Capítulo 01: Yo deseo deseo…
Nos encontramos en las costas de Draenor, un sol abrazador se alza
en todo su esplendor, las olas chocan en un ritmo hipnotizante y en el lugar,
unos buitres dan vueltas sobre algún animal que ha encallado.
-hey San creo que la encontré… - una rubia se acercó al animal
atascado y con sus suaves manos comenzó a darle palmaditas en la cara sin
ningún resultado- creo que ahora si va en serio
-hace mucho que la deje de tomar en serio, déjame ver Britt- con
paso firme se acerca al cuerpo curvilíneo, se encuentra arrugado, lleno de
llagas, las escamas descoloridas y con arena pegada, de seguro lleva todo el
día bajo el sol. Espera un segundo, observo atenta las branquias de su cuello
notando que está boqueando- sigue viva –volvió a caminar dejando atrás la
sirena
-San no la podemos dejar así- al ver que el demonio no tenía
intenciones de mover un solo dedo por su amiga se levantó y caminó tras ella,
la tomó por las alas negras y con su cuerno comenzó hacer círculos detrás de su
oreja.
-Britt, Britt para, me haces cosquillas
-no lo hare hasta que ayudes a Quinn
-ella quiere morir, déjala morir
-no quiero que Quinn muera, me agrada mucho… y a ti también te
agrada- hizo notar la rubia aun provocando cosquillas en el demonio.
-Es su deseo morir, yo no voy a intervenir en ello- en un rápido
movimiento se puso frente a frente, sus ojos rojos se clavaron en los azul
celeste- no tenemos que intervenir
-ella no desea morir… lo que desea no lo puede conseguir y por eso
se está muriendo, si le comentaras a Lucifer de su situación…
- ¡jamás! –Grito autoritario el demonio, volviéndole a dar la
espalda a la sirena- es una locura el solo pensarlo.
- ¡no es una locura ayudar a tus amigos! - chillo la rubia- y si no
quieres ayudarla tú, yo la ayudare- la joven dio media vuelta y comenzó a
correr hacia la sirena espantando a los buitres que se le acercaron. En un
momento el demonio se quedó parado observando la escena, sus instintos le
alertaban que ayudar a la sirena le causaría muchos problemas, pero no se podía
quedar parada mirando a su pareja desviviéndose por una causa tan tonta-…
maldición Britt eres un unicornio muy problemático –suspiro caminando hacia las
otras criaturas- quítate de en medio, la voy a regresar al mar.
- ¿De verdad? – Sonrió feliz- gracias San sabía que…- Al moverse, el
demonio mando de una patada a la sirena de vuelta al mar- ¡Santana! –chillo
inflando las mejillas
- ¿Qué? Tú me pediste que evitará que muriera y eso hice- comenzó de
nuevo a caminar
- ¡¿y no me pudiste arrastrar demonio estúpido?!- desde el mar una
sirena le lanzó una concha que se estrelló en uno de los cueros del demonio-
aparte ¿Quién te dijo que quería regresar al mar? –la hermosa sirena en un
segundo volvió a tener su tersa y brillante piel, mientras que las llagas
desaparecen lentamente, causándole escozor a causa del salado mar.
-por mi te calcinarías en este momento- de sus garras, bolas de
fuego negro aparecieron- pero Britt no quiere que mueras
-Brittany…- volcó su atención al unicornio que un tanto apenado
rascaba su cuerno- ya te lo dije, no quiero seguir viviendo así
-pero tú no debes morir Quinn, si lo haces Rach…
-que se joda esa arpía desdeñable- bufo Santana cruzándose de
brazos- si ella nunca hubiera llegado…
-Quinn nunca habría sido feliz –termino la frase el blanco
unicornio.
-como sea- chisto el demonio volviendo a caminar
-yo regresare con mi padre, fijo que estará ya muy enojado, llevo
aquí todo el día- suspiro, disponiéndose a sumergirse.
- ¡Quinn espera! ...- la sirena detuvo sus movimientos, volviendo
sus verdosos ojos a los azules del unicornio- ¿Qué si te digo que conozco
alguien que te puede ayudar en tu problema?
- ¡Brittany! - de un salto el demonio cerró la distancia entre
ellas- te dije claramente que no le dijeras nada al respecto
-no la voy a dejar morir
-no es nuestro asunto- siseo tratando de intimidar al unicornio,
desplegó sus enormes alas que terminan en picos, su armadura negro y rojo
brillaba con la luz del sol y si fuera posible, sus ojos eran inyectados con
más carmín de lo normal, todo esto quizá habría sido más impactante para la
rubia si no fuera más alta que el demonio… o si no tuviera una fe ciega en que
ella nunca le pondría una mano encima.
-Lucifer puede ayudarte, él siempre le cumple deseos a todo aquel
que se atreva a entrar a su castillo –dijo ignorando al demonio
-y la razón de que Santana no quiera que sepa de él es…- Quinn es
una princesa sirena, no es solo una cara bonita como muchas otras de sus
congéneres que no pueden ver más lejos de hundir barcos y pasear por las
profundidades, puede deducir que Santana no le ha comentado que el demonio para
quien trabaja le puede ayudar porque los demonios no ayudan a nadie, solo se
sirven de los ilusos para robar sus almas.
-que no hará nada a menos que le parezca interesante tu situación-
bufo, era inútil, Brittany no le tenía ni una pisca de miedo y Quinn la trataba
como un igual… era un asco de demonio.
-Soy una princesa del mar que se ha quedado perdidamente enamorada
de una arpía exiliada… creo que es bastante hilarante mi situación- a ella le
daría risa si no fuera la afectada.
-te seré sincera Quinn- el demonio se acercó caminando sobre el
agua, cuando llegó frente a la sirena se puso de cuclillas para mirarla mejor y
poder susurrarles a esas enormes orejas en forma de estrellas- Lucifer no es un
demonio tan agradable como yo, le gusta el sufrimiento y te cumplirá tu deseo
con dos condiciones…
- ¿Cuáles condiciones? - se apresuró a decir, quitó con delicadeza
los mechones que danzaban sobre el agua, su lisa melena rubia se extendía a lo
ancho del lugar como serpientes de mar. Por un minuto Santana reflexiono, pensó
en que sería mejor salir volando de ese lugar y evitarle a su amiga una mayor
pena, pero al verla a los ojos noto una disposición inquebrantable… el amor
provoca una valentía tan estúpida…
-primero… se adueñará de tu alma, serás eternamente su esclava
-Brito también lo es y no parece nada acongojada por la situación
-Britt es un asunto muy aparte- suspiro, mirando de reojo a la rubia
quien se ha distraído intentando atrapar a una mariposa, al verla sonrió
meneando la cabeza- Lucifer no la obliga hacer nada que ella no quiera porque
así se lo he pedido yo, no creo que sea tan indulgente contigo.
-no tengo problemas con eso- dijo muy confiada- ¿Cuál es la segunda
condición?
-te lo dije, se regodea con el sufrimiento ajeno, cuando cumpla tu
deseo te aseguro que hará hasta lo imposible para verte retorciendo de dolor y
desesperación.
- ¿es seguro que cumpla su palabra? - preguntó un tanto escéptica
-los demonios somos malditos no mentirosos- un tanto ofendida por la
pregunta gruño la respuesta.
- ¡acepto! Se puede quedar con mi alma y todo lo demás siempre y
cuando me cumpla mi deseo- ni siquiera pensó lo que decía, estaba tan urgida
que no importaba que se quedara con su alma, lo que faltaba para que llegara el
fin del mundo, ella lo haría.
-espera pescadito rubio no deberías decir tan a la ligera eso o…- un
rayo verde impacto en la arena de la costa fabricando una hermosa pecera de
vidrio turquesa-...te tomara la palabra.
-eso fue rápido, creo que a Lucifer le interesa ayudar a Quinn-
sonrió Brittany acercándose a la pecera rectangular, tenía distintos motivos
garigoleados, podía distinguir entre tanta greca figuras de Lucifer en
diferentes posiciones de victoria… era tan curioso que siempre marcará todo lo
que hacía.
-Britt no toques el vidrio que… está caliente- muy tarde, el
larguirucho unicornio se había quemado la mano
-mete la mano al mar, te ayudará a quitar el ardor- la sirena se
apresuró a la costa para auxiliar al unicornio
-está frío- chillo Brittany al sentir el agua y las manos de la
sirena
-es mejor que sentir que quema- muy a su parecer
-Quinn tu corazón late muy fuerte- el unicornio miró a la sirena,
esta tenía una gigantesca sonrisa en sus finos labios rojos, y su corazón
retumbaba tan fuerte que se podía escuchar desde lo lejos
-lo sé… estoy emocionada- por fin su deseo se haría realidad- y te
lo debo todo a ti Britt
-una siempre tiene que ayudar a sus amigos, es una regla entre los
seres de luz- le devolvió la sonrisa
-cual ayuda- susurro Santana- la acabas de servir en bandeja de
plata a esa loca Britt…- suspiro, cuando otro rayo fue mandado pero esta vez
dirigido a la cabeza del demonio moreno, quien tuvo que esquivarlo antes de que
le quemara el cuerpo
-San ¿volviste a decirle a Lucifer loca? - Britt tuvo que sacar a
Quinn del agua antes de que esta comenzara a hervir.
- ¡y chismosa, deja de escuchar conversaciones ajenas y consíguete
una vida! – grito furiosa, otros 20 rayos se dirigieron a la morena.
Cuando por fin el vidrio de la pecera se enfrió lo suficiente,
Santana lo llenó de agua y se dispuso a sumergir a la sirena cuando esta le
pido esperar.
-quiero sentir el mar por última vez- pidió al demonio, este no vio
problema en su petición y la dejó en tanto jugueteaba con su unicornio, a Britt
le encantaba el chapotear, pero nunca la dejaba entrar al mar por temor a que
hubiera algún rufián que se la quisiera robar, era bien sabido que el beber la
sangre de los unicornios confiere longevidad y una juventud envidiable pero
aquí la única que podía posar sus labios en ese esbelto cuello era ella.
En tanto Quinn se sumergió, cerró los ojos para sentir mejor la caricia
de las corrientes marinas peinando su larga cabellera, movió sus manos
atrapando el agua entre sus finos dedos y luego se precipitó hacia las
profundidades con movimientos ágiles de su cola. Se dirigió a la cueva donde
guardaba todas las joyas que había conseguido de los naufragios, esta era
iluminada por dos gigantescos peces, que tenían una especie de linterna
colgando de sus frentes, al llegar Quinn, estos mostraron sus largos y filosos
dientes, ella solo hizo un movimiento con sus orejas de estrella y los animales
se quitaron de la entrada para permitirle el paso.
Dentro, la sirena miró a su alrededor, entre tantas joyas que
tapizaban el lugar, sacó un pequeño baúl de jade donde se encontraba la más
preciada de todas sus posiciones, un zafiro del tamaño de su palma, fue
bautizado como “la lágrima del mar” y es la única joya que no robo, esta fue un
regalo de Rachel hace ya algunos ayeres. Beso la piedra antes de anudarla en su
cuello, cerró y se despidió de abrazo de sus mascotas, de todo lo que había en
el inmenso mar era lo único que extrañaría, a sus dos bebés. Al regresar a la
superficie Britt y San estaban dentro del aljibe lanzándose agua y riendo.
-hey ¿interrumpo algo? - dijo con una sonrisilla pícara
-mucho- de un salto Santana salió de la pecera y se dirigió hasta la
sirena extendiendo la mano a la sirena- ¿segura de que quieres hacer esto?
Todavía puedes arrepentirte
-no es hora de arrepentimientos- y con esta frase fue lanzada al
tanque, el demonio se aseguró de no dejar rastro alguno de su presencia antes
de lanzarse al vuelo con el recipiente levitando a su lado. Quinn miró
embelesada todo cuanto sus ojos le permitían, era la primera vez que tenía esta
perspectiva- ahora entiendo lo que decía Rachel… esta vista es hermosa.
-es solo un tonto paisaje- gruño el demonio- solo cállate y no
molestes
-tú eres la única que molesta, te juro que en cuanto me cumplan mi
deseo yo…
-serás mi esclavo –dijo entre risas- y el de Britt
- claro que no- chillo el unicornio que se había mantenido al margen
de la conversación
Las 3 se la pasaron riendo y haciendo comentarios sarcásticos de
todo y nada, Quinn seguía admirando el paisaje desde las alturas mientras Britt
muy a su forma le iba contando que era cada cosa.
-eso de ahí abajo es… algo verde que crece con agua
- ¿árboles? - preguntó la sirena- esto es un bosque ¿no?
-si es uno de esos, yo solía vivir en un lugar similar antes de
conocer a San- por un momento la brillante sonrisa desapareció por una mirada
melancólica… triste.
- comenzaremos el descenso, agárrense bien- la autoritaria voz del
demonio sacó a la rubia de sus cavilaciones y se limitó a asentir manteniendo
sus brazos dentro de la pecera.
Santana y la pecera que se mantenía levitando a su lado fueron
bajando por lo que el demonio llamó “El cañón de las ánimas”, contrario a lo
que dijo al principio Brittany “un enorme laberinto de piedra” aunque para
Quinn, la rubia tenía más razón en el nombre, pasaron unas horas dando vueltas
entre los surcos de piedra hasta un punto que no podía ver más que el cielo
estrellado arriba y lava en el suelo.
En medio del río de lava se encontraba un imponente castillo de loza
negra quizá unas 30 o 50 veces más grande que el de su padre y eso era ya decir
mucho, recordó que su progenitor siempre se ufanaba diciendo que su castillo
era el más grande de los 7 mares… bueno en tierra firme existían unos en los
que se podría perder fácilmente un titán.
Las gigantescas puertas se abrieron al chasquido de los dedos de
Santana y siguió el laberíntico paseo entre escaleras y pasillos hasta topar
con una puerta hecha de oro macizo, las puertas igual que las anteriores fueron
abiertas a la orden de la morena.
Al entrar sintió una oleada de calor, Britt se bajó de la pecera y
fue brincando por un estrecho pasillo de mármol que era la única superficie de
apoyo, todo lo que restaba del suelo estaba recubierto por magma.
-ya regresamos de nuestro paseo- dijo alegre Britt, caminando al
centro del salón, donde se encontraba una gigantesca columna de mármol negro-
trajimos a una amiga que quiere conocerte Lucifer
Quinn miró hacia arriba, podía distinguir al final de la columna un
diván para un titán y efectivamente el ser de cuernos enroscados, ojos como
rubíes ardiendo y una infinita oscuridad tenía las medidas de un gigantesco
titán. El mismo apenas y se movió al escuchar la alegre explicación del
unicornio, la ojiverde sintió una gigantesca presión cuando el demonio en el
diván posó su mirada en ella y un ruido estruendoso cimbró la sala al momento
que Lucifer se levantó del diván.
- ¿Cómo te llamas? - se escuchó una lúgubre voz
-…Quinn…- dijo con voz trémula, sentía que su sangre se volvía
hielo.
- ¿qué asuntos busca arreglar una pequeña sirena conmigo? - de un
salto Lucifer bajo de su pedestal, Quinn se sintió desvanecer del miedo y
Santana tuvo que mover la pecera para evitar que el gigante la destruyera
-yo… yo…
-Tú…- comenzó a jugar con la Sirena
-yo quiero que me cumplas mi deseo- dijo escupiendo la respuesta.
- ¿Qué deseo ronda por tu mente? O mejor dicho tu corazón.
-yo deseo… deseo… -trago saliva, hasta el momento no se había
atrevido a dirigir la mirada a los enormes ojos inquisidores, pero con un
arrebato de valor infundido por los pulgares hacia arriba que le mandaba el
unicornio que había subido por la armadura del gigante
estalló en un grito su deseo- ¡deseo tener alas para volar con mi amor! -.
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