Capítulo 65
—Maldita sea —dijo Crystal mientras Laura
aparcaba el Jeep delante de casa de Patty—. No puedo creer que estuviera de
acuerdo con esto.
—Podías haberlo cancelado —dijo Laura.
—¿Y decir qué? ¿Lo siento y no puedo asistir
a la fiesta de cumpleaños de tu hijo? ¿Cómo va Thomas a entenderlo? —dijo
Crystal guardando sus gafas de sol en la guantera —No, no puedo hacerle esto.
Tengo que ir —agitó su cabeza y buscó la manija de la puerta—. Simplemente
tendré que manejar esto.
—No olvides su regalo —dijo Laura justo
cuando la puerta de la casa se abría y
el sobrino de siete años venía corriendo seguido de su hermana mayor.
—Tía Crystal, tía Crystal, ¿me has traído un
regalo por mi cumpleaños? —preguntó.
—Mami ha dicho que se supone que no debes
preguntar por los regalos —dijo Jessica con su mejor tono de reprimenda cuando
los dos llegaron hasta Crystal—. Tía Crystal, me han puesto una A en mi examen.
—Oh, muy bien —dijo Crystal—. Y sí Thomas,
te hemos traído un regalo.
—¿Ves? —dijo, dirigiéndose a Jessica—. Te
dije que me traerían un regalo.
Jessica cruzó sus brazos y balbuceó.
—Yo no tuve un regalo en mi cumpleaños.
En esos momentos Crystal agradeció la
sugerencia de Laura cuando estaban en la tienda de juguetes.
—Jess —dijo, llamando la atención de la
niña—. Creo que si miras en el asiento trasero del coche encontrarás un tardío
regalo de cumpleaños.
Los ojos de Jessica se abrieron en la misma
proporción que su sonrisa.
—¿Un regalo... para mí?
—Sip —dijo Crystal mirando por encima de la
cabeza de la niña para compartir una sonrisa con Laura—. Uno para ti y otro
para tu hermano.
Laura retuvo a Thomas cuando intentaba abrir
la puerta del coche.
—Espera, chaval. Yo lo haré —dijo, moviendo
cuidadosamente al niño a un lado y abriendo la puerta—. El tuyo es el de la
caja grande y plana. Yo cogeré el de Jessica.
—Hey, su caja es más grande que la mía —dijo
con voz de niño mimado.
Laura se arrodilló cerca de él.
—Pero el tuyo tiene más pieza —dijo—.
Créeme, te gustará. Ahora, no curiosees en la bolsa hasta que hayamos entrado,
¿de acuerdo?
—Vale —dijo, sacando su regalo del coche e
inmediatamente intentando levantar la solapa del papel en el que estaba
envuelto.
—Muy bien —dijo Laura, quitándole el paquete
sus manos—. Te diré una cosa. Tú vas a decirle a tu madre que estamos aquí y tu
tía Crystal y yo llevaremos los regalos adentro.
La coloreada decoración atrapó la mirada de
Crystal cuando entraron al salón. Cintas azules y blancas estaban colgadas
cruzando el techo mientras los globos de colores brillantes se agrupaban en las
esquinas. La mesilla de café enfrente del sofá estaba cubierta por papel de
regalo desgarrado. Patty, que había estado sentada en la mecedora leyendo las
instrucciones del nuevo video juego de Thomas, se levantó cuando entró Crystal
recibiéndola a medio camino con un abrazo.
—Estoy encantada de que hayas venido —dijo
la hermana mayor cogiendo el regalo de las manos de Crystal y dejándolo encima
de la mesita de café.
—No podemos quedarnos mucho tiempo —dijo
Crystal, mirando alrededor buscando a la mujer que intentaba evitar—. ¿Dónde
está ella?
—En la cocina, adornando la tarta —dijo
Patty—. No te preocupes, no va a decirte nada.
—No estaba... —dijo Crystal con fingida
indiferencia.
—Quiero abrir el regalo de tía Crystal —dijo
Thomas cogiendo el regalo.
Patty hizo una pausa tan solo unos segundo y
lo dejó estar.
—Muy bien, pero tendrás que esperar hasta
después de tu tarta y del helado para abrir los otros regalos.
Thomas asintió y comenzó a abrir la bolsa
donde estaban los regalos.
—Vale. —La bolsa negra no fue un problema
para el niño de siete años, abriéndola para mostrarle un circuito de coches de
carreras—. ¡Oh, vaya!, gracias tía Crystal.
—Es de parte de Laura y mía —dijo Crystal
mientras se agachaba para recibir el abrazo ofrecido.
Thomas se apartó de su cuello y se dirigió a
Laura.
—Gracias, tía Laura —dijo.
Crystal intercambió una sonrisa con su
amante mientras Laura se agachaba para otro abrazo.
—Yo también quiero abrir mi regalo ahora —dijo
Jessica, abriendo rápidamente la caja y empujando el plástico de su interior—.
Es una caja con joyas y el centro de maquillaje de la cantante Suzy —dijo abriendo
inmediatamente la caja—. Gracias.
—¿Puedo yo también jugar con el mío ahora,
mami? —preguntó Thomas.
—Primero tienes que montar el circuito de
carreras —dijo Pattty—. Y creo que algo así debe estar en tu habitación y no
aquí fuera donde cualquiera pueda tropezar. Jessica, creo que deberías dejar el
tuyo en tu habitación también.
Jessica seguía intentando abrir la caja.
—Quiero enseñárselo a la abuela primero. ¡Hey,
abuela! —La llamó en voz alta.
—¿Qué te he dicho sobre chillar? —dijo Patty
justo cuando su madre asomaba por la puerta de la cocina.
—Abuela, mira lo que la tía Crystal me trajo
—dijo la niña excitada alzando la caja.
Thomas se alzó y se dirigió a ella.
—Yo también —dijo.
Sin querer, Crystal se encontró con los ojos
de su madre, y por un momento, se encontró incapaz de desviar la mirada de la
cara de tristeza de la vieja mujer. En esa fracción de tiempo, Crystal recordó
la mañana de una Navidad muchos años atrás cuando su madre le entregó
felizmente un regalo. No podía recordar qué regalo era o dónde estaba su padre
o su hermana, pero sí recordó ser abrazada por su madre, sostenida por esos
brazos y por un breve instante sintiéndose especial. Ese flash de su memoria desapareció devolviéndola a la
realidad y, para su sorpresa, experimentó un sentimiento diferente al enfado
hacia la persona que le había dado la vida.
Jessica insistió en llamar la atención de su
abuela, haciendo que las mujeres rompieran el contacto visual. Crystal miró a
Laura, preguntándose si su amante podía ver la confusión en su cara. Quería
marcharse, alejarse de esa mezcla de emociones arremolinándose en su interior,
pero antes de que la urgencia por huir la moviera, Jessica se le acercó
pidiéndole ayuda para ponerse los anillos y collares de su nuevo joyero.
Agradecida por el escape, siguió a su sobrina hasta su habitación.
—Parece que vamos a tener que desenmarañar
esto antes de que podamos ponértelo —dijo Crystal mientras miraba la pila de
collares en el vestidor de Jessica—. ¿Necesitas ayuda para hacerlo? —preguntó
de espaldas a su sobrina.
—No, yo puedo —dijo Jessica dejando la caja
sobre la cama y quitando las piezas de plástico rosa. ¿Tuviste un estuche de
maquillaje como este cuando eras pequeña?
Crystal continuó fijando su atención en la
pila de collares enredados.
—No. Tenía un árbol de plástico en el que
colgaba mis pendientes de aro, pero no recuerdo haber tenido ningún joyero o
estuche de maquillaje.
—Oh. —La niña de pelo rubio continuó sacando
de la caja varias piezas de su nuevo regalo—. ¿Tía Crystal?
—¿Hmm?
—¿Por qué no te gusta la abuela?
Los dedos de Crystal se detuvieron mientras
registraba las palabras.
—¿Por qué preguntas eso?
—He escuchado a mamá y a la abuela hablando
—dijo Jessica—. La abuela estaba llorando y diciendo que tú la odiabas.
Crystal dejó los collares y se dio la
vuelta.
—¿Qué dijo tu madre?
Con el regalo olvidado por un momento,
Jessica miró a su tía firmemente.
—Mami dijo que ella no creía que tú odiaras
a la abuela, pero que hablaría contigo otra vez, y la abuela dijo que no,
porque entendía por qué la odiabas. —La niña ladeó la cabeza, un gesto muy
típico de su madre—. ¿Qué te hizo la abuela para que la odies, tía Crystal?
—Um... —Crystal se revolvió para encontrar
las palabras adecuadas para evitar la pregunta—. No creo que debieras cotillear
las conversaciones de los adultos.
—Dijo que lo sentía —dijo Jessica—. Cuando
lloraba. Le dijo a mamá que lo sentía muchísimo.
Crystal se volvió y continuó desliando los
collares.
—Realmente has enrollado esto —dijo,
intentando no pensar en lo que su sobrina le estaba contando.
—Una vez mi amiga Katie y yo nos peleamos
porque me empujó demasiado fuerte y me caí y me corté en la rodilla, y mami
dijo que porque Katie lo sentía yo tenía que perdonarla, y lo hice, y ahora
somos amigas otra vez. ¿Vas a perdonar a al abuela?
Crystal se giró para mirarla.
—No lo sé —dijo—. Lo que pasó entre tu
abuela y yo es diferente,
Moviéndose hacia la cama, se sentó encima y
comenzó a quitarle el precinto que venía en el estuche de maquillaje.
—Las cosas entre los adultos no son
sencillas como las de los niños. Ahora, montemos esto para que podamos salir y
comernos el pastel y el helado. —Rápidamente cogió dos piezas y las unió
esperando así distraer a Jessica. Mirando el dibujo de la caja, Jessica cogió
la pieza siguiente y se la pasó a Crystal—. Bien, ¿ves?. Habremos terminado en
un momento.
A pesar de haber hecho que Jessica dejara el
tema, Crystal se encontró incapaz de dejar de pensar en ello. Sentada en el
salón más tarde, miró a su madre por el rabillo del ojo lo suficientemente a
menudo para que Laura se diera cuenta y le lanzara una mirada interrogativa.
Crystal agitó su cabeza como para decir que todo iba bien y bajó la vista a su
plato. En los minutos que le siguieron, Crystal se concentró en mirar a todas
partes menos al sofá donde estaban su hermana y su madre. Toqueteó su helado
por todo el plato hasta que no fue más que una mezcla deshecha antes de dejar
el plato sobre la mesita de café.
—Aquí, dame eso —dijo Patty, alzándose sobre
sus pies y cogiendo el plato—. Thomas, si has terminado el tuyo, dame el plato,
lávate las manos y entonces podrás abrir el resto de tus regalos.
—Están limpias —protestó.
—No, no lo están —dijo Patty con su inconfundible
tono de madre—. Venga. Jess, las tuyas también podrían con un poco de jabón y
agua.
—Ayudaré a limpiar —dijo Laura mientras los
niños desaparecían por el pasillo.
Crystal pensó en ayudar, pero sabía que
Laura lo tenía todo bajo control, mientras la cubertería desaparecía de encima
de la mesa. Tenía la sensación de ser observada y giró su cabeza para cazar a
su madre mirándola. La mujer mayor miró a otro lado rápidamente pero no antes
de que Crystal viera la tristeza en su cara.
Para cuando empezaba a oscurecer, Crystal se
había vuelto progresivamente más callada, dando una o dos palabras como
respuesta. Ella y su madre continuaban esquivándose las miradas siendo
descubiertas, no tanto por Patty y Laura como la una por la otra. La tensión
fue creciendo dentro de ella y Crystal se encontró a sí misma luchando por
mantenerla bajo control. Las preguntas que podían ser contestadas por una sola
persona se repetían una y otra vez en su cabeza. Cada vez sonaban más y más
fuertes hasta que Crystal supo que era hora de darles voz. Tomando aire
profundamente, se preparó para lo que tendría que venir y se levantó con la
mirada firme sobre su madre.
—Quiero hablar contigo.
La habitación se quedó en completo silencio
a excepción del sonido del nuevo videojuego de Thomas. Incluso Jessica entendió
el grado de magnitud del momento y miró a las adultas intensamente. Patty fue
la primera en romper el silencio, levantándose y situándose entre su hermana y
su madre.
—Crystal, ¿puedo hablar contigo un minuto en
la cocina?
Laura se levantó y se situó cerca de Crystal
también.
—¿Estás segura? —preguntó en voz baja.
Crystal quería decir que no, que lo había
reconsiderado, pero era demasiado tarde. Reticentemente asintió.
—Estoy segura —dijo.
—Patty —dijo Margaret, levantando su mano—.
Ayúdame a levantarme.
—Tal vez la cocina sea un buen lugar para
charlar —sugirió Laura, haciendo un gesto con su cabeza en dirección a los
niños.
—No creo que sea un buen momento para esto,
independientemente de la habitación en la que sea, —protestó Patty, mientras
ayudaba a levantarse a su madre.
Tensando la mandíbula para no decirle algún
improperio a su hermana, cruzó el salón como un rayo hacia la cocina, golpeando
con la palma de su mano la puerta para abrirla. Su enfado por la
sobreprotección de Patty hacia su madre fue rápidamente reemplazada por los
nervios al darse cuenta de lo que estaba a punto de pasar.
La puerta de la cocina fue abierta tras ella
para revelar a Patty y a Margaret. Por detrás de Patty, una preocupada Laura
miró adentro.
—Quiero hablar con ella a solas —dijo Crystal,
cuando Patty siguió a su madre por la cocina.
—Me quedo —dijo firmemente Patty, guiando a
su madre hacia la silla más cercana.
—No —dijo Crystal—, esto es entre nosotras. —Se movió hasta el lugar más alejado de la
mesa queriendo poner la mayor distancia posible entre ella y su madre.
—Está bien —dijo Margaret a su hija mayor—,
quédate con los niños.
Crystal levantó los hombros casualmente ante
la mirada de advertencia de su hermana contestándole ella con otra rebelde y
desafiante. Patty iba a protestar otra vez, pero finalmente se giró y entró en
el salón.
Incapaz de hacer salir las palabras, Crystal
oyó la voz de Laura y luego la de Patty a través de la puerta cerrada.
Sintiendo que el suelo se agitaba, le tomó un segundo imaginarse que los niños
andarían corriendo por el pasillo. Hizo una nota mental para preguntarle a su
amante sobre ello más tarde, entonces se giró y volvió a centrar su atención en
la mujer que tenía delante. Inhalando profundamente, levantó los ojos para
encontrarse con los de su madre, viendo la misma mirada que presenció antes. Las rabiosas palabras
que habían estado esperando tanto tiempo para salir, estaban atascadas en su
garganta sin querer salir en el momento en el que podían hacer más daño.
—¡Maldita seas, doc! —susurró, girándose y
caminando hacia la ventana. Parte de ella deseaba tanto azotar verbalmente a su
madre y hacerla pedazos. Después de todo le vino bien enumerar en sus sesiones
de terapia con Jenny todos los defectos
de su madre. ¿Qué peso aguantaban sus espaldas ahora?
—¿Sabes cuántas veces he deseado no haber
nacido? —preguntó todavía de cara a la ventana—. ¿No tener que vivir éste
infierno que era mi vida? —Girándose reveló una mirada acusadora hacia su
madre—. ¿Nunca se te ocurrió durante todas esas noches que mientras tú te
emborrachabas con el whisky tus hijas podrían necesitarte, ni siquiera un poco?
—Crystal, sé que os fallé a ti y a tu
hermana...
—Oh, tienes razón —dijo cortando a su
madre—. ¿Sabes lo que me pasó después de que me largara?
Margaret dejó caer la cabeza, sus ojos
parpadeando.
—Tu hermana me lo contó —dijo muy despacio.
—¿Te contó cómo tuve que acostarme con
hombres para poder ganar suficiente dinero?
Parte de ella tomó una sensación de orgullo
con la aflicción de su madre, pero al mismo tiempo otra parte la hizo sentir
hueca, un doloroso vacío que todas las palabras de odio del mundo no podrían
jamás llenar. Dándole una patada a la silla, la empujó y se sentó sobre el
asiento de vinilo.
—Hice lo que tenía que hacer —dijo
suavemente—. No podía volver al infierno. —Cruzando los brazos por delante, se
inclinó sobre la mesa—. Solía soñar que algún día tú vendrías y que nos
alejarías de él, que dejarías de beber y que serías una madre para nosotras
como la que tenían los demás. Una que se preocupara por sus hijos, que se
asegurara de llevar a sus hijos al colegio con la ropa limpia, que les hiciera
la cena en lugar de hacerles preparársela ellos mismos.
Ignorando la presión en su pecho, Crystal
continuó presionando, bajando su mirada hacia la nada.
— ¿Por qué? —Tragando con dificultad subió
la cabeza para mirar a su madre—. ¿Por qué no podías ser como las otras madres?
¿Por qué no te podías haber preocupado por nosotras como te preocupabas del
maldito whisky?
Margaret sacó un pañuelo de su bolsillo y se
secó los ojos con él.
—Lo siento —dijo, su voz desgarrándose—.
Siento haberme casado con tu padre, siento no haberos alejado de él cuando
erais unos bebés. Y lamento no haber podido darme cuenta de lo mucho que la bebida
estaba destrozándolo todo alrededor mío. Siento no haber sido la madre que
debías haber tenido. —Se secó los ojos otra vez y esnifó.
Crystal quería dudar de la sinceridad de la
mujer que tenía delante, de pasar los temblorosos labios y lágrimas como un
intento desesperado de ganar su simpatía, pero no podía negar que había
arrepentimiento de corazón y dolor en la voz de su madre.
—Yo también —dijo sacando un cigarrillo y
encendiéndolo—. Yo también —repitió suavemente.
Sus oídos captaron el sonido de Patty y Laura hablando en el salón, más bien
acaloradamente si el creciente volumen era una indicación de ello. Intentó
escuchar pero sólo cogió una palabra o dos a la vez que las voces volvían a
bajar. Mirando su cigarrillo, Crystal dejó que los segundos se convirtieran en
minutos, el silencio únicamente roto por el tic-tac del reloj de la cocina y de
las pisadas de los niños al correr por el pasillo. Estaba cansada. Cansada de
todo el enfado, todas las lágrimas, todo el dolor. Nada iba a cambiar la
pesadilla que fue su infancia. Era hora, si no de perdonar el pasado, vivir con
el presente. Tomando aire fuertemente, levantó la cabeza y miró fijamente a los
ojos brillantes de su madre.
—No puedo perdonarte por lo que pasó, pero
no te odio. —Levantándose, apagó su cigarrillo.― Supongo que solo quería que lo
supieras —dijo, volviendo a colocar la silla en su sitio—. Laura y yo nos vamos
a marchar ahora —dijo caminando hacia la puerta.
—¿Crystal?
Se paró delante de la puerta y se giró para
mirar a su madre.
—¿Sí?
Margaret se levantó descansando sus manos en
la mesa para ayudarse.
—Gracias —dijo, permitiendo que rodara una
lágrima por su mejilla.
Crystal la miró incómoda.
—Sí, bueno… —puso su mano en la puerta—. Lo
hice por mí —empujó la puerta y salió antes de que Margaret pudiera decir nada.
Capítulo 66
Jessica saltó desde su asiento en el suelo
tan pronto como Crystal entró en la habitación.
—¿Discutisteis tú y la abuela?.
—No, Jess, no discutimos —dijo Crystal mientras veía a su sobrino
sentado frente a la televisión totalmente concentrado en un videojuego de
carreras—. Estuvimos hablando y se está haciendo tarde, así que Laura y yo
tenemos que volver a casa.
Escuchó el ruido de la puerta de la cocina
al abrirse detrás de ella. Moviéndose a un lado vio a Patty ayudando a su madre
a sentarse en el sofá.
—Te llamaré mañana —dijo cuando pasaba junto
a su hermana. Patty asintió pero no dijo nada—. Bien, lo que sea —agregó agachándose
para abrazar a Jessica—. Sé buena, ¿vale?
—Vale, tía Crystal. ¿Cuándo vas a volver?
—Pronto —dijo—. O tú puedes venir a mi casa.
Los ojos de Jessica brillaron.
—¿Cuándo?
Poniéndose en duda, miró directamente a
Laura.
—Uh…, no lo sé.
—¿Qué tal la semana que viene? —sugirió
Laura—. Eso me dará tiempo para prepararlo todo.
Crystal sabía que a lo que se refería su
amante era a esconder todo lo rompible de las manos curiosas de los niños.
—Si, la semana que viene está bien si a tu
madre le parece. —Le dijo a su sobrina.
Patty asintió.
—Tan pronto como tengas esa habitación
limpia y ordenada —dijo.
—¿Puedo ir yo también? —preguntó Thomas
desviando su atención del videojuego por unos segundos.
—Sí, tú también puedes venir —dijo Crystal.
—Os acompañaré al coche —dijo Patty—.
Thomas, tus juguetes están esparcidos por todas partes. Recógelos y ponlos a un
lado, por favor.
—Sí, mamá.
—Yo le ayudaré —dijo Jessica, arrodillándose
y recogiéndolo todo. Crystal se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta,
Laura y Patty detrás de ella.
—¿Qué? —preguntó Crystal tan pronto
estuvieron fuera.
—¿Qué le dijiste? —preguntó Patty.
—Um, iré a encender el motor para que vaya
calentándose —avisó Laura, aunque no hacía tanto frío como para eso.
—Sólo hablamos —dijo Crystal cuando Laura se
alejó—. Nada de lo que tengas que preocuparte.
—Bien, me preocupo —dijo Patty—. Tú eres mi
hermana y ella es mi madre. Te pasaste la mitad de la noche lanzándole miradas
y no le has dicho una sola palabra agradable desde que volviste. ¿Y se supone
que no debo preocuparme?.
Crystal sacó los cigarrillos de su bolsillo
y le ofreció uno a su hermana.
—No puedes esperar que todo vaya maravillosamente
bien entre nosotras —dijo mientras cogía uno para ella misma y lo encendía—. Y
nunca voy a ser tan agradable con ella como lo eres tú, así que no lo esperes.
—¿Pero…?
Inhalando profundamente, Crystal dio una
gran calada de su cigarrillo antes de contestar.
—Pero si no intenta actuar como la madre del
año o como si se preocupara por mí, creo que podemos llegar a comportarnos
civilizadamente la una con la otra.
—Y quién sabe lo que puede pasar a partir de
ahí —dijo Patty, añadiendo su humo a la nube que ya les rodeaba.
—No presiones tanto —advirtió Crystal—.
Estoy segura que la doc y yo tendremos una endemoniada sesión sobre esto.
Bueno, y ¿de qué hablabais Laura y tú?
—De qué va a ser —dijo Patty—, de ti, pero
le dejaré a ella que te lo cuente.
—Dímelo.
—Dime tú lo que le dijiste a mamá —contestó
Patty mosqueando más a Crystal—. ¿Ves?, así que pregúntale a tu novia y yo le
preguntaré a mamá, y así ambas lo sabremos.
—Eres como un dolor de muela, ¿lo sabías?
—dijo Crystal golpeando a su hermana con el codo—. Siempre lo fuiste.
—Tú también —dijo Patty—. Jessica se parece
mucho a ti. Vas a pasarlo muy bien con ella la semana que viene. Se mete en
todo.
Crystal dejó caer su cigarrillo al suelo y
lo apagó pisándolo con su zapatilla.
—Estoy segura que puedo arreglármelas con
ella durante unas horas.
—¿Horas? No, te la vas a quedar todo el fin
de semana.
—Uh, uh, para todo el fin de semana, no
—dijo agitando la cabeza—. De ninguna manera.
—¿Qué hay de una noche?
—Si no hay elección.
—Entonces supongo que durante las vacaciones
de verano está fuera de discusión ¿uh? —bromeó Patty—. Ah, no hay problema.
Escucha, mejor te dejo y así vosotras dos podréis llegar a casa pronto. Dile a
Laura que le deseo buenas noches, ¿vale?
—Claro, hasta luego —Crystal se giró para
marcharse cuando se encontró detenida por Patty que la cogía para abrazarla.
—¿No irías a marcharte sin darle un abrazo a
tu hermana más grande, ¿verdad?
—Ya no eres exactamente mi hermana más
grande —dijo Crystal.
—Cierto, por el pecho —dijo Patty
apartándose—. Venga, hablaré contigo mañana.
—Bueno, ¿y de qué hablasteis vosotras dos? —preguntó
Crystal mientras cerraba la puerta del coche.
—De nada importante —dijo Laura poniendo la
directa y apartándose de la acera— ¿Qué tal tú y tu madre?
—Creo que hemos llegado a un entendimiento
—dijo Crystal—, pero no esperes que vaya a buscarle algún regalo para Navidad o
algo así.
—¿Estás bien?
Crystal estuvo mirando a través de la
ventana durante unos segundos antes de contestar.
—Sí, eso creo —sonrió cuando sintió que
Laura le apretaba la rodilla de manera reconfortante—. Estaré bien, de verdad.
Es sólo…, no sé, el cansancio —entrelazó sus dedos con los de Laura—. Te
quiero.
—Yo también te quiero —dijo Laura apretando
sus manos unidas—. ¿Quieres que paremos en el parque antes de ir a casa? Hace
un poco de frío, pero podemos caminar un poco por el paseo si quieres.
—No, solo quiero ir a casa —dijo Crystal
apretando su frente contra el frío cristal—. Ir a casa y meterme bajo una
bonita y gruesa manta contigo.
—Suena bien, sabes que me encanta enroscarme
contigo —dijo Laura bajando la velocidad para incorporarse a la autopista.
—Sí, y entonces puedes contarme de lo que
hablasteis Patty y tú.
—¿Realmente quieres saberlo? —preguntó
Laura—. Está bien. Le dije que pensaba que estaba siendo injusta contigo y que
debía dejaros que arreglaseis vuestras cosas solas.
Crystal bajó la ventanilla unos centímetros
y sacó un cigarrillo.
—¿Y qué dijo ella? Oí cómo levantabais las
voces un par de veces.
—Primero envió a los niños a que se pusieran
sus pijamas. Me alegro de que lo hiciera, porque no quería discutir con ella en
frente de los niños.
—Sí, suena como una buena idea —dijo
Crystal—. ¿Y?
—Así que primero intentó decirme que se
trataba de un asunto familiar y que debía permanecer al margen y yo le dije que
cuando tenía que ver contigo, también era mi problema porque te amo —dijo
Laura—. Le señalé a Patty que mientras ella había tenido alrededor de diez años
para aclarar sus sentimientos sobre vuestra madre, tú tan solo comenzabas a
lidiar con ellos y que debería ser más comprensiva.
—¿Oh, si? —Crystal le dio una larga calada a
su cigarrillo—. Parece que se lo dejaste claro, mi héroe. —Se inclinó hacia un
lado y presionó sus labios contra el hombro de Laura—. Me alegra que estuvieras
allí conmigo.
—Siempre —prometió Laura.
********
—Brrrrrr, ¿apagaste la calefacción antes de
irnos? —preguntó Crystal cuando entraron en el apartamento—. Casi estamos en noviembre,
¿sabes?
—Haces que suene como si viviéramos al norte
de Canadá —dijo Laura mientras Crystal subía el termostato unos grados—. No
puede haber menos de 5 grados ahí afuera.
—Aún así hace frío —refunfuñó Crystal,
mientras se quitaba su chaqueta y la ponía en el armario junto con la de Laura.
Sus deportivos fueron los siguientes, ésta vez guardados ordenadamente en el
baúl cerca de la puerta.
—Bueno, puedo sugerir algo para mantenernos
calientes —dijo Laura deslizando sus brazos alrededor de la cintura de Crystal.
—¿Oh, si? ¿Cómo qué? —preguntó Crystal reclinándose
hacia atrás sobre el cálido cuerpo de su amante.
—Estaba pensando en nosotras, desnudas. —Laura
bajó su voz hasta convertirse en un ronco susurro—. Un baño humeante con muchas
burbujas. Todavía no hemos tomado juntas un baño o una ducha. Puede ser
divertido. —Acariciando la oreja de Crystal con su nariz, inhaló el aroma del
champú mezclado con el humo del tabaco—. Te relajará.
Crystal soltó un bufido juguetón.
—No creo que relax sea precisamente lo que
tienes en mente.
—Tienes razón —susurró Laura moviendo sus
manos perezosamente por las costillas de Crystal. Llegando al primer botón, lo
abrió lentamente— Tú, yo… —Otro botón abierto revelando un pedazo de piel—.
Agua caliente con mucho jabón que hace que todo esté más resbaladizo y
agradable. —Unos rápidos tirones más y la camisa de Crystal fue liberada, los
restantes botones abiertos con facilidad. Sus dedos llegaron a los ganchos de
la espalda del sujetador mientras sus labios se acercaban a los de Crystal.
Ese era todo el ánimo que necesitaba Crystal
para seguirla escaleras arriba hacia el baño. Después de poner el tapón para
llenar la bañera, Laura abrió los grifos de agua fría y caliente, ajustando sus
intensidades hasta que la tuvo a la temperatura adecuada.
—¿Quieres burbujas? —preguntó.
—Claro, si tú quieres —dijo Crystal, de pie
en medio del baño todavía completamente vestida.
Laura cortó el agua y se puso de pie.
—Hey —dijo pasando sus brazos alrededor de
la cintura de Crystal—. ¿Necesitas ayuda?
Fue contestada por los labios de Crystal
moviéndose contra los suyos. Tomándolo como un sí, profundizó el beso y con sus
manos deslizó la camisa de Crystal por sus hombros. Antes de que intentara
doblarla, como siempre, se la quitaron de las manos y fue lanzada contra la
puerta, sujetador incluido.
—No tienes elección —susurró Crystal contra
sus labios, sus manos moviéndose entre sus cuerpos y deslizándose por debajo de
la gruesa sudadera.
Laura se estremeció mientras unos dedos
juguetones subían por su torso y danzaban sobre sus pechos cubiertos por el
sujetador.
—Sigue haciendo eso y no nos meteremos nunca
en la bañera —dijo dando un paso atrás y quitándose su sudadera y sujetador. Sonrió
indulgentemente cuando Crystal se los cogió para añadirlos a la pila de ropa
junto a la puerta—. No puedo creer que te deje hacer eso —dijo atrayendo a
Crystal más cerca.
—Lo próximo sabes que será dejar los platos
sucios en el fregadero durante toda la noche —dijo Crystal.
—Nunca —dijo Laura, gimiendo suavemente por la cálida sensación
del cuerpo de su amante contra el suyo—. Se está calentando esto —dijo en tono
lascivo.
—Lo sé —dijo Crystal cerrando los ojos
mientras sus manos se deslizaban por la nuca de Laura—. El espejo está todo
empañado.
—Oh, ¿es así cómo lo sabes? —preguntó Laura,
su sonrisa burlona haciendo juego con la de su amante. Enganchando los dedos
por dentro de la cinturilla de los vaqueros de Crystal, desabrochó el botón suavemente
y bajó la cremallera—. ¿Crees que es a causa del agua caliente?.
—No —dijo Crystal.
Laura empujó los pantalones por las caderas
de Crystal.
—¿Crees que es porque subiste el termostato
cuando llegamos a casa?
—No.
—Hmmm… —Laura hizo una mueca pensativa
mientras guiaba despacio a Crystal para apoyarla contra la pared—. Bien —dijo
mientras se arrodillaba para terminar de bajar los pantalones y sacarlos
primero por un pie y después por el otro—. Debe ser entonces porque estamos
medio desnudas y a punto de hacer el amor.
Crystal sonrió y asintió.
—Sí, debe de ser eso.
Incapaz de resistirse a los suaves muslos
que tenía a tan solo unas pulgadas de ella, Laura se inclinó hacia delante y
besó la cremosa piel.
—Eres tan preciosa —dijo, mientras sus manos
subían y bajaban por sus piernas.
—¿Quién es ahora la que está manteniéndonos
alejadas de la bañera? —preguntó Crystal, mientras su pecho se alzaba y bajaba
notablemente.
Encantada con el efecto que sus caricias estaban
provocando, Laura se dio a sí misma una satisfecha sonrisa y finalizó su tarea,
plantándose sólo cuando Crystal estuvo completamente desnuda. Presionando sus
cuerpos juntos, Laura le dio un largo y pasional beso.
—¿Podrías abrir el agua otra vez y añadir
las sales de baño?
—Claro —dijo Crystal
sin darse cuenta, girándose inmediatamente, dándole la espalda a Laura e
inclinándose para llegar a los grifos.
—Bonita vista —dijo Laura quitándose la ropa
que le quedaba—. Sabes, si te quedas justamente así…
Crystal miró el borde de la bañera y gimió
ante la sugerencia.
—No puedo creer lo fácil que es para ti
hacerme sentir así.
—Tú tienes el mismo efecto en mí —dijo
Laura, moviéndose directamente detrás de Crystal y pasando sus manos suavemente
a lo largo de la espalda desnuda de la mujer—. A veces tan sólo me miras y
estoy lista, si sabes a lo que me refiero —escuchó y sintió la risa de Crystal
entendiendo lo que decía—. En serio —dijo haciendo que Crystal se irguiera y
girándola quedaron cara a cara—. Es más que algo meramente físico. —Se detuvo
para juntar sus labios mientras sus dedos recorrían la parte superior de la
espalda de Crystal—. Cuando me miras, puedo sentir tu amor dentro de mí.
Crystal sonrió tímidamente.
—¿Vas a empezar a hablarme tiernamente otra
vez?
—¿Si quieres que lo haga? —dijo Laura
mientras empujaba la cortina para descorrerla—. O podemos meternos en la bañera
y demostrártelo.
—No parece que haya mucho agua —dijo Crystal
mientras se ayudaban la una a la otra a entrar.
—No te preocupes por eso —dijo Laura,
mientras se sentaba y se movía lo más hacia atrás que podía—. Somos dos aquí
adentro. Confía en mí, hay más que suficiente agua.
Sus cuerpos se acomodaron juntos mientras
hacían espacio para las piernas y brazos. Envolviendo sus brazos alrededor del
torso de Crystal, empujó a su amante más cerca y le besó el hombro.
—Te quiero.
—Mmm, yo también te quiero —dijo Crystal
moviendo sus manos arriba y abajo sobre los muslos de Laura—. Nunca he hecho
esto. Tomar un baño con alguien, quiero decir. Bueno, excepto con Patty cuando
éramos pequeñas, pero es no cuenta.
—No, no cuenta —estuvo de acuerdo Laura,
moviendo sus pulgares en un perezoso arco sobre la parte baja de los pechos
enjabonados de Crystal—. Olvidé contarte ciertas ventajas de ser la que está
detrás.
—Ya veo —dijo Crystal reclinándose, de modo
que la nuca de Crystal descansaba sobre el hombro de Laura—. Entonces estar
delante también tiene sus propias ventajas.
Recogiendo pilas de burbujas con sus manos,
Laura juguetonamente cubrió los pechos de Crystal.
—Agradable —susurró sintiendo los
endurecidos pezones presionar contra las palmas de sus manos.
—Qué gusto —murmuró Crystal. Sus ojos
estaban cerrados y una suave sonrisa cruzaba sus labios—. Obviamente ésta no es
tu primera vez en una bañera.
Laura sonrió.
—No es como si hubiera tenido una lista
interminable de mujeres entrando y saliendo —dijo—. Pero digamos que sé lo que
hago.
—No tengo quejas —dijo Crystal.
—Uh huh —dijo Laura con recelo, frotando sus
pulgares adelante y atrás sobre los erectos pezones—. Eso no es lo que dijiste
anoche. Si lo recuerdo correctamente, me llamaste zorra.
—Estabas torturándome —señaló Crystal—. Si
hubieras esperado mucho más, habría tenido que bajar y hacérmelo yo misma.
Laura rió, recordando cómo había probado la
paciencia de su amante de forma juguetona.
—Pero tienes que admitir que la espera valió
la pena. No tengo la intención de acelerar las cosas ésta noche tampoco
—advirtió.
Crystal gimió y se arqueó con sus caricias,
haciendo que el agua pasara entre sus cuerpos.
—Agradable y lento —dijo Laura en tono
seductor moviendo sus manos hacia abajo por el cuerpo de Crystal hasta que se
hundieron bajo el agua, entonces subiéndolas otra vez para volver a capturar
los duros pechos—. Agradable y lento — repitió otra vez con un susurro lascivo
antes de recorrer con su lengua el camino desde el cuello de Crystal hasta su
oreja.
Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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Esta historia me atrapo por completo, es la segunda de B.L miller que leo y me encanta. Gracias por traducirla.
ResponderEliminarBrox
Cuál fue la primera y...está disponible en español? Saludos :)
EliminarAMO A CRYSTAL Y LAURA
ResponderEliminarARI.MEX.
un libro precioso,gracias por trducirlo
ResponderEliminarrinaim.chile