando a morder mi oreja.
-Es un “haz conmigo lo que quieras”
-¿Segura?
-No, pero igual hazlo
Ella tomó el jabón y comenzó a lavarme desde el cuello hasta los pies, primero por la espalda, demorándose en mis caderas.
-¿Te he dicho lo mucho que me encanta tu trasero?
-No.
-Pues me encanta.
Después siguió al frente, y desde ese momento no dejó de mirarme a los ojos.
-Tienes hermosos pechos, me encanta como contrasta el marrón oscuro de tus pezones con el claro de los míos –los masajeaba mientras decía eso- ¿puedo? –dijo mientras los aclaraba con el agua y después los introdujo en su boca- mmm, son tan dulces.
No sé en qué momento Anna se sentó, pero cuando me di cuenta ya estaba a horcajadas sobre ella, y ayudada por sus manos, mi cadera se mecía adelante y atrás rozando contra su pubis.
-Vamos Luna, déjate ir –me decía al oído- sólo somos tú y yo, nadie más, ven conmigo, no te dejaré caer.
Entre sus movimientos y palabras, no tardé mucho en llegar al clímax; mientras me recuperaba, sentí los sollozos de Anna.
-¿Qué pasa? ¿Anna qué tienes? –dije mientras acariciaba su cabeza.
-No es nada
-Dímelo por favor
-Es sólo que…
-Nada me hace sentir como cuando estoy contigo.
-Yo tampoco me había sentido así antes.
-Luna…

-Sh -tapé su boca- 
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3 comentarios:

  1. Me encanta tu historia.. me recuerda a alguien especial. Por favor continua su publicacion. Saludos

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  2. Muy linda historia se parese a la mia..jajja.continua pronto..saludos..desde..mexico

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  3. Por favor publica mas capitulos. Tu historia es muy interesante.

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